9. Eileen

Salgo del baño, Andrea me llama.

—¿Qué le ha sucedido a tu vestido? —pregunta curiosa.

—Acabo de chocar con el hombre que estuvo en el gastropub en la mañana —comento bajo su cara de asombro.

—Mi vida tienes la idea de cuantos hombres desfilan por ahí diario —responde.

—El tío serio que pidió el café fuerte…

—Te llevó al baño y te bajó las bragas —me interrumpe Andrea—, para hacerte pagar que le hayas ensuciado su carísimo traje de corte italiano.

—La que acabé con el vestido manchado fui yo —digo

—Mejor aún —contesta—, te hizo sexo oral como recompensa—. Definitivamente amiga algo te hizo, esa cara que tienes es de «mujer satisfecha» y acabas de salir del baño.

Acabo riéndome.

—¿Cómo te va con Enzo? —pregunto y por su cara le he hecho una pregunta difícil.

—Lo normal, más tarde todo irá mejor —lo busca con la mirada—. Realmente lo nuestro se resume a «después del club».

—Acaso no es el tipo de relación que te interesa.

—En realidad sí —comenta buscándolo con la mirada—, pero algo me pasa con Enzo. No me preguntes más que no sé como explicarlo.

—Te enamoraste —afirmo.

—Que fuerte —termina de un trago la bebida de su copa—. Yo no me enamoro.

—Te voy a hacer dos preguntas —le digo, mi mirada acaba de seguir a Liam que se situa a mi lado—. ¿Con cuántos hombres te has acostado más de una o dos veces?

—Uno —responde ella segura.

—¿Con cuantos hombres has estado y has sentido la necesidad de verlo?

—Uno

—Ahí está —comento—. Por mucho que tengas la estúpida regla de no enamorarte vas a terminar haciéndolo, son cosas que ni tú, ni nadie puede controlar —le estoy diciendo esto a Andrea pero mis palabras van dirigidas directamente a Liam—. Puedes tener sexo desesfrenado con media ciudad, puedes alejarte kilómetros de esa persona que volverás, aún cuando no vuelves nunca, ahí donde eres feliz —Liam me mantiene contacto visual durante unos segundos.

—Piensa en eso —le digo a Andrea—. No dejes de vivir algo que quieres por miedo a enamorarte. Que tiene de malo enamorarse, ¿qué te rompan el corazón? ¿qué acabes hecha una m****a por otra persona? Si pasó, pasó, te tomas las doscientas copas y te ligas a medio San Francisco, yo te aseguro que no es un dolor que durará para siempre.

—Tienes experiencia en el ámbito —comenta Liam.

Lo miro fijamente a los ojos, puedo pero no me apetece responderle.

—Andrea disfruta —le digo—, y no te preocupes por mí, estaré acompañada.

Voy a la barra. No estoy acompañada pero quería poner de los nervios a Liam.

—Hola —me dice al oído alguien.

Es el hombre de antes, el serio, el del choque…en fin

—Hola —contesto con una sonrisa.

—No me puedo ir de este club sin saber tu nombre —dice mientras pide un vodka al bartender.

—Ahora si te interesa saber mi nombre —contesto con ironía.

—Sí —afirma.

Liam se coloca a mi espalda. Siento su respiración en mi oído. El hombre lo observa a él y luego a mí.

—Eileen —digo al fin.

—Bonito nombre —estira su mano, ignorando a Liam—. Me llamo Harry. Lamento no haberme presentado antes.

Liam comienza a darme besos en el cuello. Esta es su m*****a forma de decir sin palabras «ella es mía».

—Liam —me separo de él—, ¿qué haces?. ¿No ves que estoy conversando?.

Me fulmina con la mirada. Acabo de ponerlo furioso y no me importa.

—No ves que nada me importa —comenta—. Vamos a casa.

—¿Que casa Liam? —la furiosa soy yo ahora—. No vivo contigo, no somos absolutamente nada. Y me parece bastante estúpida esta conversación delante de otra persona.

