Capítulo treinta y ocho (Segunda Parte)*Narra Maia Miller*—¿Cómo...? —la expresión se le queda a medias cuando el motor del coche se apaga. Los escoltas proceden con el protocolo de seguridad al mismo tiempo que yo recibo una llamada de Charlie.¡Joder! Oportuno el tío. —Lo siento, tengo que tomar la llamada —me explico saliendo del vehículo—. Ve poniéndote cómodo en la suite —señalo el ascensor—, porque tenemos que hablar largo y tendido. Charlie —suspiro al descolgar—, dime que tienes algo. —¿Por quién me tomas? —bufa—. Acabo de veros en los medios. El panorama no luce bonito, Maia. —Lo sé, lo sé —suelto una gran bocanada de aire—. Necesito información y ahora. No puedo esperar a verte para saber. —Vale —accede—, igual debemos encontrarnos para entregarte la evidencia. Pero desde ya debes saber que tienes varios tiburones a tu alrededor, escondidos como delfines. —Dime algo que no sepa. —Tu maridito no es trigo limpio —me deja fría con tal declaración, aunque no puedo decir
Capítulo treinta y nueve: Hilo roto*Narra Maia Miller*El trayecto hacia la comisaría se me hace eterno. El silencio reina entre nosotros y la tensión se puede cortar como si fuera un hilo invisible, aunque tremendamente poderoso. Y no me cabe duda de que, si tiramos de él, saldrán muchas cosas hechas pedazos, esparciéndose en nuestras narices como partículas suspendidas en el aire, invisibles, pero tóxicas. Hay juegos que nunca se deben jugar, puesto que son tan peligrosos que matan y todos nosotros hemos estado jugando bastante.No dejo de pensar en lo que hablamos..., en Gerald, en que no pude terminar de contarle toda la historia a Bruce... —Intenta no equivocarte esta vez —brama él a mi lado al teléfono antes de colgar. Ni siempre me ha dicho con quién habla, no la ha dirigido la palabra desde que si jefe de Seguridad nos interrumpió. No sé si está huyendo de hablar conmigo en el camino, o simplemente hay demasiadas órdenes que dar, que no consigue un segundo de libertad ni
Capitulo cuarenta: Destrozados*Narra Maia Miller*Dicen que las cosas siempre pasan por algo y que de ninguna manera se acaba el mundo; pero yo sí siento que el mío se está acabando ahora mismo.Ahora Bruce va a dudar de mí en todas las siguientes cosas de nuestra vida porque así me ha dejado este asunto frente a sus ojos. Cada instante que le faltó de la vida de su hija va a pasar a ser mi responsabilidad, porque hice algo tan simplemente complicado como callarme. —¡Nos vamos! —murmura sacándome de mi estado de shock. Como si nada hubiera pasado, se da la vuelta y abre la puerta para salir de aquí, imagino que su educación diplomática le ha llevado a manejar algo tan grande de forma tan calmada y entonces veo la oportunidad de gobernar el momento y salvar al menos una parte de la situación. Me doy la vuelta detrás de él y justamente cuando sale, cierro la puerta también y pongo seguro para ganar unos minutos a solas con Gerald. —¡Maia! —Bruce ruge dando un portazo desde el otro
Capítulo cuarenta y uno: Todo es un asco*Narra Maia Miller*Siento que tarda una eternidad, toda una vida... observándome como fuera yo la culpable de su asesinatoNoto más lágrimas acumulándose en mis párpados y me niego a dejarlas salir.Sí, me he equivocado. Sí, he hecho muchas cosas mal, puede ser. Y sí, está sufriendo por mi culpa probablemente, pero es que yo también sufrí, lloré y me sentí rota por la suya.En una historia así no hay un solo responsable del caos, de la lucha, del dolor. Él podía haber intentado arreglar lo nuestro o buscarme con el paso de los meses y volver a intentarlo. Sin embargo, prefirió seguir con su estructurada vida, en tanto yo tuve que tirar para adelante como pude ya forma de poder fue a través de Gerald.Llevar a término mi embarazo era mi máxima prioridad... Ese mismo que hoy nos llena de dicha al saber que somos padres de una hermosa y sana bebé. —¿Entonces qué? —cuestiono con la garganta ardiendo—. ¿Se acabó? ¿Me estás dejando, Bruce? —No me
