La mañana del día siguiente la morena había pasado muy atareada, por arte de magia Martín se había presentado a trabajar, a Dayla le había tocado actualizar todo cuanto se pudiera, antes de que el hombre fuera a desaparecer de nuevo.
A final de la tarde cuando su jefe ya se había ido y faltaba poco para que ella también lo hiciera, miro la pelirroja quien asomaba su cabeza por la puerta de la oficina haciendo un puchero – Day disculpa que te moleste, Arturo te solicita.
La morena sacó del cajón del escritorio donde estaba sentada, un blíster de medicina para la ansiedad, tragó una pastillita y se levantó de su escritorio, tenía que prepararse para los gritos de ese día. Habían pasado muy pacíficas las horas de trabajo que llevaba ese día para ser verdad, así que emprendió camino a la oficina del jefe seguida de Aileen.
- ¿Sabes que se dice por los pasillos el día de hoy? – Dayla la miro y siguió caminando sin responder, la chica siguió hablando – que Arturo se estaba acostando con la dueña de la aseguradora que empezó hace unos meses, luego de varios acostones, le dijo que no quería nada con ella porque él estaba casado, imagínate, la mujer se volvió loca, al parecer estaba enamorada de él, ahora hizo que las empresas que ella favorecía cancelaran los contratos que tenía aquí ¿puedes creerlo? Es una completa locura.
La chica hablaba lo que ella creía un chisme de último minuto con tanta fascinación, que a Dayla le causaba disgusto, ¿acaso ella no sabía lo que se hablaba de ella? era pesado escuchar las historias y aventuras sexuales de aquel hombre, en seis meses que llevaba trabajando en aquel lugar, había escuchado miles de cuentos, esas eran cosa que a ella no le importaba, incluso había escuchado la historia de cómo la misma pelirroja había conseguido el puesto de secretaria tras tener sexo con él en un baño público.
- Nadie debería meterse con un hombre casado en mi opinión, es una raya para la mujer – continuó diciendo la pelirroja.
Dayla volteo mirarla llegando a la puerta de la oficina, ella debía saber lo que decían en los pasillos de ella ¿Cómo se atrevía a decirlo? Pero no era de su incumbencia, cada quien tenía sus motivos para hacer las cosas así que respondió – tienes toda la razón, no hay que meterse con hombres casados, ni comprometidos, eso no da muy bien de qué hablar de la mujer.
La pelirroja le sonrió satisfecha por el comentario y la morena entró a la oficina.
- Buenas tardes Dayla, permíteme decirte que eres una suertuda – le dijo Arturo al entrar – pasa y siéntate.
La morena obedeció y se estremeció al sentir los ojos de su jefe por su cuerpo, no era fea, era una chica promedio, así se quería considerar ella, aunque siempre trataba pasar desapercibida; tenía el cabello lacio aunque a la altura de los hombros se le hacían unas grandes ondas que le llegaban hasta las caderas, tenía ojos oscuros y piel bronceada, aunque usaba prendas una talla más grande su cuerpo hacia luciera bien con todo lo que se pusiera.
- Debo confesarte – comenzó a decir Arturo cuando ella se sentó – me sorprendió muchísimo ver a Martín hoy aquí sobrio, se presentó aquí en mi oficina incluso antes de que tu llegaras, sin escusas y dispuesto a trabajar, debes tener mucha suerte o un santo muy grande.
Arturo hablaba con zumba, la manera en que sonreía la ponía nerviosa, la miraba y se pasaba la legua por los labios, parecía un lobo hambriento cazando a su presa. Las manos y pies de la chica se tornaron fríos. El hombre se levantó del escritorio hasta la puerta, ella intuyó a donde se dirigía pero no quiso voltear a ver, su cuerpo tembló y se le puso la piel de gallina al escuchar el pasador de la puerta.
