Capítulo treinta y uno: Mala Espina*Narra Bruce Collins*Cuando salgo del avión, doy un espacio de tiempo para que ella se haya ido, puesto que no quiero ninguna especulación o habladuría al respecto. Por el momento, no nos pueden relacionar en el ámbito personal, aunque estarían en lo correcto (al menos en esa parte). Tenemos una historia en común que, desde fuera, quien no la conoce —incluyendo los medios y redes sociales— puede interpretarlo todo como algo sórdido y mezquino. Yo siempre quedaría como el típico infiel, un hombre más a la lista del tan nombrado cliché de «todos los hombres son iguales». Ella, por otra parte, se llevaría —también como topicazo—, la peor parte. Maia sería tachada de zorra infiel que se interpone en un matrimonio feliz, rompiendo el suyo propio. La verían como la villana de la historia que amenaza con destruir desde debajo de sábanas infieles una prolífica carrera.Nada más lejos de la realidad. Por este tipo de cosas es que no debemos dar las suposi
Capítulo treinta y dos: Atentado*Narra Bruce Collins*Estoy en el suelo. Soy consciente de que estoy en el suelo; pero, ¿en el suelo de dónde?¿Qué sitio es este?Me quejo y trato de darme la vuelta hasta que entiendo que estoy sobre el techo del coche. ¡Joder!Vuelve a girar el maldito auto y siento que me desgarran la piel en choque contra choque. Estoy volcado y no sé cuando pare.¿Qué rayos ha pasado?—¡Sacad al candidato! —gritan desde fuera.Soy incapaz de entender qué coño pasa.Hubo una explosión y alguien disparó, pero mis coches están blindados, es imposible que me den. Sin embargo, mi cabeza sangra, tengo dolores y lo atribuyo a que ya me había quitado el cinturón de seguridad. No encuentro el móvil. Estoy un tanto aturdido.—¡Aquí! —grito dando mi posición—¡Sacadme, joder!Definitivamente pierdo los papeles. Me empiezo a encabronar mientras busco el móvil. Ella tiene que estar preocupada si oyó las explosiones. —¡Venid, está aquí! —mi jefe de seguridad da aviso—. ¡Rápid
Capítulo treinta y tres: Fantasía o Realidad*Narra Maia Miller*«Está bien», me repito a mí misma como una especie de mantra al mismo tiempo que me cambio de ropa. —¿Maia, estás despierta? —Gerald no tarda en tocar a mi puerta. —¡Pasa! —demando antes de ir por los zapatos. —Hay alerta de atentado... —se detiene en seco al reparar en mi aspecto—. Ya lo sabes. —Acaban de avisarme —señalo el móvil—. Necesitamos apagar la noticia antes de que se extienda. —¡¿Cómo?! —El candidato... —opto por no mencion@r su nombre, puesto que cabe la posibilidad de delatar mis emociones y... ha sido un día demasiado largo— no quiere que se sepa. Necesitamos reprogramar la agenda de esta semana y posponer los eventos públicos. El Senador Collins se encuentra aislado, esperando el resultado de los exámenes para descartar COVID.—¿Estás hablando en serio? —cuestiona mientras yo me detengo a mirarle, sin entender su actitud—. Este atentado nos viene de perlas para nuestros planes. Podemos armar un revu
Capítulo treinta y cuatro: Haciendo equipo*Narra Maia Miller*Mis manos se manchan de sangre al tocarle la frente. —No es nada —asegura él besando la piel manchada—. Solo un pequeño corte.—No simplifiques algo así, Bruce —mascullo molesta.—No lo estoy haciendo. Esto es grave y lo sabemos, por eso estoy aquí en un piso seguro, pero...Atrapo sus labios con los míos sin más. Necesito besarlo hasta la saciedad, sentirlo mío, latiendo junto a mí. Y tal vez así me convenza de que está sano y salvo. —Mmmm —masculla algo ininteligible mientras disfruta de mi arrebato—, aunque puede que tenga su lado bueno. —No hay lados buenos en un intento de asesinato, Bruce —matizo rabiosa—. Dime cómo fue.Escapo de sus brazos para alcanzar unas toallas antisépticas y limpiar la sangre que escapa por el borde de su pequeña herida y la de mis manos de paso.—Ni siquiera lo recuerdo —se sienta en la esquina de una cama y es en ese preciso instante en que recuerdo la presencia de Henry—. Fue muy rápido
