Alexander acabó de finalizar una reunión, la gente apenas salió del lugar cuando revisó su móvil y dudó en sí debió de contestar el último mensaje de Tara. Pero decidió que no. Qué no caería en su provocación acerca de su mensaje de llevar un “niñero” como le ha puesto a Andrew, su nuevo guardaespaldas. Miró por más tiempo aquel mensaje que le envió, pensando en lo que había pasado el día de ayer, la cena, su vestido, su rostro, sus labios, luego apareció el rostro de Ginger, su ex amante, luego, Jack.
Jack había sido su mejor amigo en la facultad hace años atrás, juntos habían descubierto el club rojo, Jack se había convertido en un dominante al igual que Alexander
Giselle se acercó lentamente hacia Tara, pudo ver su respiración agitarse en momentos. Levantó su mano despacio para retirar cabello de su hombro, Tara miró su acción cuando sintió el toque de ella. Giselle se acercó tanto que Tara se sintió incomoda, un hombre llegó por detrás de ellas y la pelirroja asintió sin dejar de mirar a la mujer de ojos verdes. Tara no entendió lo que estaba sucediendo, pero estaba excitada, por un momento olvidó a Alexander cuando vio al hombre besando a Giselle cerca de ella, es como si quisieran que ella participara en esa escena, Tara tragó saliva y por un momento sintió humedad entre sus bragas. El hombre giró a Tara y ella dudó, Giselle le hizo una seña de que no se preocupara. Pero Tara salió del trance cuando el hombre se inclinó para besarla pero ella giró su rostro. —Esto es el club Rojo, nena. Deja que te lleve a contar las estrellas…—susurró el hombre en el oído de Tara, ella se separó, luego se movió cuando Gisel
Alexander sintió un intenso escalofrío recorrerle la piel cuando escuchó esas últimas palabras. Se sintió abrumado con la confesión de Tara, sintió esa opresión en su pecho, retrocedió un paso y se llevó la mano a su cuello para masajearlo. Las lágrimas de Tara caían por sus mejillas rojizas. ¿Cómo corresponder? Acaso… ¿Podría corresponder? No tenías ni el mes de casados y todo estaba tornándose abrumador. Su objetivo principal eran aquellas tierras, su matrimonio pasó a segundo plano, pero ahora, con Tara en su vida y esa confesión de hace unos momentos, le estaban moviendo el piso, casi perdiendo el equilibrio dentro de sus reglas, él tenía que seguir hasta el final con esas reglas, se h
— ¿Te confundo? —Tara asintió con sus mejillas muy rojizas. — ¡Sí! Me confundes tanto que creí que mi virginidad era preciada para ti. —Alexander sintió estar en un lugar inexplorado, ¿Desde cuándo una mujer le echa en cara lo que ella misma cedió a entregarle? Tragó saliva, no tenía palabras, la había deseado como nunca había deseado a una mujer, para su sorpresa, no era una sumisa. La sumisa de su pasado y que había ocasionado un problema entre Jack y él, lo había vuelto de una manera más fría, más controladora, pero ahora con Tara, no sabía qué hacer, ¿Si deja a un lado sus reglas y cede a sus verdaderos deseos por ella? El solo pensar un poco, ya le provocaba una gran erección. &n
Viernes por la noche — ¿Y están todos bien? —preguntó Tara a su nana Julya. —Es la cuarta vez que llamas en la semana, dime algo, ¿Está todo bien? ¿Te trata bien? —Tara se dejó caer en la orilla de su cama. —Sí, estoy bien, y sí, me trata bien. Precisamente esta noche hay fiesta, los invitados no tardan en llegar. —Oh, ¿Te pusiste más hermosa? —Tara soltó una risa y negó divertida. Hablar con su nana había hecho que toda la semana no fuese un infierno, aunque casi no ha hablado con Alexander, aún se sentía la tensión en el ambiente. Había notado que llegaba tarde, a dos días se había ido sin desayunar, Tara pensó que quizás estaba evitándola. —Intento, nana, intento. Por cierto, ¿Cómo sigue mi madre con esos dolores de cabeza? —la nana comenzó a platicarle todo de nuevo, no
Tara miró el móvil donde apareció el nombre de Jack Thompson, podría decirse que la ira corrió por sus venas después de ver como su esposo de negocio se iba con la ex amante frente a sus ojos, pensó que es una buena oportunidad para fastidiarlo. Ella también podía jugar y quería sacarse eso que sentía por él y que había callado. ¿Entonces, Tara? Una sonrisa apareció en sus labios rojo carmín. —Juguemos, Cooper. —bajó la mirada a la pantalla, presionó el botón rojo para hacer la llamada. Esperó a que contestara. — ¿Sí? —Tara se tensó y estuvo a punto de colgar, pero se regañó a sí misma.
Alexander se tensó y miró a Ginger. —Es un contrato de negocios. —confesó, de repente Alexander maldijo entre dientes al haberse escapado aquello. Era confidencial. Ginger arqueó una ceja, estaba sorprendida con la confesión. —Entonces, ¿Negocios? ¿Qué negocios? ¿Qué es lo que te hizo enredarte con ella al grado de casarte para hacer negocios? Te desconozco totalmente, Alexander. ¿Tuviste que hacer todo real para qué?
Tara despertó al sentir una punzada fuerte en su cabeza, abrió los ojos y el techo de la habitación es lo único que pude ver por el momento, su mano se fue a su cuello y entonces se dio cuenta que tenía un collarín. Cerró los ojos y recordó haber llegado a la habitación y el dolor le había nublado de la vista hasta ya no recordar nada más. Alexander caminaba de un lado a otro, ansioso por poder entrar a la habitación, aún no se le tenía permitido. Jack, sentado y de brazos cruzados observó la preocupación de su ex mejor amigo. Realmente estaba preocupado, bueno, ¿Quién no estaría por su esposa? Sería, ¿Esposa fa
Alexander entró en la habitación de Tara, se le estrujó el corazón al verla acostada sin almohada, solo con su collarín, ambas manos a su costado. Cerró la puerta detrás de él, buscó una silla para acercarse a ella, la encontró, en cuanto se sentó a su lado, su móvil vibró, cuando lo agarró, la pantalla anunció el nombre de su madre. —Mierda. —canceló la llamada y le mandó un texto que estaba ocupado, que más tarde le regresa la llamada, pero su madre contestó: “Estamos llegando al hospital, nos hemos enterado lo de Tara, usted y yo hablaremos, jovencito.” Negó Alexander, no estaba de humor para ponerse a discut