XXXIII

Abrí los ojos confundida sintiendo como mi cabeza no dejaba de darme vueltas. Me giré en la cama que empezaba a creer que no era la mía y, cuando mi mano aterrizó sobre un pecho desnudo, mis ojos se abrieron completamente.

—Mierda —mascullé cuando flashes de la noche anterior cayeron sobre mí como un balde de agua fría. Salí lentamente de la cama y cogí toda mi ropa que estaba en el suelo de la habitación. Observé una vez más a aquel chico dormido profundamente, su piel era morena al igual que su pelo y me sentí mal al no recordar el color de sus ojos. Me puse la ropa lo más silenciosamente que pude, llevando mi móvil y mis zapatillas en la mano mientras salía de la habitación.

—Buenos días, muñeca, ¿tan mal estuve anoche que te vas a hurtadillas? —Escuché una voz detrás de mí y maldije en silencio decidiendo si girarme o salir corriendo sin siquiera contestarle.

—Podría darte una respuesta sincera si recordase algo, pero no lo hago. Fue un error —dije girándome a verle recostado en
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