― ¿Cómo que no vendrán a la cena? Tu hermana Leslie se ha esmerado como no tienes una idea, Alexander...―Antonietta habló en un tono triste. Toda la familia Cooper estaban ansiosos por conocer más a la mujer que había enamorado a Alexander y el único hijo varón nunca pensaron que se fuese a casar, incluso que tuviera alguna novia. Alexander ante su familia era un enigma. Un hombre solitario y que guardaba celosamente su vida privada y más de ellos.
―Tara no ha podido descansar, tiene una fuerte jaqueca, incluso ha venido el doctor a revisarla y le ha dicho que necesita reposo. Pienso que es el cambio de ambiente, la altura o algo así. Pero mañana domingo ya que se sienta un poco mejor podríamos ir. ¿Te parece?
―Oh, hijo, claro. Espero se sienta mejor, puede ser el cambio de clima. Cuídala mucho. Iré a informarle a Leslie para que no siga horneando. Dile a Tara que le mandamos saludos y que se mejore, espero verlos mañana.
―Si madre, buenas noches―y terminó la
Tara se acomodó y puso sus manos sobre su regazo. —Alexander y mi madre saben de negocios, han coincidido en especial en uno, ¿Verdad, cariño? —Tara miró a Alexander cuándo éste daba un sorbo incómodo a su bebida. Sabía Alexander que lo estaba desafiando. Así que se limitó a asentir. Pero algo en él lo hizo hablar y salvarse el pellejo. —Sí, su madre tiene una visión grande en los negocios, es de las pocas personas que me han sorprendido en este tema. Fui hablar de negocios, pero luego apareció Tara con sus ojos verdes, ahí de pie al lado de la silla del comedor, pude sentir un escalofrío desde mi espina dorsal, ahí estaba frente a mí, su madre se puso a su lado e hizo las presentaciones. —Awwww, ¿Amor a primera vista? —preguntó la hermana emocionada. —Yo digo...—estaba a punto de terminar la frase Tara, pero Alexander se adelantó. —Si. —Tara abrió los ojos como platos y parpadeó. — ¿Por tu lado no? —preguntó la hermana de Alexander in
Tara llevaba una hora sentada en el mismo lugar: sobre la duela oscura, su espalda contra la puerta y abrazada con sus rodillas a la altura de su pecho. — ¿Señora Cooper? —la voz de la ama de llaves del otro lado de la puerta la hizo brincar de la sorpresa. — ¿S-Sí? —se incorporó y abrió la puerta. La mujer la mirada con curiosidad. —El señor Cooper ha informado que trabajará hasta tarde en el despacho, cualquier cosa puede presionar el intercomunicador que da al área de servicio. ¿Necesita algo antes de dormir? —Tara negó en silencio. —Estoy bien, gracias. Debería de descansar ya, son más de la una de la madrugada—dijo Tara, y la mujer le sonrió. —Estamos a su servicio, señora Cooper, que descanse—y cerró la puerta. Tara se giró y decidió irse a dar un baño rápido y dormir. Necesitaba bajar la temperatura "exagerada"-como piensa- que tenía en su cuerpo, las piernas aún le temblaban de los nervios. El beso pasó una y otr
Tara miró a los ojos de Alexander, quién seguía sin decir nada... — "¿Apagar el calor qué he provocado?"—susurró Alexander empezando a entender el momento. Tara asintió y mordió su labio inferior, tiró un poco más de su camisa de donde estaba sus manos sostenidas. Alexander por un momento pensó:"Debe de estar aún dormida" — ¿Señor Cooper? —Tara lo regresó a la realidad, Alexander intentó reponerse ya que no se había dado cuenta de su erección, pero Tara era ruda. —Tara, creo que aún estás dormida y no sabes de lo que hablas, ¿Calor? Encenderé el aire central de la habitación...—tomó con una mano su muñeca para detener su agarre. —No estoy dormida, Cooper, soy tu esposa, ¿verdad? —Alexander arrugó su entrecejo extrañado a su pregunta. —Sabes que sí, Tara—Tara sonrió. —Entonces, una de tus obligaciones es tener a tu esposa satisfecha... ¿No? —al escuchar estas palabras, sus ojos estuvieron a punto de salir
Tara se había quedado dormida en el sillón individual después de haberse sentado a leer un rato antes de hacer lo planeado del día, el respaldo del sillón daba la espalda a la entrada de la habitación, cuándo se retiró el auricular escuchó al ama de llaves dando órdenes, Tara se levantó para ver qué es lo que pasaba. — ¿Qué pasa? —pregunto Tara, la ama de llaves le sonrió cálidamente. —Terminando de acomodar las cosas de usted, he notado que no ha desempacado, e hice que ordenaran el espacio dónde se han puesto sus pertenencias. —Pero no eran muchas cosas...—Tara se dio cuenta de lo que estaba pasando dentro del gran armario, su vestido de novia estaba impecable dentro de una bolsa transparente. El ama de llaves, lo tomó y comenzó a buscar el mejor lugar para guardarlo, pero se percató de la reacción de Tara que no retiraba la mirada del vestido. — ¿Dónde le gustaría que guardara el vestido de novia, señora Cooper? —Tara se abrazó el libro contra su p
