Madelaine
Salgo del restaurante con dolor de cabeza. Tengo una carga insoportable sobre los hombros que necesito delegar, lamentablemente no tengo a nadie más para hacerlo. Estoy sola y son demasiadas cosas que arreglar y pensar. Durante los últimos años he tenido que ajustarme a un ritmo de vida demasiado cambiante, con cada año de Noah he tenido que moldearme a sus necesidades sin descuidar a mamá. En resultado, me he olvidado de mí misma. Fiestas, universidad, parejas, amigos. Todo. No me arrepiento, pero a veces lo añoro.
Ahora un problema más se suma a los que ya están presentes. El lugar que ha estado sosteniéndonos, se está derrumbando y debo hacer algo al respecto. Fue una larga mañana, con cuentas y números, para sólo llegar a fin de mes apenas. Ante todo esto he tenido que organizar mis ideas y hacer notas mentales, para otra vez, ajustarme a un repentino cambio.
Lo primero que debo hacer es conseguir un empleo, uno que me deje dinero suficiente y tiempo para cuidar de mi madre. Necesito inscribir a Noah en la escuela, pues este año ya debe ir. Hay que comprar sus útiles y eso se suma a los gastos mensuales, junto al combustible, la comida, los servicios del hogar, medicamentos, el hospital… y la lista continúa, haciéndose casi interminable.
Me va a dar un colapso por las decenas de preocupaciones que se aglomeran en mi cabeza.
—Creo que irás a la escuela pública, Noah —murmuro viendo por un segundo a mi hermano a través del retrovisor—.
— ¿Qué es pública? —Cuestiona con ojos curiosos y sonrío—.
—Nada malo, descuida.
Estaciono en el parqueo del hospital y respiro hondo. Normalmente para venir aquí lo hago caminando, pero hoy he venido desde el Lawrence’s y el trayecto es largo y tedioso.
Me preparo para salir, bajo la tranquila y paciente mirada de mi hermano. Al cual le quito los seguros de su silla para dejarlo a mi lado. Le pongo su mochila y tras cerrar el auto, tomo su mano para dirigirnos al interior del centro médico.
No sé lo que me depara ahí dentro, pero solo necesito ver a mi madre bien y que me digan que puedo llevarla a casa pronto. Llegamos rápido al ala de oncología, Noah ya se sabe el camino por lo que se suelta de mí y corriendo se dirige a la habitación de nuestra madre. Lo sigo a paso rápido con una sonrisa en la cara, sin embargo lo encuentro paralizado en la puerta, la razón la veo frente a mí.
Mamá está vomitando en un cubo, su piel está más pálida que ayer, su semblante más moribundo. No parece ella.
—Mami —la llama Noah con voz quebrada. Me pongo frente a él para que no mire—.
—Mami estará bien. Espérame afuera, cariño —le susurro y él asiente con ojos asustados. Cuando da unos pasos atrás, cierro la puerta y me vuelvo hacia mi madre. El horror llenando cada uno de mis poros. — ¿Qué sucede? Los vómitos habían cesado.
Me acerco a ella que deja el recipiente en el piso y se deja caer agotada en la cama. Sus ojos casi vacíos no demuestran más que dolor y pena. Está sufriendo. Los ojos se me llenan de lágrimas.
—Son efectos secundarios de la quimioterapia. Lo sabes, Madelaine —su susurro suena desgarrador, como si utilizara todas sus fuerzas para formular las palabras—.
—Ayer estabas bien —tomo su mano y la aprieto con delicadeza. Ella sonríe apenas—.
—Es la magia del cáncer.
Ella cierra los ojos y por unos segundos pareciera que estoy contemplando un cadáver y esa idea rompe mi corazón. No me imagino el día en que tenga que enterrar a mi madre, no lo soportaría. Llevo su mano a mi boca y beso su dorso, está fría.
— ¿Qué dice Aaron? —Susurro y ella niega suavemente con la cabeza—.
—No quiere decirme, al menos no hasta que hable contigo. Supongo que estoy más cerca de la muerte.
