- Alise ¿Qué hiciste? – se levantó de un salto.- Están desmayados – sacó una botellita de vidrio con un líquido blanquecino – William dijo que bastaría con una gotita en cualquier bebida y los pondría a dormir.- ¿William? – no entendía nada de lo que estaba sucediendo.- Si, él me avisó que te estaban persiguiendo, me mandó la ubicación de este lugar y la contraseña, me dijo dónde encontrar esto – levantó la botellita – yo solo le dije donde íbamos a estar cuando intentábamos rescatarte.- Pero... – no conseguía ordenar sus ideas – ¿Estás traicionando a Tom?- Lo has oído, no le importa la vida de Richard, tampoco me dejará ir, me matarán en cualquier momento, no te das cuenta ya no solo es la guerra que tiene con William, esto es más grande tarde o temprano lo hará cualquier otra persona con la que él se meta en problemas.- ¿A dónde piensas ir? – el corazón de Dayla iba a millón, eso que había pasado habían sido su culpa.- No lo sé, William habló de un lugar seguro, no confío en
Al chico liberó a las dos personas que estaban en las celdas, Dayla le dio las pistolas de los cabos.- ¿usted viene con esa gente? – pregunto uno de los hombres haciendo seña a los disparos de afuera.- No – respondió Piero – vino por mí, pero nos iremos todos.- ¿Cómo supone que saldremos de aquí con ese disturbio afuera? – preguntó el mismo hombre.Ella señaló el ducto de ventilación. Los disturbios afuera se escuchaban más cercanos.- Deberíamos atarlos – sugirió el otro hombre.- En el tiempo que tardaremos en eso, quienes quieran que estén afuera estarán aquí, ustedes deciden si quedarse o irse, yo ya cumplí con sacarles de la celda, lo que hagan de aquí en adelante queda de ustedes – se sinceró en decirles la morena.Piero rodó un estante, el preso político le ayudó, él fue el primero en subir.- Vaya de lado izquierdo, ande hasta que llegue a una encrucijada, tome el lado derecho, la ventanilla está abierta, caerá en un cesto de basura, de frente a diez metros tiene un bosque
*** DOS AÑOS ANTES *** – Samanta – el grito de él sonó como un estruendo cuando la vio caer en el pavimento, saltó de su Davison Fad Boy un en movimiento dejando que esta condujera sola y se estrellase, corrió y se arrodillo ante ella, el auto que le había disparado ya se había desaparecido picando caucho, él la acarició como si su cuerpo como si fuera una muñeca de cristal, un cristal que estaba a punto de quebrarse. Los ojos de la chica lo miraron con compasión, eran de un color oscuro, bastante intenso, los cuales brillaban empañados en lágrimas; él siempre había amado esos ojos, tan oscuros y profundos, creía que a través de ellos podría ver una noche estrellada, la chica intento hablar pero se ahogó y comenzó a toser expulsando un poco de sangre por su boca. – No hables nena, tranquila, lo solucionaré – le dijo con voz serena, intentó sentarla en su regazo pero ella se quejó, lágrimas comenzaron a correr por las mejillas de ella, él la acercó a su pecho presionando la herida que
– Martí – otro grito, así había transcurrido la mañana – será que me puedes traer las copias joder. – Un momento señor – respondió la chica levantándose de su escritorio nuevamente. – Quiero que entres conmigo a la reunión de hoy – ordenó de forma autoritaria el hombre al ella entrar a su oficina con las copias de algunos posibles clientes, las chicas del edificio lo habían apelado “el jefe maniático play boy” – quiero que estés pendiente de la comida, el agua y todas las necesidades de nuestros invitados, que nada les haga falta, si quieren aunque sea un tampón tú tienes que dárselo. La chica miraba la boca del hombre y sus rasgos mientas hablaba, no era feo, en absoluto, para tener treinta y pico de año se veía en perfecto estado se cuidaba muy bien pero tampoco para que lo llamaran play boy, solo era un hombre simpático y musculoso, se notaba que cuidaba su figura, muchos hombres también lo hacían en esa ciudad, nada que envidiarle a cualquier otro físicamente, claro que él habí
