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Todo será diferente.

Todas esas mujeres que, en algún momento, se jactaban de ser sus compañeras o “novias” en esos momentos, varias estaban en las sillas apretando con irritación sus pañuelos, otras se abstuvieron de ir y por lógica, a algunas otras no les importo un poco.

Sin darse cuenta les había ganado a todas ellas, y un sentimiento de autocomplacencia, apareció inesperadamente. Ella misma se sorprendió por un momento, se sacudió todos los pensamientos inútiles y trato de centrarse en lo que tenía en ese momento. 

Todo transcurrió de las mil maravillas, la boda fue perfecta, la comida, invitados, el abuelo Arturo parecía un obsesivo de la perfección.

 Irene aun después de varios días, y estando en su boda estaba muy emocionada, de verdad era muy feliz, pero al mismo tiempo sentía como si en cualquier momento alguien llegaría a despertarla.

Alan arrugó una ceja ya un poco irritado, ella supuestamente estaba muy preparada, pero en todo el día actuó como una tonta. Estaba comenzando a frustrase dado que él era el que la ayudaba a todo y tomaba la iniciativa para cualquiera de las "dinámicas".

Su sonrisa no desapareció, pero cada vez se volvía más rígida. Irene estaba tan distraída que no lo notó, hasta que sintió un fuerte apretón en su mano, frunció el ceño debido al dolor, pero solo miró a Alan algo sorprendida. 

Este al ver su reacción estuvo a nada de botar todo y salir del lugar. Con los dientes apretados se acercó a hablarle al oído, hizo que Irene se estremeciera, pero no fue por palabras cálidas ni mucho menos románticas. 

- ¿Por qué demonios no reaccionas? ¿Acaso crees que estoy muy feliz de perder el tiempo aquí contigo? Deja de actuar como una tonta. 

Anonadada, Irene lo miró y tragó. Era verdad, todos esos días se había mantenido en las nubes, mientras organizaba todo, estaba tan emocionada de ver las mesas sillas y hasta los manteles ya puestos, los colores a juego y, Alan en el altar, para ella era como el deseo que siempre había pedido y lo había conseguido. 

Todo debía ser perfecto, pero debido a que Arturo no quería que entrara en alguna crisis la obligo prácticamente a limitarse a algunas cosas y él organizó el resto.  Miro a su alrededor, todo estaba tal y como lo había imaginado, desde los arreglos en la mesa hasta el novio. 

Suspiró profundamente y se tranquilizó, y, como si fuera a presentarse ante la prensa, se transformó. Expuso la sonrisa más brillante y profesional que pudo, su semblante cambio drásticamente y comenzó a apoyar a Alan en todo lo que se hablaba o tuviera que hacer. 

Ambos comenzaron a "trabajar" Casi implícitamente. Tomaban acción por el otro, seguían las conversaciones con naturalidad y fluidez, bromeaban y sonreían casi todo el tiempo. La pareja se veía brillante y hermosa, ambos eran atractivos y sobresalientes por si solos. Juntos, eran radiantes y era difícil imaginarlos separados. 

“Una pareja hecha por el cielo”.

Hasta el momento en el que ambos se quedaron solos en la habitación del hotel, Irene estaba tan agotada que cayó sobre la alfombra de la lujosa habitación, y como si fuera una niña pequeña haciendo una rabieta, se quitó los zapatos ahí y los lanzó lejos. 

El hermoso vestido se amoldo perfectamente pareciendo que estuviera sentada en una nube, su expresión como si quisiera llorar, era tan tierna mientras hacia sus pucheros. Que, sin darse cuenta, Alan sonrió mientras se quitaba también su molesta corbata que le apretaba el cuello y sus zapatos. 

Irene entró en pánico al escuchar ruido detrás de ella, giró la mirada y Alan estaba por quitarse la camisa, ella al verlo voltear desvió la mirada y algo incomoda, tragó sin saber qué hacer. Él negó con la cabeza y se dirigió al baño, tenía planeado volver al trabajo al día siguiente, pero Arturo le regalo una forzada luna de miel. 

AL verlo cerrar la puerta del baño, Irene estaba tan nerviosa que no sabía qué hacer, ¿Irse? ¿Quedarse? ¿Cómo iba a quitarse el vestido si varias chicas la ayudaron? Se cubrió el rostro avergonzada, haría lo que pudiera, pero si no podía tendría que pedirle ayuda, no tuvieron un buen inicio, y ahora lo que menos quería era molestarlo aún más. 

Alan salió y ella rápidamente se puso de pie. Estaba por entrar al baño, pero la voz de Alan la hizo detenerse. 

- ¿Puedes quitarte eso? 

Ella un poco insegura y por inercia trató de verse la espalda, pero por lógica básica no podía. Alan puso los ojos en blanco y se acercó. Desató las cintas del apretado corsé y notó el suspiro de alivio de Irene. Frunció el ceño, y trató de dejarlo lo más maniobrable posible para que ella pudiera hacer el resto. 

¿Por qué a las mujeres les gustaba sufrir tanto?

Irene al sentir la holgura del corsé, se lo sostuvo del frente y bastante aliviada entró al baño.  Ya, bajo el agua caliente pudo sentir un gran alivio, el vestido era tan pesado que apenas podía aguantarlo. Y ni mencionar el incómodo momento con Alan, si tenía alguna buena impresión de ella, se había asegurado de enterrarla con su torpeza. 

Al salir, vio a Alan recostado en la cama leyendo, él se veía tan despreocupado que comenzó a sentirse como una tonta nuevamente. Pasaron varios minutos y Alan la miró con una ceja levantada. 

- ¿Pasa algo?

Preguntó Irene.

- ¿Vas a dormir?

Respondió él. Ella nerviosamente miró a su alrededor y el sofá estaba del otro lado de la cama. Alan, vio sus intenciones y se molestó. 

- ¿Acaso eres tonta? Ya estamos casados, no seas ridícula. 

Irene se molestó por un segundo y Alan suspiró. 

- Olvídalo, ya somos un matrimonio, y la verdad en este momento estoy tan cansado que no quiero tener nada que ver con nadie. 

Ella se sonrojó al instante y se acostó en silencio. Alan apagó las luces y se cubrió con la sabana. Tratando de relajarse miró al techo por varios minutos, y la voz de Alan volvió a escucharse.

- ¿Te sientes abrumada?  

Ella se sorprendió y casi mecánicamente asintió. No escuchó su respuesta, pero estaba seguro de su reacción.

- No te preocupes, respetaré lo que prometí, tal vez no seamos una pareja con amor, pero me haré responsable. 

Aunque Irene no sintió mucha sinceridad, agradeció su intención. 

- Lo siento, por lo de hoy, yo... 

- No te preocupes, yo tampoco estaba en muy buenas condiciones. Duerme. El abuelo, quiere despedirnos mañana temprano. 

Irene, se relajó bastante, era fácil hablar con él, a diferencia de como lo había previsto. Era hasta cierto punto algo cortante, pero era amable en medida de lo que podía. 

Pero a diferencia de ella, él no podía sacar de su mente su sonrosada piel, y el delicado contorno de su espalda y caderas. Ella era demasiado inocente e infantil. 

 Casi estaba comenzando a sentir cierto cargo de conciencia.

Pero no había problema, ella era una buena mujer, tal vez no le presto mucha atención, pero por lo menos sabía que no era una oportunista.

 Cualquier detalle que tuvieran se arreglaría sobre la marcha.

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