Había pasado alrededor de una hora desde que había salido de las oficinas de su jefe, afortunadamente Aileen no había estado en su sitio de trabajo cuando ella corrió al baño, se encontraba en uno de los cubículos, no había aguantado las ganas de vomitar, el estómago le dolía, sentía una terrible presión en la cabeza y el pecho.
- ¿Jesús por qué me haces esto? – imploró dejando caer más lágrimas.
Necesitaba abandonar ese empleo lo antes posible. En sus trabajos anteriores, se había retirado cuando cualquier persona se acercaba para entablar amistad, era bastante frustrante tener no poder asociarse con ninguna persona, aunque ese era el precio de haber tomado malas decisiones, sin embargo esta vez había fracasado.
Salió del cubículo parándose frente al espejo sintiéndose aún peor que antes, el maquillaje lo tenía corrido y los ojos exageradamente hinchados, aguantando las ganas de echarse a llorar otra vez, se enjuagó la cara con afán quedando al natural, se dijo a sí misma el dicho que siempre le decía su madre “no servía llorar sobre por una leche derramada”. Al volverse a mirar su cara no había mejorado mucho, aunque seguía enrojecida por el llanto.
- ¿Dayla estas allí? – la pelirroja asomaba la cabeza por la rendija de la puerta. A la morena le comenzaba a fastidiar la presencia de la chica – te estaba buscando para… ¿nena que te sucedió? – preguntó entrando al baño mostrándose preocupada.
- Comí un sándwich y creo que me calló mal – mintió malamente y muy descortés – tengo ardor en el estómago y vómitos me voy a retirar – se sacudió un poco la ropa dirigiéndose a la puerta – ya casi acaba mi hora, pero si alguien pregunta por mí diles que me he tenido que retirar.
- ¿te acompaño? – Se apresuró a decir – Te vez en muy mal estado.
- Estaré bien – respondió molesta saliendo del lugar.
Enojada y frustrada salió del edificio dejando la cartera con las llaves de su carro y pertenencias en su oficina, consideró volver por ellas, pero se sentía tan desganada que no quería pisar la oficina, no ese día, sentía que acababa de hacer la más grande estupidez de su vida. Parada en frente del edificio se quedó pensando, volteo mirando hacia adentro, ya era hora de retirarse de ese trabajo y desaparecer de esa ciudad. Repasó la situación tomando en cuenta después de todo lo que había conseguido estando allí, abandonarlo todo no sería una buena idea.
Su jefe era un hombre con muchos contactos y relaciones, sabía que cuando se proponía algo lo conseguía, lo había indagado acerca de el al empezar a trabajar allí, el hombre así fuera con actos chuecos o sobornos conseguía siempre lo que quería, necesitaba tenerlo controlado y si no podía contra él se le uniría, buscaría como idear un plan para tenerlo controlado, pues conociendo su talante si abandonaba ahora la buscaría donde se escondiera, por lo pronto trataría de ignorarlo mientras buscaba una alternativa para salir de ese embrollo.
Cruzó la calle al estacionamiento parando al recordar que sus pertenencias habían quedado en la oficina; caminó hacia la parada de autobús sentándose en la banqueta a esperar que este pasara, con suerte alguno la llevaría gratis. La calle estaba bastante transitada, era viernes, muchas personas salían de sus trabajos a disfrutar de un buen fin de semanas y otras salían a disfrutar. Dayla quedó observando a una pareja de chicas vestidas muy coquetamente que pasaron frente a ella siendo entre sí, las siguió con la mirada hasta que entraron a un bar que se encontraba junto a la parada de autobús.
La morena miró el reloj eran casi las mil ochocientas horas volvió a mirar hacia el bar sintiendo algo de curiosidad por el lugar.
- Tu nunca has estado en un bar Dayla ¿no echamos esa aventura? – Sonsacó una vocecita interna en su cabeza – claro que he estado – se respondió mentalmente a si misma – ¿Cuándo? Esta podría ser una buena experiencia – querelló otra vez la vocecilla.
Se levantó de la banqueta como si la hubieran empujado y se dirigió al lugar, el hombre de seguridad la miró de arriba abajo, ella le sonrió nerviosa de que no la dejaran pasar, él le abrió a puerta dejándole entrar.
Se sentía pinchada, era su primera vez un lugar como aquel, habían pocas personas, pero ese era sin lugar a duda, un hermoso sitió. Recorrió con la vista encontrando con la mirada a las chicas a las que habían visto entrar hacía un momento, éstas reían y coqueteaban con el chico de la barra, las miró por un momento y sintió vergüenza al recordar su aspecto en el baño de la oficina. Buscó rápidamente el baño, se paró frente al espejo, sus ojos ya no estaban tan hinchados lo cual fue un alivio, no tenía maquillaje y en comparación con las mujeres que estaban allí se veía sencilla, pero no podía hacer nada, no cargaba con que retorcerse un poco.
