CAPÍTULO 2

Empecé a abrir lentamente mis ojos y llevé mis manos por instinto a mi cabeza, me estaba doliendo y casi no recordaba lo que había sucedid…

¡Esperen! 

Me levanté abruptamente, sorprendiéndome con lo que mis ojos veían. 

¿En dónde estaba?, ¿qué había sucedido? 

Mis recuerdos estaban llegando y lo último que pasó es que… había estado apunto de ser golpeada, pero él… él me había salvado. 

¿Quién era ese hombre?, ¿él me había traído aquí? —preguntaba mentalmente, empezando a sentir terror por mi vida. 

La puerta del hermoso cuarto en el que me encontraba se abrió y salté de la cama para intentar agarrar lo primero que encontrara, tenía que defenderme, pero no fue necesario, el hombre que me había salvado anteriormente estaba ahí. 

Un alivió me recorrió al ver que era él y no aquel hombre que quería venderme.

—Tú —susurré—. Gracias por ayudarme. 

No respondió, solo terminó de entrar y cerró la puerta, todo esto con su mirada fija en mí, me resultaba demasiado intimidante, muy diferente a la última vez. 

—Soy Valentino Marchetti —se acercó hasta mí y extendió su mano. 

Mi ceño se frunció de inmediato y achiqué mis ojos. 

Ese apellido ya lo había escuchado antes, ¿en donde había sido?

Marchetti …

Marchetti…

Marchetti… 

¡¿Crees que puedes jugar con el Signori (señor) Marchetti?—recordé las palabras de uno de los hombres que amenazaron a mi padre. 

—Tú, mi padre le debía dinero, usted es el Signori Marchetti —afirmé, dejando su mano extendida y retrocedí, porque sabía lo que eso significaba, todo lo que había vivido en tan pocas horas era por él—. Por su culpa fui vendida, es su culpa y la incapacidad que tiene para dar más plazo. 

Bajo su mano lentamente e introdujo sus manos en sus bolsillos delanteros. 

—Corrección, Flavio aún me debe dinero —comentó con algo de desprecio, como si el nombrar su nombre le causaba repulsión —. El dinero que recibió de su compra, se fue con el, pero pronto aparecerá… todos lo hacen. 

Abrí mis ojos sorprendida y sentí unas terribles ganas de llorar, de nuevo. Algo me decía que el estar aquí con él no había sido por bondad. 

Ya ni siquiera me importaba el destino que iba a tener mi progenitor, solo importaba yo y el que saliera de esta pesadilla lo antes posible.

—¿En dónde estoy? —pregunté. 

—Se encuentra en una de mis propiedades, seré directo, Alessia —exclamó, algo irritado—. La salvé de que fuera comprada por algún hombre sin escrúpulos y de que tuviera una vida miserable. 

Mi corazón se detuvo repentinamente al escuchar sus palabras. 

¿Él había hecho algo como eso, aun cuando no me conocía?

Después de todo no era un mal hombre, tal vez había juzgado muy pronto. 

—¿Enserio lo hizo? —murmuré sorprendida—. No sé qué decir, ¿gracias?… prometo que le pagaré todo y…

—Claro que lo hará, soy un hombre de negocios y usted Alessia Ferrara se casará conmigo, es la única razón por la que la salvé, para que se case conmigo —fruncí mi ceño de inmediato y me senté en el primer mueble que encontré, temía que me desmayaria de nuevo. 

—¿Ca—casarme… con usted? —cuestioné, totalmente atónita—. ¿Acaso está loco? 

Caminó hasta donde me encontraba, se inclinó y sus manos las apoyo a cada lado de mis piernas, contuve el aliento casi al instante, el tenerlo tan cerca me causaba demasiados nervios y un remolino en mi interior. 

—Será un matrimonio por contrato, durará un año y durante ese tiempo tendrá que ser una esposa trofeo, ¿sabe usted lo que significa, verdad? —ironizó—. Estará conmigo en todos los eventos al que tenga que asistir, será educada y la mejor esposa que podría existir, todos tendrán que creerse el falso amor que profesaremos delante de ellos. 

Se alejó rápidamente y un vacío se instaló en mi, era como si quisiera tenerlo cerca nuevamente, aun cuando no podía respirar con él tan cerca. 

Cuando supe que podría hablar sin titubear, lo hice con un rotundo. 

—No, no seré su esposa, no me casaré con usted. 

Chasqueó su lengua y negó levemente. 

