Esa mujer abre la puerta y retrocedo hasta que mi espalda impacta con la pared.
—¿Quién eres? ¿Qué fue lo que me hiciste? ¿Dónde estoy? ¿Eres una bruja? ¿Un extraterrestre? ¿Qué demonios eres? Tú no eres normal. ¿Qué le pasa a mi cuerpo? ¿Dónde está mi pene? ¿Me lo has robado? ¿Fuiste tú?
—Hija, ¿qué cosas dices? ¿No me digas que es otra de tus bromas? ¿De qué pene estás hablando? ¿Tuviste una pesadilla en dónde tenías uno? — ríe, mientras se acerca y cruzo mis dedos—. Te he dicho que no veas esas caricaturas chinas.
—Un paso más y no respondo— miro a todos lados y en ese descuido, sus brazos me rodean.
—¿Qué te sucede, mi niña? ¿Has tenido una pesadilla? ¿Por qué estás temblando? ¿Puedes contarle a mamá?
—No me toques, vieja— la intento alejar, pero ella me abraza más fuerte.
—Sea lo que sea, ya todo pasó— recuesta su cabeza de la mía y extrañamente mi cuerpo se relaja.
—¿Todo pasó?
—Sí, mi amor. ¿Por qué no te preparas para ir a la universidad? He preparado el desayuno.
—¿Universidad?
Odio estudiar. Hace mucho tiempo dejé de asistir a la escuela. Espera, si salgo puede ser que sepa dónde estoy e incluso pueda ir a mi apartamento.
—¿Realmente estás bien, preciosa?
—Ya me voy.
—¿Piensas irte así? No seas cochina, ve a bañarte.
—¿Bañarme?
—Ven— me lleva de los hombros al baño y me extiende la toalla—. Termina pronto o llegarás tarde— cierra la puerta detrás de mí.
Este lugar se ve más colorido y organizado que mi apartamento. No sé lo que está pasando, pero debo averiguarlo. Levanto la camisa y miro este cuerpo desnudo en el espejo. Son como dos bolsas de aire colgando. Con la yema del dedo índice palpo el pezón y un extraño quejido se escapa de lo más profundo de mi garganta, mientras que un escalofrío se centra en esa área. Mi voz se escucha tan fina. ¿Dónde está mi voz? En cualquier movimiento que hago veo cómo esos sacos se mueven a la par. Ni siquiera puedo cubrirlos con una mano. Son grandes. ¿Qué demonios es esto? ¿Qué es lo que me está pasando? Necesito saber dónde estoy y qué hago aquí, no estar tocando esto.
Luego de quitarme la ropa interior, entro al baño y abro la pluma. El agua recorre todo el cuerpo y procedo a tratar de bañarme, pero todo se siente extraño. Cualquier parte que toque produce escalofrío. Escucho el chapoteo de mi mano dándole palmaditas a esa maldita tajadura que tengo entre mis piernas. Esto es lo más extraño y asqueroso que alguna vez haya hecho. Estoy consciente de eso, pero este cuerpo se vuelve sensible cuando lo hago. Jamás pensé que enjabonarme esa área con mis dedos iba a sentirse tan bien. Cierro los ojos, cuando escucho que abren la cortina y el grito que suelto, espanta a esa señora que, sin permiso y descaro se atreve a entrar al baño.
—¿Por qué gritas? Vas a matarme.
—¡Tú vas a matarme, demonio! ¿Quién eres?
—¿Qué hay con esa actitud, pequeña? Has estado actuando extraño desde que te levantaste. ¿Y cómo que quién soy? Soy tu madre.
—Yo no tengo madre— ¿Cómo se atreve a auto llamarse de esa manera? No sé ni quién demonios es.
—¿No tienes madre? — baja la cabeza y retrocede—. Sal de bañarte, estás tarde— sale del baño sin añadir nada más.
Seco todo el cuerpo y salgo en toalla hacia la habitación, abro el armario y quedo estupefacto.
—¡Qué ropa tan anticuada y fea! ¿Cómo es posible que alguien se vista así?
No tengo remedio que ponerme lo primero que encuentro. He olvidado secarme bien y siento como si estuviera andando en patines, con el trasero húmedo y lleno de jabón. Estoy muy incómodo. En medio de la sala, me arreglo el pantalón que se había acomodado entremedio de mi trasero y esa señora vuelve aparecer, haciendo que de un brinco.
—¿Te bañaste bien?