Abrió la llave del lavado lavándose las manos, la cara y toqueteándose un poco el cabello a modo de peinarse, no se veía mal, sin embargo así no era su idea de cómo quería estar en su primera visita a una discoteca.
- Lo mejor será que me vaya – pensó mirándose en el espejo – si te vas no vas a volver nunca más – increpó la conciencia.
Se dobló un poco las mangas de la camisa dejándolas hasta el codo y acomodó la falda. La puerta de uno de los cubículos se abrió mostrando a una perfecta chica rubia de ojos grises, la chica era verdaderamente hermosa y su vestimenta era perfecta, la rubia se paró al lado de ella sacando de su pequeña bolsa un labial rosa pasión, se lo aplicó en los labios y volteo a verla.
- ¿quieres? – dijo la chica señalándole el labial. Dayla la miró sin saber que decir – He visto como me miras mientas me lo aplicó, sé que quieres.
- Yo no... – titubeó la morena.
- Venga tranquila – se acercó a ella, le aplicó un poco de labial y salió del baño deseándole linda estancia.
El labial le resaltaba bastante, así que se lo esparció un poco más con el dedo para bajarle el tono, se sentía más tranquila, la chica había sido bastante amable y al mirarse en el espejo se sentía más coqueta.
Salió del baño instalándose en una esquina de la barra, el lugar estaba comenzando a llenarse, busco nuevamente con la mirada a las chicas por las que había entrado, pero no las encontró, observó al barman este le sonreía a la rubia que le había aplicado el lápiz labial. La chica le hablaba con él recostada de la barra, este solo asentí, no estaba muy lejos de ellos pero no lograba leer sus labios, la chica le sonrió al de la barra y se retiró, la morena la siguió con la mirada viéndola pasar por la pista de baile y subir las escaleras hacia una segunda planta. Volteó a mirar al barman mientas preparaba unos tragos.
Lo miró con atención y se sentó a una distancia de donde había estado hablando con la rubia, escaneando cada parte de él, debía medir 1,75 de estatura, ojos claros, cabello negro, un candado bien afeitado dibujaba su barba, recordó cuanto le gustaban los hombres con barba, era congosto de cuerpo pero no flaco, se notaba que hacia ejercicio, lo admiró por un par de minutos, era guapo.
- ¿Tendrá novia? – se preguntó a si misma – seguro que esa rubia lo es, aunque si lo deseas podías serlo tú – respondió su conciencia.
Desvió la mirada avergonzada de sí misma, ella no había entrado a aquel lugar en busca de una relación, solo por a despejarse, debía abstenerse al plan que había creado y mantener un perfil bajo y después de lo acababa de pasar con su jefe aún más. Era evidente que cualquiera con influencias y que supiera utilizar internet no tendría problemas en atar cabos y podía saber quién era ella, al levantar la vista se sintió aún más avergonzada al notar que él barman la miraba.
- ¿eres nueva por aquí? – Dijo acercándose – Primera vez que te veo, suelo recordar a las chicas hermosas – sonrió mirándole a los ojos.
- Eh, si, es mi primera vez – respondió ella sin pensarlo. Luego de decirlo se avergonzó, qué pensaría él de ella – es decir, no es mi primera vez en un bar, quiero decir… es mi primera vez en este bar.
El soltó una carcajada, vaciando el mixer que tenía en las manos en una copa – tranquilízate, obviamente no tienes que aclararme, yo entendí, cuéntame ¿Qué te gustaría beber?
- Yo… – paro recordando que no tenía ni un centavo – no traje dinero.
Él la miró levantando una ceja – ¿eres de las que le sacan debidas a los hombres? – Preguntó mirándola seriamente – ¿o de las que lo hacen a cambio de alcohol?
- ¿lo hacen? – Preguntó confundida – ¿a qué te refieres?
- Tienen sexo a cambio de bebidas.
La morena lo miró horrorizada y algo ofendida, estar allí si había sido una muy mala idea – no, yo no doy sexo ni pido bebidas a hombres, salí del trabajo y olvidé mi cartera, yo no… lo siento de verdad es mejor que me vaya – dijo levantándose del asiento para dirigirse a la salida.
- Hey – ella volteó a mirarlo sintiéndose ridiculizada – no te pongas así, perdona el comentario, por aquí pasan cualquiera cantidad de mujeres que te sorprendería, pero para que veas que soy buena onda y por ser tu primera vez aquí te invito un Bloody Mary – le ofreció la bebida que acababa de echar en la copa – mi nombre es Tom.
- Yo soy Dayla – respondió ella tendiéndole la mano.
- Hermoso nombre – respondió el dándole un beso en el dorso de la mano.
