Primera vez que me hacían preguntas en medio del alboroto de una conferencia de prensa. -La acusan de emplear estimulantes y esteroides-, me dijo un tipo de lentes. -¿Por qué no dijo a los organizadores que tiene brazos ortopédicos?-, me preguntó una mujer. -¿Qué piensas de Ruth Evand?-, levantó la mano un sujeto. -Su país está alborotado. La consideran la nueva heroína del deporte. Está acaparando todos los titulares-, se puso efusiva una chica. -¿Sabía que la potencia de sus pelotazos han quebrado la barrera de los 350 kilómetros por hora?-, me mostró un tablet un hombre clavo. -Chicos, chicos, chicos, pedí entonces riéndome, la organización ya aclaró que no hay evidencias de esteroides anabolizantes ni hormonas masculinas en mi organismo, tampoco tengo prótesis, mis manos son tal cual nací, je, a Ruth Evand no la conozco, lo único que sé que es la número uno del mundo, todos los triunfos que estoy consiguiendo los hago pensando en mi país y no pienso en récords ni pulverizar
Evand había ganado su partido a una tenista de Países Bajos, en una gran exhibición, cuando llegamos con Heather, Ashley y Maggi. Entramos de prisa a los vestidores. -Nos quedamos dormidas-, renegaba Ashley mientras Heather me ayudaba con las zapatillas y las medias. Maggi me hacía una cola con el pelo -Marcial seguía durmiendo-, estaba yo disgustada. No contestó su móvil y ni siquiera había tomado desayuno. -Ferreti es muy técnica, le gusta jugar con sus rivales, se divierte mucho, baila, ríe, es una coqueta, el doble que tú-, me fue contando Ahley. -Será un duelo de coquetas, entonces-, me miró pícara Heather. Una gran ovación me recibió cuando entré a la cancha. -Mesdames et messieurs, la sensation de Roland Garros, Katherine Tecelao!-, dijo el periodista de la cadena francesa, cuya señal llegaba al mundo entero. Saludé moviendo las manitos y flexioné las rodillas. -Te ganó de coqueta, mamá-, siguió riendo Heather. -Si ella es técnica, tú serás lo contrario Katty. Tu j
Ese viernes me dediqué a descansar y dormir hasta tarde. Ashley me dijo que en la tarde haríamos trabajos físicos y quedar lista para la gran final ante Ruth Evand. desde las 10 de la mañana, me llamaban a todo momento desde Lima para hacerme entrevistas por zoom. Me preguntaban quién era, de dónde salí, por qué recién, a los 36 años, aparecía en el tenis. Me contaban que todo el país estaba pendiente de mis actuaciones y que estaban sorprendidos de haber llegado a la gran final del Roland Garros. También me calificaban de desconocida y que, incluso, nadie creía en mí. -Haz paralizado al país-, me dijeron, en forma coincidente, los periodistas en el sin fin de llamadas que recibí, de emisoras de radio, páginas webs, diarios, cable y señales abiertas de televisión. Williams también me dijo que el presidente del país me había felicitado y expresado sus deseos de una gran actuación contra Evand. Cuando me disponía a almorzar, recibí una llamada de un número desconocido. -¿Aló?-, es
La pasé muy mal, hirviendo en celos, totalmente fuera de mí. Renegaba, lloraba, mascullaba, volvía a llorar, gritaba, lanzaba las almohada, seguía llorando y me sentía tonta y malvada a la vez. Llamé mil veces a Marcial, a Magdalena, mandé mensajes de texto, envié emojis y ninguno de los dos no contestaba. Recién, cuando faltaban dos horas para la final contra Evand, al fin Marcial me mandó un mensaje de texto. -Katty acabamos de llegar a Lima. Stefan está en cuidados intensivos. Mis pensamientos están contigo-, fue lo único que escribió. Camino al estadio, me envió un mensaje Maggi. -Amiga, estaré lejos físicamente pero mis pensamientos están contigo, dándote aliento. Veré el partido en la clínica-, también fue breve. Me puse a llorar a gritos en el bus. Ashley me abrazó con todas sus fuerzas. -No, mi amor, no llores, fuerza-, decía una y otra vez. Los otros pasajeros, jueces, alcanza pelotas, dirigentes, personal de la organización se alzaron de sus asientos extrañados y sorp
