Tara daba vueltas en la cama, se sentía de una manera extraña, la calidez con la que estuvo durmiendo días atrás, empezó a extrañarla. Se levantó, se sentó en la orilla de la cama, encendió la lámpara de noche, luego miró la gran habitación, miró el lado vacío de Alexander. Se mordió el labio, pensó en si ella llegara a la habitación y se acurrucara a su cuerpo sin hacer nada, solo dormir, ¿Le dejaría? O ¿La rechazaría?
—Investiga, Tara. —se levantó y alcanzó su bata de noche, cubriendo el diminuto calzón de encaje y seda y su blusa de tirante haciendo juego con el resto. Se recogió el cabello en una coleta y se dirigió fuera de la habitación. Caminó por el largo pasillo, se había regañado a si misma a la falta de conocimiento de la casa, ahora, era su casa durante un año. Caminó a tientas, con el corazón re
Durante el transcurso del camino a la cena de las amistades de Alexander, Tara no pudo evitar no sentir nervios. Solo dos ocasiones es que había ido a una fiesta y había visto tanta gente fue el día que se enteró que su fiesta de cumpleaños era de compromiso, luego fue la boda, y ahora una cena para ser mostrada ante la sociedad del círculo más cercano de Alexander Cooper. —Si es posible, solo sonríe. No es necesario que entres en temas de ningún tipo. —Tara se giró lentamente hacia él, quien miraba por la ventanilla. —Supongo que la fiesta es porque quieren saber de la nueva actualización en tu vida, ¿No crees que preguntarán de todo sobre nosotros? —Alexander se tensó. —Estarás a mi lado todo el tiempo, yo manejaré la situación. —Entonces simplemente…sonreiré. —dijo ella este último con sarcasmo.
— ¿Esposa? Vaya, te has casado y no has invitado, querido. —Alexander se tensó. —Lo siento, una larga historia, bueno te dejo, vamos a entrar. —la esquivaron sin dejar que ella contestara, y entraron finalmente al salón. La gente murmuró cuando los vieron entrar, la música seguía escuchándose, los meseros lucían impecables y se acercó uno a ofrecerles unas copas de la carísima bebida. Alexander tomó dos y le entregó una a Tara.
Tara caminó de un lado a otro, repasando cada momento de la cena, las palabras del hombre que había llegado al final, sus preguntas:“¿Ya llevaste a tu esposa al club? ¿Sabe lo que haces ahí?” Cuando Tara intentó buscar respuestas, no las obtuvo. Alexander estaba demasiado cabreado para siquiera gruñir. Ella sabía que era algo más. Tenía dudas sobre la mujer, la tal Ginger y ahora con el famoso Jack. ¿Quién era realmente Jack? ¿Fueron amigos? ¿Acaso el odio en la mirada de Alexander hacia él era señal de que Jack le hizo algo? Todas esas preguntas se hizo Taramientras intentódormir, se levantó de la cama y decidió mejor ir al sillón, ahí mismo se recostó, colgó sus piernas sobre el brazo de este y se quedó dormida sin darse cuenta de la hora con sus audífonos puestos. *** Tara despertó en el mismo lugar, la única diferencia es que la cubría una sábana de la cama, se preguntó si Alex
Vio un collar de perlas, brazalete de diamantes, otro collar pero este era de puro diamantes diminutos, a un lado de las joyas descubrió una carpeta negra y un logo rojo, por un momento recordó los colores de los muebles del lugar, “Rojo y negro” tragó saliva, decidió dar un vistazo, acomodar todo de nuevo e ir por información. Sacó la carpeta y luego se dejó caer en el piso, al abrirla vio contratos de confidencialidad, leyó nombres de mujeres, así como datos, no entendió nada, así que siguió repasando la documentación, al final vio fotos y su mano se fue a su boca para callar el jadeo de sorpresa. — ¿Pero qué…? —era una mujer desnuda, atada de manos, pies y tenía vendado sus ojos. El lugar teníaparedes en color rojo, al fondo de esta había una cama negra, con barrotes altos del mismo color. Arrugó su entrecejo más confundida. — ¿Por qué…? Bueno…no se le ve asustada a la mujer… ¿Le gusta que la tengan así? ¿Desnuda? —p
Alexander acabó de finalizar una reunión, la gente apenas salió del lugar cuando revisó su móvil y dudó en sí debió de contestar el último mensaje de Tara. Pero decidió que no. Qué no caería en su provocación acerca de su mensaje de llevar un “niñero” como le ha puesto a Andrew, su nuevo guardaespaldas. Miró por más tiempo aquel mensaje que le envió, pensando en lo que había pasado el día de ayer, la cena, su vestido, su rostro, sus labios, luego apareció el rostro de Ginger, su ex amante, luego, Jack. Jack había sido su mejor amigo en la facultad hace años atrás, juntos habían descubierto el club rojo, Jack se había convertido en un dominante al igual que Alexander
Giselle se acercó lentamente hacia Tara, pudo ver su respiración agitarse en momentos. Levantó su mano despacio para retirar cabello de su hombro, Tara miró su acción cuando sintió el toque de ella. Giselle se acercó tanto que Tara se sintió incomoda, un hombre llegó por detrás de ellas y la pelirroja asintió sin dejar de mirar a la mujer de ojos verdes. Tara no entendió lo que estaba sucediendo, pero estaba excitada, por un momento olvidó a Alexander cuando vio al hombre besando a Giselle cerca de ella, es como si quisieran que ella participara en esa escena, Tara tragó saliva y por un momento sintió humedad entre sus bragas. El hombre giró a Tara y ella dudó, Giselle le hizo una seña de que no se preocupara. Pero Tara salió del trance cuando el hombre se inclinó para besarla pero ella giró su rostro. —Esto es el club Rojo, nena. Deja que te lleve a contar las estrellas…—susurró el hombre en el oído de Tara, ella se separó, luego se movió cuando Gisel
Alexander sintió un intenso escalofrío recorrerle la piel cuando escuchó esas últimas palabras. Se sintió abrumado con la confesión de Tara, sintió esa opresión en su pecho, retrocedió un paso y se llevó la mano a su cuello para masajearlo. Las lágrimas de Tara caían por sus mejillas rojizas. ¿Cómo corresponder? Acaso… ¿Podría corresponder? No tenías ni el mes de casados y todo estaba tornándose abrumador. Su objetivo principal eran aquellas tierras, su matrimonio pasó a segundo plano, pero ahora, con Tara en su vida y esa confesión de hace unos momentos, le estaban moviendo el piso, casi perdiendo el equilibrio dentro de sus reglas, él tenía que seguir hasta el final con esas reglas, se h
— ¿Te confundo? —Tara asintió con sus mejillas muy rojizas. — ¡Sí! Me confundes tanto que creí que mi virginidad era preciada para ti. —Alexander sintió estar en un lugar inexplorado, ¿Desde cuándo una mujer le echa en cara lo que ella misma cedió a entregarle? Tragó saliva, no tenía palabras, la había deseado como nunca había deseado a una mujer, para su sorpresa, no era una sumisa. La sumisa de su pasado y que había ocasionado un problema entre Jack y él, lo había vuelto de una manera más fría, más controladora, pero ahora con Tara, no sabía qué hacer, ¿Si deja a un lado sus reglas y cede a sus verdaderos deseos por ella? El solo pensar un poco, ya le provocaba una gran erección. &n