IVÁN (12)

Su despertar fue lento, pero, en cuanto cobró conciencia del lugar donde se encontraba, toda sensación de descanso que hubiera podido experimentar, se convirtió de pronto en una avalancha de emociones negras y angustiosas.

Iván trató de levantarse, pero rápidamente se hizo patente que no podía ir a ningún lado, la razón: estaba encadenado a una pared. Las cadenas sujetaban sus muñecas con fuerza y permitían un movimiento muy limitado, y por si eso no fuera suficiente, en su tobillo derecho, había un grillete con una bola de acero en el extremo. Cualquier movimiento en ese estado resultaba doloroso.

La celda no se parecía en nada a las altas habitaciones del ala este, en las que, a pesar de todo, hubiera encontrado un poco más de libertad y comodidad. No. La celda en la que se encontraba era toda gris y toda suciedad. Rápidamente, Iván se dio cuenta que no est

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