— ¿Tara? Apura ese trasero y deja de soñar despierta, tenemos el tiempo contado por tu madre.
— ¿Llevas mis frutas favoritas? —Julya sonrió asintiendo al mismo tiempo.
—Sí y tus ciruelas, ah y las fresas para el postre de queso que haremos en la tarde. —Julya se concentraba en llevar todo en la canasta semanal.
—Vieja pero no olvidadiza, nana—Tara carcajeó entre bromas con su nana.
—Vieja tu bisabuela, yo apenas cumplo 65 años—se hincha el pecho de orgullo.
—Vale, no te enojes. ¿Vamos rápido a la pastelería? —rogó Tara a su nana.
—Ten cuidado de que no te mire Pedro emocionada, acuérdate que son los oídos y ojos de tu madre, si sospecha que tienes un pretendiente, lo desaparece—murmuró Julya cerca de Tara en un tono bajísimo.
—Calla, nana. Dios no lo quiera, mi madre no llegaría a tanto—soltó un suspiro—solo son pastelitos de sabor.
—Sí, «solo son pastelitos de sabor» Ese joven solo te coquetea, Tara, y cree que con unos «pastelitos» ya vas a caer a sus pies, no, no, no, no. Tú te mereces un hombre, no un niño, además está tu madre así que no sigas su juego, niña. —soltó irritada mientras recogía el resto del pedido, y salían del lugar para ir al lado.
—Ya, nana, ven. Mira el aparador, se ven bonitos y apetecibles, ¿Verdad? ¿Cuál quieres? —preguntó Tara dando leves golpecitos con su dedo en el vidrio donde les mostraba del otro lado pequeños pasteles o cupcakes de colores y texturas.
—Los de arándanos, tus favoritos, niña. Pero primero pregunta por los ingredientes, no vaya a tener nuez, recuerda que eres alérgica. —comentó Julya mientras caminaba detrás de Tara para entrar a la pastelería.
Entraron al pequeño local, tipo vintage. Llegaron al mostrador y estaba el joven alto y fornido que atendía en ese momento. Este le guiñó un ojo y Tara sonrió tímidamente. Julya solo negó sonriendo.
—Bienvenidas, ¿Lo mismo de cada semana? —Tara asintió intentando esconder una sonrisa.
—Solo que podrías revisar que no tengan nuez, la última vez encontraron. —el joven se sonrojó con pena, él estaba al tanto de la alergia, pero estaba desconcertado al escuchar que el pedido anterior tenía nuez.
Tomó la caja rosa, e introdujo seis bollos de arándano, 6 de chocolate con fresa, 6 de manzana. Llevaba para las cocineras y para ellas. Se alejó para mirar unos detalles en otra vidriera. Y cuando regresó al mostrador, el joven le entregó la caja con una sonrisa nerviosa. Tara se extrañó y salieron del local con el pedido en manos.
Ya iban en el auto en silencio, veinte minutos después llegaron a la hacienda. Cuando el auto se detuvo en su lugar, miró a su madre que bajaba las escaleras para llegar a ellos, y no se le veía buena cara. Las manos le empezaron a sudar de los nervios. Agarró la caja con más fuerza.
Sofía bajó las escaleras y caminaron para acercarse a ella. Sofía vestía impecable. Pantalones sueltos desde la cadera a los pies, apenas se veían las sandalias de marca, una blusa rosa verde de ¾ y su sombrero corte tipo cubano, el aire ondeaba sus ondas rubias. Sofía cortó la distancia quedando plantada frente a Tara, miró a Julya, luego a Tara y dejó la mirada en la caja que sostenía ella.
—Ábrelo. —ordenó Sofía.
Tara arrugó su entrecejo.
— ¿Por qué? Son solo pastelitos de sabores...—intentó controlarse aparentando serenidad, pero el corazón se le aceleró de los nervios. ¿Qué era eso?
—Ábrelo Tara, no lo repetiré de nuevo—Sofía apretó su mandíbula.
— ¡Son solo pastelitos, madre! —Tara cerró los ojos brevemente antes de reponerse por el tono de voz que había usado con su madre. «Eso merece un castigo sin duda, Tara»
Sofía estiró su mano bruscamente y le quitó la caja de las manos a Tara. Lo abrió y miró el interior. Tomó algo y levantó en el aire:
Una nota.
«Mierda, m****a, m****a, m****a» Sofía miró la hoja y comenzó a leer en voz alta.
