Tara buscó el grupo dónde había dejado a Alexander y a su madre, pero no apareció por ningún lado. "Mejor" se dijo Tara. Alcanzó otra copa y caminó distraída por la orilla de jardín, viendo desde ahí a todo mundo quienes no dudaban en divertirse, sintió una opresión en su pecho.
―Diversión. ―repitió esa palabra en voz alta. ―Ojalá supiera el verdadero significado de eso.
Tara literalmente se escondió con una nueva copa en mano, se sintió por fin relajada ante tanto estrés que cargaba casi desde que había cedido su madre hacer la fiesta. No conoce a nadie, solo había escuchado los nombres de los hacenderos que están cerca de su casa, pero de ahí nada. Después de una hora de ver a todo mundo, decidió irse a su habitación, los ánimos se habían ido y el alcohol empezaba a marearla, no quería que nadie lo notara. Se maldijo entre dientes, si solo hubiese comido algo. Levantó de un costado su vestido para caminar más rápido, pero su huida es detenida por el agarre de Sofía
Tara avanzó hasta quedar cerca al escritorio de su madre, Alexander caminó hasta quedar a unos cuantos pasos frente a ella, se metió ambas manos a los bolsillos de su pantalón de etiqueta. ―Dime tus condiciones―dijo ella. Alexander le hizo una seña de que tomara asiento en el sillón individual, luego él se sienta en el que está frente a ella, cruzó su pierna dejando su tobillo en la otra rodilla. Sus dedos se posaron en la barbilla. ―Tienes algo que a mí me interesa. ―Tara arrugó su entrecejo intrigada. Tenía el nudo en la garganta, no se podía creer que estuviese negociando con Alexander Cooper, ahora todo encajaba, si estaba anteriormente en la hacienda, era por algo. Ahora sabría por qué. ― ¿Qué es? ―Tara cruzó su pierna y se recargó en el respaldo del sillón, ambas manos las dejó en su regazo. ―Las tierras del lado sur de la hacienda. ―Tara se reincorporó y arqueó una ceja desafiante. Esas tierras le pertenecían, era un regalo por parte de
Exactamente el día de hoy se cumplía dos semanas desde aquel día que cerraron el trato en el despacho de su madre. Tara miraba por el gran ventanal de su habitación con vistas al gran jardín, había gente que caminaba de un lado a otro, la persona que se había contratado para arreglar el evento apuntaba algo en su tableta mientras daba órdenes a unos tipos con overol y gorra. El maquillista y el peinador acaban de salir de la habitación, sería la última noche que se quedaría ahí antes de irse a vivir a New York, la emoción la llenaba, pero a la vez tenía miedo. Tocaron la puerta. ―Pase. ―dijo en voz alta. La puerta se abrió y entró Julya vestida muy elegante, se cubrió la boca con ambas manos al ver a su nieta vestida
El cuarteto de cuerdas toca la entrada principal de la ceremonia, Tara y Emerson bajaban lentamente los últimos escalones del final de la escalera principal y en dónde Alexander espera ansioso y muy pero muy nervioso. Éste estaba hipnotizado por la belleza de su futura esposa, la tela de encaje se adhiere a las curvas, la sonrisa tímida de sus labios y el rosa de sus mejillas se estaba volviendo su color favorito. Emerson se acerca a Alexander y le cede la mano de ella, Alexander nervioso la toma, y por un leve momento siente como esa electricidad los traspasa, Tara mira el agarre de ambos sorprendida por lo que acaba de pasar. "Debe de ser la estática"
Tara enterró su rostro en el pecho de Alexander e intentó controlar las lágrimas, ¿Cuándo se iba a imaginar cantar esa hermosa melodía a alguien a quien no ama? ¿Tendrá razón su madre en que uno puede enamorarse en el camino? Alexander está tenso y al terminar la canción todo mundo aplaudió, Tara se da cuenta y cuando sus miradas se encuentran, solo puede ver frialdad, ¿Qué pasa? Ella pide respuesta con su mirada y el ceño arrugado, pero Alexander esquivó su mirada y se acercó para hablar: ―Recuerda, solo son negocios―después para reafirmar lo que ha dicho murmura cuando se inclina cerca de su oído―Las reglas no