Alexander terminó la segunda junta de la tarde, no había ido almorzar por el exceso de trabajo que tenía pendiente, todo debido a sus días en la Hacienda Hill días atrás respecto a la boda. Cerró su carpeta y el personal que estaba alrededor de la gran mesa de la sala de juntas, comenzó a desaparecer del lugar. Se levantó y se dirigió a los grandes ventanales y desde ahí, disfrutó el paisaje. La estatua de la libertad a lo lejos era uno de ellos. El toque de la puerta lo distrajo. — ¿Señor Cooper? —Alexander se giró hacia la entrada y era su asistente personal. — ¿No pueden darme cinco minutos para respirar? —su asistente Amelia, palideció. —Tiene una llamada de su ama de llaves, la señora Brent—Alexander abrió los ojos, sorprendido y de un momento pasó a la preocupación. —Envíala a mi línea privada—cruzó a paso veloz al otro extremo de la sala, abrió con brusquedad ambas puertas que conectaban a su oficina y luego las cerró detrás de él, notó
Tara estaba rodeada por el brazo de Alexander, ella se había quedado dormida, el cansancio y el haber llorado la habían llevado a los brazos de Morfeo. De vez en cuando tenía un salto entre sueños, preocupando a Alexander. Habían llegado al edificio, el auto se estacionó frente del elevador del estacionamiento subterráneo y un guardaespaldas que custodiaba en ese momento, le abrió la puerta del lado de Alexander, antes de bajar, contempló a Tara, sus mejillas seguían pálidas y su americana la cubría. —Tara—la movió un poco para despertarla, ella abrió los ojos saltando de su lugar y con los ojos muy abiertos miraba a su alrededor asustada, esa reacción alertó y conmovió a Alexander. Tocó su mejilla para traerla al momento cuando la vio ida en sus pensamientos. —Tranquila, hemos llegado a casa... Tara lo miró detenidamente, como si estuviera saboreando esas últimas palabras. Alexander la miró de una manera que ella se estremeció, emergió de su interior segurid
Las lenguas de ambos bailaban seductoramente hasta casi incendiar los cuerpos, las manos de Alexander comenzaron a desvestir a Tara, quien temblaba bajo sus caricias, ella quería también hacer lo mismo, así que con sus dedos torpes buscó los botones de la camisa de vestir de Alexander. Tara intentó concentrarse, lo juraba, pero el beso era tan, tan intenso, que sus dedos comenzaron a dejar rastros de caricias tiernas, torpes y algo inexpertas perdiendo total concentración. —Espera—dijo Tara frustrada separándose del beso, Alexander apenas reaccionó, las manos de ella buscaron exactamente el lugar de cada botón, finalmente abrió la camisa y descubrió un torso desnudo y perfecto, sus labios se entreabrieron para tomar aire bruscamente, como si el aire que necesitaba para respirar se hubiese esfumado, sus dedos largos y pálidos, hicieron un camino por el estómago de él. Alexander se estremeció por segunda vez, pero en esta ocasión, Tara había detenido su caricia inexperta en el
Tara sintió como la sábana que la cubría a medio cuerpo, fue retirada. Se encontraba boca abajo y con la mejilla contra la cama, no quiso abrir los ojos, tenía demasiado sueño, su cuerpo reclamaba descanso después de horas de tener sexo y experimentando nuevas posiciones para alcanzar orgasmo que nunca creía que de esa manera una mujer pudiese satisfacerse. No se movió, no quería moverse realmente, el dolor entre sus muslos era molesto. —Despierta...—escuchó la voz de Alexander en un susurro cerca de su oído. Su plan era no moverse nunca más, solo quería dormir. —Sé que estás despierta...—Alexander se subió encima y su erección fue restregada contra el trasero desnudo de Tara, ésta abrió los ojos como platos. — ¿Cómo es posible que ya...? —Alexander soltó una risa contagiando a Tara. —Eres exquisita, no puedo saciarme de ti, ¿Te molesta eso? —Tara sonrío, con dificultad se giró para quedar frente a frente, Alexander lucía radiante, más relajado, más joven y e