—Debes comer antes de que se enfríe. En este lugar no hay nada y sé que estás hambriento.
—Gracias.—Esto hacen los amigos, ¿no? Por cierto, ¿dónde están tus muletas? — las vio a lo lejos y entró a recogerlas—. Debes caminar con ellas, puedes lastimarte o incluso caerte si no lo haces.—No me acostumbro a usar eso.—Tendrás que hacerlo, aunque no te guste — me las trae para acomodarlas en su sitio y ayudarme a caminar hacia el cuarto.—Todo está hecho un desastre.—Nada que no se pueda reparar. ¿Sabes quién pudo haberlo hecho? Tal vez, ese tal César.—Es el único que se me cruza en la cabeza.—No volverás a eso, ¿verdad?—¿Y puedo hacer algo estando de esta forma?—¿Tienes una idea de lo mucho que se puede malinterpretar? ¿Cómo puedes ser tan descarada y burlarte de eso?—Pero si fuiste tú quien lo dijo. Luego tuve a mi madre investigándome sobre eso. Ella piensa que tú y yo tuvimos algo.—¿Y no le explicaste? El día que saliste de aquí, dijiste que irías a contarle la verdad.—¿Y piensas que va a creerme? Según el médico, nosotros estuvimos en coma por tres meses.—Buen punto.—No sé qué fue lo que sucedió, pero todo se vio tan real. Aunque, por alguna razón, todo luce distinto ahora.—¿A qué te refieres?—No lo sé, pero tu forma de tratarme es distinta y me gusta más esta.—Mejor cállate y ayúdame a levantar.&mdas
—Tú me dijiste que no te gustaba. ¿Por qué me tocas de esa manera, Fabián?—¿Por qué tienes que preguntar eso ahora?—Porque no soy un juguete que puedas manosear cuando quieras, luego de haberme menospreciado tanto.—Es cierto, lo hice muchas veces, pero ahora es distinto.—¿Distinto?—Siento que te he ido conociendo un poco más, aunque a ciencia cierta no sé qué ha cambiado. Todas las mujeres que por lo regular se me acercan, me dan asco y no puedo tolerarlo. En cambio contigo, por alguna razón, no me sucede eso. Al contrario, ahora mismo siento la necesidad de tocarte, besarte y hacer otras cosas más — me siento en la cama.—¿Hacer qué cosas?—Abre las piernas y quédate quieta.—¿Qué es lo que vas a ha
Dicen que la casualidad no existe en el destino. ¿Cuán cierto puede ser? Antes no tenía estos pensamientos; vivía sin miedo y apático a todo. Se podría decir que, me acostumbré a la soledad. A pesar de estar rodeado de personas, soy yo quien no siento que puedo encajar aquí.Antes de salir del apartamento, cotejo que tenga el cuchillo dentro del bolsillo. Teniendo todo asegurado, salgo en busca de reunirme con mis amigos en la esquina.—¿Qué hay con esa cara de pocos amigos, Fabián? — cuestiona Cesar, descansando su mano en mi hombro.—Es la única que tengo.—¿No tienes otras respuestas, siempre tiene que ser la misma?—¿No tienes otras preguntas, para evitar que la respuesta sea la misma? — le imito irritado.—Lo que sea— quita su mano de mi hombro y atrae a los demás—. Tengo sed y no hay agua cerca. Hay que darnos prisa.Todos captamos la referencia. Antes de reti
Esa mujer abre la puerta y retrocedo hasta que mi espalda impacta con la pared.—¿Quién eres? ¿Qué fue lo que me hiciste? ¿Dónde estoy? ¿Eres una bruja? ¿Un extraterrestre? ¿Qué demonios eres? Tú no eres normal. ¿Qué le pasa a mi cuerpo? ¿Dónde está mi pene? ¿Me lo has robado? ¿Fuiste tú?—Hija, ¿qué cosas dices? ¿No me digas que es otra de tus bromas? ¿De qué pene estás hablando? ¿Tuviste una pesadilla en dónde tenías uno? — ríe, mientras se acerca y cruzo mis dedos—. Te he dicho que no veas esas caricaturas chinas.—Un paso más y no respondo— miro a todos lados y en ese descuido, sus brazos me rodean.—¿Qué te sucede, mi niña? ¿Has tenido una pesadilla? ¿Por qué estás temblando? ¿Puedes contarle a mamá?—No me toques, vieja— la intento alejar, pero ella me abraza más fuerte.—Sea lo que sea, ya todo pasó— recuesta su cabeza de la mía y extrañamente mi cuerpo se relaja.<