Sufro un pinchazo en el corazón y evito derramar las lágrimas que quieren salir a mares. Ella de verdad no puede estar rindiéndose.
—No digas eso —la reprendo y abre sus ojos cansados—.
—Dile a Noah que puede entrar. Quiero ver a mi hijo —Asiento a su petición y voy en busca de mi hermano, quien aguarda junto a la puerta como el niño obediente que es. De la mano lo llevo junto a mamá y lo subo a su camilla—. Hola, amor. Mira que hermoso estás —le acaricia el pelo casi con devoción.
— ¿Te duele, mami? —Le pregunta preocupado y sonrío. Es un niño muy dedicado.
—Ya no. No cuando te veo.
Desvío mi mirada un solo segundo para ver al doctor Mayer parado en la puerta observándonos, con sigilo me aparto de mi pequeña familia para ir a hablar con él. Necesito que me dé las respuestas que no ha querido darle a mi madre y solo ruego que no sea tan grave el asunto.
Aarón da unos pasos atrás para dejarme vía libre para salir de la habitación. Nos alejamos un poco de la puerta y me cruzo de brazos abrazándome a mí misma, cuando un repentino escalofrío me recorre.
—Buenas tardes, Madelaine —saluda con educación y suspiro.
—No tan buenas —murmuro desanimada, pensando en lo de esta mañana—. ¿Cómo está mi madre?
—Estable —dice serio y presiento que no vienen buenas noticias. —El trasplante de células madres que le hemos hecho no ha dado el resultado esperado.
— ¿Eso es malo, cierto? —No reconozco mi propia voz, es temblorosa y algo chillona. El miedo me tiene dominada.
Aaron suspira y pone una mano en mi hombro. Eso, definitivamente, es mala señal.
—Se suponía que tenían que reconstruir la médula dañada, pero los últimos exámenes han arrojado un déficit de glóbulos blancos y rojos sanos. Analizamos la médula ósea de tu madre y encontramos que está produciendo más células de leucemia — ¿entonces de qué ha servido todo esto? Tanto tratamiento y deterioro de la salud de mamá para nada. —Madelaine. Debemos hacerle otro trasplante.
Me alejo de su toque y niego con la cabeza una y otra vez. No podemos, la última vez no conseguimos donantes, tuvimos que utilizar las propias células madres de mamá, por eso tal vez no funcionó el trasplante. ¡Dios! ¿Por qué tiene que ser todo tan complicado?
—Sus células no funcionaron, es inútil —murmuro y él aprieta los labios—.
—Necesitamos hacerlo, Madelaine —inhalo aire profundamente. Él me toma de las mejillas—. Amo a tu madre, Elle, y al igual que tú no quiero perderla, me vuelve loco verla morir en una cama. Sé que no es profesional ni ético lo que siento, pero haré todo lo que mi conocimiento me permita para ayudarla.
Los ojos se me llenan de lágrimas. ¿La ama? Lo abrazo en un acto impulsivo y él me devuelve el gesto. No sabía cuánto necesitaba resguardarme bajo el ala de alguien más, hasta ahora.
—No me estoy rindiendo, Aaron. ¿Pero cómo vamos a conseguir un donante? Yo no soy compatible —me alejo de él y limpio las lágrimas acumuladas bajo mis ojos—.
Su mirada marrón me estudia con seriedad y frunzo el ceño.
—Conocemos a alguien que lo es.
—No —niego rotundamente—.
De ninguna manera voy a exponer a mi hermano a una operación siendo tan joven. Es solo un pequeño, no debe pasar por tanto.
—Madelaine…
— ¡No, Aaron! —Le digo alterada—. Es solo un niño. Y estoy segura que mamá se negaría al igual que yo. Respeta mi decisión. Mamá es mi vida entera, pero no te voy a dar la autorización que necesitas. Noah no se someterá a ningún procedimiento médico.
Le doy la espalda y miro al interior de la habitación. No. Nunca lo haría, mi pequeño debe ser inocente de todo esto, suficiente es para él ver a nuestra madre tan mal.
—Lo siento. Tienes razón.
