Tara miró a los ojos de Alexander, quién seguía sin decir nada...
— "¿Apagar el calor qué he provocado?"—susurró Alexander empezando a entender el momento.
Tara asintió y mordió su labio inferior, tiró un poco más de su camisa de donde estaba sus manos sostenidas. Alexander por un momento pensó: "Debe de estar aún dormida"
— ¿Señor Cooper? —Tara lo regresó a la realidad, Alexander intentó reponerse ya que no se había dado cuenta de su erección, pero Tara era ruda.
—Tara, creo que aún estás dormida y no sabes de lo que hablas, ¿Calor? Encenderé el aire central de la habitación...—tomó con una mano su muñeca para detener su agarre.
—No estoy dormida, Cooper, soy tu esposa, ¿verdad? —Alexander arrugó su entrecejo extrañado a su pregunta.
—Sabes que sí, Tara—Tara sonrió.
—Entonces, una de tus obligaciones es tener a tu esposa satisfecha... ¿No? —al escuchar estas palabras, sus ojos estuvieron a punto de salir
Tara se había quedado dormida en el sillón individual después de haberse sentado a leer un rato antes de hacer lo planeado del día, el respaldo del sillón daba la espalda a la entrada de la habitación, cuándo se retiró el auricular escuchó al ama de llaves dando órdenes, Tara se levantó para ver qué es lo que pasaba. — ¿Qué pasa? —pregunto Tara, la ama de llaves le sonrió cálidamente. —Terminando de acomodar las cosas de usted, he notado que no ha desempacado, e hice que ordenaran el espacio dónde se han puesto sus pertenencias. —Pero no eran muchas cosas...—Tara se dio cuenta de lo que estaba pasando dentro del gran armario, su vestido de novia estaba impecable dentro de una bolsa transparente. El ama de llaves, lo tomó y comenzó a buscar el mejor lugar para guardarlo, pero se percató de la reacción de Tara que no retiraba la mirada del vestido. — ¿Dónde le gustaría que guardara el vestido de novia, señora Cooper? —Tara se abrazó el libro contra su p
Alexander terminó la segunda junta de la tarde, no había ido almorzar por el exceso de trabajo que tenía pendiente, todo debido a sus días en la Hacienda Hill días atrás respecto a la boda. Cerró su carpeta y el personal que estaba alrededor de la gran mesa de la sala de juntas, comenzó a desaparecer del lugar. Se levantó y se dirigió a los grandes ventanales y desde ahí, disfrutó el paisaje. La estatua de la libertad a lo lejos era uno de ellos. El toque de la puerta lo distrajo. — ¿Señor Cooper? —Alexander se giró hacia la entrada y era su asistente personal. — ¿No pueden darme cinco minutos para respirar? —su asistente Amelia, palideció. —Tiene una llamada de su ama de llaves, la señora Brent—Alexander abrió los ojos, sorprendido y de un momento pasó a la preocupación. —Envíala a mi línea privada—cruzó a paso veloz al otro extremo de la sala, abrió con brusquedad ambas puertas que conectaban a su oficina y luego las cerró detrás de él, notó
Tara estaba rodeada por el brazo de Alexander, ella se había quedado dormida, el cansancio y el haber llorado la habían llevado a los brazos de Morfeo. De vez en cuando tenía un salto entre sueños, preocupando a Alexander. Habían llegado al edificio, el auto se estacionó frente del elevador del estacionamiento subterráneo y un guardaespaldas que custodiaba en ese momento, le abrió la puerta del lado de Alexander, antes de bajar, contempló a Tara, sus mejillas seguían pálidas y su americana la cubría. —Tara—la movió un poco para despertarla, ella abrió los ojos saltando de su lugar y con los ojos muy abiertos miraba a su alrededor asustada, esa reacción alertó y conmovió a Alexander. Tocó su mejilla para traerla al momento cuando la vio ida en sus pensamientos. —Tranquila, hemos llegado a casa... Tara lo miró detenidamente, como si estuviera saboreando esas últimas palabras. Alexander la miró de una manera que ella se estremeció, emergió de su interior segurid
