Dicen que la casualidad no existe en el destino. ¿Cuán cierto puede ser? Antes no tenía estos pensamientos; vivía sin miedo y apático a todo. Se podría decir que, me acostumbré a la soledad. A pesar de estar rodeado de personas, soy yo quien no siento que puedo encajar aquí.
Antes de salir del apartamento, cotejo que tenga el cuchillo dentro del bolsillo. Teniendo todo asegurado, salgo en busca de reunirme con mis amigos en la esquina.
—¿Qué hay con esa cara de pocos amigos, Fabián? — cuestiona Cesar, descansando su mano en mi hombro.
—Es la única que tengo.
—¿No tienes otras respuestas, siempre tiene que ser la misma?
—¿No tienes otras preguntas, para evitar que la respuesta sea la misma? — le imito irritado.
—Lo que sea— quita su mano de mi hombro y atrae a los demás—. Tengo sed y no hay agua cerca. Hay que darnos prisa.
Todos captamos la referencia. Antes de retirarnos, me hace entrega de la mascarilla roja que debo ponerme y no pierdo mucho tiempo para hacerlo, no quiero que vayan a reconocer mi rostro. No traje la motora conmigo porque no quiero ser descubierto y ya que quedamos en esta cuadra, que queda bastante cerca de mi apartamento, no encuentro necesidad de arriesgarme. Cesar localiza a la desafortunada víctima de esta noche, nos hace seña para que entre todos detengamos al hombre y lo presionemos a entregar su billetera. Mientras todos lo acorralan, mi brazo se aferra a su cuello y siento sus temblores.
—No queremos lastimarte, solo danos lo que tienes encima y nadie resultará herido— hago la advertencia, mientras el filo de mi cuchillo se posa alrededor de su garganta.
Sin protesta, saca la billetera y todo lo que tiene en su bolsillo hasta vaciarlo y se lo extiende a Cesar.
—Buen chico, ahora puedes irte— dice Cesar, y automáticamente dejo ir su cuello.
En instantes el hombre se pierde entre la oscuridad de la calle y todos crean un alboroto para dividirse el dinero. Guardo el cuchillo en el bolsillo y Cesar me extiende unos pocos billetes.
—¿Eso era todo lo que tenía? — pregunto incrédulo.
—Solo te reduje unos cuantos, gracias al favor que te hice hace unas pocas semanas.
—Cabrón... — guardo los billetes dentro del bolsillo bajo protesta.
No es la primera vez que hace lo mismo.
—Vayamos por unas cervezas. Tal vez encontremos algo mejor y puedas ganar más— sonríe malicioso.
Sigo el camino detrás de ellos hacia el bar de la calle #12, sin motivación o energía de estar en este lugar, pero todo sea para reducir el estrés de los últimos pésimos días que he tenido. Unas chicas se unen a nuestra mesa para hacernos compañía, una de ellas se sienta en mi regazo y la empujo automáticamente al sentir su asqueroso cuerpo sobre el mío. No soporto a las mujeres como ella, solo me trae recuerdos de mi madre y los trabajos que ejercía. Le he cogido repelillo a las mujeres, todas son igual de sucias.
—Quítate, no estoy buscando servicio— la freno con disgusto, mientras ella se levanta del suelo.
—Relájate, hermano. Ella solo quiere hacerte compañía— dice Julián.
—No necesito compañía de nadie— vuelvo a sentarme y tomo de la cerveza.
Parte de la noche fue tomando, Cesar y los demás estaban tan envueltos con las chicas que, como la gran parte del tiempo, estoy seguro que se quedarán con ellas. Tengo que conseguir dinero para pagar la renta o van a echarme a la calle y luego no tendré a donde ir. Lo mejor será hacer las cosas por mi cuenta y quedarme con lo que genere. No me gusta tener la idea de seguir órdenes o de compartir. A fin de cuentas, el que debe hacer el trabajo difícil siempre soy yo, para que otro pendejo se quede con parte del dinero.
Escapo de la vista de todos y camino por la acera mientras enciendo un cigarrillo. La noche está sumamente calurosa, el chaleco hace que se sienta el doble de caliente. Veo una congestión de personas en la cera, para ser un poco más específico, es un grupo de mujeres. Escucho sus risas, pero la verdad del asunto es que, me importa poco lo que esté ocurriendo, solo necesito pasar. Viendo que ninguna se digna a moverse, espero a que un auto pase y cruzo por la carretera, cuando siento el impacto de una persona que, literalmente, casi me envía directamente al hospital. Caemos con la mitad del cuerpo en la cuneta. Levanto la mirada enfurecido y veo a la mujer más horrorosa que alguna vez haya visto. No solo por su sobrepeso, sino más bien por su cabello negro despeinado, las pecas que cubren ambas mejillas y todo el maquillaje corrido, como si hubiera estado llorando. Dejándome llevar por el gentío y su apariencia, ha de haber estado siendo intimidada.
—Quítate de encima mí—mascullo.
Sus ojos negros se fijan en mí y, de la manera en que me mira, un escalofrío recorre mi espina dorsal. Es como si con solo esa mirada, me hubiera dicho hasta del mal que voy a morir.
