Ese viernes me dediqué a descansar y dormir hasta tarde. Ashley me dijo que en la tarde haríamos trabajos físicos y quedar lista para la gran final ante Ruth Evand. desde las 10 de la mañana, me llamaban a todo momento desde Lima para hacerme entrevistas por zoom. Me preguntaban quién era, de dónde salí, por qué recién, a los 36 años, aparecía en el tenis. Me contaban que todo el país estaba pendiente de mis actuaciones y que estaban sorprendidos de haber llegado a la gran final del Roland Garros. También me calificaban de desconocida y que, incluso, nadie creía en mí. -Haz paralizado al país-, me dijeron, en forma coincidente, los periodistas en el sin fin de llamadas que recibí, de emisoras de radio, páginas webs, diarios, cable y señales abiertas de televisión. Williams también me dijo que el presidente del país me había felicitado y expresado sus deseos de una gran actuación contra Evand. Cuando me disponía a almorzar, recibí una llamada de un número desconocido. -¿Aló?-, es
La pasé muy mal, hirviendo en celos, totalmente fuera de mí. Renegaba, lloraba, mascullaba, volvía a llorar, gritaba, lanzaba las almohada, seguía llorando y me sentía tonta y malvada a la vez. Llamé mil veces a Marcial, a Magdalena, mandé mensajes de texto, envié emojis y ninguno de los dos no contestaba. Recién, cuando faltaban dos horas para la final contra Evand, al fin Marcial me mandó un mensaje de texto. -Katty acabamos de llegar a Lima. Stefan está en cuidados intensivos. Mis pensamientos están contigo-, fue lo único que escribió. Camino al estadio, me envió un mensaje Maggi. -Amiga, estaré lejos físicamente pero mis pensamientos están contigo, dándote aliento. Veré el partido en la clínica-, también fue breve. Me puse a llorar a gritos en el bus. Ashley me abrazó con todas sus fuerzas. -No, mi amor, no llores, fuerza-, decía una y otra vez. Los otros pasajeros, jueces, alcanza pelotas, dirigentes, personal de la organización se alzaron de sus asientos extrañados y sorp
Magdalena me llamó por la noche, cuando intentaba dormir. -Stefan está estable, los médicos dicen que se recuperará-, me contó. Eso me reconfortó. -Vi el partido, Katty, te desconcentraste-, siguió diciéndome ella, con mucho cariño, musicalizando sus palabras. -Tenía la cabeza en otro sitio-, suspiré. -Ya habrá la revancha-, me anunció y me colgó con un gran besote. Ashley me ordenó entrenar en un importante club de tenis de París, porque el vuelo recién saldría el lunes. -No puedes dejar que tus huesos se oxiden, Katty-, sonrió ella. Recogimos nuestros maletines y nos fuimos a entrenar. Apenas salí a la cancha habían muchísimos periodistas, casi medio centenar que me tomaban fotos y hacían videos. Me dio risa. -Creo que se equivocaron, señores, la campeona está bajo a torre Eiffel tomándose fotos con el trofeo que me ganó-, dije peloteando con Heather. Los reporteros estallaron en risas. -¿Qué pasó, Katherine?-, preguntó uno de ellos viéndome lanzarle un globo a Heather. -Co
Me apuraba en guardar mi ropa, las compras que había hecho para regalar a mis amigos e hice un bonito paquetito para los chocolates que le daría a Marcial, cuando alguien tocó la puerta. Pensé que era una mucama y abrí y me estrellé con unos ojos celestes muy lindos, la carita dulce, los pelos largos y la sonrisa ensanchada, como un chasquido del mar. Me miraba divertida, con sus manitos atrás, los pies juntitos y su busto alzado como una cordillera. -¿Puedo pasar?-, me preguntó Gina Ferreti en perfecto castellano. Yo estaba turbada pero me hice de lado. Ella pasó mirando con curiosidad mi cuarto, los espejos, las cómodas, el televisor encendido y vio mis babuchas, chancletas, zapatillas, regadas por el piso. -Recién estoy guardando mis cosas, mi vuelo sale a las seis de la mañana-, me apuré a decirle, pero ella no parecía hacerme caso. Seguía mirando las maletas, mis calzones que estaba ordenando, también las pantimedias que no había usado todos esos días y se deleitó con un peluch
