Me puse muy linda para ver el partido de Marcial. Un jean muy apretado, una blusa estrecha que resaltaba, muy sutil, mis pechos, me aleoné mis pelos que colgué sobre mis hombros, me calcé zapatos con tacos grandes, un abrigo coqueto y me senté en una de las butacas con las pierna cruzadas, esperando impaciente que los competidores salgan a la cancha. -¡Hola!-, me saludó, entonces, Jennifer. Ups, pensé que no vendría al partido. Me sentí incómoda. Junté los dientes. -Ojalá el partido termine rápido que van a dar una buena peli en el cable-, me dijo, sentándose a mi lado. Se había hecho una larga cola y miraba a todos lados, como si buscara amistades en la gran cantidad de público que había en las tribunas. -¿Judy no vino?-, le pregunté. -Se fue a la universidad, tenía exámenes, me imagino que se quedó conversando con sus amigas-, encendió un cigarrillo y echó mucho humo. Algunos espectadores se incomodaron y la miraron con enfado. A ella no le importó, echó, incluso, más humo. -Y
Llegué temprano a los vestidores, incluso antes que Ashley y Heather. Ya estaba cambiada y me había puesto el uniforme anaranjado chillón del partido anterior. Lo había lavado con cuidado, incluso a mano, porque temía que se destiñera. Me senté en las mayólicas a acomodar mis medias y a ponerme la visera. -¿Cómo estás Katherine?-, me preguntó una vocecita dulce. -Bien-, dije, y cuando alcé la mirada estaba Magdalena Blokhin delante mío, con su sonrisita larga, sus pelos revueltos, las manitas juntas, sosteniendo su raqueta, una maleta colgando de su hombro y sus ojitos vivarachos, encendidos como fulgures de cometa. -He mandado hacer unos nuevos modelos de zapatillas, ¿te gustarían usarlos?-, me preguntó. -Estas que tengo son súper cómodas, le dije, me siento muy bien con ellas- -Son modelos aerodinámicos, te encantarán, pruébatelos, por fis-, me insistió. -¿Haces zapatillas?-, me interesé. -Mi papá, je je je, tiene su fábrica, el mercado es muy competitivo, ya sabes, pero él e
Me dieron una copa enorme, que recibí encantada junto a Ashley y Heather. Los periodistas me tomaron muchas fotos y el presidente de la federación me besó en la mejilla solemne. -¿Siempre quieres ir a París?-, me preguntó riendo, haciendo brillar la mirada. -Por supuesto-, dije emocionada. -No te prometo nada, porque la organización es muy estricta por los méritos de los participantes, pero pelearé tu participación hasta lo último-, me anunció. Luego se puso a mi lado para que los periodistas nos tomaran muchas más fotos e hicieran videos. Ningún reportero me entrevistó tampoco. Todos rodeaban a Blokhin y le hacían muchísimas preguntas de sus expectativas en el Gran Slam y esas cosas. Dejé el trofeo en las oficinas del Club Blanco, me duché apurada, me cambié también de prisa y fui corriendo a las tribunas porque Marcial ya iba a jugar la final de varones. Mis pelos estaban, incluso, aún encharcados de agua. Busqué a Jennifer pero no estaba. Ashley y Heather me habían separa
El salsódromo estaba bastante concurrido. El personal de seguridad y las anfitrionas recibieron efusivamente a Marcial. Lo conocían. Las chicas le daban besos en la mejilla, le acariciaban y enredaban sus dedos en sus pelos y eso me hacía sentir furiosa y celosa a la vez. No me gustaban las miraditas de ellas, Parecían mujeres vampiros rodeando a su víctima, listas para hundir sus colmillos en el cuello de mi amor platónico. El fuego me incendiaba. Él les bromeó y me llevó de la mano por el hall. Yo saludaba desconcertada e incrédula haciendo venias. Dejé mi abrigo en la recepción y ¡pum! Marcial quedó impactado de mi figura dibujándose sensual en el vestidito que apenas contenía mi infinidad de curvas. -Qué hermosa estás-, balbuceó admirado por mis amplias caderas, las montañas empinadas de mi busto, los largos acantilados que se pincelaban en el vestidito estrecho y mis piernas bien torneadas que lo habían hipnotizado por completo. Me sentía en las nubes. Había recuperado mi autoes
