Capítulo cuarenta y tres: Ebrio*Narra Bruce Collins*Tengo el corazón roto en tantos pedazos, que cada uno de ellos se me quiere escapar del pech0. Es una sensación desagradable como ninguna otra. Capítulos que le faltarán para siempre a mi historia, solo porque ella decidió que así fuese.Por otro lado pienso con amargura, que pelearme con ella no duele tanto como dejarla enfadado y no ser capaz de resarcir esta situación. Me encantaría ignorar mi propia pena y ser capaz en este justo instante de arreglar todo, pero... ¿Cómo me arreglo a mí mismo?El problema soy yo, que no me siento en actitud de perdonar. Son demasiados desencantos ya. Es agotador este sin parar de descubrimientos, de secretos... ¡por algo que no hice!No puedo dejar de imaginar su vida durante el embarazo por lo poco que me ha contado. ¿Y si acaso llegaba a morir? Yo no habrían estado allí y me jode, me jode tanto que me envenena por dentro. En parte la entiendo, pero eso no la justifica. Se equivocó y el error e
Capítulo cuarenta y cuatro: Esperanza y Niebla*Narra Maia Miller*Ver a Robin disfrutar con la niña intensifica mis remordimientos, pensando en lo que pudo haber sido y no fui por mis inseguridades y mi ingenuidad. Los dejo jugar por un rato hasta que llega la hora de comer para Brooke y la pequeña comienza a llorar, reclamando su cena. El abuelo la sienta en su silla móvil y procedo a darle la papilla que mi hermana ha preparado, bajo su atenta mirada. Ahora mismo, encuentro más que nunca el parecido intermitente con su nieto. Su actitud hacia mí no es la cálida de siempre. —Estás molesto —suspiro al decidir romper el silencio, una vez la bebé está dormida— y lo entiendo. —¿Lo haces? —cuestiona con un tono severo que no le he escuchado jamás—. ¿Tienes idea de la magnitud del error que has cometido? —Créeme, nadie lo lamenta más que yo. —Eso dícelo al hombre que has juzgado como criminal sin someterlo siquiera a un juicio justo, al mismo que le has negado su hija por diez mese
Capítulo cuarenta y cinco: Difícil solución*Narra Bruce Collins*No me molesto ni en seguir a Christine con la vista cuando se marcha, simplemente doy media vuelta, me ducho intentando no pensar en lo que he hecho sino más bien en lo que puedo hacer para solucionar este conflicto que yo mismo he provocado con mi soberana idiotez.Me visto, reviso mi correo y mando algunos avisos para la seguridad y cierro la laptop bebiendo un maldito café. Esta tarde tengo que dar una rueda de prensa, a más tardar mañana... Sé que no pudo dilatarlo más y para mayor desgracia es algo que tengo que hacer con mi esposa.¡Que me maten de una puñetera vez!Suena mi teléfono por la línea privada y respondo de manera automática, sin saber de quién se trata.—¿Qué quieres? —descargo mi acritud en él. —Veo que te has levantado de muy buen humor. Supongo que la resaca te sienta de maravilla —ironiza y ruedo los ojos como si pudiera verme.—No tienes ni put@ idea, Henry ¿Que coño quieres?—Sal que estoy fuera
Capítulo cuarenta y seis: Perdón*Narra Maia Miller*Podría jurar que mi corazón se abre, como si de tratara del cristal de una ventana al romperse en un montón de pedazos. Solo puedo centrar mis ojos en Bruce, buscando la respuesta a una pregunta que no he podido formular en voz alta, al mismo tiempo que nos quedamos a solas en la habitación. «No, es un error»Los malentendidos nos separaron en el pasado y nos ha traído hasta aquí, hasta este desastre. No voy a permitir que vuelva a suceder. Sería demasiado estúpido y cruel de nuestra parte. —Dime que no es cierto —después de varios intentos, consigo pronunciar una oración completa, pese a que mi voz es apenas un susurro ahogado. —No lo sé —podría cuestionar sus palabras y creer que lo dice para desquitarse de mi traición, pero sus ojos... esos no mienten y confirman la veracidad de su respuesta, haciéndome dar dos pasos hacia atrás—. Anoche perdí la consciencia debido al alcohol y esta mañana estaba en la cama con ella desnu...
