Capítulo treinta y seis: La caja de Pandora*Narra Maia Miller*—Voy de regreso, Gerald —ruedo los ojos —. Tengo que despachar ciertas cosas con el candidato y luego iré a la casa a descansar. —Te estás tomando demasiado en serio esta farsa, Maia —farfulla del otro lado de la línea telefónica. Siento cierto reclamo en su voz y no me gusta un pelo. Nunca antes había sido así de dictatorial y estoy empezando a agobiarme —cosa que, teniendo en cuenta lo que estamos descubriendo, no habla en su favor—. Él no es el tipo de hombre posesivo y entre otras cosas, esa..., es la que me motivó a casarme con él y aceptar su propuesta de revancha. Nunca he querido un tipo que me dibuje en el suelo cada sitio por donde debo pisar.—Los dos sabemos que no es ninguna farsa mi trabajo —suspiro con profundidad—. ¿O me equivoco?La disyuntiva que le planteo es bastante retórica y se toma unos segundos antes de responder. Y es en los que escucho cómo cruje algo del otro lado de la línea y luego de su su
Capítulo treinta y siete: Código Negro*Narra Maia Miller*En tanto todos a mi alrededor esperan una respuesta por mi parte, más o menos a la misma pregunta, decido hacer extensiva a los tres mi sincera intención al decir lo que dije respecto a lo que vi. —Por si alguno de vosotros lo ha olvidado —matizo sardónica—, el Senador no es niñero, acaba de sufrir un atentado y no me parece que sea correcto tomarse las libertades de traer a mi sobrina al sitio donde se puede encontrar en riesgo. Sin dejar de mencionar que no fui informada de esto.Siento la mano de mi esposo caer sobre mi cadera —un gesto un poco posesivo e impropio de él— y también, a su vez, veo como los ojos de Bruce van hacia esa mano.—En cualquier caso, señora Miller —masculla este último visiblemente molesto—, soy yo quien debe decidir quién viene o no a mi piso franco. Si me molesta o no, la presencia de la bebé y..., si me parece o no ejercer de niñero. En cuanto a lo demás, le aseguro que esta niña nunca ha estado
Capítulo treinta y ocho: Secretos desvelados, confianza rota*Narra Maia Miller*He entrado en pánico.Sé que me llaman, más no identifico quién. Hay gente corriendo por todos lados y humo negro saliendo no sé de dónde. No consigo oír, puesto que me encuentro completamente bloqueada. No tengo idea de cuánto tiempo pasa hasta que la situación es medianamente neutralizada. Los escoltas has formado una muralla a mi alrededor y no logro ver nada. No logro ver a al hombre que amo. —¡Sácala de aquí! —grita la voz cuyo dueño consigo identificar enseguida como Bruce—. Vosotros os quedáis conmigo. No puedo irme y dejar este caos. Puede haber muertos.—¡No! —me niego de manera automática. —¡¿Nena?! ¿Estás bien? —asiento, aunque no debería usar frente a su seguridad apelativos cariñosos—. Habla. Dime que estás bien, por el amor de Dios.—Estoy bien... —suspiro de alivio al verlo íntegro—. Bruce, tenemos que hablar.Tengo que confesar y pedirle que investigue a Gerald. De pronto he empezado a
Capítulo treinta y ocho (Segunda Parte)*Narra Maia Miller*—¿Cómo...? —la expresión se le queda a medias cuando el motor del coche se apaga. Los escoltas proceden con el protocolo de seguridad al mismo tiempo que yo recibo una llamada de Charlie.¡Joder! Oportuno el tío. —Lo siento, tengo que tomar la llamada —me explico saliendo del vehículo—. Ve poniéndote cómodo en la suite —señalo el ascensor—, porque tenemos que hablar largo y tendido. Charlie —suspiro al descolgar—, dime que tienes algo. —¿Por quién me tomas? —bufa—. Acabo de veros en los medios. El panorama no luce bonito, Maia. —Lo sé, lo sé —suelto una gran bocanada de aire—. Necesito información y ahora. No puedo esperar a verte para saber. —Vale —accede—, igual debemos encontrarnos para entregarte la evidencia. Pero desde ya debes saber que tienes varios tiburones a tu alrededor, escondidos como delfines. —Dime algo que no sepa. —Tu maridito no es trigo limpio —me deja fría con tal declaración, aunque no puedo decir
