—Voy a necesitar que no te muevas o te voltees, no importa lo que sientas, ¿he sido claro?
—Trataré.
Respiro hondo, mientras pongo jabón en mis manos y rodeo su cuerpo para agarrar mi pene. Teniéndolo entre mis manos, ella se mueve y hace un extraño sonido que, por alguna extraña razón, un escalofrío recorre mi cuerpo.
—Pareces una yegua relinchando. Quédate quieta y no hagas esos ruidos extraños.
—Es que se siente muy extraño cuando tocas ahí.
—¿Y cómo crees que me siento yo? Esto es una simple erección matutina, así que la tendrás a menudo, si es que no logramos regresar a nuestros cuerpos. Ahora aguanta un poco — froto mi pene entre mis manos y no deja de temblar.
Eso puedo comprenderlo, pues me ocurrió lo mismo cuando toque sus balones. ¿Así me escucho cuando gimo? Creo que cuando regrese, no podré hacer esto de la misma manera. La camisa me está molestando, es una sensación extraña, como si me estuviera raspando los pezones. Miro por encima de la blusa y los veo bien erectos.
—Enjuagate bien — salgo a las carreras del baño y voy a lavarme las manos en la cocina.
Esto es muy incómodo e inquietante a la vez. Hasta el corazón se siente acelerado y mi respiración agitada. Tenemos que encontrar la manera de volver a nuestro cuerpo. Luego de ella salir, se viste con la ropa que le he dejado sobre la cama.
—¿Cuál es tu nombre?
—Araceli, ¿y el tuyo?
—Fabián. Es importante que lo sepamos. No perdamos más tiempo.
—¿No trajiste mi mochila?
—No.
—¿Y mi mamá? ¿La viste?
—Ella está de maravilla. ¿Has pensado en si tiene algún don de aparecer y desaparecer?
—¿Por qué lo dices?
—No me hagas caso.
Busco la moto, pero ahora no sé qué hacer con ella.
—Yo no voy a subir a esa cosa — se niega rotundamente.
—Pues vete caminando — me subo y la enciendo.
—Puedo caerme. No quiero estar atrás.
—¿Estás viendo esto? — me señalo—. Si yo no tengo miedo a caerme, aún teniendo este peso encima y sabiendo que la motora puede desnivelarse, ¿por qué vas a tener miedo tú? Súbete.
Le doy el espacio de al frente y me voy detrás de ella, estamos muy pegados, así no puedo concentrarme. Ella me guía a la universidad y estaciono la motora. La gente se nos queda viendo, no los culpo, yo en su lugar hubiera hecho lo mismo.
—¿Podrías caminar normal? — cuestiona.
—Estoy caminando normal.
—No, no lo estás haciendo. Pareces a Bambi. ¿Por qué abres las piernas así?
—Ya no hables tanto y dime dónde está ese idiota.
—A esta hora debe estar con sus amigotes. Yo no voy a acercarme.
—Claro que lo harás o haré el ridículo frente a todos y serás tú quien se verá afectada después.
—Eres malvado.
Logramos encontrarlo en el grupo que está y no pierdo tiempo para acercarme.
—Oh, mira a quién tenemos a aquí. A la vaca loca — hace un gesto con su mano sobre la frente, como si unos cuernos tuviera en ella.
Su grupo nos rodea y las ganas de partirle la boca, son inmensas.
—¿Así que tú eres el tal Giovanni?
—Casi se te caen las babas al verme, gorda — trata de tocarme la nariz con el dedo y giro la cara —. ¿Vienes por esto? — me tira un papel en el pecho y lo examino.
—¿Alguien como tú se atrevió a confesarse? — le pregunto a Araceli y baja la mirada—. Eres valiente — no puedo negarlo, estoy sorprendido.
—Yo no lo hice, lo hiciste tú — se defiende.
—¿Yo? Jamás le enviaría una carta a un tipo tan feo. Mejor dicho, a ningún hombre — arreglo lo dicho.
—¿Vinieron a hablar conmigo o entre ustedes?
—Contigo, cara de mapache. Yo no te envié eso. Hay muchos Giovanni, ¿que te hace pensar que la carta iba dirigida a ti?
—Estaba en mi casillero.
—Fue una equivocación.
—Está claramente mi apellido.
—Tengo hipermetropía y se supone que use espejuelos, pero ese día, para mí desgracia, no los usé.
—No te hagas la graciosa.