Estuve, sin mentirles, cinco días llorando. No fui a entrenar ni le mandé mensajes a Ashley. Nada. Simplemente lloraba todas las horas, tumbada en mis almohadas, dolida, sumida en el dolor, angustiada, arruinada, incluso y me sentía muy miserable. Heather llegó a mi casa, tocó el timbre, incluso pateó la puerta, pero no le abrí, no quería que me vieran ni nada. Seguí llorando sin contenerme, sintiéndome la mujer más desafortunada del mundo. Tanto había anhelado estar con Marcial, que él me declarase su amor, para que, finalmente, me confesara que amaba a Blokhin. No sé si tenía alguna relación o era solo platónico, pero yo estaba muy dolida, lastimada y como les digo, me sentía miserable. Ni siquiera quería comer. Apenas tostadas, algunos panes, frutas y agua. Me la pasé llorando y viendo telenovelas que me hacían llorar aún más. Ni siquiera tenía amigas para contarles mi desdicha. Supe, en ese instante, que era una ermitaña amargada y frustrada, sin sueños ni futuro, con un balazo
En efecto, llegaron médicos y especialistas de París y me hicieron entrevistas y filmaciones de mis raquetazos. Otra famosa tenista, en 2021, había registrado 200 kilómetros por hora, en sus golpes, a despecho de sus 39 años de edad. En varones, se había establecido un primado de 253 kilómetros por hora, pero nadie, a través de la historia, había alcanzando semejante potencia como el que yo desarrollaba, lanzando la pelota hasta casi 300 kilómetros por hora. -¡Revienta la pelota!-, me ordenaba Ashley delante de los periodistas, los médicos y entendidos que colmaban una de las canchas del club de Marcial registrando las escenas y los videos de mis iracundos raquetazos y eso cumplía a rajatabla. La hacía estallar la pelota de un furibundo raquetazo, explotando en la cancha rival y los especialistas maravillados no dejaban de filmar, grabar y tomar fotos, haciendo medidas quedando boquiabiertos y asombrados, completamente perplejos. - En 1920 un tenista alcanzó los 262 kilómetros po
Williams me esperaba en el parqueo del club de Marcial. Apenas estacioné mi auto y dejé las llaves al valet, me abordó entusiasmado. -Aceptaron tu participación en el cuadro eliminatorio del Gran Slam-, me anunció entusiasmado. -No me gusta que me presenten como un bicho raro-, me molesté. -No, no es eso, Katherine, tú vas representando al país por ser la campeona nacional, lo de la potencia de tus raquetazos es tan solo una anécdota-, se defendió pintando de rojo su cara redonda, -¿Irá Marcial?-, taladré mi corazón, Yo era muy sadomasoquista después de todo. -Sí, si va, competirá, también, en el cuadro inicial-, dijo resoluto Williams, me besó en la mejilla y se fue. Después de entrenar en forma intensa con Ashley y Heather, hice un partido contra Rosmerie Hölzenbein, quien me exigió mucho y me recriminaba en toda las jugadas que fallaba. -Olvídate que el mundo existe, solo existe tu raqueta-, me decía a cada omento porque yo fallaba mucho por estar pensando en Marcial. -Si
Estaba nerviosa. No solo porque iba a compartir el vuelo con Marcial sino que nunca había viajado fuera del país. Cuando era policía me subí a avionetas y helicópteros, participé en operativos en la selva central, llevando el rifle calibre 12, pero jamás hice un viaje largo a otro país y tampoco había abordado, antes, un avión comercial. La maleta que armé pesaba, además, una tonelada y pensaba que incluso debí poner más ropa. Ashley se divirtió. -Ay, mujer, por poco te traes también tu cama-, me dijo viendo mi maletota que arrastraba difícilmente. Me puse más roja que un tomate. Ahsley viajaba con su hija Heather. Eso me haría sentir mejor en los partidos, me convencí. -Ya sabemos tu primer rival, es una serbia, campeona en su país, tiene poco kilometraje pero ha ganado a las mejores de Europa-, me contó mi entrenadora. No la escuchaba porque pensaba en Marcial. Él me había mandado un mensaje en el whatsapp diciéndome que iba a viajar conmigo, en el mismo vuelo. Mi corazón es