Capítulo 2

Nathan

Era de noche, estaba oscuro y el olor a gasolina y sangre era nauseabundo. No sentía el cuerpo, era como si flotara. Estaba de cabeza y no podía abrir bien los ojos, los sentía pesados y el mareo era incesante. Miré a mi alrededor, había humo, luces, sombras de personas. Las voces amortiguadas, trataba de aferrarme a ese sonido, pero entonces la vi. Mi querida Eleanor, golpeada, inconsciente, llena de sangre. Muerta.

Intenté llorarla, pero solo sentía como la oscuridad me arrastraba poco a poco, hasta que no sentí nada. 

Me despierto sobresaltado. Cada p**a noche tengo el mismo sueño. Es un castigo por sobrevivir, no tengo dudas, debí morir en ese accidente junto con Eleanor.

No había esperanzas, me habían declarado muerto tras varias maniobras de reanimación. Hasta que mi corazón volvió a la vida por la estúpida tenacidad de uno de los paramédicos. Cuando desperté días después en el hospital, todo fue distinto. 

Odio la vida que he llevado desde entonces, han sido cinco años de miseria. Sin Eleanor, sin voluntad propia, con la amargura conquistando cada parte de mi cuerpo. No hay peor manera de vivir, sin embargo no tengo la valentía suficiente para terminar con todo. 

Me miro en el espejo cada día y no me encuentro a mí mismo, no reconozco al tipo que me devuelve la mirada. Mi único escape es el trabajo, el alcohol y el auto lamento. Lo sé, lo reconozco y me da igual. He perdido todo lo significante en mi vida, creo que perderme a mí mismo no tiene importancia. 

Me estiro en mi cama todo lo que puedo para buscar el diario en mi mesa de noche, con él me recuerdo cada día que no debería estar respirando en el mundo de los vivos, sino que debería estar con ella. Con mi chica. Eleanor era una mujer hermosa, buena, demasiado para mí y aun así era mía. No merece estar muerta.

Busco su foto, torturarme con su imagen me hace sentir bien aunque suene masoquista. Sus ojos vivaces en la fotografía, su sonrisa contagiosa y atractiva, reemplazan el último recuerdo que tengo de ella. Llena de sangre y sin vida.

Acaricio sus letras plasmadas en el papel, paso las páginas hasta encontrar el anillo. Aprieto los labios al recordar cuando se lo di: el mismo día del accidente.

Quería casarme con ella, vivir una vida a su lado y todo se acabó en tan sólo segundos. 

Cierro de golpe el libro y lo vuelvo a guardar en la mesa de noche. Paso mis manos por mi pelo, con ganas de arrancarlo. Despertar cada día es un martirio, hacer las actividades básicas de cada humano a diario, es un tormento. 

Me ahoga, me duele verme inútil. No sirvo para nada, soy una carga para mi familia.

Decido levantarme, aunque decir esto es una ironía. Me apoyo en mis brazos y me deslizo fuera de mi cama hasta mi silla. Acomodo mis piernas inútiles en los pedestales y acciono el mando para activar las ruedas mecánicas, para dirigirme a mi pequeño bar. Necesito un trago para empezar el día. Es mi rutina diaria. 

Perder la movilidad de mis piernas es nada comparado con todo lo que he perdido. Mi empresa, mi prometida, mi bebé. Ese del que no sabía su existencia hasta el día que me dieron la fatídica noticia. ¿Qué más puedo perder? ¿Cuánto más puedo sufrir? ¿Acaso encontraré alivio? Son las preguntas que me hacía cada día del primer mes, después entendí, que esto es mi infierno personal. Y lo acepto. Desde entonces mandé al diablo los tratamientos y los procedimientos para recuperarme. 

Señor Pierce, es hora de su medicamento la voz de la enfermera que contrató mi madre, corrompe el silencio de mi habitación.

¿Cuántas veces debo decirte que toques la m*****a puerta? Ladro furioso por su intromisión.

Lo siento, señor Pierce balbucea—, pero no respondía a mis llamados.

