El salsódromo estaba bastante concurrido. El personal de seguridad y las anfitrionas recibieron efusivamente a Marcial. Lo conocían. Las chicas le daban besos en la mejilla, le acariciaban y enredaban sus dedos en sus pelos y eso me hacía sentir furiosa y celosa a la vez. No me gustaban las miraditas de ellas, Parecían mujeres vampiros rodeando a su víctima, listas para hundir sus colmillos en el cuello de mi amor platónico. El fuego me incendiaba. Él les bromeó y me llevó de la mano por el hall. Yo saludaba desconcertada e incrédula haciendo venias. Dejé mi abrigo en la recepción y ¡pum! Marcial quedó impactado de mi figura dibujándose sensual en el vestidito que apenas contenía mi infinidad de curvas. -Qué hermosa estás-, balbuceó admirado por mis amplias caderas, las montañas empinadas de mi busto, los largos acantilados que se pincelaban en el vestidito estrecho y mis piernas bien torneadas que lo habían hipnotizado por completo. Me sentía en las nubes. Había recuperado mi autoes
Estuve, sin mentirles, cinco días llorando. No fui a entrenar ni le mandé mensajes a Ashley. Nada. Simplemente lloraba todas las horas, tumbada en mis almohadas, dolida, sumida en el dolor, angustiada, arruinada, incluso y me sentía muy miserable. Heather llegó a mi casa, tocó el timbre, incluso pateó la puerta, pero no le abrí, no quería que me vieran ni nada. Seguí llorando sin contenerme, sintiéndome la mujer más desafortunada del mundo. Tanto había anhelado estar con Marcial, que él me declarase su amor, para que, finalmente, me confesara que amaba a Blokhin. No sé si tenía alguna relación o era solo platónico, pero yo estaba muy dolida, lastimada y como les digo, me sentía miserable. Ni siquiera quería comer. Apenas tostadas, algunos panes, frutas y agua. Me la pasé llorando y viendo telenovelas que me hacían llorar aún más. Ni siquiera tenía amigas para contarles mi desdicha. Supe, en ese instante, que era una ermitaña amargada y frustrada, sin sueños ni futuro, con un balazo
En efecto, llegaron médicos y especialistas de París y me hicieron entrevistas y filmaciones de mis raquetazos. Otra famosa tenista, en 2021, había registrado 200 kilómetros por hora, en sus golpes, a despecho de sus 39 años de edad. En varones, se había establecido un primado de 253 kilómetros por hora, pero nadie, a través de la historia, había alcanzando semejante potencia como el que yo desarrollaba, lanzando la pelota hasta casi 300 kilómetros por hora. -¡Revienta la pelota!-, me ordenaba Ashley delante de los periodistas, los médicos y entendidos que colmaban una de las canchas del club de Marcial registrando las escenas y los videos de mis iracundos raquetazos y eso cumplía a rajatabla. La hacía estallar la pelota de un furibundo raquetazo, explotando en la cancha rival y los especialistas maravillados no dejaban de filmar, grabar y tomar fotos, haciendo medidas quedando boquiabiertos y asombrados, completamente perplejos. - En 1920 un tenista alcanzó los 262 kilómetros po
Williams me esperaba en el parqueo del club de Marcial. Apenas estacioné mi auto y dejé las llaves al valet, me abordó entusiasmado. -Aceptaron tu participación en el cuadro eliminatorio del Gran Slam-, me anunció entusiasmado. -No me gusta que me presenten como un bicho raro-, me molesté. -No, no es eso, Katherine, tú vas representando al país por ser la campeona nacional, lo de la potencia de tus raquetazos es tan solo una anécdota-, se defendió pintando de rojo su cara redonda, -¿Irá Marcial?-, taladré mi corazón, Yo era muy sadomasoquista después de todo. -Sí, si va, competirá, también, en el cuadro inicial-, dijo resoluto Williams, me besó en la mejilla y se fue. Después de entrenar en forma intensa con Ashley y Heather, hice un partido contra Rosmerie Hölzenbein, quien me exigió mucho y me recriminaba en toda las jugadas que fallaba. -Olvídate que el mundo existe, solo existe tu raqueta-, me decía a cada omento porque yo fallaba mucho por estar pensando en Marcial. -Si