La mañana del día siguiente la morena había pasado muy atareada, por arte de magia Martín se había presentado a trabajar, a Dayla le había tocado actualizar todo cuanto se pudiera, antes de que el hombre fuera a desaparecer de nuevo. A final de la tarde cuando su jefe ya se había ido y faltaba poco para que ella también lo hiciera, miro la pelirroja quien asomaba su cabeza por la puerta de la oficina haciendo un puchero – Day disculpa que te moleste, Arturo te solicita. La morena sacó del cajón del escritorio donde estaba sentada, un blíster de medicina para la ansiedad, tragó una pastillita y se levantó de su escritorio, tenía que prepararse para los gritos de ese día. Habían pasado muy pacíficas las horas de trabajo que llevaba ese día para ser verdad, así que emprendió camino a la oficina del jefe seguida de Aileen. - ¿Sabes que se dice por los pasillos el día de hoy? – Dayla la miro y siguió caminando sin responder, la chica siguió hablando – que Arturo se estaba acostando
Había pasado alrededor de una hora desde que había salido de las oficinas de su jefe, afortunadamente Aileen no había estado en su sitio de trabajo cuando ella corrió al baño, se encontraba en uno de los cubículos, no había aguantado las ganas de vomitar, el estómago le dolía, sentía una terrible presión en la cabeza y el pecho. - ¿Jesús por qué me haces esto? – imploró dejando caer más lágrimas. Necesitaba abandonar ese empleo lo antes posible. En sus trabajos anteriores, se había retirado cuando cualquier persona se acercaba para entablar amistad, era bastante frustrante tener no poder asociarse con ninguna persona, aunque ese era el precio de haber tomado malas decisiones, sin embargo esta vez había fracasado. Salió del cubículo parándose frente al espejo sintiéndose aún peor que antes, el maquillaje lo tenía corrido y los ojos exageradamente hinchados, aguantando las ganas de echarse a llorar otra vez, se enjuagó la cara con afán quedando al natural, se dijo a sí misma el
Cinco Un sol deslumbrante iluminaba completamente la habitación al entrar por la ventana abierta frente a su cama, la noche anterior se había tumbado al llegar y se había quedado dormida al instante. Se estiró perezosamente volteando a mirar el reloj encima de la mesita de noche que estaba al lado de la cama, faltaban cinco minutos para las cinco; se levantó con poca energía, se lavó los dientes y se bañó, al salir del cuarto de baño abrió la puerta del armario mirando las prendad en cada una de las perchas, decidió ponerse como el día anterior, una falda, aunque esta era de blue jean, le quedaba ajustada al cuerpo llegándole más debajo de las rodillas, cogió una camisa con mangas tres cuarta de tela de hindú, parecía que se la había pedido prestada a Políta la gordita y unos tacones de punta “V” del mismo color de la camisa. Salió de la habitación, yendo directamente cocina, tenía flojera de cocinar así que abrió la nevera sacando una botella de leche y agarrando un paquete
Faltaban diez minutos para setecientas horas cuando entró a la oficina aquella mañana, después de agarrar el autobús era impresionante que hubiera llegado casi a la hora. El piso donde estaba su oficina estaba vacío y con las luces apagadas, las prendió y fue directo al despacho que compartía, se sentó en su escritorio dándose ánimos y teniendo vibras positivas de que la ese sería un buen día, y si no era así, igual tendría que soportarlo hasta que buscaras las maneras de salir de ese lio o que su jefe simplemente se le olvidara aquel asunto para poder irse en paz. - Deberías buscar algo sucio y hacerlo público – sugirió la vocecita en su cabeza – Claro para que él le diga a cualquier persona nuestro paradero y vengan buscando a mi magnifico marido – pensó con fastidio – ¿aún lo llamas marido? Ese imbécil nunca sirvió para nada, podías hacerle lo mismo a Arturo, desaparecerlo. La morena sacudió la cabeza estaba volviéndose loca, tomó una carpeta de la gaveta del escritorio y