—¿Por qué apareces en todas partes?
—¿Otra vez esas extrañas preguntas? ¿Y tú mochila? El desayuno está servido.
—No necesito mochila y no tengo hambre— salgo de la casa sin decir nada.
Salgo a la calle y miro a varios lados, pero no reconozco este vecindario. Solo me dispongo a seguir caminando, al menos hasta conseguir un teléfono y llamar a un taxi. Le propongo pagarle tan pronto llegue a mi apartamento, ahora mismo no tengo dinero encima. En el momento que llego, subo las escaleras y trato de abrir la puerta, pero está cerrada. No sé dónde están mis llaves. Escucho al otro lado de la puerta el sonido del televisor. ¿Quién está dentro de mi apartamento? Golpeo la puerta en varias ocasiones y con la insistencia, veo que abren la puerta. Con lo que me encuentro, es algo que explota mi cabeza instantáneamente. Verme a mí mismo en bóxer y abriéndome la puerta, es lo más chocante y extraño que alguna vez haya pasado.
—Tú... — dice, señalándome con el dedo—. ¿Quién demonios eres y qué haces con mi cuerpo? — cuestiona, mientras que con su otra mano se acomoda mi pene en el bóxer.
—¡Tú lo tienes! ¡Devuélvemelo! — dando un salto, caigo sobre mi cuerpo y tras la inquietud y curiosidad de saber si realmente todo está en orden conmigo, quito el bóxer para mirarme. Viendo que aún sigo intacto, suspiro aliviado—. Entonces aún lo tengo.
Un sólido puño aterriza en mi rostro, haciendo que caiga a un lado y se levanta.
—¡¿Cómo te atreves a tocarme?!
Se supone que quien deba estar apuntándome sea su dedo, no justamente mi pene casi en mi cara.
—¿Quién dice que necesito permiso para tocar mi propio cuerpo? Ya deja de estar apuntándome y baja mi pene.—Si supiera cómo bajarlo, ya lo hubiera hecho — con la yema de sus dedos trata de tocarlo y me levanto de inmediato.—¡Ni se te ocurra tocarlo, cochina!—¿Y cómo quieres que lo baje si no lo toco?Veo al vecino asomarse por la puerta, la cual permanece abierta por descuido y abre sus ojos en sorpresa por obvias razones. No creo que sea un escenario que se encuentre todos los días, ¿cierto?—No es lo que crees, Peter — le digo, alcanzando el cojín del sofá y entregándoselo a ella para que se cubra.—No he visto nada, jovencita. No se preocupe — su expresión de espanto es notable, debe estar pensando que estaba atragantándome con mi propio pene —. Les cierro la puerta inmediatamente — cierra la puerta sin permitir que me defienda.—Es tu culpa. Ahora van a pensa
—Voy a necesitar que no te muevas o te voltees, no importa lo que sientas, ¿he sido claro?—Trataré.Respiro hondo, mientras pongo jabón en mis manos y rodeo su cuerpo para agarrar mi pene. Teniéndolo entre mis manos, ella se mueve y hace un extraño sonido que, por alguna extraña razón, un escalofrío recorre mi cuerpo.—Pareces una yegua relinchando. Quédate quieta y no hagas esos ruidos extraños.—Es que se siente muy extraño cuando tocas ahí.—¿Y cómo crees que me siento yo? Esto es una simple erección matutina, así que la tendrás a menudo, si es que no logramos regresar a nuestros cuerpos. Ahora aguanta un poco — froto mi pene entre mis manos y no deja de temblar.Eso puedo comprenderlo, pues me ocurrió lo mismo cuando toque sus balones. ¿Así me escucho cuando gimo? Creo que cuando regrese, no podré hacer esto de la misma manera. La camisa me e
—¿Así que estamos de ánimo para chistes? Rebusquen el apartamento— ordena Cesar.—¿Y con qué permiso? — pregunto molesto y Cesar solo me observa.—¿Y tú quién eres, guapa? ¿No me digas que eres novia de ese imbécil? — su mano se posa en mi mentón y se la quito de un manotazo.—¿Qué hay con esa mirada sucia? ¿Cómo te atreves a mirarme así, marica?—¿Marica? ¿Acaso tienes pene, guapa?—Yo lo tengo — la respuesta de Araceli me hace mirarla. ¿Qué demonios hace?—No estamos hablando contigo, así que no te metas, Fabián — vuelve a mirarme y sonríe como un idiota—. ¿Por qué no me cuentas un poco sobre ti, muñeca? ¿Cuál es tu relación con