- Martí, te llamé porque necesitamos hablar – inquirió el hombre socarronamente posándose a su espalda – anoche después de la reunión me quede pensando en ti y me di cuenta de que no te conozco, así que estuve buscando información en los registros nacionales y quede intrigado al no conseguir nada. Pasé la noche investigando por todos los medios y lo único que pude conseguir fue que en año y medio has tenido cuatro trabajos, en muy distintas áreas, según tu agente de empleo todos tus jefes hablaban maravillas de ti, pero tu simplemente has abandonado los empleos para solicitar uno nuevo. Encontré un registro civil que dice que eres casada, más no traes anillo, no eres de aquí, tus padres viven en – miro la laptop que tenía sobre su escritorio – la Orchila, hermoso lugar de hecho, comenzaste a viajar hace seis años, en tus redes sociales no tienes fotos con tus padres, familiares, amigos; nada que me pueda decir quién eres, cuáles son tus pasatiempos, comida favorita.
La morena trago saliva sin permitirse aún voltear verlo, no le gustaba hablar ni que hablaran de su vida y mucho menos que se metieran en ella, se esforzaba por pasar desapercibida, no molestaba a nadie, para que nadie la molestara a ella.
- Cuéntame Dayla – dijo sonsacándola – siento mucha curiosidad, me intriga tu vida.
- Señor Arturo, no quiero defraudarlo ni ofenderle, pero siempre he mantenido una raya entre a mi vida privada y el trabajo, es lo que hace un profesional.
Se levantó para retirarse pero éste la tomó del brazo – ¿sabes que también encontré? – Ella volteó quedando frente a él – algo muy interesante ¿reconoces el nombre Evans? Evans Spenser.
- No tengo idea señor – respondió tragando grueso.
- ¿Segura? Mientras buscaba información apareció, me pregunté que tenía que ver contigo y me sorprendió al leer que era un ex militar buscado en varios países – la morena miraba los ojos azules intenso de aquel hombre – según lo que decía el artículo, está solicitado por la interpol por robo y tráfico de sustancias, indagué un poco más y descubrí que su esposa se llamaba Dayla, igual que tú, aunque no decía apellido me pareció súper curioso, intente buscar información sobre la mujer mas no salía nada más. Según los registros él desapareció y a ella la dejaron libre tras no encontrar que ella estuviera vinculada con sus trabajos. Y bueno, dicen que la curiosidad mato al gato, me vine aquí a buscar en tus registros aquí en la oficina y me di cuenta que el día que te contrataron apenas se llenaron tus formas ¿Cómo te contratamos sin saber nada de ti? – Dayla aguantaba las ganas de llorar – ¿te imaginas lo que pasaría si yo divulgo tu paradero a las personas que buscan a Spencer?
- Don Arturo yo no… – habló con vos temblorosa alejándose un poco de él tratando de mostrarse inflexible pero el miedo y la ansiedad que amenazaba con aparecer, sentía que el corazón se le saldría por la boca.
- ¿es impresionante lo útil que puede ser al internet? se puede conseguir con muy una buena información, pero tranquila que podemos llegar a un acuerdo, yo estoy dispuesto a no decir nada, sin embargo tu deberás darme algo a cambio de mi silencio – la tomó de las caderas trayéndola junto a él, paso una mano por su rostro y luego por su espalda hasta su trasero. La morena aguantaba la respiración y las ganas de llorar – ¿Qué me dices?
Ella volteo la cara y asintió levemente, el hombre sonrió victoriosamente, le acarició las nalgas por encima de falda luego paso su mano a la parte de adelante y la metió por debajo de su falda, la morena volvió a tragar grueso, no se creía lo que estaba a punto de dejar que le hicieran, cerró los ojos reprimiendo las lágrimas que estaban a punto de salir – esto no puede estar pasándome a mí – pensó
Con la mano debajo de su falda toqueteó por encima de su panty dando un gemido grueso – mira lo que provocas Martí.
La chica se puso rígida negándose a mirar, no quería ni escuchar – relájate que yo no muerdo.
Luego de toquetear aparto la panty le introdujo sus dedos en forma circular – maldición chica, eres tan estrecha que me vas a hacer venirme sin estar dentro de ti.
La morena se negaba a derramar lágrimas continuaba con los ojos cerrados sintiéndose cada vez peor consigo misma
- Que divino se siente, eres exactamente como te imaginé - rumió el hombre.
Durante todo el proceso la chica no se movió, apenas respiró, solo quería que acabara e irse de aquella oficina, luego de unos minutos Arturo se alejó de ella mirándola presuntuoso – es suficiente por el día de hoy – la morena se alejó con los cachetes encendidos llenos de vergüenza y frustración.