—"Hermosa, te incluyo un extra, es especial, como tus hermosos ojos, ¡Qué lo disfrutes, te espero la otra semana!"...vaya, ¿Son solo unos pastelitos? —soltó sarcástica. La nota la había pillado por sorpresa, ¿Cómo mierdas iban a salir de eso?
—Madre, no...—Sofía le planta su mano en la mejilla de Tara haciéndola retroceder.
— ¡Sofía! ¡Déjala! —Julya se interpuso entre las dos, estaba asustada y sorprendida. Era la primera vez que le ponía una mano frente a ella. La mirada de Sofía la intimida.
— ¿Qué? ¿Y luego? ¿La quieres ver con una barriga quien sabe de quién? ¡Tú también sigue sonsacándola! Sigue premiando sus malditas rebeldías. —miró a Tara.
— ¡No estoy premiando nada! ¡Son solo unos pastelitos! Ella claramente no sabía de la nota. —espetó furiosa Julya.
— ¡Y tú, entra! ¡No vas a volver a salir a ninguna parte! Estoy a punto de cancelar la fiesta de tu cumpleaños—gritó Sofía a Tara que seguía con la mano en su sonrojada mejilla. Tara se armó de valor.
— ¿Cancelar? ¿Es lo que quieres? ¡HAZLO! ¡Me importa un carajo! —Tara gritó furiosa a punto de romperse en llanto frente a ella. La esquivó y la dejó de pie frente a Julya. Estaba furiosa. Era su baile de cumpleaños, ella se lo había prometido, estaban en los últimos arreglos, y por algo insignificante amenazaba con cancelar. Entró a su habitación azotando la puerta con todas sus fuerzas, se acurrucó en su cama y terminó por romperse en llanto.
Añoraba tener una oportunidad de largarse de la hacienda, el maltrato que había recibido no lo merecía, así como otras cosas. Recordó que no era ahora, si no de años el control que tenía su madre sobre ella. A veces Tara pensaba que Sofía la odiaba, o a veces se desquitaba con ella por la culpa de que su padre las había abandonado. Ella no era rival, por Dios santo, eran madre e hija.
Tenía que buscar la manera de salir de esa cárcel, antes de que se volviera realmente loca.
Tara se observó en el espejo de cuerpo completo, estuvo a punto de romperse a llorar de la ira. El vestido que su madre le ha mandado a hacer era demasiado conservador, casi no mostraba nada de piel, se veía como una señora con un vestido hasta el cuello, muñecas y arrastrando la alfombra, cuando debería de vestir acorde a su edad. ¿Qué es lo que está pensando su madre? ―Es...―su quijada se tensaba e intentando contenerse de la frustración―...muy, muy conservador. Podría ser mi madre cincuenta años atrás. La nana Julya se asomó desde detrás de Tara ladeando su cabeza y observando detenidamente el gesto de ella a través del espejo, sabía que el vestido que tenía puesto era una exageración por parte de Sofía, pero quie
Julya pasó de un lado a otro demasiado nerviosa, sabía en las broncas que se iba a meter, pero por Tara no le importaba, daría su propia vida por verla feliz. Escuchó la puerta del baño de Tara abrirse y ella distraída no la vio, tenía una toalla enredada en su cabeza y una bata de algodón en color gris y arrastraba sus pantuflas por el piso de duela oscura. ― ¿Te falta mucho? la peinadora y el maquillista están esperando, la gente ya empieza a llegar y tu madre está a punto de terminar de arreglarse, cuándo mire a los profesionales sentados en la sala, va a armar una guerra. Julya estaba realmente preocupada, Tara se acercó y la abrazó. ―Tienes que relajarte, no es que me vaya a hacer mucho, ya sabes, el vestido y el pelo. ― La soltó y se encamina al gran armario de la habitación, Julya sonrío al recordar su regalo de cumpleaños. ―Haré pasar a la gente que te va a arreglar, antes de que se encuentren con tu madre y se desate la tercera guerra
Tara se miró por última vez en el espejo de cuerpo completo, está a punto de romper a llorar de la felicidad al ver el vestido color dorado en ella, "es hermoso" se murmuraba para ella misma. Estaba lista para bajar y mezclarse entre los invitados. Alcanzó su capa sedosa y antes de salir se puso el antifaz. Era lo mejor de la noche, invitados detrás de una máscara vestidos en elegantes trajes de etiqueta, tal y como había escuchado de su madre unas semanas antes. ―Señorita Miller, ¿Gusta algo para degustar? ―una mesera se acercó a ella cuándo estaba a punto de terminar de bajar el último escalón. ―Sí, gracias―le ofrece una delgada copa de un líquido dorado y burbujeante. Tara da un sorbo y siente como el sabor llena