Magdalena me llamó por la noche, cuando intentaba dormir. -Stefan está estable, los médicos dicen que se recuperará-, me contó. Eso me reconfortó. -Vi el partido, Katty, te desconcentraste-, siguió diciéndome ella, con mucho cariño, musicalizando sus palabras. -Tenía la cabeza en otro sitio-, suspiré. -Ya habrá la revancha-, me anunció y me colgó con un gran besote. Ashley me ordenó entrenar en un importante club de tenis de París, porque el vuelo recién saldría el lunes. -No puedes dejar que tus huesos se oxiden, Katty-, sonrió ella. Recogimos nuestros maletines y nos fuimos a entrenar. Apenas salí a la cancha habían muchísimos periodistas, casi medio centenar que me tomaban fotos y hacían videos. Me dio risa. -Creo que se equivocaron, señores, la campeona está bajo a torre Eiffel tomándose fotos con el trofeo que me ganó-, dije peloteando con Heather. Los reporteros estallaron en risas. -¿Qué pasó, Katherine?-, preguntó uno de ellos viéndome lanzarle un globo a Heather. -Co
Me apuraba en guardar mi ropa, las compras que había hecho para regalar a mis amigos e hice un bonito paquetito para los chocolates que le daría a Marcial, cuando alguien tocó la puerta. Pensé que era una mucama y abrí y me estrellé con unos ojos celestes muy lindos, la carita dulce, los pelos largos y la sonrisa ensanchada, como un chasquido del mar. Me miraba divertida, con sus manitos atrás, los pies juntitos y su busto alzado como una cordillera. -¿Puedo pasar?-, me preguntó Gina Ferreti en perfecto castellano. Yo estaba turbada pero me hice de lado. Ella pasó mirando con curiosidad mi cuarto, los espejos, las cómodas, el televisor encendido y vio mis babuchas, chancletas, zapatillas, regadas por el piso. -Recién estoy guardando mis cosas, mi vuelo sale a las seis de la mañana-, me apuré a decirle, pero ella no parecía hacerme caso. Seguía mirando las maletas, mis calzones que estaba ordenando, también las pantimedias que no había usado todos esos días y se deleitó con un peluch
-¿Está Marcial?-, le pregunté a Jennifer. Ya había terminado de entrenar, me había duchado, estaba con una minifalda jean que tanto me gustaban, botines y una blusa floreada. Tenía mis pelos encharcados de agua, sin embargo. -Hola, Katty, está desayunando con Milton-, me indicó con su lapicero. Le di un peluche que compré en París. Ella quedó encantada. -Ayyyy qué lindo-, se emocionó restregándolo con su nariz. También le di una cajita de perfumes y otra para Judy. Y allí estaba Marcial, tomando café con leche y tamales junto a Milton. Él se había servido un lomo al jugo que olía a dioses. -¡¡¡Hola, princesa!!!-, se emocionó Marcial y me dio un besote en la mejilla. Me jaló una silla y me senté oronda y coqueta. Le di los chocolates que había comprado en el aeropuerto y a Milton le entregué una gorra del Roland Garros. -Uffff es lo que siempre había soñado-, se puso alborozado Milton. Le pedí otro lomo al jugo que estaba realmente estupendo. -Ahorita mismo, campeona-, fue co
La primera vez que hice el amor con Marcial fue mágico, divino, maravilloso e inolvidable. Increíble, realmente. Fue en mi apartamento. Él llegó muy de noche, informal, incluso jean y zapatillas. Yo lo esperaba con un vestido súper entallado, pantimedias, zapatos oscuros con taco 14, me había pintado toda la tarde y llevaba mis pelos revueltos. No tenía sostén y me había puesto un calzón de encajes rojo. Perfumé toda la casa y hasta puse peluches en mi cama. Apenas lo vi, me colgué en su cuello y lo besé entusiasmada y febril. -¿Cuánto demoraste en vestirte?-, sonrió él. Arrugué mi naricita. -Dos horas-, le dije. Él siguió riendo. -Demoraste dos horas y yo tardaré tan solo un minuto para sacarte toda la ropa je je je-, estalló Marcial en carcajadas. Y, en efecto, en un santiamén corrió la cremallera de mi vestido, corrió mis pantimedias y quedé completamente a su merced. Se deleité con mis pechos erguidos como cerros, flotando igual a globos, latiendo al mismo compás de mi corazón