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Al chico liberó a las dos personas que estaban en las celdas, Dayla le dio las pistolas de los cabos.

- ¿usted viene con esa gente? – pregunto uno de los hombres haciendo seña a los disparos de afuera.

- No – respondió Piero – vino por mí, pero nos iremos todos.

- ¿Cómo supone que saldremos de aquí con ese disturbio afuera? – preguntó el mismo hombre.

Ella señaló el ducto de ventilación. Los disturbios afuera se escuchaban más cercanos.

- Deberíamos atarlos – sugirió el otro hombre.

- En el tiempo que tardaremos en eso, quienes quieran que estén afuera estarán aquí, ustedes deciden si quedarse o irse, yo ya cumplí con sacarles de la celda, lo que hagan de aquí en adelante queda de ustedes – se sinceró en decirles la morena.

Piero rodó un estante, el preso político le ayudó, él fue el primero en subir.

- Vaya de lado izquierdo, ande hasta que llegue a una encrucijada, tome el lado derecho, la ventanilla está abierta, caerá en un cesto de basura, de frente a diez metros tiene un bosque
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