Alexander se removió nervioso, ahora todo empezaba a tomar forma y empezaba a dudar ensífue necesariotodoesto. Tara estaba recostada sobre su brazo, abrazada a sí misma, con sus ojos hinchados de tanto haber llorado. Sí, fue una bajeza al faltar a su palabra, pero Sofía tuvo que ver mucho y si no hacía algo, todo se hubiera ido a la m****a. Este suspiró. ¿Ahora debía de jugar a la casita para que Tara cediera a darle las tierras? Se preguntó al volver a mirar a la mujer que estaba casi un ovillo a su lado. Levantó la mirada hacia enfrente y casi sintió alivio al ver la pista privada y su helicóptero que se encontraba en una zona privada. Ya podrían volar a New York y en unas horas después de descansar se organizaría con ella. "Mis reglas" se repitió dentro de su cabeza. Pero el cansancio estaba desconectando la poca fuerza que cargaba. El hacer el papel de novio enamorado lo había agotado. El vuelo a New York tardaría dos horas, quer
Tara pasaba sus dedos por la ropa que colgaba en los elegantes percheros del gran armario de Alexander. Sonrió al ver su primera victoria. Aún cargaba con rencor por lo que había hecho: Romper una promesa. Se acercó al espejo de cuerpo completo y se miró. El vestido de novia tenía arrugas y unas manchas en la parte final. Se desabrochó con cuidado los primeros botones por su cuello adheridos al encaje y después lanzó sus manos hacia su espalda y con dificultad puedo deshacerse de la mayoría. Salió por debajo con toda dificultad, cuándo al fin pudo salir, dio un grito del susto al ver a Alexander en la entrada del armario de brazos cruzados y con una sonrisa triunfante. —Pensé que vivirías por siempre dentro de ese vestido—Tara se cubrió con el vestido pero lo que no vio fue que Alexander desde ahí podía ver su cuerpo de espalda, solo tenía unas bragas de encaje blanco, unos ligueros con las medias y no usaba sostén. — ¡No puedes entrar así! ¡
— ¿Acaso tengo que aprenderme una historia del por qué nos hemos casado? —Alexander se irritó. No había previsto eso. ¿Por qué su familia tenía que complicar todo? Lo único que no quería es que ellos adoraran a Tara, el matrimonio duraría muy poco y el habría obtenido las tierras, claro, entregando el porcentaje pactado. —Me temo que sí. Puedes armarte algo sencillo y práctico. Sin mucho drama y romanticismo o no nos creerán. Saben perfectamente que soy muy diferente a eso. Tara mordió por fin la tostada, su mente comenzó a maquinar una historia de lo más pero más romántica, dramática y empalagosa. Y eso le lleno de emoción. Quería ver la cara de Alexander cuándo relatara toda una historia de amor.
― ¿Cómo que no vendrán a la cena? Tu hermana Leslie se ha esmerado como no tienes una idea, Alexander...―Antonietta habló en un tono triste. Toda la familia Cooper estaban ansiosos por conocer más a la mujer que había enamorado a Alexander y el único hijo varón nunca pensaron que se fuese a casar, incluso que tuviera alguna novia. Alexander ante su familia era un enigma. Un hombre solitario y que guardaba celosamente su vida privada y más de ellos. ―Tara no ha podido descansar, tiene una fuerte jaqueca, incluso ha venido el doctor a revisarla y le ha dicho que necesita reposo. Pienso que es el cambio de ambiente, la altura o algo así. Pero mañana domingo ya que se sienta un poco mejor podríamos ir. ¿Te parece? ―Oh, hijo, claro. Espero se sienta mejor, puede ser el cambio de clima. Cuídala mucho. Iré a informarle a Leslie para que no siga horneando. Dile a Tara que le mandamos saludos y que se mejore, espero verlos mañana. ―Si madre, buenas noches―y terminó la