ISABEL (3)

La noche era como un sueño interminable. De primera instancia, Isabel había creído que lo que estaba viendo no era más que eso, un sueño, o, en honor a la verdad, una pesadilla. Pero no. En los sueños (aún en los malos) uno siempre tiene la sensación, aunque a menudo vaga y lejana, de que lo que se está viviendo no es real. Pero esta vez, todo era diferente. Isabel lo sabía, aun dentro de su limitada mente infantil, entendía muy bien que algo terriblemente malo estaba pasando. Para muestra: La lluvia.

En otro tiempo, Isabel no hubiera tenido ningún empacho en declarar su amor por la lluvia, los días nublados y el clima frío. Le gustaba, sobre todo, salir al jardín luego de un día lluvioso, escuchar de primera mano el canto de las aves, respirar el aire frio con su inigualable frescura y en especial, le fascinaba el aroma de la tierra mojada. Casi siempre luego de un

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