—Tranquila preciosa —dice Harry—. En otro momento conversaremos —me da un beso en la mejilla—. Tu nombre y lugar de trabajo me parece suficiente para localizarte.

—Ok —respondo con una sonrisa—. Nos vemos.

Harry se pierde entre la multitud. Salgo del club dispuesta a irme a mi casa.

Liam me carga. El que cuida los carros le tira la llave de su auto, la que el agarra con una mano, la otra estaba apretando mi nalga.

Intenta sentarme dentro del auto. Tratando de resistirme, acabamos, yo acostada en el asiento trasero del auto, con las dos manos agarradas por una de Liam, las piernas…abiertas.

—No estás en condiciones de resistirte —comenta impertinente, arrogante—.  Esa posición no te ayuda.

—Tampoco te ayuda a ti —respondo—. Estar observando algo que no vas a poder tener.

Él sonríe y no saben lo jodidamente atractivo que se ve cuando sonríe.

—Ya lo tengo —contesta seguro—. Sé que por mucho que te resistas estas loca por mí, como yo lo estoy por ti.

Como demonios le respondo a eso, como demonios sueno segura negándole algo, que todo mi ser afirma, como diablos le hago entender que no quiero tenerlo cerca, si cuando se aleja mi cuerpo protesta.

Trago saliva. ¡¡Joder!!. Lo cierto es que he empezado a vivir cuando lo conocí.

—Estás equivocado —niego tratando de sonar segura—. No estoy loca por ti, solo eres ese hombre que ha abierto un mundo de cosas nuevas, que me saca de mi rutina. Eres solo diversión.

Sonríe nuevamente, demostrando que está totalmente confiado que cada una de mis palabras son mentiras. No hay método factible contra su derroche de seguridad.

Con su mano acaricia suavemente mi sexo sobre el encaje de la braga. Cierro los ojos, recuerdo ese momento en el baño. Esto es demasiado bueno como para no vivirlo. La excitación recorre cada vértebra de mi cuerpo. Él corre un poco la braga, haciendo contacto directo de su mano con mi sexo.

Se me escapa un gemido que no logro silenciar.

—Quiero escuchar que estas loca por mí —ordena con esa voz repleta de masculinidad.

Sonrío impertinente. Sí, esa misma sonrisa de prepotencia, arrogante, esa sonrisa que es tan del él, que le queda tan bien.

—No pienso decirte eso —declaro.

Recorre con un dedo la entrada de mi sexo. Me mira fijamente a los ojos. No necesito hablar, con solo mirarme sabe todo lo que provoca en mí. Introduce un dedo en mi interior y comienza a moverlo.

—Te di una orden.

—Y yo dije que no iba a decirte eso —respondo con tanta seguridad que me asombra. ¿Cómo fui capaz de pronunciar esas palabras sin tartamudear?.

Ahora es él el que sonríe.

Mueve su cabeza hasta mi sexo. Con su lengua recorre cada espacio de él. Su dedo no ha dejado de moverse en mi interior. Lame, succiona, acaba de introducir otro dedo.

Con él todo se resume a adrenalina, a placer.

Mi respiración entre cortada, jadeos que trato de acallar tapándome la boca, pues estamos en el carro a plena entrada del club.

«Mierda»

No puede ser que se me haya olvidado hasta que estábamos a la entrada del club.

Quiero detenerlo, necesito detenerlo, pero mi cuerpo protesta. La única manera que tengo de detenerlo es que escuche lo que quiere oir.

—Estoy loca por ti —digo al fin.

—No ha sonado como quiero —comenta.

Mueve su lengua en círculos sobre mi sexo, sus dos dedos entran, salen y yo no aguanto más.

—Liam —lo llamo entre gemidos.

—Di lo que quiero escuchar y mírame.

—Estoy loca…

—…por ti.

Él sonrie satisfecho. Me acomoda el vestido y nos vamos.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo