Habían pasado seis años desde aquello, desde que comprendí que acercarse a Ivar Kalahar no era buena idea.
En aquella época estábamos en el instituto, yo ya tenía un grupo de amigos, Aren, Olaf, Elin y Kaira. Los cinco éramos muy amigos, aunque ya había una pareja entre ellos, pues Aren y Kaira llevaban seis meses juntos, como novios. Así que, hacía una larga temporada que no quedaban con nosotros.
Era una buena estudiante, aunque me gustaba mucho hacer escapadas al campo, donde solíamos ir a beber más que nada, así que, se puede decir que era más rebelde de lo que debía.
Solía escaparme por la ventana de mi habitación e irme con Olaf y Elin al bosque, nos lo pasábamos en grande. Por eso, aquella noche no fue una excepción, estábamos allí, cerca de la playa, alrededor de una candela que nosotros mismos habíamos encendido, bebiendo alcohol.
El sonido del buho hizo que Elin pegase un grito, asustada, y que Olaf la acurrucase. Al final acabarían juntos aquellos dos, también, y yo me quedaría sola, de nuevo. Lo veía venir, porque a ella parecía que él le gustaba más de lo que pretendía.
Fue una noche divertida, mucho, pero nos recogimos pronto, pues no quería que papá descubriese que me había ido, y por supuesto, tendríamos clase al día siguiente.
Olaf le preguntó al señor Winston, sobre si podríamos hacer un grupo de tres, y por supuesto las respuesta fue negativa, así que no me quedaba de otra, tendría que acercarme al espeluznante Ivar, si quería aprobar la asignatura.
Me quedé largo rato mirándole, sorprendida, porque sus ojos ya no parecían ser los mismos que cuando éramos niños. En aquella ocasión eran preciosos.
Me di cuenta entonces, ya no había nada espeluznante en él, tan sólo eran restos de habladurías, lo que seguía alejando a todas las personas de él.
***
Me parecía una idiotez estar allí, en la playa, esperando a aquel extraño chico, ese del que todos huían. Me descalcé, tirando los zapatos a la arena, para luego meter mis pies en la arena, sintiendo como el agua cubría estos, y los moví, despacio, observando como algunas coquinas salían a la superficie.
Levanté la vista, observando como él caminaba hacia mí, descalzo, pues parecía haberse quitado los zapatos, al igual que yo.
Llegó hasta donde estaba, y sin decir una palabra se tiró al suelo, de rodillas, mojándose los pantalones, prestando toda su atención a la arena mojada, en la orilla. Esperó, paciente, durante un par de minutos, y entonces levantó la mano, exasperado, tirando de mi brazo para que me agachase.
Caí de rodillas, manchando mi vestido un poco más, mientras observaba como él apoyaba sus manos en la arena, y yo hacía justo lo mismo. Le observé, con detenimiento, tenía los ojos cerrados, y parecía estar concentrado en algo. Enterró sus manos en la arena, y cuando las sacó, observé, maravillada, como en su interior había coquinas, demasiadas.
Sonreí al ver aquello, mientras él acercaba su mano izquierda, mostrándomelas.
La forma en la que hablaba de las coquinas me conmovía, como las miraba, y las dejaba marchar después, ayudadas por las olas del mar, a huir de aquellos que habían osado sacarlas de su hábitat.
Sonreí al darme cuenta de ello. Él no era malo, no había nada maligno en él en ese momento.
Me levanté, con dificultad, y le observé durante un minuto. La forma en la que el viento movía sus cabellos, su expresión indescriptible mirando hacia el horizonte, como apretaba los puños, y lucía rígido frente a mí.
Era raro, muy raro, estar con él allí, en su casa, mientras miraba hacia todas partes. Él vivía en el bosque, cerca de donde solía venir con los chicos, en una cabaña de madera algo tosca, pero se veía resistente. El lugar estaba repleto de crucifijos y símbolos extraños en las paredes, pero a pesar de eso, era muy normal.