—Cretino.
No logro procesar su insulto, cuando las luces de un auto me ciegan por completo y un chillido aturdidor se agudiza en mis oídos. Toda mi visión se va a negro, no recuerdo absolutamente nada más. En el momento que despierto, caigo sentado en la cama y presiono mi pecho. ¿Qué demonios ha sido eso? Abro los ojos apresuradamente y en el escenario que me encuentro, no puedo reconocerlo. No sé dónde m****a estoy, este cuarto no es mío. Mi cuerpo se siente extraño, pesado, cansado y adolorido. Bajo la mirada y veo un bulto por encima de mí, quise creer que se trataba del grosor de la sábana, pero en el momento que la quito de encima, veo cómo mis piernas están hinchadas, inflamadas o rellenas, no tengo ni maldita idea de qué se trata todo esto. Mi piel se ve mucho más blanca y suave. ¿Dónde está mi abdomen plano? ¿Qué demonios es esta grasa y montañas? Siento que algo en mi pecho se mueve con los bruscos movimientos que hago. Observo que de mi pecho algo sobresale y agarro lo que es por encima de la camiseta blanca que me cubre, mi cuerpo se acalora cuando toco eso tan blando y suave, motivo suficiente para dejar de hacerlo. Miro dentro de la camisa y veo dos enormes senos incrustados en mi pecho. ¿Qué es esto? ¿En qué momento los pusieron ahí?
—¿Tetas? ¿Carne? ¿Pechugas? — tapo mi boca al oír que mi voz no suena varonil como de costumbre, sino muy fina como la de una mujer—. ¿Mujer? — me levanto de la cama con dificultad, estoy pesado y agotado.
Bajo la ropa interior y veo que son parecidas a unas enaguas, pero con puntitos de colores, creo que puedo colar café en ellas. Voy en busca de encontrar mi pene, ya que ni siquiera puedo verlo debido a las montañas o sentirlo entre mis sacos de pierna. Busco palpar en esa área, pero lo único que siento es como si tuviera una herida abierta, tal vez una especie de tajadura y se siente húmedo. ¿Será que me estoy desangrando?
Corro a la gaveta en busca de un espejo y encuentro uno pequeño, parecido al que usan las mujeres. Incluso la ropa que hay en la gaveta es de mujer. ¿Qué es esto? ¿Dónde estoy? ¿Qué está pasándome? ¿Estoy soñando? En el momento que veo mi rostro en el espejo, veo el rostro de la misma mujer horrorosa con la que caí en la carretera.
—Esa mujer me hizo un brujo. Espera, ¡mi pene! — llevo el espejo a donde se supone que este mi pene, pero lo que veo es una tajadura, como si me lo hubieran removido mientras dormía—. ¿Dónde demonios está mi pene? ¡Ha desaparecido! — vocifero.
—Hija, ¿te encuentras bien? — escucho la voz de una mujer al otro lado de la puerta y hasta el trasero se me cierra.
¿Quién demonios está ahí?
Esa mujer abre la puerta y retrocedo hasta que mi espalda impacta con la pared.—¿Quién eres? ¿Qué fue lo que me hiciste? ¿Dónde estoy? ¿Eres una bruja? ¿Un extraterrestre? ¿Qué demonios eres? Tú no eres normal. ¿Qué le pasa a mi cuerpo? ¿Dónde está mi pene? ¿Me lo has robado? ¿Fuiste tú?—Hija, ¿qué cosas dices? ¿No me digas que es otra de tus bromas? ¿De qué pene estás hablando? ¿Tuviste una pesadilla en dónde tenías uno? — ríe, mientras se acerca y cruzo mis dedos—. Te he dicho que no veas esas caricaturas chinas.—Un paso más y no respondo— miro a todos lados y en ese descuido, sus brazos me rodean.—¿Qué te sucede, mi niña? ¿Has tenido una pesadilla? ¿Por qué estás temblando? ¿Puedes contarle a mamá?—No me toques, vieja— la intento alejar, pero ella me abraza más fuerte.—Sea lo que sea, ya todo pasó— recuesta su cabeza de la mía y extrañamente mi cuerpo se relaja.<
—¿Quién dice que necesito permiso para tocar mi propio cuerpo? Ya deja de estar apuntándome y baja mi pene.—Si supiera cómo bajarlo, ya lo hubiera hecho — con la yema de sus dedos trata de tocarlo y me levanto de inmediato.—¡Ni se te ocurra tocarlo, cochina!—¿Y cómo quieres que lo baje si no lo toco?Veo al vecino asomarse por la puerta, la cual permanece abierta por descuido y abre sus ojos en sorpresa por obvias razones. No creo que sea un escenario que se encuentre todos los días, ¿cierto?—No es lo que crees, Peter — le digo, alcanzando el cojín del sofá y entregándoselo a ella para que se cubra.—No he visto nada, jovencita. No se preocupe — su expresión de espanto es notable, debe estar pensando que estaba atragantándome con mi propio pene —. Les cierro la puerta inmediatamente — cierra la puerta sin permitir que me defienda.—Es tu culpa. Ahora van a pensa