Él le lanzo una sonrisa maliciosa la cual ella ignoró arreglando rápidamente su tanga, se sentía como una estúpida, se había mostrado débil ante él, simplemente la había manipulado y ella había cedido ante él, camino a zancadas hasta la puerta sacando el seguro, saliendo de la oficina corriendo hasta el baño, estando allí dejo caer las lágrimas se sentía sucia y miserable.
Había pasado alrededor de una hora desde que había salido de las oficinas de su jefe, afortunadamente Aileen no había estado en su sitio de trabajo cuando ella corrió al baño, se encontraba en uno de los cubículos, no había aguantado las ganas de vomitar, el estómago le dolía, sentía una terrible presión en la cabeza y el pecho. - ¿Jesús por qué me haces esto? – imploró dejando caer más lágrimas. Necesitaba abandonar ese empleo lo antes posible. En sus trabajos anteriores, se había retirado cuando cualquier persona se acercaba para entablar amistad, era bastante frustrante tener no poder asociarse con ninguna persona, aunque ese era el precio de haber tomado malas decisiones, sin embargo esta vez había fracasado. Salió del cubículo parándose frente al espejo sintiéndose aún peor que antes, el maquillaje lo tenía corrido y los ojos exageradamente hinchados, aguantando las ganas de echarse a llorar otra vez, se enjuagó la cara con afán quedando al natural, se dijo a sí misma el
Cinco Un sol deslumbrante iluminaba completamente la habitación al entrar por la ventana abierta frente a su cama, la noche anterior se había tumbado al llegar y se había quedado dormida al instante. Se estiró perezosamente volteando a mirar el reloj encima de la mesita de noche que estaba al lado de la cama, faltaban cinco minutos para las cinco; se levantó con poca energía, se lavó los dientes y se bañó, al salir del cuarto de baño abrió la puerta del armario mirando las prendad en cada una de las perchas, decidió ponerse como el día anterior, una falda, aunque esta era de blue jean, le quedaba ajustada al cuerpo llegándole más debajo de las rodillas, cogió una camisa con mangas tres cuarta de tela de hindú, parecía que se la había pedido prestada a Políta la gordita y unos tacones de punta “V” del mismo color de la camisa. Salió de la habitación, yendo directamente cocina, tenía flojera de cocinar así que abrió la nevera sacando una botella de leche y agarrando un paquete
Faltaban diez minutos para setecientas horas cuando entró a la oficina aquella mañana, después de agarrar el autobús era impresionante que hubiera llegado casi a la hora. El piso donde estaba su oficina estaba vacío y con las luces apagadas, las prendió y fue directo al despacho que compartía, se sentó en su escritorio dándose ánimos y teniendo vibras positivas de que la ese sería un buen día, y si no era así, igual tendría que soportarlo hasta que buscaras las maneras de salir de ese lio o que su jefe simplemente se le olvidara aquel asunto para poder irse en paz. - Deberías buscar algo sucio y hacerlo público – sugirió la vocecita en su cabeza – Claro para que él le diga a cualquier persona nuestro paradero y vengan buscando a mi magnifico marido – pensó con fastidio – ¿aún lo llamas marido? Ese imbécil nunca sirvió para nada, podías hacerle lo mismo a Arturo, desaparecerlo. La morena sacudió la cabeza estaba volviéndose loca, tomó una carpeta de la gaveta del escritorio y
Al estar dentro fue directamente al baño, sentía que iba a vomitar, se encerró en uno de los cubículos bajo la tapa del váter para sentarse sobre él. Sonrió amargamente al pensar las condiciones en las que estaba. > Querelló la conciencia, se llevó las manos a la cabeza suspirando, pensó que llamar a Miguel él la ayudaría << claro, también te hará miles de preguntas sobre Evans, te disuadirá de volver, mamá y papá y un montón de mierdas que tú sabes que… - Jo… déjame pensar – dijo en voz alta soltando una lágrima. Odiaba llorar, sin embargo bajo la presión que sentía cada día, el escenario que había vivido en aquel momento y la voz continua en su cabeza la iba a volver loca. Después de estar unos minutos en sobre el váter y haberse descargado de su frustración salió del cubículo; al mirarse en el espejo vio que tenía los ojos un poco hinchados
