Tara se observó en el espejo de cuerpo completo, estuvo a punto de romperse a llorar de la ira. El vestido que su madre le ha mandado a hacer era demasiado conservador, casi no mostraba nada de piel, se veía como una señora con un vestido hasta el cuello, muñecas y arrastrando la alfombra, cuando debería de vestir acorde a su edad. ¿Qué es lo que está pensando su madre?
―Es...―su quijada se tensaba e intentando contenerse de la frustración―...muy, muy conservador. Podría ser mi madre cincuenta años atrás.
La nana Julya se asomó desde detrás de Tara ladeando su cabeza y observando detenidamente el gesto de ella a través del espejo, sabía que el vestido que tenía puesto era una exageración por parte de Sofía, pero quiere demostrar que su hija era diferente a todas, no necesitaba mostrar para llamar la atención y así poder completar los planes que tenía en manos.
―Sé que no te gusta, pero es lo que tu madre ha pedido―Tara cerró los ojos intentando no romperse, ¿Por qué tenía que vestir de esa manera en su cumpleaños? ¿Por qué odia a su única hija?
―Tú solo cumples sus órdenes, no tienes la culpa, ¿Podrías pasarme una pistola para darme un tiro y en lugar de fiesta de cumpleaños, hacen mi funeral? ―Tara gritó al sentir el agujazo de parte de su nana.
― ¡Qué sea la última vez que hablas de esa manera! ―La nana se regresó para terminar de hacer los ajustes necesarios de la parte trasera del vestido, el fin de semana era la noche tan esperada por parte de Tara, pero ahora al medirse el vestido, lo estaba dudando.
―Lo siento, es solo que nunca he tenido una fiesta de cumpleaños, y cuándo la voy a tener, será ante miles de personas importantes, extranjeros...―se detuvo mirando su reflejo en el espejo...―y debería estar feliz.
―...Pero no lo estás. ―dijo su nana reincorporándose de su lugar, se acercó a Tara quien se abrazó a sí misma y rompió a llorar.
―No llores, tienes que pensar que tu madre lo hace por algo―Tara lloró con más intensidad.
― ¿Por algo? ¡Por...favor...nana! ―Tara mira a su nana en el espejo. ― ¡Ella solo vive para fastidiarme, para darme guerra! ¿Acaso algo he hecho y no me he dado cuenta? ¿Acaso soy... un error en su vida que se cizaña contra mí cuando puede?
La nana Julya se le estrujó el corazón al escucharla. ¿Un error? ¡Tara es los ojos de Sofía! Solo que Sofía se había empeñado en ser dura con ella, para forjarla a ser una mujer fuerte, no una débil como ella lo repetía cuando discutían entre ellas. Le había faltado la presencia de un padre y Sofía intentaba asumir ese papel también y no le importaba si a su hija le parecía bien o mal sus acciones, ella sabía que era por su bien.
Varias horas después mientras Tara seguía en sus clases de idioma, Julya aprovecha para revisar lo que tenía desde hace varias semanas y qué ha trabajado entre desveladas, cerró la puerta de su habitación con seguro, no quería ser pillada por Tara y mucho menos por Sofía.
―Veamos por última vez―dijo Julya acercándose a la funda elegante que colgaba oculta entre toda su ropa, la agarra y la cuelga en un perchero, desliza el cierre hasta el suelo y al reincorporarse sus ojos brillan de emoción. El vestido es hermoso, agarra la caja oculta entre sus zapatos y encuentra los que hacen juego con el vestido frente a ella. ―Ahora sí...
Puso cerca del vestido, una bolsa negra pequeña que contenía el antifaz, la bolsa de mano, acomodó la capa delgada a juego y en el suelo la caja de las zapatillas, se alejó para contemplarlo de lejos.
La puerta intenta abrirse, Julya jadea de la sorpresa y pánico.
― ¿Nana? ¿Estás ahí? ¿Por qué tienes el seguro puesto? ¿Nana? ― Julya no se movía para nada, mejor que pensara que no está, ya después se inventaría algo por lo de seguro de la puerta.
Se escucharon toques, después cesaron y le siguieron los pasos de los tacones de las botas de cabalgar de Tara. Julya contemplaba el regalo de cumpleaños de Tara...
