Julya pasó de un lado a otro demasiado nerviosa, sabía en las broncas que se iba a meter, pero por Tara no le importaba, daría su propia vida por verla feliz.
Escuchó la puerta del baño de Tara abrirse y ella distraída no la vio, tenía una toalla enredada en su cabeza y una bata de algodón en color gris y arrastraba sus pantuflas por el piso de duela oscura.
― ¿Te falta mucho? la peinadora y el maquillista están esperando, la gente ya empieza a llegar y tu madre está a punto de terminar de arreglarse, cuándo mire a los profesionales sentados en la sala, va a armar una guerra.
Julya estaba realmente preocupada, Tara se acercó y la abrazó.
―Tienes que relajarte, no es que me vaya a hacer mucho, ya sabes, el vestido y el pelo. ― La soltó y se encamina al gran armario de la habitación, Julya sonrío al recordar su regalo de cumpleaños.
―Haré pasar a la gente que te va a arreglar, antes de que se encuentren con tu madre y se desate la tercera guerra mundial. ― Julya mira de reojo a Tara que cargaba con tristeza en sus ojos verdes, tenía unas ojeras muy marcadas. Sale de la habitación y se encamina a buscar al maquillista y a la peinadora, al encontrarlas las dirige a la habitación de Tara. Al cerrar la puerta, y caminar en dirección a la cocina para verificar que todo está en total orden, mira a Sofía subiendo las escaleras principales.
― ¿Dónde está Tara? ― pregunta Sofía al llegar hasta Julya.
Sofía viste un vestido en color vino con encaje y pedrería discreta, la tela tiene caída hasta el suelo y arrastra un poco, el antifaz lo lleva en la mano. Se ve realmente muy elegante, entonces Julya se enfurece al querer ella resaltar entre todos y sobre su propia hija, si es cumpleaños de ella, Tara es la que tiene que lucir, no ella.
―Aún está en maquillaje, ¿Por qué has permitido que tu propia hija vista con el vestido que ha ordenado? ― se notaba el enojo de la señora.
―No voy a dejar que Tara sea vista muy atrevida, además...― Sofía detuvo sus palabras―Quiero que un hombre la pueda mirar como una verdadera mujer, no como esas en la actualidad, que visten indecentes, quiero mostrarle al mundo que mi hija es bella pero no hay necesidad de mostrar piel. Quiero que la miren bien, elegante y discreta, además... espero que Alexander Cooper venga, ha dejado dicho que tenía mucho trabajo y que había probabilidad de venir con un grupo de hombres muy importantes que vienen de Estados Unidos.
―Suenas como si estuvieras vendiendo a tu hija al mejor postor. ―Sofía no dice nada pero abre los ojos un poco más a las palabras de Julya y tuerce los labios.
―Solo quiero lo mejor para mi hija y quiero que encuentre un hombre mejor de lo que yo pude elegir, la vida es cruel, Julya, te depara sorpresas en tan corto tiempo y yo estoy atada de manos, así que haré lo que mejor que se hacer...negociar.
― ¿Te estás escuchando? ¡Tara no es un negocio! ― Julya gritó furiosa.
― ¡No te metas, es mi hija! ―Sofía espetó furiosa.
―Es mi nieta. ―Julya levantó su barbilla en desafío.
Sofía palideció y le cubrió la boca a Julya y miró a su alrededor con temor de que alguien más escuchara.
―Cállate, no puedes romper una promesa―de un manotazo le quita la mano a Sofía.
―Sé que acepté estar cerca de ustedes, aunque fuese como "la nana" pero no voy a permitir que le causes más dolor a tu propia hija de lo que ya lo has hecho en estos años, el que sea una mujer hermosa no te da el derecho de esconderla del mundo, ella tarde o temprano saldrá de tus manos y tienes que aprender a aceptarlo de una buena vez.
―No. Ella saldrá de Hacienda Miller, casada y con un hombre multimillonario, que le pueda dar lo que a mí no me dieron, que la trate como reina y....― las palabras de Sofía se atoran en su garganta. ―La voy a dejar en buenas manos.
Julya la miró detenidamente, había algo más y ella lo sospechaba.