—¿Quién dice que necesito permiso para tocar mi propio cuerpo? Ya deja de estar apuntándome y baja mi pene.—Si supiera cómo bajarlo, ya lo hubiera hecho — con la yema de sus dedos trata de tocarlo y me levanto de inmediato.—¡Ni se te ocurra tocarlo, cochina!—¿Y cómo quieres que lo baje si no lo toco?Veo al vecino asomarse por la puerta, la cual permanece abierta por descuido y abre sus ojos en sorpresa por obvias razones. No creo que sea un escenario que se encuentre todos los días, ¿cierto?—No es lo que crees, Peter — le digo, alcanzando el cojín del sofá y entregándoselo a ella para que se cubra.—No he visto nada, jovencita. No se preocupe — su expresión de espanto es notable, debe estar pensando que estaba atragantándome con mi propio pene —. Les cierro la puerta inmediatamente — cierra la puerta sin permitir que me defienda.—Es tu culpa. Ahora van a pensa
—Voy a necesitar que no te muevas o te voltees, no importa lo que sientas, ¿he sido claro?—Trataré.Respiro hondo, mientras pongo jabón en mis manos y rodeo su cuerpo para agarrar mi pene. Teniéndolo entre mis manos, ella se mueve y hace un extraño sonido que, por alguna extraña razón, un escalofrío recorre mi cuerpo.—Pareces una yegua relinchando. Quédate quieta y no hagas esos ruidos extraños.—Es que se siente muy extraño cuando tocas ahí.—¿Y cómo crees que me siento yo? Esto es una simple erección matutina, así que la tendrás a menudo, si es que no logramos regresar a nuestros cuerpos. Ahora aguanta un poco — froto mi pene entre mis manos y no deja de temblar.Eso puedo comprenderlo, pues me ocurrió lo mismo cuando toque sus balones. ¿Así me escucho cuando gimo? Creo que cuando regrese, no podré hacer esto de la misma manera. La camisa me e
—¿Así que estamos de ánimo para chistes? Rebusquen el apartamento— ordena Cesar.—¿Y con qué permiso? — pregunto molesto y Cesar solo me observa.—¿Y tú quién eres, guapa? ¿No me digas que eres novia de ese imbécil? — su mano se posa en mi mentón y se la quito de un manotazo.—¿Qué hay con esa mirada sucia? ¿Cómo te atreves a mirarme así, marica?—¿Marica? ¿Acaso tienes pene, guapa?—Yo lo tengo — la respuesta de Araceli me hace mirarla. ¿Qué demonios hace?—No estamos hablando contigo, así que no te metas, Fabián — vuelve a mirarme y sonríe como un idiota—. ¿Por qué no me cuentas un poco sobre ti, muñeca? ¿Cuál es tu relación con
—Date prisa, quiero bañarme.—Pero si ya te bañaste.—Eso fue en la mañana. ¿No me digas que solo te bañas una vez al día? Bueno, eso explicaría el olor a perro muerto que cargas encima.—Cuidado con lo que dices. Y claro que debo bañarme una vez. ¿Eres tú quien paga el agua?—Eres tacaño como tú solo. ¿Cómo puedes vivir de esta manera?—Si no estás satisfecha, puedes irte a tu casa y explicarle a tu madre que ahora tendrá un hijo, en vez de una hija.—Como si pudiera.Termino en el baño y enciendo varios fósforos seguidos.—Nos bañaremos juntos — le aviso.—Yo no voy a bañarme contigo.—Bueno, si prefieres que me bañe solo, no me responsabilizo