- Gracias – respondió nuevamente se ruborizándose y retirando la mano.
- Bueno Dayla disfruta tu bebida, estaré por allá – dijo señalando a un grupo de jóvenes que había llegado – si necesitas algo más, llámame – le guiñó el ojo y se encaminó hacia el grupo de chicos
Tomó un sobo de aquella bebida roja, al pasar por su garganta no pudo evitar toser y arrugar la cara, no solía ingerir alcohol y aquella bebida estaba ardiente. Miro alrededor y las personas tomaban tranquilamente sus bebidas.
Puso el vaso en la mesa y miró al barman que hablaba y le sonreía con el grupo de chicos y sus ocurrencias, este volteó a mirarla y ella desvió la mirada, su mirada hacia que se le acelerase el corazón, sentía como si pudiera mirar a través de ella.
- Deberías pedirle su número – sugirió la vocecita en su cabeza – que tal si tiene novia, sería una gran vergüenza para mí – se respondió – no lo sabrás si no preguntas – apuntó la voz – nuestro enfoque es mantener un perfil bajo, no me puedo exponer en una relación – se reprendió – aguafiestas.
Hablaba consigo misma hubiera una persona dentro de ella, tomo otro sorbo de su bebida y se retiró de aquel bar sin volver a voltear a ver al apuesto barman.
Cogió un taxi asegurándole que le pagaría cuando llegara a casa, montándose en el miró el nombre del bar – discoteca TWD. Sonrió de medio lado recostando la cabeza del asiento, había sido un pésimo día pero no había terminado tan mal, esperaba que el siguiente fuera mejor.
Cinco Un sol deslumbrante iluminaba completamente la habitación al entrar por la ventana abierta frente a su cama, la noche anterior se había tumbado al llegar y se había quedado dormida al instante. Se estiró perezosamente volteando a mirar el reloj encima de la mesita de noche que estaba al lado de la cama, faltaban cinco minutos para las cinco; se levantó con poca energía, se lavó los dientes y se bañó, al salir del cuarto de baño abrió la puerta del armario mirando las prendad en cada una de las perchas, decidió ponerse como el día anterior, una falda, aunque esta era de blue jean, le quedaba ajustada al cuerpo llegándole más debajo de las rodillas, cogió una camisa con mangas tres cuarta de tela de hindú, parecía que se la había pedido prestada a Políta la gordita y unos tacones de punta “V” del mismo color de la camisa. Salió de la habitación, yendo directamente cocina, tenía flojera de cocinar así que abrió la nevera sacando una botella de leche y agarrando un paquete
Faltaban diez minutos para setecientas horas cuando entró a la oficina aquella mañana, después de agarrar el autobús era impresionante que hubiera llegado casi a la hora. El piso donde estaba su oficina estaba vacío y con las luces apagadas, las prendió y fue directo al despacho que compartía, se sentó en su escritorio dándose ánimos y teniendo vibras positivas de que la ese sería un buen día, y si no era así, igual tendría que soportarlo hasta que buscaras las maneras de salir de ese lio o que su jefe simplemente se le olvidara aquel asunto para poder irse en paz. - Deberías buscar algo sucio y hacerlo público – sugirió la vocecita en su cabeza – Claro para que él le diga a cualquier persona nuestro paradero y vengan buscando a mi magnifico marido – pensó con fastidio – ¿aún lo llamas marido? Ese imbécil nunca sirvió para nada, podías hacerle lo mismo a Arturo, desaparecerlo. La morena sacudió la cabeza estaba volviéndose loca, tomó una carpeta de la gaveta del escritorio y
Al estar dentro fue directamente al baño, sentía que iba a vomitar, se encerró en uno de los cubículos bajo la tapa del váter para sentarse sobre él. Sonrió amargamente al pensar las condiciones en las que estaba. > Querelló la conciencia, se llevó las manos a la cabeza suspirando, pensó que llamar a Miguel él la ayudaría << claro, también te hará miles de preguntas sobre Evans, te disuadirá de volver, mamá y papá y un montón de mierdas que tú sabes que… - Jo… déjame pensar – dijo en voz alta soltando una lágrima. Odiaba llorar, sin embargo bajo la presión que sentía cada día, el escenario que había vivido en aquel momento y la voz continua en su cabeza la iba a volver loca. Después de estar unos minutos en sobre el váter y haberse descargado de su frustración salió del cubículo; al mirarse en el espejo vio que tenía los ojos un poco hinchados