Capítulo treinta y cinco: De Senador a Niñero. *Narra Bruce Collins*Despertar y que Maia no esté bajo mi cuerpo, me pone de mala hostia. Ya me levanto enfadado.Paso la bendita mañana trabajando a pesar de mi reclusión en este sitio y entre varias tazas de café, se me llenan las horas. Ella no me llama, no me dijo a donde iba y eso me impacienta.Sin embargo, resulta que en algún inesperado momento, recibo una visita de la que no tenía ni idea... ¡Menudo piso franco de porquería! Resulta que todo el mundo conoce su ubicación —¿Qué haces tú aquí? —mis ojos no pueden estar más abiertos—. ¿Quién te dijo donde estaba?—Calma tus neuronas histéricas, guaperas —me corta el rollo con un chasquido de lengua—. Tu equipo de prensa ha solicitado mi ayuda y resulta que la jefa es mi hermana... Mola, ¿eh?—¿Y tus servicios vienen con bebé incluido? —señalo la niña que trae en brazos. ¿Cómo se le ocurre venir aquí con ella? La respuesta es sencilla: Diana Miller tiene menos sentido común que
Capítulo treinta y seis: La caja de Pandora*Narra Maia Miller*—Voy de regreso, Gerald —ruedo los ojos —. Tengo que despachar ciertas cosas con el candidato y luego iré a la casa a descansar. —Te estás tomando demasiado en serio esta farsa, Maia —farfulla del otro lado de la línea telefónica. Siento cierto reclamo en su voz y no me gusta un pelo. Nunca antes había sido así de dictatorial y estoy empezando a agobiarme —cosa que, teniendo en cuenta lo que estamos descubriendo, no habla en su favor—. Él no es el tipo de hombre posesivo y entre otras cosas, esa..., es la que me motivó a casarme con él y aceptar su propuesta de revancha. Nunca he querido un tipo que me dibuje en el suelo cada sitio por donde debo pisar.—Los dos sabemos que no es ninguna farsa mi trabajo —suspiro con profundidad—. ¿O me equivoco?La disyuntiva que le planteo es bastante retórica y se toma unos segundos antes de responder. Y es en los que escucho cómo cruje algo del otro lado de la línea y luego de su su
Capítulo treinta y siete: Código Negro*Narra Maia Miller*En tanto todos a mi alrededor esperan una respuesta por mi parte, más o menos a la misma pregunta, decido hacer extensiva a los tres mi sincera intención al decir lo que dije respecto a lo que vi. —Por si alguno de vosotros lo ha olvidado —matizo sardónica—, el Senador no es niñero, acaba de sufrir un atentado y no me parece que sea correcto tomarse las libertades de traer a mi sobrina al sitio donde se puede encontrar en riesgo. Sin dejar de mencionar que no fui informada de esto.Siento la mano de mi esposo caer sobre mi cadera —un gesto un poco posesivo e impropio de él— y también, a su vez, veo como los ojos de Bruce van hacia esa mano.—En cualquier caso, señora Miller —masculla este último visiblemente molesto—, soy yo quien debe decidir quién viene o no a mi piso franco. Si me molesta o no, la presencia de la bebé y..., si me parece o no ejercer de niñero. En cuanto a lo demás, le aseguro que esta niña nunca ha estado
Capítulo treinta y ocho: Secretos desvelados, confianza rota*Narra Maia Miller*He entrado en pánico.Sé que me llaman, más no identifico quién. Hay gente corriendo por todos lados y humo negro saliendo no sé de dónde. No consigo oír, puesto que me encuentro completamente bloqueada. No tengo idea de cuánto tiempo pasa hasta que la situación es medianamente neutralizada. Los escoltas has formado una muralla a mi alrededor y no logro ver nada. No logro ver a al hombre que amo. —¡Sácala de aquí! —grita la voz cuyo dueño consigo identificar enseguida como Bruce—. Vosotros os quedáis conmigo. No puedo irme y dejar este caos. Puede haber muertos.—¡No! —me niego de manera automática. —¡¿Nena?! ¿Estás bien? —asiento, aunque no debería usar frente a su seguridad apelativos cariñosos—. Habla. Dime que estás bien, por el amor de Dios.—Estoy bien... —suspiro de alivio al verlo íntegro—. Bruce, tenemos que hablar.Tengo que confesar y pedirle que investigue a Gerald. De pronto he empezado a