—El no, no es una opción, Alessia —hizo un amago de sonrisa y se marchó, pero justo antes de que abriera la puerta volteó a mirarme por encima del hombro—. Si se niega, la llevaré nuevamente a ese lugar de mala muerte y nadie la salvará del trágico destino que le espera… y recuerde, nadie podrá saber de nuestro acuerdo. 

Con eso último salió, dejándome asustada ante esa idea, no quería volver a ese lugar y tampoco podría casarme con él, no me casaría así y mucho menos sin amor.

Creía en el matrimonio y siempre había soñado casarme con el amor de mi vida, no por un contrato, no porque debía pagar una deuda que no me concierne a mi. 

En ese momento supe algo, tenía que salir de aquí, tenía que huir del país si era necesario, pero no dejaría que mi vida la manejaran a su antojo. 

Gabriella —pensé en mi mejor amiga, ella me ayudaria. 

Rápidamente empecé a buscar algún telefono, pero no había nada, tenía que comunicarme con ella o salir de aquí, pero ni siquiera sabía donde estaba, fui hasta la puerta y agarré el pomo, sintiendo una gran felicidad al ver que no había seguro, así que abrí y salí corriendo, intentando buscar la salida, era un enorme corredor, cuando divise las escaleras no lo pensé dos veces y baje cautelosamente, no podía dejar que me vieran, así que cuando unas voces empezaron a escucharse, casi que caía rodando, para intentar llegar a tiempo y esconderme. 

Mi respiración era frenética, sentía que mi corazón se salía de mi pecho. 

Las voces se alejaron y fue mi oportunidad para ir hasta la puerta y abrirla, no sin antes agarrar un pequeño jarrón, no sabría si lo llegaría a necesitar para defenderme. 

Estaba tan nerviosa, exaltada, que cuando me encontré cara a cara con Valentino, mi única reacción fue darle un golpe en la cabeza.

—Mierda —murmuré, al darme cuenta el grave error que había cometido. Solté de inmediato el pequeño jarrón de mis manos, haciéndose añicos al tocar el piso. 

Retrocedí por inercia al ver su mandíbula totalmente tensa y sus manos empuñadas. 

Su mirada era fría, escalofriante y había tanta ira en ella, que sentía era capaz de cualquier cosa, pero muy adentro de mi sabía que él no me haría daño, todos lo podían hacer, pero no Valentino Marchetti. 

Era un sentimiento contradictorio, ni siquiera yo lograba entenderme. 

—¿A dónde ibas, Alessia?, ¿acaso huías? —cuestionó minutos después. 

No sabía si ser sincera ayudaría con la tensión del ambiente, pero él tenía que saber que no estaba agusto con esto y que mucho menos me casaría con él. 

—Sí, soy una persona libre que puede tomar decisiones sobre su vida, así que le pido por favor, que se aparte y me deje ir. 

—Pensé que ya lo habías entendido —dijo, en un tono enojado… muy enojado—. Me perteneces, Alessia, la compré y si no quieres aceptar el hecho de que nos casaremos, puedo devolverla, ¿quiere usted, eso? —esquivé su dura mirada y mordí mis labios, tenía mucha impotencia—. ¡Responde! 

—No. 

—¡Florencia! —gritó nuevamente y una señora apareció rápidamente—. Encierrala en la habitación, nadie entra, nadie sale. 

Ni siquiera se dignó en mirarme otra vez, simplemente se fue. 

Se había ido. 

—¡¿Qué?! ¡No soy una cría a la que puedas encerrar!, ¡¿Qué es lo que le pasa?! —gritaba para que escuchara, estaba enojada, no quería estar encerrada, no quería que me privaran de mi libertad. 

Florencia me suplicó el ir, aunque quise no pude negarme ante ella, sabía que si no lo hacía sufriría por mi culpa y no dejaría que fuera así, también me había sugerido hacerle caso a Valentino y de no enfadarlo o me arrepentiría. 

¿Que había querido decir con ello?

La verdad no me importaba, buscaría la manera para escapar e irme lejos de Italia, claro que lo haría y esto solo sería una pesadilla temporal, un amargo recuerdo, quedaría en el pasado. 

—Te aconsejo que no le cuestiones mucho al señor Marchetti, no es un hombre muy paciente y últimamente tiene muy poca paciencia, ha estado pasando por muchas cosas. 

—Agradezco tu consejo, pero no me interesa, además no me casaré con él, me iré de aquí. 

—¿Cómo?, ¿no te vas a casar?, pero si la boda es en tres días, los preparativos ya empezaron. 

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