Luchaba contra de dormirse teniendo poco éxito. Podía escuchar todo a su alrededor, pero sus ojos estaban tan pesados que por más que intentara no podía abrirlos, parecía que le hubiesen echado pegamento, además de sentirse como si estuviera volando – benditas pastillas – pensó ¿Cómo se le había ocurrido tomarse tantas? Si una la relajaba sin problemas. - Leila ¿estás bien? Chica despierta que me estas preocupando – escucho decir a la rubia. Su nombre no era Leila pero ¿qué caso tenia corregirla? Intentó nuevamente abrir los ojos sin tener éxito era inútil seguir intentando, se quedó un momento pensando, no podía abrir los ojos pero si podía hablar o eso creía. - Estoy bien, solo son las pastillas que me tomé para la ansiedad – dijo con voz condensa pero lenta. - Vaya – escucho decir a la rubia – estas bien, eso me tranquiza un poco, descansa un poco entonces, estaré aquí a tu lado mientras te recuperas. La morena se relajó un poco quedándose dormida, el sueño la hab
Tom se retiró dejando a Dayla y a Alise en la habitación, la rubia se sentó al lado de la morena entrelazando su brazo con el de ella como si fueran las mejores amigas. - Le caíste bien a mi primo – anuncio la chica con una sonrisa – pocas veces ha invitado a personas para que comparta con nosotros, me siento emocionada creo que seremos buenas amigas, ¿quieres bajar a tomar algo? – Alise hablaba con fruición. - No creo que sea buena idea, aún estoy un poco mareada por las pastillas. - Cierto, las pastillas – afirmó aun sonriendo – aunque también podríamos tomar algo que no lleve alcohol; me gustaría conocerte más, eres muy hermosa, amo tu color de piel, yo por más que me bronceo y jamás quedo así, amo ese tono, mi primo dice que un color canela pasión. Dayla sonrió ante el comentario. Alise parecía ser una chica extrovertida y vivaz, debía tener unos veinte pocos años. La miró detenidamente mientras ella le sonreía, era una chica encantadora sin embargo debía ser muy caut
Alise volvió a donde estaban ellos parados, al ver que regresaba dejaron de hablar. La vocecita en la cabeza de Dayla le gritaba que lo que pretendía hacer era un terrible error, que ese no era el plan, a lo que ella misma se respondió que en todo el tiempo que había estado allí se había apegado a lo que en ese momento pensaba que era un majadero plan y no había servido para nada, ya era hora de improvisar. Sin embargo era consciente de que Piero estaba en el clan de Evans, fuera culpable o no de lo que su ex esposo hubiera hecho, andaba en las movidas y aunque lo había conocido hace un tiempo no tenía la certeza de que era una persona de fiar. La pareja la acompañó a su automóvil, se había sentido tranquila al ver que no había rastro de su jefe por ningún lado. Se montó en el auto sin decir una palabra, la proposición del chico le daba vueltas una y otra vez en la cabeza, “nueva vida, nuevo comienzo” había dicho, eso era lo que pedía desde hacía muchos años. - ¿Qué tienes
La adrenalina del momento comenzó a agotarse, empezó a sentirse mareada una fuerte presión en la cabeza y ganas de vomita; a lo lejos escuchó forzadamente el sonido de una ambulancia, pasaba cerca se detuvo al ver la multitud uno de sus ocupantes bajo al auxilio del accidente, este hizo seña y otro par de sujetos bajaron de la ambulancia a ver que sucedía y miraron a la chica parada al lado del auto sujetándose con una mano en el auto destrozado, las personas alrededor hablaban todos a la vez así que uno de los hombres de la ambulancia alejo acercándose a ella - Señorita ¿Se encuentra bien? El zumbido que tenía en la cabeza a causa del impacto no le permitió escuchar lo que decía el hombre sin embargo consiguió entender lo que decía al leerle los labios. - Estoy bien – respondió apenas oyéndose a sí misma. Pero la voz en su cabeza que parecía reaccionar más rápido que ella dijo con sarcasmo >> Mi automóvil acaba de dar vueltas en el aire zopenco, ¿te das cuenta cómo está? ¿C
La pelirroja salió de la habitación dejando a Dayla y a Miguel solos. La morena echó la cabeza hacia atrás apenas podía recostar la cabeza de la almohada sentía tan fuerte el dolor de cabeza propiciado por el golpe, que creía que le iba a explotar, cerró los ojos y respiró profundo, en ese momento lo único que necesitaba era escuchar la voz de su padre diciéndole que todo estaría bien. - Por tu cara puedo intuir en en lo que estás pensando, los encargados del hospital los llamaron pero ninguno contestó, por eso me llamaron a mí, no sabía que me tenías como familiar – ella cerró los ojos con más fuerza tratando de evitar que cayeran las lágrimas. - Nena – dijo el hombre parándose de sillón, ubicándose a su lado y tomándole la mano – quiero que sepas que estoy a tu lado, confía en mí para lo que necesites. - Fue idea de mamá ¿sabes? – Dijo ella con voz ronca – aunque ella nunca te conoció, tenía fe en ti. El hombre asintió acariciando su mano – discúlpame por no prestarte atención