Julya pasó de un lado a otro demasiado nerviosa, sabía en las broncas que se iba a meter, pero por Tara no le importaba, daría su propia vida por verla feliz. Escuchó la puerta del baño de Tara abrirse y ella distraída no la vio, tenía una toalla enredada en su cabeza y una bata de algodón en color gris y arrastraba sus pantuflas por el piso de duela oscura. ― ¿Te falta mucho? la peinadora y el maquillista están esperando, la gente ya empieza a llegar y tu madre está a punto de terminar de arreglarse, cuándo mire a los profesionales sentados en la sala, va a armar una guerra. Julya estaba realmente preocupada, Tara se acercó y la abrazó. ―Tienes que relajarte, no es que me vaya a hacer mucho, ya sabes, el vestido y el pelo. ― La soltó y se encamina al gran armario de la habitación, Julya sonrío al recordar su regalo de cumpleaños. ―Haré pasar a la gente que te va a arreglar, antes de que se encuentren con tu madre y se desate la tercera guerra
Tara se miró por última vez en el espejo de cuerpo completo, está a punto de romper a llorar de la felicidad al ver el vestido color dorado en ella, "es hermoso" se murmuraba para ella misma. Estaba lista para bajar y mezclarse entre los invitados. Alcanzó su capa sedosa y antes de salir se puso el antifaz. Era lo mejor de la noche, invitados detrás de una máscara vestidos en elegantes trajes de etiqueta, tal y como había escuchado de su madre unas semanas antes. ―Señorita Miller, ¿Gusta algo para degustar? ―una mesera se acercó a ella cuándo estaba a punto de terminar de bajar el último escalón. ―Sí, gracias―le ofrece una delgada copa de un líquido dorado y burbujeante. Tara da un sorbo y siente como el sabor llena
Tara buscó el grupo dónde había dejado a Alexander y a su madre, pero no apareció por ningún lado. "Mejor" se dijo Tara. Alcanzó otra copa y caminó distraída por la orilla de jardín, viendo desde ahí a todo mundo quienes no dudaban en divertirse, sintió una opresión en su pecho. ―Diversión. ―repitió esa palabra en voz alta. ―Ojalá supiera el verdadero significado de eso. Tara literalmente se escondió con una nueva copa en mano, se sintió por fin relajada ante tanto estrés que cargaba casi desde que había cedido su madre hacer la fiesta. No conoce a nadie, solo había escuchado los nombres de los hacenderos que están cerca de su casa, pero de ahí nada. Después de una hora de ver a todo mundo, decidió irse a su habitación, los ánimos se habían ido y el alcohol empezaba a marearla, no quería que nadie lo notara. Se maldijo entre dientes, si solo hubiese comido algo. Levantó de un costado su vestido para caminar más rápido, pero su huida es detenida por el agarre de Sofía
Tara avanzó hasta quedar cerca al escritorio de su madre, Alexander caminó hasta quedar a unos cuantos pasos frente a ella, se metió ambas manos a los bolsillos de su pantalón de etiqueta. ―Dime tus condiciones―dijo ella. Alexander le hizo una seña de que tomara asiento en el sillón individual, luego él se sienta en el que está frente a ella, cruzó su pierna dejando su tobillo en la otra rodilla. Sus dedos se posaron en la barbilla. ―Tienes algo que a mí me interesa. ―Tara arrugó su entrecejo intrigada. Tenía el nudo en la garganta, no se podía creer que estuviese negociando con Alexander Cooper, ahora todo encajaba, si estaba anteriormente en la hacienda, era por algo. Ahora sabría por qué. ― ¿Qué es? ―Tara cruzó su pierna y se recargó en el respaldo del sillón, ambas manos las dejó en su regazo. ―Las tierras del lado sur de la hacienda. ―Tara se reincorporó y arqueó una ceja desafiante. Esas tierras le pertenecían, era un regalo por parte de
Exactamente el día de hoy se cumplía dos semanas desde aquel día que cerraron el trato en el despacho de su madre. Tara miraba por el gran ventanal de su habitación con vistas al gran jardín, había gente que caminaba de un lado a otro, la persona que se había contratado para arreglar el evento apuntaba algo en su tableta mientras daba órdenes a unos tipos con overol y gorra. El maquillista y el peinador acaban de salir de la habitación, sería la última noche que se quedaría ahí antes de irse a vivir a New York, la emoción la llenaba, pero a la vez tenía miedo. Tocaron la puerta. ―Pase. ―dijo en voz alta. La puerta se abrió y entró Julya vestida muy elegante, se cubrió la boca con ambas manos al ver a su nieta vestida
El cuarteto de cuerdas toca la entrada principal de la ceremonia, Tara y Emerson bajaban lentamente los últimos escalones del final de la escalera principal y en dónde Alexander espera ansioso y muy pero muy nervioso. Éste estaba hipnotizado por la belleza de su futura esposa, la tela de encaje se adhiere a las curvas, la sonrisa tímida de sus labios y el rosa de sus mejillas se estaba volviendo su color favorito. Emerson se acerca a Alexander y le cede la mano de ella, Alexander nervioso la toma, y por un leve momento siente como esa electricidad los traspasa, Tara mira el agarre de ambos sorprendida por lo que acaba de pasar. "Debe de ser la estática"
Tara enterró su rostro en el pecho de Alexander e intentó controlar las lágrimas, ¿Cuándo se iba a imaginar cantar esa hermosa melodía a alguien a quien no ama? ¿Tendrá razón su madre en que uno puede enamorarse en el camino? Alexander está tenso y al terminar la canción todo mundo aplaudió, Tara se da cuenta y cuando sus miradas se encuentran, solo puede ver frialdad, ¿Qué pasa? Ella pide respuesta con su mirada y el ceño arrugado, pero Alexander esquivó su mirada y se acercó para hablar: ―Recuerda, solo son negocios―después para reafirmar lo que ha dicho murmura cuando se inclina cerca de su oído―Las reglas no
Alexander se removió nervioso, ahora todo empezaba a tomar forma y empezaba a dudar ensífue necesariotodoesto. Tara estaba recostada sobre su brazo, abrazada a sí misma, con sus ojos hinchados de tanto haber llorado. Sí, fue una bajeza al faltar a su palabra, pero Sofía tuvo que ver mucho y si no hacía algo, todo se hubiera ido a la m****a. Este suspiró. ¿Ahora debía de jugar a la casita para que Tara cediera a darle las tierras? Se preguntó al volver a mirar a la mujer que estaba casi un ovillo a su lado. Levantó la mirada hacia enfrente y casi sintió alivio al ver la pista privada y su helicóptero que se encontraba en una zona privada. Ya podrían volar a New York y en unas horas después de descansar se organizaría con ella. "Mis reglas" se repitió dentro de su cabeza. Pero el cansancio estaba desconectando la poca fuerza que cargaba. El hacer el papel de novio enamorado lo había agotado. El vuelo a New York tardaría dos horas, quer