―Creo que esa decisión no tienes ningún derecho en tomar. Tara va a decidir con quién va a compartir su vida, ¡Solo tiene 21 años! Yo no te eduqué de esta manera, Sofía. Te di todo como para que te desquites con tu propia hija todas tus frustraciones.
―Hay cosas que nunca vas a entender como madre.
―No me vengas con eso, soy más madre que tú. Le doy a Tara todo de mí, todo lo que tú nunca le has dado desde que la he cargado en brazos desde qué era una bebé.
Se escucharon pasos acercarse, Sofía intentó reponerse a las palabras de Julya, ella tenía razón, pero no lo demostraría por nada del mundo.
―Señora Miller, el señor Alexander Cooper ha llegado y le ha informado que la espera en el despacho. —Dice la mujer del servicio.
―Voy en camino―Sofía sonrió emocionada, Alexander Cooper está por un motivo en la hacienda muy ajeno a la fiesta y eso le daba a entender que podía cerrar el negocio con él, solo con él. ―Encárgate de que mi hija qué esté perfecto antes de bajar. Regresaré en cuanto cierre este negocio.
Se gira en dirección a las escaleras y empieza a bajarlas con cuidado.
―Esto no me gusta nada...―Julya murmuró mientras Sofía sonrió de una manera que hace mucho tiempo no había visto en sus labios. El escalofrío le recorrió de pies a cabeza. ―Esto no me gusta, hay algo más.
Una hora después de revisar cada detalle de la fiesta junto con la organizadora del evento, Julya sube las escaleras en dirección a la habitación de Tara, tocó con sus delgados nudillos y escuchó la voz en el interior, abre y cuando cerró la puerta detrás de ella, su rostro cambia.
―Estás bellísima, hija―murmura emocionada Julya, Tara sonríe al ver la reacción de su nana.
Tara portaba un recogido elegante, el maquillaje era perfecto. Se miró en el espejo y se contempló a ella misma, una sonrisa fugaz aparece en sus labios. Pero al borrarse, la tristeza la embarga, Julya al verla, entró al armario y cerró la puerta para tomar la bolsa elegante donde tiene el regalo de cumpleaños. Tara siguió contemplándose en el espejo, Julya se queda detrás de ella, al notar que su nana estaba detrás se gira y al mismo tiempo ella le entrega la bolsa elegante donde tenía el vestido. No se dejaría intimidar por Sofía, no arruinaría la noche de Tara, ella no merecía tener su primera fiesta de cumpleaños triste.
―Feliz cumpleaños, niña―Tara abrió los ojos casi a punto de salir de su órbita, el brillo en sus ojos era indescriptible. Aunque de Julya siempre recibía regalos, éste era diferente. ― ¿Te vas a quedar ahí? ¿No quieres ver que hay en el interior?
Tara enmudeció de la emoción, sabía que era una bolsa de traje, pero no puede ver más allá del interior.
―No te hubieses molestado―apenas susurra de la emoción, agarró la bolsa, bajó el cierre con los dedos temblorosos y las lágrimas enfilaron listas para salir. Era el primer y único regalo de cumpleaños que ha tenido en el día, su madre le echó en cara que el regalo de ella era todo el dinero que ha invertido en la fiesta. Intentó Tara evitar recordar esa conversación. Al ver el interior de la bolsa elegante, sus ojos se abrieron de par en par, sus dedos tocaron la tela perfecta en color dorado, la capa sedosa combina con el resto, Julya se acercó con la caja de zapatos y la bolsa dorada de brillantes y con el antifaz. ― Es hermoso...
―Más, cuando te lo pongas, así que mete ese trasero en el vestido, quiero ver si queda bien.
Diez minutos después, Julya se llevó las manos a su boca para callar el jadeo de sorpresa, Tara está frente al espejo de cuerpo completo con todo lo que Julya le ha entregado, baja la mirada al antifaz que tenía entre sus manos.
―Es perfecto, nana. No sé cómo...― intenta no quebrarse. Julya caminó hasta ella, la volteó para que quedará frente a frente.
―Es tu noche y de nadie más. Solo tuya...
La puerta se abrió interrumpiendo el momento entre ellas dos, Sofía se quedó con la mano en el picaporte, congelada en su lugar. Miró de pies a cabeza a su hija, vestía demasiado perfecta, estaba casi irreconocible, aparte de ser hermosa de ojos verdes, el maquillaje le daba un toque de misterio.