Las lenguas de ambos bailaban seductoramente hasta casi incendiar los cuerpos, las manos de Alexander comenzaron a desvestir a Tara, quien temblaba bajo sus caricias, ella quería también hacer lo mismo, así que con sus dedos torpes buscó los botones de la camisa de vestir de Alexander. Tara intentó concentrarse, lo juraba, pero el beso era tan, tan intenso, que sus dedos comenzaron a dejar rastros de caricias tiernas, torpes y algo inexpertas perdiendo total concentración. —Espera—dijo Tara frustrada separándose del beso, Alexander apenas reaccionó, las manos de ella buscaron exactamente el lugar de cada botón, finalmente abrió la camisa y descubrió un torso desnudo y perfecto, sus labios se entreabrieron para tomar aire bruscamente, como si el aire que necesitaba para respirar se hubiese esfumado, sus dedos largos y pálidos, hicieron un camino por el estómago de él. Alexander se estremeció por segunda vez, pero en esta ocasión, Tara había detenido su caricia inexperta en el
Tara sintió como la sábana que la cubría a medio cuerpo, fue retirada. Se encontraba boca abajo y con la mejilla contra la cama, no quiso abrir los ojos, tenía demasiado sueño, su cuerpo reclamaba descanso después de horas de tener sexo y experimentando nuevas posiciones para alcanzar orgasmo que nunca creía que de esa manera una mujer pudiese satisfacerse. No se movió, no quería moverse realmente, el dolor entre sus muslos era molesto. —Despierta...—escuchó la voz de Alexander en un susurro cerca de su oído. Su plan era no moverse nunca más, solo quería dormir. —Sé que estás despierta...—Alexander se subió encima y su erección fue restregada contra el trasero desnudo de Tara, ésta abrió los ojos como platos. — ¿Cómo es posible que ya...? —Alexander soltó una risa contagiando a Tara. —Eres exquisita, no puedo saciarme de ti, ¿Te molesta eso? —Tara sonrío, con dificultad se giró para quedar frente a frente, Alexander lucía radiante, más relajado, más joven y e
Alexander caminaba de un lado a otro dentro de su oficina, sentía ese malestar dentro de él, un malestar que le repetía una y otra vez, las reglas que había roto, él no era de romper reglas, al contrario, exigía que se cumplieran. Ahora, era un hombre casado, con una hermosa joven de ojos color esmeralda y la guinda de todo esto: Era virgen, y por primera vez fue el primero de alguien. Exactamente de Tara, el solo pensar que otro hombre podría siquiera poner sus ojos en ella, todo su interior se incendiaba. ― ¿Qué es lo que te pasa, Alexander? ―se pasó ambas manos por su rostro intentando aliviar la tensión, apenas podía concentrarse en la oficina, lanzó una mirada a su reloj de pared, y se dio cuenta que el tiempo caminaba lentamente. Era como si el tiempo estuviera burlándose de él, alentando el tiempo en
“Su mundo" Tara observó detenidamente a Alexander, este, sonrió de una manera que le erizó la piel. Le extendió la mano, Tara dudó por unos momentos... ― ¿Por qué lo haces ver tan misterioso? ―Alexander sonrió más. ―Porqué para mí lo es. Vamos...―agitó un poco su mano para ayudarle a bajar del auto. Finalmente, Tara aceptó su mano, Alexander tiró con suavidad el agarre, luego besó el dorso de ella. ― ¿Por qué siento que...? ―Tara detuvo sus palabras. Tragó saliva y sonrió. ―...Tengo hambre.
“Tic, tac, tic, tac." Dijo de nuevo Tara en dirección a Alexander quien estaba impresionado por lo que estaba pasando. Tara...lo había sorprendido. Y rara vez alguien lo hacía. —Espera...—finalmente se acercó a ella, los labios de Tara esperaban ansiosos los de él. Las caricias se hicieron presente, la adrenalina de ella subió a tope, impresionada por lo que estaba haciendo ya que ella no era así, pero algo le pasaba cuando estaba con Alexander. Algo en ella quería gritar, gozar, y repetir todo lo que le provocaba su ahora...esposo. El timbre de la habitación sonó por una ocasión, -reglas de Cooper- al ver que nadie respondía, la mujer de pelo rojo quedó de pie afuera de la habitación, esperando que abrieran, -O quizás escuchar algo- pero eso le hizo pensar que... "El señor Cooper, está en sesión." Sintió una pizca de