¡Qué felicidad! Estaba radiante, iluminada, no podía despintar la sonrisa de mis labios y me sentía en las nubes, rodeada de estrellas y luceros, haciendo tobogán en el arco iris. Marcial iba todas las mañanas a mi casa a tomar desayuno y luego nos íbamos juntos, en su auto, a entrenar al club. Yo le hacía bistec con papas fritas o lomo saltado o compraba tamales o picarones o lo que fuera, je, tan solo para halagarlo, le servía café con leche y compraba los panes más crocantes que habían en la panadería. -Eres una ama de casa muy festiva-, reía él, degustando los desayunos que le alistaba. Luego nos besábamos con encono, engolosinados, disfrutando de nuestro profundo y delirante amor. Me ponía siempre hermosa para él. Mis pelos desordenados, minifaldas jean, botines vaqueros, blusas pegaditas, me pintaba las uñas y lucía la mejor de mis sonrisas que tanto le encantaban a él. Me miraba y admiraba a cada momento. -¿Cómo es posible que una mujer tan linda haya estado tanto tiempo
Magdalena estaba sorprendida con nuestra relación. Ella no sabía nada de mis amoríos con Marcial hasta que una tarde después de terminar de entrenar, y estando yo sudorosa, cansada, soplando fuego de mis narices, él me besó muy acaramelado, tanto que me hizo alzar un tobillo encandilada frente a los ojos de Magdalena. -Dios santo-, se asombró Maggi y se quedó boquiabierta y pasmada. Luego me alcanzó en los vestidores. Yo estaba tumbada en las mayólicas, exánime, encharcada en sudor. -¿Estás saliendo con Marcial?-, me preguntó Blokhin parpadeando. Ups, me sentí turbada. ¿Se molestará? ¿tendrá celos? Sentí erizar mis pelos. -Nos estamos conociendo recién-, no mentí. Ella ensanchó una larga sonrisa y tomó mis manos. -Qué bien, amiga, Marcial es un chico fabuloso-, se puso efusiva. Era evidente que ella lo quería aún y deseaba lo mejor para su ex amante. -Sí, estoy descubriendo a un hombre muy dulce, encantador, romántico y me quiere bastante-, le dije, juntando los dientes. Ella s
Entrenaba con una euforia única, con un entusiasmo único y desbordante y muy efusiva. Heather lo padeció en los intensos partidos que jugábamos en el club de Marcial. Mis pelotazos le doblaban la raqueta. -Más tranquila, mujer, guarda fuerzas para Wimbledon-, reía Ashley, satisfecha de mi rendimiento. Yo dominaba todos los campos, además. De piso, arcilla, pasto o ladrillo. Como me había dicho Maggi, flotaba con las nuevas zapatillas que había hecho su padre. Esa mañana después de entrenar mucho, quedé tumbada en la hierba, exánime, sudorosa. Por suerte estaba con leggins je je je y pude quedarme tirada en la grama soplando fuego en mi aliento. -Tenemos invitaciones para jugar torneos internacionales en México, Toronto y Río de Janeiro-, me anunció, entonces, Ashley. Parpadeé sin entender nada. -¿Y Wimbledon?-, estaba extrañada. Eso es después. Primero cumpliremos con estos compromisos que dan puntos para el ranking mundial-, dijo Ashley golpeando su lapicero en el tablet. -P
-Vamos a jugar-, le dije a Marcial esa noche, después de entrenar hasta casi las diez. Ya se habían ido Jennifer y Judy, también las secretarias y solo quedaba él, firmando unos contratos de publicidad estática. -Estoy revisando unos papeles importantes, cariño-, intentó justificarse, pero no lo escuché. Le jalé del brazo y le di su raqueta que estaba en un aparador y a rastras lo llevé a la cancha dos. Ahsley y Heather también ya se habían ido. -Te conocí jugando tenis y te quiero siempre jugando tenis-, le dije, cuadrada en mi cancha. -¿Te han dicho que además de hermosa eres bien pesada, Katty?-, estaba él fastidiado. Estallé en risotadas, alcé incluso un tobillo muy coqueta. -¿Y eso te gusta?-, reí mordiendo mi lengüita. -Muuuuuchooo-, dijo Marcial, entonces, encandilado de mí. Uffff, me ganó, no, mentira, me destrozó en la cancha: 6-0 y 6-0. Fue un tren arrollador, que me dejó sin reacción, derrumbando mis defensas, dejándome sin opción y sintiéndome realmente humilla