―Ese no es el vestido que ordené qué vistieras, ¿Julya? ― La quijada de Sofía se tensó al descubrir la sonrisa de Julya cuando se puso al lado de Tara.
―Lo siento, hice unos arreglos de última hora, ¿No se ve hermosa? ― Sofía enfureció.
― ¿Dónde está el vestido que ordené, Julya? ¡No es el maldito vestido que pagué para que hicieras! ¡No quiero que vista de esa manera!
Tara levanta su barbilla para contraatacar.
―Es de muy mala educación rechazar el regalo de mi nana, además si no te gusta, puedes divertirte sola en mi fiesta de cumpleaños, madre. No pienso bajar sin este vestido.
Sofía enrojece aún más, mira a Julya quien hace una mueca de satisfacción.
―No vas a arruinar mis planes. ― señaló con el dedo índice a Tara y después a Julya―No van a arruinar lo que he conseguido. Más vale que te comportes, y cúbrete bien, no quiero que andes enseñando.
Sale de la habitación cerrando de un golpe la puerta, Julya mira a Tara con una gran sonrisa.
―Baja a tu fiesta y más vale que te diviertas.
―Sin duda lo haré, nana―se acerca a ella y le besa la frente, Julya estaba a punto de romperse a llorar, estaba demasiado feliz por ella, por lograr arrebatar una cadena de las manos de Sofía, aunque sabía dentro de ella, que esta noche sería larga y algo más le decía su intuición de madre que Sofía tenía planes y ella no estaba incluido en ellos.
Tara se miró por última vez en el espejo de cuerpo completo, está a punto de romper a llorar de la felicidad al ver el vestido color dorado en ella, "es hermoso" se murmuraba para ella misma. Estaba lista para bajar y mezclarse entre los invitados. Alcanzó su capa sedosa y antes de salir se puso el antifaz. Era lo mejor de la noche, invitados detrás de una máscara vestidos en elegantes trajes de etiqueta, tal y como había escuchado de su madre unas semanas antes. ―Señorita Miller, ¿Gusta algo para degustar? ―una mesera se acercó a ella cuándo estaba a punto de terminar de bajar el último escalón. ―Sí, gracias―le ofrece una delgada copa de un líquido dorado y burbujeante. Tara da un sorbo y siente como el sabor llena
Tara buscó el grupo dónde había dejado a Alexander y a su madre, pero no apareció por ningún lado. "Mejor" se dijo Tara. Alcanzó otra copa y caminó distraída por la orilla de jardín, viendo desde ahí a todo mundo quienes no dudaban en divertirse, sintió una opresión en su pecho. ―Diversión. ―repitió esa palabra en voz alta. ―Ojalá supiera el verdadero significado de eso. Tara literalmente se escondió con una nueva copa en mano, se sintió por fin relajada ante tanto estrés que cargaba casi desde que había cedido su madre hacer la fiesta. No conoce a nadie, solo había escuchado los nombres de los hacenderos que están cerca de su casa, pero de ahí nada. Después de una hora de ver a todo mundo, decidió irse a su habitación, los ánimos se habían ido y el alcohol empezaba a marearla, no quería que nadie lo notara. Se maldijo entre dientes, si solo hubiese comido algo. Levantó de un costado su vestido para caminar más rápido, pero su huida es detenida por el agarre de Sofía
Tara avanzó hasta quedar cerca al escritorio de su madre, Alexander caminó hasta quedar a unos cuantos pasos frente a ella, se metió ambas manos a los bolsillos de su pantalón de etiqueta. ―Dime tus condiciones―dijo ella. Alexander le hizo una seña de que tomara asiento en el sillón individual, luego él se sienta en el que está frente a ella, cruzó su pierna dejando su tobillo en la otra rodilla. Sus dedos se posaron en la barbilla. ―Tienes algo que a mí me interesa. ―Tara arrugó su entrecejo intrigada. Tenía el nudo en la garganta, no se podía creer que estuviese negociando con Alexander Cooper, ahora todo encajaba, si estaba anteriormente en la hacienda, era por algo. Ahora sabría por qué. ― ¿Qué es? ―Tara cruzó su pierna y se recargó en el respaldo del sillón, ambas manos las dejó en su regazo. ―Las tierras del lado sur de la hacienda. ―Tara se reincorporó y arqueó una ceja desafiante. Esas tierras le pertenecían, era un regalo por parte de