—Voy a necesitar que no te muevas o te voltees, no importa lo que sientas, ¿he sido claro?—Trataré.Respiro hondo, mientras pongo jabón en mis manos y rodeo su cuerpo para agarrar mi pene. Teniéndolo entre mis manos, ella se mueve y hace un extraño sonido que, por alguna extraña razón, un escalofrío recorre mi cuerpo.—Pareces una yegua relinchando. Quédate quieta y no hagas esos ruidos extraños.—Es que se siente muy extraño cuando tocas ahí.—¿Y cómo crees que me siento yo? Esto es una simple erección matutina, así que la tendrás a menudo, si es que no logramos regresar a nuestros cuerpos. Ahora aguanta un poco — froto mi pene entre mis manos y no deja de temblar.Eso puedo comprenderlo, pues me ocurrió lo mismo cuando toque sus balones. ¿Así me escucho cuando gimo? Creo que cuando regrese, no podré hacer esto de la misma manera. La camisa me e
—¿Así que estamos de ánimo para chistes? Rebusquen el apartamento— ordena Cesar.—¿Y con qué permiso? — pregunto molesto y Cesar solo me observa.—¿Y tú quién eres, guapa? ¿No me digas que eres novia de ese imbécil? — su mano se posa en mi mentón y se la quito de un manotazo.—¿Qué hay con esa mirada sucia? ¿Cómo te atreves a mirarme así, marica?—¿Marica? ¿Acaso tienes pene, guapa?—Yo lo tengo — la respuesta de Araceli me hace mirarla. ¿Qué demonios hace?—No estamos hablando contigo, así que no te metas, Fabián — vuelve a mirarme y sonríe como un idiota—. ¿Por qué no me cuentas un poco sobre ti, muñeca? ¿Cuál es tu relación con
—Date prisa, quiero bañarme.—Pero si ya te bañaste.—Eso fue en la mañana. ¿No me digas que solo te bañas una vez al día? Bueno, eso explicaría el olor a perro muerto que cargas encima.—Cuidado con lo que dices. Y claro que debo bañarme una vez. ¿Eres tú quien paga el agua?—Eres tacaño como tú solo. ¿Cómo puedes vivir de esta manera?—Si no estás satisfecha, puedes irte a tu casa y explicarle a tu madre que ahora tendrá un hijo, en vez de una hija.—Como si pudiera.Termino en el baño y enciendo varios fósforos seguidos.—Nos bañaremos juntos — le aviso.—Yo no voy a bañarme contigo.—Bueno, si prefieres que me bañe solo, no me responsabilizo
Su risa se pasma justo cuando mi sólido puño aterriza en su boca. Cae al suelo casi noqueada, sin poder ni reponerse y volteo a ver a la mujer que me tiró la pintura por encima, quien retrocede con el cubo hasta pegar su espalda contra la pared. Sin decirle una sola palabra, le arrebato el restante de pintura y se lo tiro, finalizando con un fuerte golpe con el mismo cubo en la cara. Las risas dejaron de oírse, todos estaban sorprendidos por lo que estaba ocurriendo. Estoy viendo un lado positivo a este cuerpo y es que ella tiene fuerza, es una lastima que no la aproveche para darse a respetar.—No soy de halar pelo o arañar como gata en celo, soy de tumbar dientes, en tu caso, de acomodarlos. ¿Alguien más tiene intenciones de joder conmigo? — alcanzo a ver al idiota de Giovanni mirando la situación a lo lejos —. Esto va para todas las estúpidas que vengan buscando problemas. La que se atre
Unas chicas nos interrumpieron para hablarme a mí.—Estuviste genial. ¿Dónde aprendiste a golpear así?—No hablemos de eso aquí — llevo la mano a la nuca para disimular.La mirada asesina de Araceli, estremeció todo mi ser de temor. Incluso me veo temerario y terrorífico. No sabía que tendría una manera de ver mis propias expresiones.—¿Así que te estabas divirtiendo?—No es lo que piensas.—Váyanse de aquí — las espanta y vuelve a mirarme—. ¿No llevas ni quince minutos desde que entraste y ya has formado una pelea?—Yo no tengo la culpa de que seas la última coca cola, en un desierto donde hay tanta sed. Por tu culpa he sido manchado por la desgracia. Esto es algo que va a perseguirme de por vida — me está doliendo mucho la
Me como la comida que preparó en silencio, mientras ella solo me observa.—Te daría medicina, pero desafortunadamente mi cuerpo nunca responde a ellas.—¿Y quién podría responder? Debes tomarte el pote entero para que te haga algo. Es insoportable este dolor. No me gusta sentir esos labios tan resbalosos, es asqueroso. Además, esa toalla que me diste es incómoda. Me guaya la raja.—Tendrás que soportar los siguientes tres o cuatro días con la quebrada salida de su cauce.—¿No hay una forma de quitarme esa basura de ahí? No lo sé, ponerme una gasa. ¿No es eso lo que le ponen a las heridas y detiene el sangrado? La tela de una gasa es mucho más suave que la lija que tengo ahí.—No quiero imaginar lo que voy a tener que vivir contigo desangrándote y haciendo este teatro todos los d&