—Solicito más patrullas en el banco central. Repito: solicito patrullas en el banco central —escucho por la radio mientras estoy de camino a mi apartamento, ya en Washington. Reconozco la voz de inmediato. Sé que es la inspectora Adams. Así que cambio rápidamente de dirección y voy a la ubicación que ha dicho.
Acelero lo más que puedo y por suerte, no hay mucho tránsito.
Minutos después de llegar, dejo mi vehículo estacionado no muy lejos. La zona está rodeada de patrullas y lazos que dicen "no pasar". Hay un helicóptero sobre nosotros verificando que todo a nuestro alrededor esté en orden.
Un grupo de personas y periodistas tratan de acercarse al lugar para saber qué está pasando pero los policías les bloquean el paso por seguridad. Así de chismosos son.
Inspecciono toda la zona antes de dar cualquier paso. Ni siquiera sé qué hago aquí. No estoy en mis horas de servicio y nadie sabe que acabo de regresar de Filadelfia.
Mientras voy caminando, los sollozos de desesperación de una niña entre las personas llaman mi atención.
Me acerco y le ordeno al oficial que está impidiendo el paso dejarla acercarse a mí. En cuanto me ve, logra reconocerme. Por lo que acata mi orden de inmediato.
— ¿Por qué lloras? ¿Algún familiar tuyo está dentro? —me agacho para estar a su altura.
—Sí. Mi abuela y mi tío…están dentro — dice gagueando por los lloriqueos.
— ¿Tu abuela y tu tío?... ¿Qué llevan puesto? —sigo indagando. Quizás pueda ayudar.
— Ella un manto rojo en los hombros y él un conjunto deportivo de Nike —contesta. Al menos está colaborando sin problemas con la información. Tiene algunos 11 o 12 años. Es muy inteligente.
Uno de los oficiales que tenía cerca, me da toques en el hombro y me aparta un poco de la niña. Tiene pinta de que algo me dirá.
—La descripción del chico, es la misma del atacante. Su nombre es Luis. — confiesa y mi lado detective se siente muy orgulloso.
—Esto se pondrá interesante. — menuda bienvenida de m****a, pero...me gusta.
Le ordeno al oficial cuidar de la niña y me acerco más a la zona donde está Eric (mi mejor amigo, también agente) y los demás. No hay ni un hueco para poder pasar, así que opto por entrar caminando sobre los coches. Específicamente por el de Eric. Antes de escuchar reclamos de otra persona, prefiero los de él, a los que ya estoy acostumbrado.
— ¡Oye! ¿Qué haces? ¡Es mi auto! — se queja, tras ver cómo acabo de caminar sobre su coche sin piedad alguna. Ni siquiera me da un abrazo de bienvenida o algo similar. ¿Se recordará de que estaba de vacaciones? Lo fulmino con la mirada, tomo la radio y sonrío. —Pagarás el lavado. —vuelve a decir. Lo ignoro completamente.
— ¡Hola, Luis! Soy el agente Connor. — me comunico con el ladrón.
— ¿Cómo demonios sabes mi nombre? —exclama.
—Hay muchas cosas que sé en este mundo, una de ellas: no estoy para darte explicaciones de cómo obtengo la información. Sin embargo, tengo que preguntarte algo… ¿Cómo está tu madre? — voy al grano.
— ¡No meta a mi madre en esto!
—¡Oh! Ya la has metido tú. Mira la cara del rehén al que le estás apuntando y conseguirás tus propias respuestas. — le indico. Con los binoculares puedo ver que lo hace y en cuanto su madre lo mira a los ojos, lo golpea con la cartera repetida veces.
En ese momento de debilidad, los agentes aprovechan y entran para disparar a los que no sueltan las armas, arrestando a los que se rinden y liberando a todos los inocentes, sanos y salvos.
—Es un gusto tenerte de regreso, Jack. — me dice la inspectora Adams. Lleva su cabello corto y rubio desordenado por el viento y la fría noche.
—Es un gusto volver a casa. —le doy una breve sonrisa.
—Sí. Menuda bienvenida le has dado a mi coche. Está muy sucio por tus estúpidos tenis llenos de…quien sabe qué cosa. — Eric se vuelve a quejar.
—Deja de lloriquear y mejor vámonos por un par de copas. —coloco mi brazo sobre sus hombros y nos largamos de aquí.