Estaba nerviosa. No solo porque iba a compartir el vuelo con Marcial sino que nunca había viajado fuera del país. Cuando era policía me subí a avionetas y helicópteros, participé en operativos en la selva central, llevando el rifle calibre 12, pero jamás hice un viaje largo a otro país y tampoco había abordado, antes, un avión comercial. La maleta que armé pesaba, además, una tonelada y pensaba que incluso debí poner más ropa. Ashley se divirtió. -Ay, mujer, por poco te traes también tu cama-, me dijo viendo mi maletota que arrastraba difícilmente. Me puse más roja que un tomate. Ahsley viajaba con su hija Heather. Eso me haría sentir mejor en los partidos, me convencí. -Ya sabemos tu primer rival, es una serbia, campeona en su país, tiene poco kilometraje pero ha ganado a las mejores de Europa-, me contó mi entrenadora. No la escuchaba porque pensaba en Marcial. Él me había mandado un mensaje en el whatsapp diciéndome que iba a viajar conmigo, en el mismo vuelo. Mi corazón es
Luego que las azafatas sirvieron el desayuno, fui al ataque. Marcial estaba a mi lado, el vuelo duraría mucho, estábamos solos, a mi merced, y no podía desaprovechar la oportunidad de acapararlo y quizás, si me atrevía, decirle que lo amaba mucho. Lo miré largo rato. Él se dio cuenta. -Algo te incomoda-, suspiró él mirando a mis ojos. Uffff, qué lindo miraba ese hombre, era hipnótico, encantador, mágico, como en los cuentos de hadas. Me eclipsó. -Magdalena Blokhin ama a Stefan-, fui de frente, con el estoque apuntándole al corazón. Tenía que desengañarme. No podía seguir sufriendo por él. -¿Ella te lo dijo? Si, pues, piensa casarse en octubre o noviembre-, estaba él demasiado tranquilo, sereno, impasible. Cual torero había evitado mi embestida. -¿Eso te duele?-, junté los dientes. -Sí, porque siempre estuve enamorado de esa mujer-, siguió él suspirando. Empecé a atar cabos. -¿Cuándo supiste que se va a casar?-, lo medí igual como hago con mis rivales en la cancha. -Ese sábado
París me pareció fantástico y romántico, elegante y divertido a la vez, festivo y moderno. Como es obvio me impresionó la Torre Eiffel, el Sena y el bois de Boulogne donde se hacía el torneo. Apenas nos instalamos en el hotel, los organizadores le informaron a Ashley que debía jugar a las 4. Almorzamos algo frugal y salimos al Stade Roland Garros. La cancha era de tierra batida. -Solo 16 jugadoras clasifican al cuadro principal-, me fue diciendo Ashley mientras Heather me ayudaba a ponerme la camiseta, la visera, la minifalda, las medias y las nuevas zapatillas que me había dejado Magdalena Blokhin. Todo era violeta, incluso las muñequeras. Sanja Bjelica, mi rival, ya hacía prácticas en la cancha. Era la nueva promesa del tenis serbio y según me dijo Heather, en breve plazo sería la número uno del mundo. -Es excelente-, me advirtió, peinándome. Me hizo una gran cola con mi pelo. Cuando me puse a pelotear con ella, percibí su fuerte pegada. Junté los dientes. Sin duda ella intent
Corrí de prisa donde iba a jugar Marcial. Lo encontré ya peloteando y me molesté. Había demorado demasiado pintándome y peinándome para lucir hermosa y no pude estar con él y alentarlo cuando saliera a la cancha. Heather y Ashley lo acompañaban. Su rival era un tipo alto, fuerte, robusto y ágil. Había mucho público en las graderías. Un oficial me pidió, en francés, sentarme en una butaca porque estaba tapando la visión a otras personas. Me había puesto unos leggins bien pegaditos para impresionar a Marcial y ahora estaba arrimada en uno de los rincones de las graderías, furiosa, renegando como demonio porque él no me había visto. Me senté en la butaca, crucé las piernas y me quedé mascullando, hablando sola, martillándome, mientras el resto del público me veía como una loca. Marcial jugó muy bien, aunque el rival resultó demasiado complicado y era contundente en sus raquetazos aunque su estilo era rudimentario, idéntico al mío, basado en la fuerza antes que en la táctica. Marcial, e