Tal vez porque te estaba ignorando le doy un sorbo a mi whiskey, haciendo una mueca de desprecio

Odio a los desconocidos, aunque mi familia se empeña en contratar a una nueva mujer cada vez que la anterior huye de mi carácter. No necesito alguien que me atienda, solo quiero que me dejen solo y en paz.

Lo siento.

Lárgate le ordeno. Escucho como me maldice entre dientes y sonrío levemente. Disfruto del pequeño placer de crear aversión hacia mí, ayuda a liberar un poco mi propia tarea. 

Tengo implementadas cámaras de vigilancia en toda la casa, por lo que sigo el recorrido de la incompetente enfermera hasta el comunicador del edificio. Como fiel perro faldero, va a quejarse con mi madre. ¿Cuántos años cree que tengo? ¿Cinco? Solo es la profesional que vela por mi intrascendente salud, no mi jodida niñera. 

Acabo el trago de mi vaso y me sirvo otro cuando veo por los monitores en mi escritorio, que mi madre aparece tras las puertas del elevador. Hago un sonido de frustración. Es demasiado temprano para escuchar su voz recriminando mi actitud. 

Nathan la escucho decir a medio camino antes de abrir la puerta. 

Otra que no sabe tocar la puerta farfullo dando la vuelta en mi silla de ruedas—. Buenos días, madre.

Apesta a alcohol aquí lleva una mano a su boca y hace una mueca de desagrado.

¿Por qué será? Cuestiono con ironía antes de beber todo el contenido de mi vaso

No puedes seguir bebiendo tan temprano, te vas a matar me quita el cristal de la mano y arrastra mi silla lejos del mini bar. Ruedo los ojos—. Debes dejar que te cuidemos. 

Ese es el punto. No quiero que lo hagan saco sus manos de mí y me acerco a mi otra silla, la que no es eléctrica. Necesito una ducha. De hecho, me gustaría que no se inmiscuyan en mi vida y dejen de ser intrusos en mi casa le espeto y ella aprieta sus labios.   

No puedes ser un cretino lo que te queda de vida.

Obsérvame sonrío con malicia. Alineo las dos sillas y recurro a la fuerza de mis brazos para pasar de una a la otra. Por el rabillo del ojo veo a mi madre aproximándose y gruño—, ¡Yo puedo solo! Le grito.

Ella se sobresalta y el horror nubla sus ojos azules. M****a. Me dejo caer y aprieto los ojos tomando algunas respiraciones para calmarme. Odio que me tengan lástima, pero a pesar de todo ella es mi madre.

Lo siento, ¿bien? Pero déjame hacer las cosas por mí mismo, no me hagas sentir más inútil de lo que soy murmuro con amargura. 

No eres inútil, Nathan. Solo te condenas a ti mismo se acerca con pasos cautelosos y resignado permito que me ayude a moverme a la otra silla. Otra cosa que odio de todo esto es arrastrar a mi familia conmigo, hice que sus vidas se detuvieran sólo para que estén al pendiente de mí cada maldito día. Mírame me toma de la barbilla y clava sus profundos y amorosos ojos en mí, cala tan hondo que por un momento me arrepiento de todo los desplantes que le he hecho los últimos años. Sé que tu dolor va a menguar un día y entonces te dejarás cuidar. Que necesites nuestra ayuda no es malo, Nathan. Lo malo es que quieras alejarnos cuando solo queremos atender a alguien a quien amamos.

Miro al suelo, no quiero sus palabras, no quiero que me consuele. Necesito que me odie por ser su carga permanente.

Eso lo dices ahora, hasta que te canses le espeto y ella sonríe dolida

Lo diré siempre, porque eres mi hijo  se inclina y besa mi frente—. ¿Quieres que te ayude con tu ducha o puedes solo?

Créeme, no quiero que mi madre me vea desnudo le doy una mirada aburrida y ella asiente de acuerdo

Te veré abajo, debes tomar tus medicinas. 

Emito un sonido de afirmación solo para que salga de mi habitación. Cuando lo hace respiro hondo. Soy un imbécil, pero no puedo evitarlo. Las circunstancias me han vuelto un ser despreciable, y me agrada. 

Entro a mi baño y lo contemplo desde la puerta, al igual que toda mi casa, ha sido modificado para mi desdichada condición. Tengo un apartamento completamente acomodado a mis necesidades, puedo valerme por mí mismo, aun no entiendo por qué permito que vengan personas a mi casa. 