Tara buscó el grupo dónde había dejado a Alexander y a su madre, pero no apareció por ningún lado. "Mejor" se dijo Tara. Alcanzó otra copa y caminó distraída por la orilla de jardín, viendo desde ahí a todo mundo quienes no dudaban en divertirse, sintió una opresión en su pecho. ―Diversión. ―repitió esa palabra en voz alta. ―Ojalá supiera el verdadero significado de eso. Tara literalmente se escondió con una nueva copa en mano, se sintió por fin relajada ante tanto estrés que cargaba casi desde que había cedido su madre hacer la fiesta. No conoce a nadie, solo había escuchado los nombres de los hacenderos que están cerca de su casa, pero de ahí nada. Después de una hora de ver a todo mundo, decidió irse a su habitación, los ánimos se habían ido y el alcohol empezaba a marearla, no quería que nadie lo notara. Se maldijo entre dientes, si solo hubiese comido algo. Levantó de un costado su vestido para caminar más rápido, pero su huida es detenida por el agarre de Sofía
Tara avanzó hasta quedar cerca al escritorio de su madre, Alexander caminó hasta quedar a unos cuantos pasos frente a ella, se metió ambas manos a los bolsillos de su pantalón de etiqueta. ―Dime tus condiciones―dijo ella. Alexander le hizo una seña de que tomara asiento en el sillón individual, luego él se sienta en el que está frente a ella, cruzó su pierna dejando su tobillo en la otra rodilla. Sus dedos se posaron en la barbilla. ―Tienes algo que a mí me interesa. ―Tara arrugó su entrecejo intrigada. Tenía el nudo en la garganta, no se podía creer que estuviese negociando con Alexander Cooper, ahora todo encajaba, si estaba anteriormente en la hacienda, era por algo. Ahora sabría por qué. ― ¿Qué es? ―Tara cruzó su pierna y se recargó en el respaldo del sillón, ambas manos las dejó en su regazo. ―Las tierras del lado sur de la hacienda. ―Tara se reincorporó y arqueó una ceja desafiante. Esas tierras le pertenecían, era un regalo por parte de
Exactamente el día de hoy se cumplía dos semanas desde aquel día que cerraron el trato en el despacho de su madre. Tara miraba por el gran ventanal de su habitación con vistas al gran jardín, había gente que caminaba de un lado a otro, la persona que se había contratado para arreglar el evento apuntaba algo en su tableta mientras daba órdenes a unos tipos con overol y gorra. El maquillista y el peinador acaban de salir de la habitación, sería la última noche que se quedaría ahí antes de irse a vivir a New York, la emoción la llenaba, pero a la vez tenía miedo. Tocaron la puerta. ―Pase. ―dijo en voz alta. La puerta se abrió y entró Julya vestida muy elegante, se cubrió la boca con ambas manos al ver a su nieta vestida
El cuarteto de cuerdas toca la entrada principal de la ceremonia, Tara y Emerson bajaban lentamente los últimos escalones del final de la escalera principal y en dónde Alexander espera ansioso y muy pero muy nervioso. Éste estaba hipnotizado por la belleza de su futura esposa, la tela de encaje se adhiere a las curvas, la sonrisa tímida de sus labios y el rosa de sus mejillas se estaba volviendo su color favorito. Emerson se acerca a Alexander y le cede la mano de ella, Alexander nervioso la toma, y por un leve momento siente como esa electricidad los traspasa, Tara mira el agarre de ambos sorprendida por lo que acaba de pasar. "Debe de ser la estática"
Tara enterró su rostro en el pecho de Alexander e intentó controlar las lágrimas, ¿Cuándo se iba a imaginar cantar esa hermosa melodía a alguien a quien no ama? ¿Tendrá razón su madre en que uno puede enamorarse en el camino? Alexander está tenso y al terminar la canción todo mundo aplaudió, Tara se da cuenta y cuando sus miradas se encuentran, solo puede ver frialdad, ¿Qué pasa? Ella pide respuesta con su mirada y el ceño arrugado, pero Alexander esquivó su mirada y se acercó para hablar: ―Recuerda, solo son negocios―después para reafirmar lo que ha dicho murmura cuando se inclina cerca de su oído―Las reglas no