Capítulo cuarenta y dos: Abismo*Narra Maia Miller*Él me obliga a entrar a la casa —no es que yo ponga mucha oposición tampoco— en el más absoluto de los silencios. —Como bien sabes, la casa se mantiene abastecida —me informa, imitando el tono impersonal de un agente inmobiliario—. Seguramente encontrarás todo a tu gusto y si no, pues la verdad es que poco me importa. —¿Te vas? —inquiero con el alma en vilo al verle darme la espalda. —¿Y qué esperabas? —me encara con una frialdad que me cala en los huesos—. Te vas a quedar aquí hasta que yo decida qué hacer. —Pero... —¡Cállate, Maia! —me corta con brusquedad, completamente irreconocible—. Cállate porque estoy haciendo uso de todas mis fuerzas para no hacerte trizas como mismo tu hiciste conmigo. Ni se te ocurra huir o jugármela, porque te juro que acabo contigo. —¡Bruce! —lo llamo una y otra vez, pero es inútil. Él se marcha sin intención de escucharme y cuando cierra la puerta de un fuerte tirón, mi cuerpo se estremece antes d
Capítulo cuarenta y tres: Ebrio*Narra Bruce Collins*Tengo el corazón roto en tantos pedazos, que cada uno de ellos se me quiere escapar del pech0. Es una sensación desagradable como ninguna otra. Capítulos que le faltarán para siempre a mi historia, solo porque ella decidió que así fuese.Por otro lado pienso con amargura, que pelearme con ella no duele tanto como dejarla enfadado y no ser capaz de resarcir esta situación. Me encantaría ignorar mi propia pena y ser capaz en este justo instante de arreglar todo, pero... ¿Cómo me arreglo a mí mismo?El problema soy yo, que no me siento en actitud de perdonar. Son demasiados desencantos ya. Es agotador este sin parar de descubrimientos, de secretos... ¡por algo que no hice!No puedo dejar de imaginar su vida durante el embarazo por lo poco que me ha contado. ¿Y si acaso llegaba a morir? Yo no habrían estado allí y me jode, me jode tanto que me envenena por dentro. En parte la entiendo, pero eso no la justifica. Se equivocó y el error e
Capítulo cuarenta y cuatro: Esperanza y Niebla*Narra Maia Miller*Ver a Robin disfrutar con la niña intensifica mis remordimientos, pensando en lo que pudo haber sido y no fui por mis inseguridades y mi ingenuidad. Los dejo jugar por un rato hasta que llega la hora de comer para Brooke y la pequeña comienza a llorar, reclamando su cena. El abuelo la sienta en su silla móvil y procedo a darle la papilla que mi hermana ha preparado, bajo su atenta mirada. Ahora mismo, encuentro más que nunca el parecido intermitente con su nieto. Su actitud hacia mí no es la cálida de siempre. —Estás molesto —suspiro al decidir romper el silencio, una vez la bebé está dormida— y lo entiendo. —¿Lo haces? —cuestiona con un tono severo que no le he escuchado jamás—. ¿Tienes idea de la magnitud del error que has cometido? —Créeme, nadie lo lamenta más que yo. —Eso dícelo al hombre que has juzgado como criminal sin someterlo siquiera a un juicio justo, al mismo que le has negado su hija por diez mese
Capítulo cuarenta y cinco: Difícil solución*Narra Bruce Collins*No me molesto ni en seguir a Christine con la vista cuando se marcha, simplemente doy media vuelta, me ducho intentando no pensar en lo que he hecho sino más bien en lo que puedo hacer para solucionar este conflicto que yo mismo he provocado con mi soberana idiotez.Me visto, reviso mi correo y mando algunos avisos para la seguridad y cierro la laptop bebiendo un maldito café. Esta tarde tengo que dar una rueda de prensa, a más tardar mañana... Sé que no pudo dilatarlo más y para mayor desgracia es algo que tengo que hacer con mi esposa.¡Que me maten de una puñetera vez!Suena mi teléfono por la línea privada y respondo de manera automática, sin saber de quién se trata.—¿Qué quieres? —descargo mi acritud en él. —Veo que te has levantado de muy buen humor. Supongo que la resaca te sienta de maravilla —ironiza y ruedo los ojos como si pudiera verme.—No tienes ni put@ idea, Henry ¿Que coño quieres?—Sal que estoy fuera