Capítulo cuarenta y ocho: No va a poder conmigo*Narra Maia Miller*Salgo del edificio y dejo pactado el siguiente reportaje donde aparecerá Bruce con su querida esposa.Resulta que mi visita aquí formaba parte de una estrategia para convencer a los votantes de que el candidato está en un muy buen momento con su esposa, que nada malo le ha pasado y que los atentados son algo provocado por un cédula terrorista que no tiene nada que ver con su vida personal.La visita a mi amigo fue una excusa, la cual al final me resultó muy provechosa.El teléfono vuelve a sonar y ya es la novena vez que lo hace. Tengo que responder.—Maia Miller al teléfono... —¿Por qué demonios no me respondes? —brama, por lo que me aparto el teléfono del oído para no lastimarme el tímpano—. ¿Tienes una idea de la crisis de histeria que tengo por tu culpa?—Será por la tuya —contrarresto su veneno con mi ponzoña.—Maia, no juegues conmigo —amenaza entre dientes—. Estás poniéndome al límite. —Estoy trabajando —acla
Capítulo cuarenta y nueve: Víbora*Narra Maia Miller*Él vuelve a estampar su boca sobre la mía en uno de los besos más posesivos que me ha dado. Yo, por mi parte, no puedo hacer otra cosa sino rendirme. Las piernas me tiemblan, mis labios y lengua se baten contra los suyos en una batalla donde todos somos ganadores. Mi trasero golpea el borde del escritorio y, si separar nuestras bocas, abro los ojos debido a la sorpresa. Entonces, la veo... Christine Collins está parada en la puerta mirándonos con su perfecto cutis convertido en piel maltratada rojo escarlata. Si las miradas mataran, apuesto a que yo estaría diez metros bajo tierra. Sin embargo, contrario a lo que haría normalmente en el pasado, me prendo más de los labios de su marido, le devuelvo la mirada con fiereza, para dejarle claro que la he descubierto y que no me voy a retirar del juego, antes de cerrar los ojos para entregarme al beso como si la vida se me fuera en ello. Cuando nos separamos por falta de aire, la víbo
Capítulo cincuenta: Nos pertenecemos *Narra Maia Miller* Me quedo observándole por lo que parece una eternidad, me remuevo a cada rato en mi asiento, y al final me decido a hablar. —Nuestro noviazgo terminó hace mucho tiempo, pero… —río en medio de un bufido—, siendo honesta, pensé que me conocías mejor, Anthony. —No entiendo…—¿Crees que soy tonta? —continúo sin quitar la sonrisa de mi rostro—. Yo también sé un par de cosas sobre ti, como por ejemplo, que Brian O’Connor forma parte de tu fórmula electoral, como vicepresidente nada menos. Apuesto a que la voz masculina de esa grabación —señalo el dispositivo encima de la mesa— es suya. Si la bomba explota, como pretendes, él también se verá embarrado en todo esto y por consiguiente, tú. Contrario a lo que esperaba, él sonríe. Lo cierto es que he olvidado lo cínico que puede llegar a ser Anthony Grant. —Vaya, vaya, nunca dejas de sorprenderme, Maia Miller —se acerca un poco más con su silla—. Y si te dijera… que quiero sacar a es
Capítulo cincuenta y uno: La Estrategia*Narra Bruce Collins*Despierto asustado en medio de la noche, no puedo contabilizar cuántas veces.Entre la sensación de tenerla a ella conmigo creyendo todo el tiempo que nada de esto es real, el miedo a que me la puedan quitar y con ella a mi hija, sumado a todos los nuevos acontecimientos acerca de mi actual esposa...no consigo dormir casi nada.Las horas avanzan por el reloj de pared de Maia y mis ojos se dedican a verlas dormir a las dos.Soy un idiota enamorado de mi hija y su madre.Entonces en medio de mi insomnio una epifanía viene a mi mente: ¿y si Gerald me sirviera de chivo expiatorio a cambio salvar su culo de la cárcel? Bien es cierto que meterlo tras las rejas por intentar acabar con mi campaña de manera traicionera y mezquina, arrastra a Maia con él; pero en todos los ámbitos de la ley una negociación resuelve un caso y evita un juicio.Tal vez esta sea la única forma de salvarla a ella de enfrentar cargos por este asunto.Salg