Capítulo treinta y nueve: Hilo roto*Narra Maia Miller*El trayecto hacia la comisaría se me hace eterno. El silencio reina entre nosotros y la tensión se puede cortar como si fuera un hilo invisible, aunque tremendamente poderoso. Y no me cabe duda de que, si tiramos de él, saldrán muchas cosas hechas pedazos, esparciéndose en nuestras narices como partículas suspendidas en el aire, invisibles, pero tóxicas. Hay juegos que nunca se deben jugar, puesto que son tan peligrosos que matan y todos nosotros hemos estado jugando bastante.No dejo de pensar en lo que hablamos..., en Gerald, en que no pude terminar de contarle toda la historia a Bruce... —Intenta no equivocarte esta vez —brama él a mi lado al teléfono antes de colgar. Ni siempre me ha dicho con quién habla, no la ha dirigido la palabra desde que si jefe de Seguridad nos interrumpió. No sé si está huyendo de hablar conmigo en el camino, o simplemente hay demasiadas órdenes que dar, que no consigue un segundo de libertad ni
Capitulo cuarenta: Destrozados*Narra Maia Miller*Dicen que las cosas siempre pasan por algo y que de ninguna manera se acaba el mundo; pero yo sí siento que el mío se está acabando ahora mismo.Ahora Bruce va a dudar de mí en todas las siguientes cosas de nuestra vida porque así me ha dejado este asunto frente a sus ojos. Cada instante que le faltó de la vida de su hija va a pasar a ser mi responsabilidad, porque hice algo tan simplemente complicado como callarme. —¡Nos vamos! —murmura sacándome de mi estado de shock. Como si nada hubiera pasado, se da la vuelta y abre la puerta para salir de aquí, imagino que su educación diplomática le ha llevado a manejar algo tan grande de forma tan calmada y entonces veo la oportunidad de gobernar el momento y salvar al menos una parte de la situación. Me doy la vuelta detrás de él y justamente cuando sale, cierro la puerta también y pongo seguro para ganar unos minutos a solas con Gerald. —¡Maia! —Bruce ruge dando un portazo desde el otro
Capítulo cuarenta y uno: Todo es un asco*Narra Maia Miller*Siento que tarda una eternidad, toda una vida... observándome como fuera yo la culpable de su asesinatoNoto más lágrimas acumulándose en mis párpados y me niego a dejarlas salir.Sí, me he equivocado. Sí, he hecho muchas cosas mal, puede ser. Y sí, está sufriendo por mi culpa probablemente, pero es que yo también sufrí, lloré y me sentí rota por la suya.En una historia así no hay un solo responsable del caos, de la lucha, del dolor. Él podía haber intentado arreglar lo nuestro o buscarme con el paso de los meses y volver a intentarlo. Sin embargo, prefirió seguir con su estructurada vida, en tanto yo tuve que tirar para adelante como pude ya forma de poder fue a través de Gerald.Llevar a término mi embarazo era mi máxima prioridad... Ese mismo que hoy nos llena de dicha al saber que somos padres de una hermosa y sana bebé. —¿Entonces qué? —cuestiono con la garganta ardiendo—. ¿Se acabó? ¿Me estás dejando, Bruce? —No me
Capítulo cuarenta y dos: Abismo*Narra Maia Miller*Él me obliga a entrar a la casa —no es que yo ponga mucha oposición tampoco— en el más absoluto de los silencios. —Como bien sabes, la casa se mantiene abastecida —me informa, imitando el tono impersonal de un agente inmobiliario—. Seguramente encontrarás todo a tu gusto y si no, pues la verdad es que poco me importa. —¿Te vas? —inquiero con el alma en vilo al verle darme la espalda. —¿Y qué esperabas? —me encara con una frialdad que me cala en los huesos—. Te vas a quedar aquí hasta que yo decida qué hacer. —Pero... —¡Cállate, Maia! —me corta con brusquedad, completamente irreconocible—. Cállate porque estoy haciendo uso de todas mis fuerzas para no hacerte trizas como mismo tu hiciste conmigo. Ni se te ocurra huir o jugármela, porque te juro que acabo contigo. —¡Bruce! —lo llamo una y otra vez, pero es inútil. Él se marcha sin intención de escucharme y cuando cierra la puerta de un fuerte tirón, mi cuerpo se estremece antes d