Luchaba contra de dormirse teniendo poco éxito. Podía escuchar todo a su alrededor, pero sus ojos estaban tan pesados que por más que intentara no podía abrirlos, parecía que le hubiesen echado pegamento, además de sentirse como si estuviera volando – benditas pastillas – pensó ¿Cómo se le había ocurrido tomarse tantas? Si una la relajaba sin problemas. - Leila ¿estás bien? Chica despierta que me estas preocupando – escucho decir a la rubia. Su nombre no era Leila pero ¿qué caso tenia corregirla? Intentó nuevamente abrir los ojos sin tener éxito era inútil seguir intentando, se quedó un momento pensando, no podía abrir los ojos pero si podía hablar o eso creía. - Estoy bien, solo son las pastillas que me tomé para la ansiedad – dijo con voz condensa pero lenta. - Vaya – escucho decir a la rubia – estas bien, eso me tranquiza un poco, descansa un poco entonces, estaré aquí a tu lado mientras te recuperas. La morena se relajó un poco quedándose dormida, el sueño la hab
Tom se retiró dejando a Dayla y a Alise en la habitación, la rubia se sentó al lado de la morena entrelazando su brazo con el de ella como si fueran las mejores amigas. - Le caíste bien a mi primo – anuncio la chica con una sonrisa – pocas veces ha invitado a personas para que comparta con nosotros, me siento emocionada creo que seremos buenas amigas, ¿quieres bajar a tomar algo? – Alise hablaba con fruición. - No creo que sea buena idea, aún estoy un poco mareada por las pastillas. - Cierto, las pastillas – afirmó aun sonriendo – aunque también podríamos tomar algo que no lleve alcohol; me gustaría conocerte más, eres muy hermosa, amo tu color de piel, yo por más que me bronceo y jamás quedo así, amo ese tono, mi primo dice que un color canela pasión. Dayla sonrió ante el comentario. Alise parecía ser una chica extrovertida y vivaz, debía tener unos veinte pocos años. La miró detenidamente mientras ella le sonreía, era una chica encantadora sin embargo debía ser muy caut
Alise volvió a donde estaban ellos parados, al ver que regresaba dejaron de hablar. La vocecita en la cabeza de Dayla le gritaba que lo que pretendía hacer era un terrible error, que ese no era el plan, a lo que ella misma se respondió que en todo el tiempo que había estado allí se había apegado a lo que en ese momento pensaba que era un majadero plan y no había servido para nada, ya era hora de improvisar. Sin embargo era consciente de que Piero estaba en el clan de Evans, fuera culpable o no de lo que su ex esposo hubiera hecho, andaba en las movidas y aunque lo había conocido hace un tiempo no tenía la certeza de que era una persona de fiar. La pareja la acompañó a su automóvil, se había sentido tranquila al ver que no había rastro de su jefe por ningún lado. Se montó en el auto sin decir una palabra, la proposición del chico le daba vueltas una y otra vez en la cabeza, “nueva vida, nuevo comienzo” había dicho, eso era lo que pedía desde hacía muchos años. - ¿Qué tienes
La adrenalina del momento comenzó a agotarse, empezó a sentirse mareada una fuerte presión en la cabeza y ganas de vomita; a lo lejos escuchó forzadamente el sonido de una ambulancia, pasaba cerca se detuvo al ver la multitud uno de sus ocupantes bajo al auxilio del accidente, este hizo seña y otro par de sujetos bajaron de la ambulancia a ver que sucedía y miraron a la chica parada al lado del auto sujetándose con una mano en el auto destrozado, las personas alrededor hablaban todos a la vez así que uno de los hombres de la ambulancia alejo acercándose a ella - Señorita ¿Se encuentra bien? El zumbido que tenía en la cabeza a causa del impacto no le permitió escuchar lo que decía el hombre sin embargo consiguió entender lo que decía al leerle los labios. - Estoy bien – respondió apenas oyéndose a sí misma. Pero la voz en su cabeza que parecía reaccionar más rápido que ella dijo con sarcasmo >> Mi automóvil acaba de dar vueltas en el aire zopenco, ¿te das cuenta cómo está? ¿C