—Date prisa, quiero bañarme.—Pero si ya te bañaste.—Eso fue en la mañana. ¿No me digas que solo te bañas una vez al día? Bueno, eso explicaría el olor a perro muerto que cargas encima.—Cuidado con lo que dices. Y claro que debo bañarme una vez. ¿Eres tú quien paga el agua?—Eres tacaño como tú solo. ¿Cómo puedes vivir de esta manera?—Si no estás satisfecha, puedes irte a tu casa y explicarle a tu madre que ahora tendrá un hijo, en vez de una hija.—Como si pudiera.Termino en el baño y enciendo varios fósforos seguidos.—Nos bañaremos juntos — le aviso.—Yo no voy a bañarme contigo.—Bueno, si prefieres que me bañe solo, no me responsabilizo
Su risa se pasma justo cuando mi sólido puño aterriza en su boca. Cae al suelo casi noqueada, sin poder ni reponerse y volteo a ver a la mujer que me tiró la pintura por encima, quien retrocede con el cubo hasta pegar su espalda contra la pared. Sin decirle una sola palabra, le arrebato el restante de pintura y se lo tiro, finalizando con un fuerte golpe con el mismo cubo en la cara. Las risas dejaron de oírse, todos estaban sorprendidos por lo que estaba ocurriendo. Estoy viendo un lado positivo a este cuerpo y es que ella tiene fuerza, es una lastima que no la aproveche para darse a respetar.—No soy de halar pelo o arañar como gata en celo, soy de tumbar dientes, en tu caso, de acomodarlos. ¿Alguien más tiene intenciones de joder conmigo? — alcanzo a ver al idiota de Giovanni mirando la situación a lo lejos —. Esto va para todas las estúpidas que vengan buscando problemas. La que se atre
Unas chicas nos interrumpieron para hablarme a mí.—Estuviste genial. ¿Dónde aprendiste a golpear así?—No hablemos de eso aquí — llevo la mano a la nuca para disimular.La mirada asesina de Araceli, estremeció todo mi ser de temor. Incluso me veo temerario y terrorífico. No sabía que tendría una manera de ver mis propias expresiones.—¿Así que te estabas divirtiendo?—No es lo que piensas.—Váyanse de aquí — las espanta y vuelve a mirarme—. ¿No llevas ni quince minutos desde que entraste y ya has formado una pelea?—Yo no tengo la culpa de que seas la última coca cola, en un desierto donde hay tanta sed. Por tu culpa he sido manchado por la desgracia. Esto es algo que va a perseguirme de por vida — me está doliendo mucho la
Me como la comida que preparó en silencio, mientras ella solo me observa.—Te daría medicina, pero desafortunadamente mi cuerpo nunca responde a ellas.—¿Y quién podría responder? Debes tomarte el pote entero para que te haga algo. Es insoportable este dolor. No me gusta sentir esos labios tan resbalosos, es asqueroso. Además, esa toalla que me diste es incómoda. Me guaya la raja.—Tendrás que soportar los siguientes tres o cuatro días con la quebrada salida de su cauce.—¿No hay una forma de quitarme esa basura de ahí? No lo sé, ponerme una gasa. ¿No es eso lo que le ponen a las heridas y detiene el sangrado? La tela de una gasa es mucho más suave que la lija que tengo ahí.—No quiero imaginar lo que voy a tener que vivir contigo desangrándote y haciendo este teatro todos los d&
Me empuja fuertemente por el pecho y su mano aterriza en mi mejilla.—Eres un pervertido. ¿Cómo te atreves a besarme y meter tu lengua en mi boca? — su fatiga no le permite hablar claramente—. Si llegaba a saber que eras capaz de esto, jamás hubiera aceptado quedarme aquí contigo.—Entonces lárgate y déjame solo. Soy yo quien jamás hubiera aceptado que una mujer como tú se quedara en mi casa a querer criticar todo lo que tengo. Maldigo el maldito día en que esto tuvo que pasar y tuve que tener la mala suerte de conocerte.—Bien, ya lo he entendido. ¿Quién en su sano juicio o por decisión propia querría estar al lado de alguien tan despreciable como tú? Adiós — se levanta de la cama y, sin recoger sus cosas, sale del cuarto y de la casa corriendo.Debo estar acostumbrado a la soledad. A fin de