-¿Está Marcial?-, le pregunté a Jennifer. Ya había terminado de entrenar, me había duchado, estaba con una minifalda jean que tanto me gustaban, botines y una blusa floreada. Tenía mis pelos encharcados de agua, sin embargo. -Hola, Katty, está desayunando con Milton-, me indicó con su lapicero. Le di un peluche que compré en París. Ella quedó encantada. -Ayyyy qué lindo-, se emocionó restregándolo con su nariz. También le di una cajita de perfumes y otra para Judy. Y allí estaba Marcial, tomando café con leche y tamales junto a Milton. Él se había servido un lomo al jugo que olía a dioses. -¡¡¡Hola, princesa!!!-, se emocionó Marcial y me dio un besote en la mejilla. Me jaló una silla y me senté oronda y coqueta. Le di los chocolates que había comprado en el aeropuerto y a Milton le entregué una gorra del Roland Garros. -Uffff es lo que siempre había soñado-, se puso alborozado Milton. Le pedí otro lomo al jugo que estaba realmente estupendo. -Ahorita mismo, campeona-, fue co
La primera vez que hice el amor con Marcial fue mágico, divino, maravilloso e inolvidable. Increíble, realmente. Fue en mi apartamento. Él llegó muy de noche, informal, incluso jean y zapatillas. Yo lo esperaba con un vestido súper entallado, pantimedias, zapatos oscuros con taco 14, me había pintado toda la tarde y llevaba mis pelos revueltos. No tenía sostén y me había puesto un calzón de encajes rojo. Perfumé toda la casa y hasta puse peluches en mi cama. Apenas lo vi, me colgué en su cuello y lo besé entusiasmada y febril. -¿Cuánto demoraste en vestirte?-, sonrió él. Arrugué mi naricita. -Dos horas-, le dije. Él siguió riendo. -Demoraste dos horas y yo tardaré tan solo un minuto para sacarte toda la ropa je je je-, estalló Marcial en carcajadas. Y, en efecto, en un santiamén corrió la cremallera de mi vestido, corrió mis pantimedias y quedé completamente a su merced. Se deleité con mis pechos erguidos como cerros, flotando igual a globos, latiendo al mismo compás de mi corazón
¡Qué felicidad! Estaba radiante, iluminada, no podía despintar la sonrisa de mis labios y me sentía en las nubes, rodeada de estrellas y luceros, haciendo tobogán en el arco iris. Marcial iba todas las mañanas a mi casa a tomar desayuno y luego nos íbamos juntos, en su auto, a entrenar al club. Yo le hacía bistec con papas fritas o lomo saltado o compraba tamales o picarones o lo que fuera, je, tan solo para halagarlo, le servía café con leche y compraba los panes más crocantes que habían en la panadería. -Eres una ama de casa muy festiva-, reía él, degustando los desayunos que le alistaba. Luego nos besábamos con encono, engolosinados, disfrutando de nuestro profundo y delirante amor. Me ponía siempre hermosa para él. Mis pelos desordenados, minifaldas jean, botines vaqueros, blusas pegaditas, me pintaba las uñas y lucía la mejor de mis sonrisas que tanto le encantaban a él. Me miraba y admiraba a cada momento. -¿Cómo es posible que una mujer tan linda haya estado tanto tiempo
Magdalena estaba sorprendida con nuestra relación. Ella no sabía nada de mis amoríos con Marcial hasta que una tarde después de terminar de entrenar, y estando yo sudorosa, cansada, soplando fuego de mis narices, él me besó muy acaramelado, tanto que me hizo alzar un tobillo encandilada frente a los ojos de Magdalena. -Dios santo-, se asombró Maggi y se quedó boquiabierta y pasmada. Luego me alcanzó en los vestidores. Yo estaba tumbada en las mayólicas, exánime, encharcada en sudor. -¿Estás saliendo con Marcial?-, me preguntó Blokhin parpadeando. Ups, me sentí turbada. ¿Se molestará? ¿tendrá celos? Sentí erizar mis pelos. -Nos estamos conociendo recién-, no mentí. Ella ensanchó una larga sonrisa y tomó mis manos. -Qué bien, amiga, Marcial es un chico fabuloso-, se puso efusiva. Era evidente que ella lo quería aún y deseaba lo mejor para su ex amante. -Sí, estoy descubriendo a un hombre muy dulce, encantador, romántico y me quiere bastante-, le dije, juntando los dientes. Ella s