Luego de unas relajadas "vacaciones" fuera de la ciudad, ya estoy de regreso. Y de la mejor manera posible (resolviendo un atraco).
Es hora de divertirme un poco y darme la bienvenida que merezco, yendo al burdel más costoso de la ciudad. Posiblemente no se vea bien que un agente de la justicia esté metido en estos lugares donde se supone que, en ciertos puntos, no son aprobados, pero me da igual. Cuando tengo tiempo libre, vengo a tomarme unas cervezas y a cogerme un par de chicas, si me apetece. Debido a lo intenso que soy con mi trabajo, he tenido malas experiencias en las relaciones. Supongo que nadie comprende mi oficio. Así que mejor me evito dramas innecesarios viniendo aquí.
—Ya te echaba de menos. Pensé que no regresarías. — me dice Judith. La dueña de todo esto. Lleva una blusa muy escotada donde casi se pueden ver sus pezones. Aunque, de todas formas, es la que más cubierta está aquí. Las demás, solo llevan bragas y tacones. Tetas por doquier de todos los tamaños y colores.
—Jamás dejaré la ciudad para siempre. A menos que me maten. Y eso… dudo mucho que pase. — nos sirve, mientras me sonríe.
—Bienvenido hermano. — dice Eric. Hasta que por fin lo dice.
Alzamos nuestras copas de vidrio repletas de cerveza, brindando por ello.
Nos conocimos en la universidad cuando comenzamos a estudiar para ser policías. Estuvimos juntos en entrenamientos, prácticas y afortunadamente, también nos dejaron trabajando en el mismo lugar. Una que otras veces nos hemos salvado la vida mutuamente y eso nos ha conectado más. En conclusión, no sé qué sería de uno sin el otro. Desde entonces, hemos sido como hermanos. Es el único aliado leal. El único amigo que puedo considerar que tengo.
—¿Y qué tal tus vacaciones? —pregunta.
—Pues…bien. Dentro de lo normal.
—Vamos viejo. Sé que no estabas de vacaciones. Sé que algo estabas resolviendo. —cómo se nota lo mucho que me conoce.
—¿Por qué te cuesta tanto creerlo?
—Porque no eres de muchas vacaciones. Si te dejan hasta dormirías en tu oficina, castigando a los malos. Miénteles a todos menos a mí. —da un trago gordo de cerveza.
—Visitaba a alguien y cuando me aseguré de que estaba bien, volví. —confieso. Recordarla me pone algo nostálgico y no quiero sentirme así.
—Está bien que le dediques más tiempo a tu vida personal. De hecho, me gustaría que lo hicieras más a menudo.
—Eso no pasara. Sabes perfectamente que mi vida personal es una m****a. —doy el último trago hasta dejar mi copa vacía.
Observo el fondo como tonto unos segundos.
—Y dime…Jack. ¿Desearás una chica esta noche? —me pregunta Judith. Eric se hace el sordo y mira hacia otro lado. Me da gracia cuando lo hace.
—¿Por qué la prisa? ¿Tienes buenas opciones para mí?
—Hay cinco chicas haciendo fila para que les eches un vistazo. Si me hubieses avisado, hubiera llamado a la misma de siempre.
—¿Y dónde están?
—En la habitación. —señala los pasillos que conducen a esas puertas del infierno ardiente.
—¿Están aquí por voluntad propia, verdad? —aunque sé que Judith no hace ese tipo de negocios sucios, quiero asegurarme.
—¿Esto es enserio? Me ofende la pregunta. ¡Por supuesto que sí! ¿Crees que soy el fauno del laberinto o cómo? —se altera.
—Muy bien, vamos.
—Acompáñame. —la sigo. Antes, colocando una mano en el hombro de Eric. Ya sabe cómo soy y seguramente también disfrutará de esta noche a su manera.
Llegamos a la parte más privada del lugar, directamente a una de las habitaciones con luces rojas. Aquí están las chicas.
—Todas a tu disposición. Tú eliges. — Judith las señala. Todas se ven tan contentas que me dan algo de miedo. Es como si el que se vendiera, fuese yo y ellas estuvieran pagando por una noche conmigo.
Me acomodo en el sillón mientras me modelan.
Hasta que una de ellas, me intriga. Tiene una cara muy angelical aunque sea todo lo opuesto.
—Tú. Quédate. —la señalo.
Judith se retira con todas las demás.