—Buscaremos un donante, lo encontraré —susurro—.
—Me haré un examen, si soy compatible, yo donaré —lo miro con sorpresa, si lo hace el hospital le quitará el caso de mi madre—. Lo arriesgaría todo por ella.
—Gracias —le sonrío levemente y él asiente.
—Seguiremos dándole quimioterapia para matar las células malas y luego hacer el trasplante. Conoces el procedimiento.
Claro que lo hago. Medicamentos que la matan poco a poco, vómitos, dolor, llanto. Ya no hay pelo en su cabeza ni en sus cejas de tanto tratamiento. Sus uñas están resecas y su piel hecha añicos. Ni hablar del costo elevado de la operación.
Me saldrán canas prematuras. Acaricio mis sienes y asiento.
—Hagamos lo que sea necesario… excluyendo a Noah.
Vuelvo con mi familia con un horrible gusto amargo y me quedo en silencio escuchando como mi hermano le cuenta historias a mamá. Ella me mira brevemente, preguntando en silencio, pero prefiero hablar con ella a solas, cuando Noah no cuestione cada palabra que salga de mi boca.
Acaricio su cabello con ternura. He hecho lo correcto, mamá estará de acuerdo, proteger a nuestro niño es lo principal a pesar de todo.
…
Me siento en la mesa del comedor con todos los papeles del último mes. Hay docenas de cuentas que debo organizar, correspondencia que debo revisar y gastos que calcular. La noche es el mejor momento para hacerlo, el silencio y la tranquilidad me relaja.
Noah ya está en su cama y una botella de vino descansa a mi lado. El alcohol me ayuda a relajar mis sentidos y a preocuparme menos por todo. Le doy un largo trago al líquido y empiezo por los estados de cuenta del restaurante.
Reviso el dinero que va destinado a la cuenta de mi madre y son unos pocos miles. Chasqueo la lengua, pues apenas sirve para pagar la cuota del hospital, que por cierto… estiro mi mano y busco el sobre que contiene el recibo del centro médico. Cuando lo abro el corazón se me salta dos latidos. ¡Demonios!
Las manos me tiemblan al ver la cifra de la deuda, son demasiados números. Cada día que mamá pasa internada en oncología, es una pequeña fortuna que se genera. Medicamentos, sueros… ¡Qué m****a! Hasta la p**a electricidad me están cargando.
—Dios, no —murmuro pasando las manos por mi pelo—.
Pero lo peor no acaba ahí, hay un trasplante en camino que aumentará la deuda casi al doble. Debería pedir ayuda al estado, sin embargo una vez lo hice y mamá no califica. Y es comprensible, es propietaria de un negocio, una casa. Es una ciudadana acomodada.
Resoplo tirando los papeles a la mesa. Una solución sería vender nuestro hogar, ¿pero qué nos quedaría entonces? Es lo único que tenemos. El restaurante, aunque está en su peor momento, es nuestra única fuente de ingresos, no puedo desprenderme de ello.
Miro un poco más allá, hacia los servicios que también debo pagar. Otra persona en mi lugar ya se hubiera rendido, pero yo no, tengo mucho por lo que luchar. Y prometí nunca tirar la toalla.
Ya he revisado algunas ofertas de empleo, nada que me ofrezca una solución rápida. Estoy al borde de la desesperación, ya no sé qué hacer. Incluso he jugado a la lotería, una estupidez, sí.
Unos toques en la puerta me distraen, confundida miro la hora y pienso en la única persona que me molestaría a las diez de la noche. Me dirijo a la entrada y en mi porche, efectivamente, se encuentra Gisselle.
—Elle, he hecho una locura —dice algo pálida, aunque se nota eufórica—.
— ¿Ahora qué, Gisse? —La última vez que me dijo eso, se acostó con su profesor de historia—.
—Me inscribí en la subasta especial, amiga. Y me compraron por treinta mil libras —susurra—.
Abro los ojos sin dar crédito a lo que he escuchado. ¿Está loca? La tomo de un brazo y la hago entrar a mi casa. Necesito escuchar todo.
—Explícame, Gisselle Coleman.
