XXII.

—Miles... —susurré sin palabras que pudiese dirigirle, su mirada se encontraba sobre mí, casi rompiéndose y yo no era capaz de hacer nada. Le abracé, atrayéndole a mi cuerpo nuevamente, y suspiró fuertemente, casi temblando entre mis brazos. Al poco tiempo se separó, evitando mi mirada—. Siempre supe que había cosas que no cuadraban, sabe demasiado de ti.

—Nadie puede enterarse de esto, ¿me oyes? —Me observó con frialdad, haciéndolo sonar casi como una amenaza, pero la verdad es que no tenía que hacerlo para que yo me mantuviese callada, no necesitaba advertirme para que no contase sus secretos.

—No lo haré, puedes estar tranquilo. —Echó su flequillo hacia atrás mientras su mirada se trasladaba lejos de mí nuevamente.

—No puedo creer que realmente haya pasado otro año más —susurró más bien para sí mismo que para que yo pudiera oírlo.

—¿No has ido a verlos? —quise saber ladeando mi cabeza y me miró, encogiéndose de hombros.

—Nunca he ido.

—¿Nunca? Quizá es algo que necesitas para estar
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