—Dame todo lo que tienes. —digo mientras me bajo el cierre del pantalón. Dejando uno de mis tatuajes (cuervos volando hasta mi pene) a la vista. Camina tentadoramente hasta mí, llega a mi boca y enreda mi lengua con la suya. Mientras lo hace, me manosea el pene con su mano.
Desciende besándome el torso hasta entrar mi erección en su boca.
Estoy muy excitado. No pienso en nada más que metérsela una y otra vez hasta dejarla sin fuerzas. La dejo lamerle todo lo que resista, para luego arrancarle las tangas de un tirón, sentarla bruscamente sobre mí y hacerla gritar mi nombre una y otra vez mientras recibe mis violentas embestidas.
Esta chica no tiene ni idea de la larga noche que le espera.
El horrible sonido de la alarma me despierta. La apago enseguida y termino de levantarme. Tengo el departamento hecho un desastre. Como estuve de vacaciones unas cortas semanas, le di ese tiempo libre a la señora que se encarga de la limpieza de este lugar. Como no tengo mucho tiempo extra (por mi trabajo) solo vengo a dormir aquí. Abro las ventanas y dejo que el sol ilumine toda la habitación. Me lavo los dientes, me doy un baño, me pongo la ropa adecuada para un nuevo día de trabajo; una camisa blanca, con chaleco de tela fina y negra, una gabardina negra y tenis blancos. Mi estilo permanente. Antes de salir, tomo una manzana y la muerdo. Recojo todas mis cosas, incluyendo la llave del vehículo para poder irme de aquí. Justo cuando abro la puerta, casi choco con la cara de una mujer elegante parada en mi puerta. Me aparto de inmediato. Mi cara de confusión debe ser bastante notoria. — ¿Tú quién eres? ¿Y por qué estás en m
Cae la noche. Después de un día muy pesado, voy al burdel de Judith, una vieja amiga. Para pasar por más desapercibido, llevo puesto un abrigo y jeans negros, tenis blancos y mi arma, la que nunca se puede quedar. Eric se quedó en la estación para entender más sobre el caso y lo que tiene que hacer al respecto. Podría considerar que es una de las técnicas más difíciles: entrar a la vida de alguien, hasta incluso enamorarla para poder sacarle información y tenerla bajo la mira para poder conseguir el éxito de una misión. La parte más abrumadora es cuando tienes que decirle la verdad. Estos casos pueden llevarse una gran parte de ti. Solo creo que he tenido la suerte de repararlas a tiempo para que no profundicen en mi conciencia. Minutos después de conducir, ya estoy aquí. El lugar está lleno como de costumbre, un poco más organizado, tal vez. Camino sin prisa hasta el final del espacio donde está Judith esperándome
—Soy la inspectora Adams. Te haré un par de preguntas y necesito que respondas con honestidad para poder ayudarte, ¿de acuerdo? —Laura se presenta. Estamos en la sala de interrogatorio; ellas en una habitación cerrada y nosotros detrás del cristal por donde no nos puede ver. —Hemos identificado a su acosador. Su nombre es Frank G. Uno de los mafiosos más buscados de toda la ciudad. ¿Puede decirme cuál podría ser la razón por la que se acerca tanto a ti? —sigue diciéndole. —Mi madre es prostituta. Llevaba sus clientes a casa y él era uno de ellos. Siempre me miraba con morbo, pero lo ignoraba. Hasta que ayer todo se salió de control. Estaba sola en mi habitación, desnuda. Solo olvidé asegurar la puerta, así que entró, me agredió y me...y me...me...me...violó. —confiesa y comienza a llorar. Claramente no ha sido nada bonito lo que ha vivido. Laura le da un paño para que se seque las lágrimas. — ¿Qué pasó después? — continúa con el interrogatorio. —Mart
Ya estamos de camino a la dichosa casa de seguridad. Después de alistarme y hablar con los demás agentes que vienen detrás de nosotros por seguridad, solo puedo enfocarme en conducir hasta llegar a dicha casa de máxima seguridad. No sin antes encontrar algún almacén abierto para comprar algunas cosas que ella posiblemente pueda necesitar. No sabemos cuántos días estaremos encerrados. Tiene la cabeza recostada en el ventanal de la puerta del coche, observando el paisaje. Necesita descansar y comer algo. Debe de estar muy hambrienta. —¿Estás bien? —pregunto. —Sí. Solo estoy cansada. —responde sin verme. —Agente Connor, dos camionetas sospechosas nos siguen. —avisan por la radio y cuando observo por el retrovisor, evidentemente es así. Cuando saben que los hemos descubierto, abren fuego. Por suerte, tanto este jeep como las otras patrullas, están blindadas y no dejan que las balas perforen el material. Los agentes abren
Amanece. Estoy dándome un baño para seguir con este día tan aburrido. Me hace falta algo de acción, pero tampoco quiero poner a Melanie en peligro. Estoy completamente desnudo y no he asegurado la puerta. Así que pasa lo esperado: Melanie entra y al verme, salta del susto, se da la vuelta y se cubre los ojos para no ver. — ¡Disculpa! No sabía que estabas aquí. — Tranquila. Pero ya que estás aquí, podríamos bañarnos juntos, ¿qué dices? — sonrío maliciosamente. Sé que nunca accedería, pero me gusta molestarla. —No, gracias. Disfruta tu baño y no tardes. — y sale. Ella se lo pierde. Horas más tarde. Estoy asegurándome de que todo esté en orden mientras Eric me informa por la radio que los que venían detrás de nosotros, eran gente de Frank y que seguían investigando más a fondo el tema. Observo a Melanie y está hablando con alguien por la laptop sospechosamente. Llamo a Jimmy y l
Le quito las esposas. La vuelvo a besar con más calma. Le beso el cuello y echa la cabeza hacia atrás para darme espacio. Me deslizo hasta sus pezones y con mi lengua juego con ellos. Desciendo a su vagina, le quito las bragas, dejándola completamente desnuda para mí. Percibo que se siente un poco avergonzada y le doy una de mis miradas para que se calme y confíe en mí. Aparentemente, funciona. Abre más las piernas y mi boca se adueña de ella. Se retuerce en la cama con mis ágiles lamidas y caricias. Minutos después, me aparto. Me quito los pantalones junto con los bóxeres, dejando mi pene a plena vista. Se queda viéndolo por varios segundos y sonrío al percibir que le gusta lo que ve. Abro un condón con los dientes, lo saco y me lo coloco perfectamente. Se queda viéndome hacerlo con mucha atención. Vuelvo a ponerme encima de ella. Rozo mi glande unos segundos por encima de su vagina para seguir estimulándola. Quiero volverla loca. Trato de
Anochece. Me la he pasado pegado al celular casi todo el día. Mucho más después de las cosas que me dijo Melanie de su madre y el supuesto infiltrado. Ha estado haciendo sus clases de la universidad, al menos eso la distrae un poco, recordando que ha pasado por cosas muy trágicas. —Por lo visto, Martha es más testaruda de lo que pensé. No ha dicho nada desde que llegó. Solo se quedó a solas con Laura unos momentos y tampoco dijo nada — le digo entrando a la habitación con ella. Está en bragas con una franela de tiros. Por lo rico que huele puedo deducir que se ha bañado. —No tienes idea. No fueron pocas las que aguanté con ella —contesta. Me siento en el borde de la cama. —No has tenido una linda infancia, ¿verdad? —Claramente, no. Todo lo que conozco son acosos, los gemidos de mi madre por las noches, maltratos verbales en mi corta e inestable familia y todo lo demás. —Aparte de tu hermano y tu madre, ¿no tie
Aún no amanece. El sonido de los truenos debido a la fuerte tormenta que ha comenzado me despierta. Me levanto, dejando a Melanie muy dormida para asegurarme que todo esté en orden. Cuando observo por una ventana, un movimiento extraño llama mi atención. Saco el arma y la tengo preparada por cualquier disparo necesario. Aún sigue lloviendo, así que me coloco una capa de plástico para salir a rodear el lugar. Inspecciono todo el alrededor, yendo específicamente de donde he visto movimiento. La tensión que siento mientras voy acercándome lentamente detrás de unos tanques, es muy fuerte. Tensión que se desvanece al ver que todo este suspenso ha sido culpa de un simple perro perdido, quizás. Respiro profundo y me relajo. La tormenta se pone peor, así que regreso apresuradamente adentro. Después de cerrar todo nuevamente y tender la capa plástica para que se escurra, el grito de Melanie me altera los nervios y voy corriendo a su dirección con el arma en manos. Entro a la habitaci