Después de entrenar en forma intensa, tanto que hasta tuve calambres en las manos, je je je, Marcial me llamó a gritos para que suba a su oficina. -Ese hombre no puede vivir sin mí-, le dije divertida a Ashley, mientras me sacaba el sudor de la frente. -Recuerda que mañana tenemos un partido con Elena Milchevic-, me dijo, recogiendo las pelotas que estaban regadas por todo el campo. Heather estaba en clases en la universidad. Saludé a Jennifer y Judy que estaban entretenidas viendo la pantalla de la PC. -No estén viendo páginas prohibidas, chicas-, sonreí. Ellas me sacaron la lengua. Marcial me esperaba alborozado. Me dio un besote largo, sabroso, delirante y sobre todo vehemente. -¿Por qué tanta euforia?-, me encandilé a sus ojos. -Tengo nuevos sponsors para ti-, estaba bastante frenético, rebuscó los contratos en el sin fin de papeles que tenía amontonados en el escritorio. -¿Y eso es bueno?-, me lancé a uno de sus cómodos sillones, crucé las piernas y me di airecito con mi
Todo me fascinó de México. La capital y luego, Guadalajara, en Jalisco, donde se hizo el torneo. Estaba maravillada, absorta y no dejaba de tomar fotos y hacerme selfies con todos los encantos de la ciudad. Ashley me hablaba de las rivales a las que iba a enfrentar pero yo estaba encandilada con todos los atractivos de la ciudad. De inmediato le mandaba los selfies a Marcial que respondía, siempre, con un emoji de un corazoncito latiendo que me estremecía, me hacía patalear y hasta chapotear la sangre en las venas. El torneo se hizo en el centro panamericano de tenis. Casi ocho mil espectadores estaban en las tribunas. Heather me ayudó a ponerme el flamante uniforme que estrenaría con los nuevos sponsors. -Espero que me tomen muchas fotos-, le dije divertida. - ¿Fotos? El torneo será transmitido a todo el mundo, tonta-, sonrió ella. Wow. Y yo que pensaba en simples partiditos como en el club de Marcial o el Club Blanco, con poco público. Junté los dientes. Enfrenté primero a un
Me peleé en los cuartos de final. Me volví a enfrentar a la alemana que me había insultado en París, Helga Sparwaser, y nuevamente me atacó. Su español había mejorado, además. -Ahora sí te ganaré, perra-, me disparó de frente cuando la saludé. Chirrié mis dientes. Ella, al parecer, me estudió mucho, sabía de mis puntos flacos y había mejorado mucho en su juego, sobre todo en el saque que hacía en forma muy potente. También en el smash. Así, sacó ventaja en el primer set, incluso se puso adelante 4-0. -¿Viste, perra?-, se ufanaba imitando mis bailes con sorna, lo que provocaba la risa del público, además se alzaba la faldita, me mostraba el calzón y me sacaba la lengua, mofándose de mí. Descargué toda mi furia, entonces. Estaba demasiado colérica por las burlas de Helga, que puse en acción los cañones que tenía por manos. La raqueta nueva que me había dado mi nuevo auspiciador me ayudó aún más. Era ligera, contundente, flexible y con un mango que se asía a la perfección a mis dedos
Durante el torneo de Toronto, Marcial me llamó religiosamente todos los días, cuatro veces al día, después de cada juego, al levantarme y al dormirme y cuando estaba en reuniones con los ingenieros que estaban encargados de la ampliación del club y la construcción del estadio, me mandaba emojis y audios de sus besos. Eso me hacía patalear enfervorizada, gritar como loca y sentirme en las nubes, dando vueltas como consumada bailarina de ballet. Le conté un chiste, incluso: -¿sabes cómo suena el tambor en Toronto?-, le pregunté arrugando, coqueta, mi naricita, en una nuestras tantísimas video conferencias. Él intentó muchas respuestas sin éxito. -Toronto ton, Toronto ton, Toronto ton ja ja ja-, estalle en carcajadas y él solo se contagió de mis risotadas. El torneo fue muy reñido, complicado y muy emocionante. En el certamen estuvo Hannah Carter que era la gran favorita para adjudicarse el primer puesto pero fue eliminada por la japonesa Yuko Kiruma en un dramático partido de t