Exactamente el día de hoy se cumplía dos semanas desde aquel día que cerraron el trato en el despacho de su madre. Tara miraba por el gran ventanal de su habitación con vistas al gran jardín, había gente que caminaba de un lado a otro, la persona que se había contratado para arreglar el evento apuntaba algo en su tableta mientras daba órdenes a unos tipos con overol y gorra. El maquillista y el peinador acaban de salir de la habitación, sería la última noche que se quedaría ahí antes de irse a vivir a New York, la emoción la llenaba, pero a la vez tenía miedo. Tocaron la puerta. ―Pase. ―dijo en voz alta. La puerta se abrió y entró Julya vestida muy elegante, se cubrió la boca con ambas manos al ver a su nieta vestida
El cuarteto de cuerdas toca la entrada principal de la ceremonia, Tara y Emerson bajaban lentamente los últimos escalones del final de la escalera principal y en dónde Alexander espera ansioso y muy pero muy nervioso. Éste estaba hipnotizado por la belleza de su futura esposa, la tela de encaje se adhiere a las curvas, la sonrisa tímida de sus labios y el rosa de sus mejillas se estaba volviendo su color favorito. Emerson se acerca a Alexander y le cede la mano de ella, Alexander nervioso la toma, y por un leve momento siente como esa electricidad los traspasa, Tara mira el agarre de ambos sorprendida por lo que acaba de pasar. "Debe de ser la estática"
Tara enterró su rostro en el pecho de Alexander e intentó controlar las lágrimas, ¿Cuándo se iba a imaginar cantar esa hermosa melodía a alguien a quien no ama? ¿Tendrá razón su madre en que uno puede enamorarse en el camino? Alexander está tenso y al terminar la canción todo mundo aplaudió, Tara se da cuenta y cuando sus miradas se encuentran, solo puede ver frialdad, ¿Qué pasa? Ella pide respuesta con su mirada y el ceño arrugado, pero Alexander esquivó su mirada y se acercó para hablar: ―Recuerda, solo son negocios―después para reafirmar lo que ha dicho murmura cuando se inclina cerca de su oído―Las reglas no
Alexander se removió nervioso, ahora todo empezaba a tomar forma y empezaba a dudar ensífue necesariotodoesto. Tara estaba recostada sobre su brazo, abrazada a sí misma, con sus ojos hinchados de tanto haber llorado. Sí, fue una bajeza al faltar a su palabra, pero Sofía tuvo que ver mucho y si no hacía algo, todo se hubiera ido a la m****a. Este suspiró. ¿Ahora debía de jugar a la casita para que Tara cediera a darle las tierras? Se preguntó al volver a mirar a la mujer que estaba casi un ovillo a su lado. Levantó la mirada hacia enfrente y casi sintió alivio al ver la pista privada y su helicóptero que se encontraba en una zona privada. Ya podrían volar a New York y en unas horas después de descansar se organizaría con ella. "Mis reglas" se repitió dentro de su cabeza. Pero el cansancio estaba desconectando la poca fuerza que cargaba. El hacer el papel de novio enamorado lo había agotado. El vuelo a New York tardaría dos horas, quer
Tara pasaba sus dedos por la ropa que colgaba en los elegantes percheros del gran armario de Alexander. Sonrió al ver su primera victoria. Aún cargaba con rencor por lo que había hecho: Romper una promesa. Se acercó al espejo de cuerpo completo y se miró. El vestido de novia tenía arrugas y unas manchas en la parte final. Se desabrochó con cuidado los primeros botones por su cuello adheridos al encaje y después lanzó sus manos hacia su espalda y con dificultad puedo deshacerse de la mayoría. Salió por debajo con toda dificultad, cuándo al fin pudo salir, dio un grito del susto al ver a Alexander en la entrada del armario de brazos cruzados y con una sonrisa triunfante. —Pensé que vivirías por siempre dentro de ese vestido—Tara se cubrió con el vestido pero lo que no vio fue que Alexander desde ahí podía ver su cuerpo de espalda, solo tenía unas bragas de encaje blanco, unos ligueros con las medias y no usaba sostén. — ¡No puedes entrar así! ¡