PARTE I - LA SEMILLA DEL MAL
Mi primer día de clase, en el colegio, fue algo que nunca jamás podré olvidar.
Cuando llegué a aquel feucho pueblo al norte Bergen, pude darme cuenta de que había algo raro en el ambiente. La gente evitaba pasar por el este del pueblo, incluso daba un rodeo si era posible, y solían cuchichear sobre la tranquilidad del lugar, cómo si fuese algo realmente raro.
Papá y yo tuvimos que dejar atrás la capital, y mudarnos a un lugar alejado de los periodistas que querían hacerme preguntas sobre el accidente. Todo el mundo quería saber por qué había sido la única superviviente en el accidente que acabó con la vida de mamá. Pero yo no podía ayudarles, nunca lo haría, pues no podía recordar absolutamente nada.
Así que allí estábamos, después de haber dejado atrás a mis amigas, mi barrio, y a mis abuelos, en un lugar espeluznante al que nadie quería visitar, debido a las horribles habladurías que corrían por el lugar.
Esperé paciente a que papá sacase mi mochila del auto, y sonreí hacia él cuando la colocó correctamente en mi espalda.
Me di la vuelta y entré, mezclándome con el resto de alumnos, directa hacia el interior. Ese lugar era raro, la gente iba en grupos, sin dejar de cuchichear, aterrorizada, mirando hacia alrededor, como si temiesen que lo peor de sus vidas llegaría en cualquier momento.
Cuando comenzó a contar la historia, noté un leve escalofrío en la nuca, que me hizo estremecer.
“Hace doce años y medio, la señora Kalahar, desapareció. Todos la buscamos, pues ella era muy querida en este pueblo, era la enfermera más devota que este pueblo ha visto jamás. Había miles de historias, teorías, de dónde pudo haber ido, pero su desaparición en sí fue rara, pues no avisó de que no iba a ir a trabajar, y tampoco se llevó sus maletas. Algunos juraban haberla visto en el porche esa mañana, y justo al volver a mirar, ya no estaba. Era como si la tierra se la hubiese tragado…”
Se detuvo, aquella chica miró hacia el pasillo, donde algunos se apartaban, pegándose a las paredes, aterrados de que él los tocase.
Había un chico entrando en el colegio, caminando por los pasillos, creando un gran revuelo, haciendo que sus compañeros se apartasen de él en cuanto lo veían, aterrados. Sonrió con malicia, con un destello verde en sus ojos, a pesar de que sus ojos eran completamente negros. Era raro, muy raro, y tenía cierto aire demoníaco, que me ponía los pelos de punta.
Pasó de largo, sin tan siquiera percatarse de que lo mirábamos, abriendo la puerta de su clase y entrando en ella.
El grupito se marchó entonces, metiéndose en la misma clase que lo hizo el chico extraño, ese al que todos temían. Me encogí de hombros, ignorando aquella estúpida historia, entrando en ella, pues era más que obvio que esa también era mi clase.
Aquello me pareció estúpido, él estaba sentado en el pupitre del centro, y todos los demás a cinco metros de él, rodeándolo, cómo si pensasen que su cercanía pudiese hacerles daño.
La clase sobre las flores autóctonas fue interesante, pero yo no podía quitar los ojos de él, que, a diferencia de sus compañeros, lucía tan tranquilo, cogiendo apuntes. Había algo en él, algo extraño, pero en aquel momento no tenía miedo.
Pasaron veinte minutos antes de que dejase de prestar atención al profesor y girase la cabeza para mirarme, como si supiese que yo lo estaba haciendo. En cuanto nuestras miradas se cruzaron, pude comprender las palabras de aquel niño.
“No mires a sus ojos” – resonó en mi cabeza tan pronto como él me miró y me percaté de que el del centro de sus pupilas se esparcía un color verdoso, que se iba aclarando más y más, hasta que estos dejaron de ser negros. Él podía cambiar sus ojos de color. Pero… ¿cómo era posible?
Retiré la mirada en ese justo instante, aterrada, haciendo que el miedo se esparciese por cada poro de mi cuerpo.
El profesor dejó de hablar, pues él acababa de levantarse, mirándolos a todos, desafiante, molesto con la situación, para luego marcharse sin más.