Y es que tal vez y solo tal vez, muy en el fondo, necesito verlos, necesito que estén aquí. 

Hago deslizar las ruedas por todo el baño hasta la rampa que me da acceso a la ducha. No recuerdo la última vez que me di un baño, mi tina está inservible en una esquina del cuarto, y antes de esto, eran los asquerosos baños de esponja. Nada más insultante y denigrante que eso. Así que disfruto de esta privada libertad hecha a mi medida.

Cierro las mamparas y abro el paso de agua para dejar que esta caiga sobre mí, arrastrando la peste a alcohol y parte de mi permanente mal humor. Es en esta parte de mi rutina que me derrumbo cada día, que me permito llorar la muerte de Eleanor, que me dejo dominar por el dolor. Pero hoy no sucede nada, supongo que esa parte de mí está dormida por el momento. 

Sin embargo los recuerdos siguen vívidos y me atacan en cuanto cierro los ojos.

Flashback

Tu madre me odiará se reía Eleanor mientras se recostaba en mi pecho.

Sonreí de lado y la apreté más contra mi cuerpo. Era lo que más me gustaba de hacer el amor con ella, apretarla en un abrazo y quedarnos dormidos juntos.

No digas eso, te ama.

Nate, hice que nos escapáramos de su exposición. Es un evento importante para ella y nos fuimos. Estará furiosa me incliné a besar su frente

Se le pasará murmuré.

Lo sé ronroneó subiéndose a mi regazo. Su mirada era seductora, de lo más hermosa. Era mi locura—. Te amo. 

Yo también te amo.

Fin del flashback 

Los momentos con ella eran perfectos. Nunca amé a una mujer como lo hice con Eleanor. Era gran parte de mi mundo, no sé cómo puedo continuar sin su presencia. 

Termino de ducharme apartando los recuerdos, me cubro con mi toalla y seco la silla con otra. Me rio con ironía. Este pedazo de metal es parte de mí, es casi como mi cuerpo. Es ridículo. 

Salgo del baño y gruño cuando encuentro a mi hermano sentado en mi cama. Sonríe al verme y le brindo una mirada furibunda.

¿Qué m****a haces aquí? Es mi casa, exijo un poco de privacidad, m*****a sea escupo con cólera

Buenos días para ti también, hermanito sonríe tan galante como siempre—. Deberías afeitarte señala mi barba y hago una mueca

Llevo mi mano a mi mandíbula y acaricio el vello abundante. Me gusta así. Me da una apariencia algo moribunda. 

No te metas en mis asuntos.

Vine a tu revisión semanal. ¿Lo olvidaste? Seguro que sí se sube las mangas de su camisa hasta los codos y se pone de pie—. No tengo mucho tiempo, tengo que irme a la clínica. Así que te ruego, hermano, que seas cooperativo.

Ruedo los ojos y niego con la cabeza. ¿Qué quiere comprobar? ¿Que mis piernas no tienen respuestas como cada día? ¿Que mis músculos se atrofian cada vez más? Sus consultas siempre tienen los mismos resultados: empeoro cada día. 

Que sea rápido farfullo.

Chandler abre su maletín y saca sus artilugios de tortura. Ni siquiera es médico en traumatología, es cirujano plástico, pero desde que dejé de visitar a mi doctor, siente que tiene la responsabilidad de chequear mi salud cada cierto tiempo. Lo detesto, pero sé que madre estará tranquila si lo dejo revisarme. 

Tu condición…

Empeora, lo sé lo interrumpo y él suspira—. Pero le dirás a madre que todo sigue igual.

Eres un estúpido egoísta, Nathan, pero dejaré que tú mismo recapacites y veas que no solo te estás castigando a ti mismo con todo esto. Arrastras a todos los que te queremos. 

Me quedo en silencio. No tengo el valor, ni las ganas de contestarle. Sé que tiene razón, pero el problema está en que no me importa. Nada lo hace. Bloqueé la parte que sentía empatía por los que me rodean.

Soy la peor versión de mí ahora y no quiero cambiarla.

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