Capítulo cincuenta y dos: Mi esposo, mi amante y yo*Narra Maia Miller*Mi grito aún retumba entre los dos y toda la cocina también. No puedo creer que después de todo lo que ha pasado, Bruce siquiera se plantee traer a semejante alimaña de vuelta a una campaña que no solo quiere hundir sino que está sitiada por más gente de esa misma calaña. Es peligroso por no decir suicídico. —Confía en mí —se limita a decir.—Y lo hago —respondo enseguida—; pero soy incapaz de entender por qué harías una cosa así. Le veo seguir bebiendo su zumo tan pancho y estoy que no doy un maldito crédito por nada de esto.—No lo haría, Maia... pero lo haré —reafirma.—Y, ¿te molestaría demasiado explicarme por qué? —carraspeo sentándome de lado. Perpendicular a él. —No te pongas sarcástica que tú sueles ser bien directa, nena.—No le des más vueltas, Bruce Collins y habla de una vez.—Ese hombre sabe cosas que le hacen un arma de doble filo.—Exactamente —le interrumpo y le cito —: de doble filo. Tú lo has
Capítulo cincuenta y tres: Duelo de hipocresía*Narra Maia Miller*¿Cómo puede cambiarte la vida en un segundo...? La mía ya parece un camaleón de tantos cambios que da.Luego de salir de la prisión, un muro más fuerte que el de la Gran Muralla China se ha erigido entre Bruce y yo.Vamos en el mismo coche, uno al lado del otro, pero no tengo idea de a dónde nos lleva este silencio.Algo ha pasado en su cabeza ahí dentro y no quiero indagar en ello. Tenemos mucho trabajo por delante y saber que no estamos del todo bien puede entorpecer todavía más nuestro día.Llegamos a la Oficina del Senado y cada uno se marcha silencioso a sus labores. Trato de no pensar y para eso, solo me queda trabajar.—Aquí está su discurso, senador Collins —le entrego el papel y saludo con un gesto sin humor a Henry. —He oído que ya eres libre para casarte conmigo —me susurra nuestro amigo con sorna.—Tú ya estás casado, sinvergüenza —sonreímos bajito para no molestar a su majestad que tiene unos morros muy g
Capítulo cincuenta y cuatro: Un buen papel*Narra Bruce Collins*Salir de esta prisión, ver como ha quedado un hombre como ese por ambición, celos y traiciones me ha sentado fatal.Mi esposa ha provocado que eso suceda y me invade de pronto el pánico de que haga algo contra la mujer que amo y nuestra hija. Maia va a mi lado y no dejo de pensar en la posibilidad de alejarla de mí, de mandarla lejos hasta que esta campaña acabe y sea capaz de dejar a Christine fuera de la ecuación. Sería presidente cuatro años y luego me divorcio, pero entonces mi hija tendría cinco y me habría perdido su vida en una parte importante. No sé qué hacer.Ella guarda silencio a mi lado y creo que necesito un whisky, lo cual no es bueno teniendo en cuenta que son las nueve de la mañana. Un café tendrá que bastar.—Quiero que me digas qué coño te pasa —Henry entra y veo los cielos abiertos cuando me entrega un vaso de un Expresso recién hecho y me lanzo a por él. —Gracias por venir tan rápido —le envié un m
Capítulo cincuenta y cinco: Somos un equipo*Narra Maia Miller*—Las cosas se van a solucionar —apostilla Henry dentro de nuestro abrazo, tratando de consolarme. Como siempre, él y mi hermana quedan en el medio—. Entre todos encontraremos una salida y esta absurda historia de asquerosa manipulación tendrá el final que se merece en el que vosotros vengan con Brooke a comer los domingos a mi casa para asar morcillas y chuletas en a la barbacoa.Suelto un suspiro enorme de pura resignación y seco mis lágrimas cuando de manera instantánea se abren las puertas y entra Bruce hecho una furia. Ya he tomado mi decisión y me subí a este barco desde hace mucho tiempoLos dos nos quedamos observando como da vueltas de un lado a otro, intentando calmarse antes de hablar.—¿Has perdido la puñetera cabeza? —vocifera para mí y es evidente que la calma es lo único que no consigue reunir su poderoso carácter. —No le grites —me defiende Henry—. ¿Qué diablos querías que hiciera?Dejo que él suelte su fr