Capítulo cuarenta y siete: La esposa de mi amante*Narra Maia Miller*No he dormido prácticamente nada en toda la noche. No he sido capaz de parar de dar vueltas y más vueltas, a mi cuerpo sobre la cama y a los muebles dentro de mi cabeza.¡Qué desastre todo!Dormí con mi hija y mi hermana, en una misma habitación creo yo que para evitar caer en sus brazos.A pesar de las nuevas circunstancias y de todos los "podemos conseguirlo" de Bruce, no las tengo muy claras todavía.Hemos crecido como pareja —aunque en aspectos técnicos no lo seamos—, estamos tratando de actuar con madurez frente a toda esta horrorosa situación. Sin embargo, no es suficiente para mitigar el dolor que cala en mi interior cada vez que imagino su cuerpo sobre el de ella, haciéndola suya, besando su piel, entregándole algo que siento mío y....¡Dios! tengo que parar.—Deja de darle tantas vueltas —aconseja Diana a mi lado en el coche. —Te juro que lo intento —concedo buscando sus ojos—; pero créeme que mi cabeza es
Capítulo cuarenta y ocho: No va a poder conmigo*Narra Maia Miller*Salgo del edificio y dejo pactado el siguiente reportaje donde aparecerá Bruce con su querida esposa.Resulta que mi visita aquí formaba parte de una estrategia para convencer a los votantes de que el candidato está en un muy buen momento con su esposa, que nada malo le ha pasado y que los atentados son algo provocado por un cédula terrorista que no tiene nada que ver con su vida personal.La visita a mi amigo fue una excusa, la cual al final me resultó muy provechosa.El teléfono vuelve a sonar y ya es la novena vez que lo hace. Tengo que responder.—Maia Miller al teléfono... —¿Por qué demonios no me respondes? —brama, por lo que me aparto el teléfono del oído para no lastimarme el tímpano—. ¿Tienes una idea de la crisis de histeria que tengo por tu culpa?—Será por la tuya —contrarresto su veneno con mi ponzoña.—Maia, no juegues conmigo —amenaza entre dientes—. Estás poniéndome al límite. —Estoy trabajando —acla
Capítulo cuarenta y nueve: Víbora*Narra Maia Miller*Él vuelve a estampar su boca sobre la mía en uno de los besos más posesivos que me ha dado. Yo, por mi parte, no puedo hacer otra cosa sino rendirme. Las piernas me tiemblan, mis labios y lengua se baten contra los suyos en una batalla donde todos somos ganadores. Mi trasero golpea el borde del escritorio y, si separar nuestras bocas, abro los ojos debido a la sorpresa. Entonces, la veo... Christine Collins está parada en la puerta mirándonos con su perfecto cutis convertido en piel maltratada rojo escarlata. Si las miradas mataran, apuesto a que yo estaría diez metros bajo tierra. Sin embargo, contrario a lo que haría normalmente en el pasado, me prendo más de los labios de su marido, le devuelvo la mirada con fiereza, para dejarle claro que la he descubierto y que no me voy a retirar del juego, antes de cerrar los ojos para entregarme al beso como si la vida se me fuera en ello. Cuando nos separamos por falta de aire, la víbo
Capítulo cincuenta: Nos pertenecemos *Narra Maia Miller* Me quedo observándole por lo que parece una eternidad, me remuevo a cada rato en mi asiento, y al final me decido a hablar. —Nuestro noviazgo terminó hace mucho tiempo, pero… —río en medio de un bufido—, siendo honesta, pensé que me conocías mejor, Anthony. —No entiendo…—¿Crees que soy tonta? —continúo sin quitar la sonrisa de mi rostro—. Yo también sé un par de cosas sobre ti, como por ejemplo, que Brian O’Connor forma parte de tu fórmula electoral, como vicepresidente nada menos. Apuesto a que la voz masculina de esa grabación —señalo el dispositivo encima de la mesa— es suya. Si la bomba explota, como pretendes, él también se verá embarrado en todo esto y por consiguiente, tú. Contrario a lo que esperaba, él sonríe. Lo cierto es que he olvidado lo cínico que puede llegar a ser Anthony Grant. —Vaya, vaya, nunca dejas de sorprenderme, Maia Miller —se acerca un poco más con su silla—. Y si te dijera… que quiero sacar a es