Habían pasado seis años desde aquello, desde que comprendí que acercarse a Ivar Kalahar no era buena idea.En aquella época estábamos en el instituto, yo ya tenía un grupo de amigos, Aren, Olaf, Elin y Kaira. Los cinco éramos muy amigos, aunque ya había una pareja entre ellos, pues Aren y Kaira llevaban seis meses juntos, como novios. Así que, hacía una larga temporada que no quedaban con nosotros.Era una buena estudiante, aunque me gustaba mucho hacer escapadas al campo, donde solíamos ir a beber más que nada, así que, se puede decir que era más rebelde de lo que debía.Solía escaparme por la ventana de mi habitación e irme con Olaf y Elin al bosque, nos lo pasábamos en grande. Por eso, aquella noche no fue una excepción, estábamos allí, cerca de la playa, alrededor de una candela que nosotros mismos h
Ivar era más interesante de lo que todos creían, él era fascinante. Cuando más sabía de él más quería saber, así que, los días se me pasaron en un momento, estar con él era muy fácil, y me encantaba.Hemos quedado esta noche para ir al bosque – me dijo Olaf, justo cuando salíamos de clase - ¿te apuntas?Claro – respondí, pues lo cierto era que hacía tiempo que no los veía, siempre estaba con Ivar últimamente.El bicho raro te está mirando – se quejaba, haciendo que mirase hacia atrás, justo hacia donde él miraba, y lo encontrase allí, observándome. Quizás quería decirme algo, quizás no quería acercarse por mis amigos.Nos vemos luego – me desped&i
No volví a acercarme a él, una parte de mí aun tenía miedo, aún seguía sin poder explicarse lo ocurrido, recordando el pasado, algo en lo que no solía pensar: la muerte de mamá.Cuando mamá murió, cuando el auto cayó por el barranco hacia el río, cuando sobreviví misteriosamente… algo similar sucedió esa tarde.Cerré los ojos, pensando en esa tarde, haciendo todo lo posible por recordar, poniendo todo mi empeño en ello. Le vi entonces.Mamá conducía hacia Sandvika, mientras yo miraba por la ventana. Estaba nevando, y la música que sonaba en aquel momento era agradable. Me encantaba la forma en la que la nieve cubría todo a nuestro alrededor de un espeso paño blanco, era como si estuviésemos en el cielo, como si…La radio comenzó a emitir sonidos extra&ntild
Las cosas cambiaron después de ese día, todos a nuestro alrededor se dieron cuenta de ello, pues nosotros estábamos todo el día juntos, incluso me sentaba con él, dejando un poco de lado a mis amigos.Él reía mucho más desde que estábamos juntos, siempre bromeábamos, siempre me hacía sentir bien. Y yo seguía buscando respuestas, pero hasta el momento no había encontrado nada en la biblia, ni en la iglesia.¿qué es lo que sigues buscando con tanto ahínco? – preguntó él, mientras yo dejaba el libro sobre las distintas religiones sobre la mesa, y cogía otro trozo de “pinnakjot”Creo que lo que hay dentro de ti no es un demonio – le dije, haciendo que él me mirase con sorpresa – he estado investigando, y no es eso.&iqu
Estar cerca de Ivar era peligroso, no porque le tuviese miedo, si no porque podía hacer que él se agitase al hacerlo enfadar, y ello podría despertar a esa cosa que llevaba dentro. Esa era la teoría. Por eso no volví a ser la misma después de ese día, no dejaba de pensar en las cosas que hacía, temiendo su reacción a cada momento.Mi padre estaba muy enfadado porque me acercase tanto a él, pero yo tenía que hacerlo, le había prometido que no me alejaría de él, jamás. Además, quería descubrir quién era Arr, y por qué mató a mamá aquella tarde.Aquella noche fuimos a la feria, había miles de cosas que quería probar, como montarme en la noria con él, aunque fui incómodo, pues él tuvo que mantener sus emociones a rayas para evitar que algo sucediese.No pasa nada &nda
Abrí el libro que había sacado el día anterior de la biblioteca, titulado “La verdad sobre los elfos oscuros” y me tumbé en la cama, escuchando la lluvia que caía fuera de la casa, aquel sábado por la mañana.“A diferencia de lo que dicen la mayoría de los escritos que aún se conservan sobre los elfos oscuros de las leyendas escandinavas, no eran de piel oscura, eran tan normales como nosotros. No tenían las orejas puntiagudas ni los dientes afilados. Tenían un aspecto tan normal como cualquier humano. Lo único que los hacía diferentes al resto eran sus ojos, de un negro intenso, que te hacían palidecer con tan sólo encontrarte en su punto de mira”Sus ojos eran negros – repetí, pensando en ese tal Arr. Para luego volver la vista hacia la lectura, leyendo aquí y allá, sin prestar mucha atenci&
Salí de la cabaña, percatándome de que había escampado, y corrí, mientras Ivar me seguía, acelerándose, molesto con la situación.Espera – me pidió, deteniéndome junto a un árbol, se parecía a aquel en que nos detuvimos una vez – no te vayas así – insistió, mirando hacia mí, mientras sus ojos comenzaban a volverse oscuros – no volveré a mencionarlo – sus ojos eran oscuros, y él se marchó durante un momento, él no era el que me devolvía la mirada en aquel momento.¿Ivar? – le llamé, pero yo ya sabía que no era él, pues no podía verle, ni siquiera me reconoció.Feiya – llamó hacia mí, mientras yo le miraba sin comprender, pues ese no era mi nombre. Sus ojos,
No tenía miedo de estar a su lado, no le temía como el resto del pueblo, no había nada malo dentro de él, solo era diferente al resto. La gente siempre ha temido lo diferente, desde la antigüedad.Sus ojos se volvía negros, y se convertía en la persona que vivía dentro de él, se convertía en ese ser oscuro que no había tenido opción cuando murió. Era Arr, en cierta forma se sentía como si fuese familia, pues mi madre y él lo fueron, en otra vida. Tan sólo quedaba un interrogante, ¿cómo había muerto ese ser? En los libros que había leído solían decir que los seres oscuros como él eran realmente difíciles de matar.¿En qué piensas? – quiso saber él. Levanté la cabeza, despacio, observándole un momento, sonriendo después, volviendo a recostar