Tara sintió como la sábana que la cubría a medio cuerpo, fue retirada. Se encontraba boca abajo y con la mejilla contra la cama, no quiso abrir los ojos, tenía demasiado sueño, su cuerpo reclamaba descanso después de horas de tener sexo y experimentando nuevas posiciones para alcanzar orgasmo que nunca creía que de esa manera una mujer pudiese satisfacerse. No se movió, no quería moverse realmente, el dolor entre sus muslos era molesto.
—Despierta...—escuchó la voz de Alexander en un susurro cerca de su oído. Su plan era no moverse nunca más, solo quería dormir. —Sé que estás despierta...—Alexander se subió encima y su erección fue restregada contra el trasero desnudo de Tara, ésta abrió los ojos como platos.
— ¿Cómo es posible que ya...? —Alexander soltó una risa contagiando a Tara.
—Eres exquisita, no puedo saciarme de ti, ¿Te molesta eso? —Tara sonrío, con dificultad se giró para quedar frente a frente, Alexander lucía radiante, más relajado, más joven y e
Alexander caminaba de un lado a otro dentro de su oficina, sentía ese malestar dentro de él, un malestar que le repetía una y otra vez, las reglas que había roto, él no era de romper reglas, al contrario, exigía que se cumplieran. Ahora, era un hombre casado, con una hermosa joven de ojos color esmeralda y la guinda de todo esto: Era virgen, y por primera vez fue el primero de alguien. Exactamente de Tara, el solo pensar que otro hombre podría siquiera poner sus ojos en ella, todo su interior se incendiaba. ― ¿Qué es lo que te pasa, Alexander? ―se pasó ambas manos por su rostro intentando aliviar la tensión, apenas podía concentrarse en la oficina, lanzó una mirada a su reloj de pared, y se dio cuenta que el tiempo caminaba lentamente. Era como si el tiempo estuviera burlándose de él, alentando el tiempo en
“Su mundo" Tara observó detenidamente a Alexander, este, sonrió de una manera que le erizó la piel. Le extendió la mano, Tara dudó por unos momentos... ― ¿Por qué lo haces ver tan misterioso? ―Alexander sonrió más. ―Porqué para mí lo es. Vamos...―agitó un poco su mano para ayudarle a bajar del auto. Finalmente, Tara aceptó su mano, Alexander tiró con suavidad el agarre, luego besó el dorso de ella. ― ¿Por qué siento que...? ―Tara detuvo sus palabras. Tragó saliva y sonrió. ―...Tengo hambre.
“Tic, tac, tic, tac." Dijo de nuevo Tara en dirección a Alexander quien estaba impresionado por lo que estaba pasando. Tara...lo había sorprendido. Y rara vez alguien lo hacía. —Espera...—finalmente se acercó a ella, los labios de Tara esperaban ansiosos los de él. Las caricias se hicieron presente, la adrenalina de ella subió a tope, impresionada por lo que estaba haciendo ya que ella no era así, pero algo le pasaba cuando estaba con Alexander. Algo en ella quería gritar, gozar, y repetir todo lo que le provocaba su ahora...esposo. El timbre de la habitación sonó por una ocasión, -reglas de Cooper- al ver que nadie respondía, la mujer de pelo rojo quedó de pie afuera de la habitación, esperando que abrieran, -O quizás escuchar algo- pero eso le hizo pensar que... "El señor Cooper, está en sesión." Sintió una pizca de
Tara no quiso seguir con el beso cuando se sintió abrumada con sus pensamientos, intentó separarse, cortó el beso, pero Alexander no la soltó, la tenía contra la pared, ambos jadeaban y él la deseaba con locura. Su actitud lo estaba volviendo loco, él se inclinó pero ella negó. —No…detente. —Alexander abrió de más sus ojos con sorpresa a la petición de Tara, bajó su mirada a los labios rojos de ella que estaban entreabiertos, intentando atrapar aire hacia sus pulmones. Alexander extendió su mano, dejándola por debajo del pecho de ella, desde ahí pudo ver sus pezones erectos, sus ojos verdes dilatados, claro que no quería que se detuviera. — ¿Quieres…quieres que me detenga, Tara? —ella lo miró extasiada. Sus piernas temblaban y estaban a punto de tirarla al suelo. —Si…—susurró Tara. Alexander se separó lentamente. —No volveré a tocarte en lo que resta de nuestro matrimonio. —Tara alzó sus cejas cargadas de sorpresa y conf
Tara daba vueltas en la cama, se sentía de una manera extraña, la calidez con la que estuvo durmiendo días atrás, empezó a extrañarla. Se levantó, se sentó en la orilla de la cama, encendió la lámpara de noche, luego miró la gran habitación, miró el lado vacío de Alexander. Se mordió el labio, pensó en si ella llegara a la habitación y se acurrucara a su cuerpo sin hacer nada, solo dormir, ¿Le dejaría? O ¿La rechazaría? —Investiga, Tara. —se levantó y alcanzó su bata de noche, cubriendo el diminuto calzón de encaje y seda y su blusa de tirante haciendo juego con el resto. Se recogió el cabello en una coleta y se dirigió fuera de la habitación. Caminó por el largo pasillo, se había regañado a si misma a la falta de conocimiento de la casa, ahora, era su casa durante un año. Caminó a tientas, con el corazón re
Durante el transcurso del camino a la cena de las amistades de Alexander, Tara no pudo evitar no sentir nervios. Solo dos ocasiones es que había ido a una fiesta y había visto tanta gente fue el día que se enteró que su fiesta de cumpleaños era de compromiso, luego fue la boda, y ahora una cena para ser mostrada ante la sociedad del círculo más cercano de Alexander Cooper. —Si es posible, solo sonríe. No es necesario que entres en temas de ningún tipo. —Tara se giró lentamente hacia él, quien miraba por la ventanilla. —Supongo que la fiesta es porque quieren saber de la nueva actualización en tu vida, ¿No crees que preguntarán de todo sobre nosotros? —Alexander se tensó. —Estarás a mi lado todo el tiempo, yo manejaré la situación. —Entonces simplemente…sonreiré. —dijo ella este último con sarcasmo.
— ¿Esposa? Vaya, te has casado y no has invitado, querido. —Alexander se tensó. —Lo siento, una larga historia, bueno te dejo, vamos a entrar. —la esquivaron sin dejar que ella contestara, y entraron finalmente al salón. La gente murmuró cuando los vieron entrar, la música seguía escuchándose, los meseros lucían impecables y se acercó uno a ofrecerles unas copas de la carísima bebida. Alexander tomó dos y le entregó una a Tara.
Tara caminó de un lado a otro, repasando cada momento de la cena, las palabras del hombre que había llegado al final, sus preguntas:“¿Ya llevaste a tu esposa al club? ¿Sabe lo que haces ahí?” Cuando Tara intentó buscar respuestas, no las obtuvo. Alexander estaba demasiado cabreado para siquiera gruñir. Ella sabía que era algo más. Tenía dudas sobre la mujer, la tal Ginger y ahora con el famoso Jack. ¿Quién era realmente Jack? ¿Fueron amigos? ¿Acaso el odio en la mirada de Alexander hacia él era señal de que Jack le hizo algo? Todas esas preguntas se hizo Taramientras intentódormir, se levantó de la cama y decidió mejor ir al sillón, ahí mismo se recostó, colgó sus piernas sobre el brazo de este y se quedó dormida sin darse cuenta de la hora con sus audífonos puestos. *** Tara despertó en el mismo lugar, la única diferencia es que la cubría una sábana de la cama, se preguntó si Alex