—Y tú no te hagas el pendejo. Cualquiera diría que estás decepcionado al saber que no fue dirigida para ti — sonrío y lo encaro—. Tengo buenos gustos y, créeme, jamás podría fijarme en un mecha corta como tú. Este cuerpo es demasiado, para tan poca cosa.
—¿Qué te crees, gorda barraca?
—Déjala en paz— la mano de Araceli se entrelaza en la mía y la miro inmediatamente—. Ella no tiene por qué fijarse en ti, cuando me tiene a mí. Ella es mía, así que lárgate de aquí.
—¿Yo tuyo? — pregunto confundido.
—Sí, mía — enfatiza, abriendo los ojos como búho y haciendo un tic muy extraño con el ojo.
—¿A ti qué te pasa? ¿Te cayó algo en el ojo? — pellizca mi espalda y protesto, ahí es cuando caigo en cuenta de nuevo —. Ya lo oíste. Soy de ella. Quiero decir, yo soy de él — le agarro la mano y salgo del grupo corriendo con ella.
—No pudimos sacarle nada.
—Debiste advertirme de ese tipejo. Es una b****a. ¡Qué ganas de reventarle hocico! — aprieto fuertemente el puño.
—¿Ahora qué vamos a hacer?
—Tendremos que buscar otra forma de averiguar lo que queremos, con él no se podrá hacer nada.
Regresamos a mi casa y nos sentamos en el sofá a conversar un poco. Tengo que pensar en algo, pero nada se me cruza por la mente. Estamos en completo y absoluto silencio, cuando alguien toca la puerta y me levanto a abrir. Cesar se queda en la puerta y mis amigos entran, mientras él se me queda viendo de arriba abajo.
—¿Quién eres?
—Hola — la voz nerviosa de Araceli, me pone sobre aviso de que algo no anda bien.
Al voltearme, veo el arma que le tienen puesta en el cuello.
—¿Por qué desapareciste el otro día? — la presionan.
—Tenía diarrea — su respuesta, hace que tape mi rostro de la vergüenza.
¿Cómo se atreve a decir semejante cosa?
—¿Así que estamos de ánimo para chistes? Rebusquen el apartamento— ordena Cesar.—¿Y con qué permiso? — pregunto molesto y Cesar solo me observa.—¿Y tú quién eres, guapa? ¿No me digas que eres novia de ese imbécil? — su mano se posa en mi mentón y se la quito de un manotazo.—¿Qué hay con esa mirada sucia? ¿Cómo te atreves a mirarme así, marica?—¿Marica? ¿Acaso tienes pene, guapa?—Yo lo tengo — la respuesta de Araceli me hace mirarla. ¿Qué demonios hace?—No estamos hablando contigo, así que no te metas, Fabián — vuelve a mirarme y sonríe como un idiota—. ¿Por qué no me cuentas un poco sobre ti, muñeca? ¿Cuál es tu relación con
—Date prisa, quiero bañarme.—Pero si ya te bañaste.—Eso fue en la mañana. ¿No me digas que solo te bañas una vez al día? Bueno, eso explicaría el olor a perro muerto que cargas encima.—Cuidado con lo que dices. Y claro que debo bañarme una vez. ¿Eres tú quien paga el agua?—Eres tacaño como tú solo. ¿Cómo puedes vivir de esta manera?—Si no estás satisfecha, puedes irte a tu casa y explicarle a tu madre que ahora tendrá un hijo, en vez de una hija.—Como si pudiera.Termino en el baño y enciendo varios fósforos seguidos.—Nos bañaremos juntos — le aviso.—Yo no voy a bañarme contigo.—Bueno, si prefieres que me bañe solo, no me responsabilizo
Su risa se pasma justo cuando mi sólido puño aterriza en su boca. Cae al suelo casi noqueada, sin poder ni reponerse y volteo a ver a la mujer que me tiró la pintura por encima, quien retrocede con el cubo hasta pegar su espalda contra la pared. Sin decirle una sola palabra, le arrebato el restante de pintura y se lo tiro, finalizando con un fuerte golpe con el mismo cubo en la cara. Las risas dejaron de oírse, todos estaban sorprendidos por lo que estaba ocurriendo. Estoy viendo un lado positivo a este cuerpo y es que ella tiene fuerza, es una lastima que no la aproveche para darse a respetar.—No soy de halar pelo o arañar como gata en celo, soy de tumbar dientes, en tu caso, de acomodarlos. ¿Alguien más tiene intenciones de joder conmigo? — alcanzo a ver al idiota de Giovanni mirando la situación a lo lejos —. Esto va para todas las estúpidas que vengan buscando problemas. La que se atre