Ella se ríe, dejándose caer en una de las sillas y bebe de mi vino.
—Omití algunas partes. La página la encontré hace una semana, mientras estaba enojada con papá, quería un auto nuevo y él no accedió. Así que creí que dinero rápido no era tan malo y me inscribí, Madelaine —se ríe algo nerviosa—. Y no es una trampa, amiga. En mi cuenta de banco descansa una gran cifra justo ahora. Tengo una cita en dos días y el cliente es un hombre sorprendentemente normal. No un viejo asqueroso cómo pensaba.
Definitivamente está loca. ¿Pero qué ha hecho?
—Eres una chica estúpida y caprichosa.
—Al menos tendré un auto nuevo —se encoge de hombros y se muerde el labio inferior—. Tengo miedo y estoy eufórica. ¿Es eso posible?
Niego con la cabeza y sirvo más vino para las dos.
—No sé. Solo sé que no podrás esconder eso a tus padres —nos quedamos en silencio unos largos segundos, donde mi mente crea ideas irracionales mientras observa las facturas — ¿Y fue tan fácil? Digo, el depósito. Suena raro.
Rasco mi nuca. ¿De verdad estoy preguntando eso? Debo estar ebria ya.
—Me llegó una notificación de subasta saldada, luego horas después se hizo efectivo un depósito en mi cuenta. Llamé al banco y me dijeron que la transacción era completamente legal.
Asiento. Dinero fácil y solo por una noche. Muerdo el interior de mi mejilla, no puedo creer que siquiera lo esté considerando. Es decir, es una locura, es anti ético y denigra a las mujeres. Pero necesito el dinero, la mitad de todo al menos.
Muevo mi pie frenéticamente y observo a mi amiga.
—Soy virgen —le confieso. Ella me mira confundida.
—Lo supuse, pero, ¿por qué me lo dices? —Alzo las cejas algo ofendida—. ¿Lo supuso? —Tienes años luchando con la enfermedad de Erin, amiga, no tienes tiempo ni para ir al salón de belleza —tiene un punto. — ¿Por qué has sacado el tema? —La miro fijamente y ella abre los ojos con genuina sorpresa—. ¡No!
—Cállate que Noah duerme, tonta —la reprendo y ella lleva las manos a su boca—. Estoy ahogada en deudas, Gisselle, ni el restaurante conseguiría ayudarme a pagar.
— ¿Quién está loca ahora? —Se burla, pero al segundo se da cuenta que no estoy bromeando—. Es en serio. Joder —muerde sus uñas poniéndome más nerviosa—. Soy tu amiga, debo apoyarte.
—Es una decisión desesperada y apresurada, pero si el dinero es tan pronto como dices y me va bien, podré saldar la cuenta del hospital y el restaurante podrá recuperarse de su mala racha.
Mis palabras, más para convencerla a ella, intentan convencerme a mí misma de lo que estoy planeando hacer. No lo he pensado, ni voy hacerlo pues puedo cambiar de opinión. Todo lo que hago es por mantener a mamá viva, es lo único que debo entender.
—Puedes entrar a la subasta madre, pero ¿estás segura, Elle?
—No —Por supuesto que no. No voy a vender un artículo en A****n, es mi jodido cuerpo. Hagámoslo.
Haz lo que debas hacer, Madelaine, y arrepiéntete después.
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ChandlerMe subo al ascensor luego de salir de un tedioso día en mi clínica. Los senos son preciosos, tenerlos en las manos es un auténtico placer y ni hablar de probarlos en tus labios. Pero hacerlos… ahí está el problema. Operé a dos mujeres, que pasaron de ser copa A a una sensual copa D y el proceso fue largo debido a que ambas, casualmente amigas, tenían desajustes en su récord pues habían falsificado información. Como que eran menores de edad por ejemplo.Por suerte para mí, sus padres firmaron el poder para no perder tiempo ni dinero. Eso no quita lo cansada que se me hizo la jornada.Cuando entro al departamento lo primero que encuentro es a mi hermano, en mi sofá, bebiéndose mi cava importada de quinientos eur
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