Unas chicas nos interrumpieron para hablarme a mí.—Estuviste genial. ¿Dónde aprendiste a golpear así?—No hablemos de eso aquí — llevo la mano a la nuca para disimular.La mirada asesina de Araceli, estremeció todo mi ser de temor. Incluso me veo temerario y terrorífico. No sabía que tendría una manera de ver mis propias expresiones.—¿Así que te estabas divirtiendo?—No es lo que piensas.—Váyanse de aquí — las espanta y vuelve a mirarme—. ¿No llevas ni quince minutos desde que entraste y ya has formado una pelea?—Yo no tengo la culpa de que seas la última coca cola, en un desierto donde hay tanta sed. Por tu culpa he sido manchado por la desgracia. Esto es algo que va a perseguirme de por vida — me está doliendo mucho la
Me como la comida que preparó en silencio, mientras ella solo me observa.—Te daría medicina, pero desafortunadamente mi cuerpo nunca responde a ellas.—¿Y quién podría responder? Debes tomarte el pote entero para que te haga algo. Es insoportable este dolor. No me gusta sentir esos labios tan resbalosos, es asqueroso. Además, esa toalla que me diste es incómoda. Me guaya la raja.—Tendrás que soportar los siguientes tres o cuatro días con la quebrada salida de su cauce.—¿No hay una forma de quitarme esa basura de ahí? No lo sé, ponerme una gasa. ¿No es eso lo que le ponen a las heridas y detiene el sangrado? La tela de una gasa es mucho más suave que la lija que tengo ahí.—No quiero imaginar lo que voy a tener que vivir contigo desangrándote y haciendo este teatro todos los d&
Me empuja fuertemente por el pecho y su mano aterriza en mi mejilla.—Eres un pervertido. ¿Cómo te atreves a besarme y meter tu lengua en mi boca? — su fatiga no le permite hablar claramente—. Si llegaba a saber que eras capaz de esto, jamás hubiera aceptado quedarme aquí contigo.—Entonces lárgate y déjame solo. Soy yo quien jamás hubiera aceptado que una mujer como tú se quedara en mi casa a querer criticar todo lo que tengo. Maldigo el maldito día en que esto tuvo que pasar y tuve que tener la mala suerte de conocerte.—Bien, ya lo he entendido. ¿Quién en su sano juicio o por decisión propia querría estar al lado de alguien tan despreciable como tú? Adiós — se levanta de la cama y, sin recoger sus cosas, sale del cuarto y de la casa corriendo.Debo estar acostumbrado a la soledad. A fin de
—¿Cómo que quién soy?El médico se acerca a ella a evaluarla junto a la enfermera y me le quedo viendo. ¿Qué quiere decir con eso de quién soy? ¿Está mal de la cabeza o qué?—Este joven estuvo involucrado también en el accidente. Según tengo entendido por testigos, fue quien salvó a su hija de algo mayor. No tengo conocimiento de si se conocen de mucho antes del incidente, pero es toda la información que puedo brindarles. Con respecto a ambos casos, necesitaré evaluarlos a profundidad, ya que aún no logro dar con una posible causa del estado en que ambos estuvieron. El cuadro de ambos y signos vitales eran muy similares, es algo de lo que no puedo tener una explicación médica comprobada o precisa.—Araceli, no sé lo que está pasando, ¿pero por qué finges no conocerme? —
—Debes comer antes de que se enfríe. En este lugar no hay nada y sé que estás hambriento.—Gracias.—Esto hacen los amigos, ¿no? Por cierto, ¿dónde están tus muletas? — las vio a lo lejos y entró a recogerlas—. Debes caminar con ellas, puedes lastimarte o incluso caerte si no lo haces.—No me acostumbro a usar eso.—Tendrás que hacerlo, aunque no te guste — me las trae para acomodarlas en su sitio y ayudarme a caminar hacia el cuarto.—Todo está hecho un desastre.—Nada que no se pueda reparar. ¿Sabes quién pudo haberlo hecho? Tal vez, ese tal César.—Es el único que se me cruza en la cabeza.—No volverás a eso, ¿verdad?—¿Y puedo hacer algo estando de esta forma?