Retiró una de las sillas de la mesa y se sentó en ella, mientras yo hacía justo lo mismo, observando como sacaba de su mochila folios y un par de bolígrafos.
Y así comenzó todo.
Ivar era más interesante de lo que todos creían, él era fascinante. Cuando más sabía de él más quería saber, así que, los días se me pasaron en un momento, estar con él era muy fácil, y me encantaba.Hemos quedado esta noche para ir al bosque – me dijo Olaf, justo cuando salíamos de clase - ¿te apuntas?Claro – respondí, pues lo cierto era que hacía tiempo que no los veía, siempre estaba con Ivar últimamente.El bicho raro te está mirando – se quejaba, haciendo que mirase hacia atrás, justo hacia donde él miraba, y lo encontrase allí, observándome. Quizás quería decirme algo, quizás no quería acercarse por mis amigos.Nos vemos luego – me desped&i
No volví a acercarme a él, una parte de mí aun tenía miedo, aún seguía sin poder explicarse lo ocurrido, recordando el pasado, algo en lo que no solía pensar: la muerte de mamá.Cuando mamá murió, cuando el auto cayó por el barranco hacia el río, cuando sobreviví misteriosamente… algo similar sucedió esa tarde.Cerré los ojos, pensando en esa tarde, haciendo todo lo posible por recordar, poniendo todo mi empeño en ello. Le vi entonces.Mamá conducía hacia Sandvika, mientras yo miraba por la ventana. Estaba nevando, y la música que sonaba en aquel momento era agradable. Me encantaba la forma en la que la nieve cubría todo a nuestro alrededor de un espeso paño blanco, era como si estuviésemos en el cielo, como si…La radio comenzó a emitir sonidos extra&ntild
Las cosas cambiaron después de ese día, todos a nuestro alrededor se dieron cuenta de ello, pues nosotros estábamos todo el día juntos, incluso me sentaba con él, dejando un poco de lado a mis amigos.Él reía mucho más desde que estábamos juntos, siempre bromeábamos, siempre me hacía sentir bien. Y yo seguía buscando respuestas, pero hasta el momento no había encontrado nada en la biblia, ni en la iglesia.¿qué es lo que sigues buscando con tanto ahínco? – preguntó él, mientras yo dejaba el libro sobre las distintas religiones sobre la mesa, y cogía otro trozo de “pinnakjot”Creo que lo que hay dentro de ti no es un demonio – le dije, haciendo que él me mirase con sorpresa – he estado investigando, y no es eso.&iqu
Estar cerca de Ivar era peligroso, no porque le tuviese miedo, si no porque podía hacer que él se agitase al hacerlo enfadar, y ello podría despertar a esa cosa que llevaba dentro. Esa era la teoría. Por eso no volví a ser la misma después de ese día, no dejaba de pensar en las cosas que hacía, temiendo su reacción a cada momento.Mi padre estaba muy enfadado porque me acercase tanto a él, pero yo tenía que hacerlo, le había prometido que no me alejaría de él, jamás. Además, quería descubrir quién era Arr, y por qué mató a mamá aquella tarde.Aquella noche fuimos a la feria, había miles de cosas que quería probar, como montarme en la noria con él, aunque fui incómodo, pues él tuvo que mantener sus emociones a rayas para evitar que algo sucediese.No pasa nada &nda
Abrí el libro que había sacado el día anterior de la biblioteca, titulado “La verdad sobre los elfos oscuros” y me tumbé en la cama, escuchando la lluvia que caía fuera de la casa, aquel sábado por la mañana.“A diferencia de lo que dicen la mayoría de los escritos que aún se conservan sobre los elfos oscuros de las leyendas escandinavas, no eran de piel oscura, eran tan normales como nosotros. No tenían las orejas puntiagudas ni los dientes afilados. Tenían un aspecto tan normal como cualquier humano. Lo único que los hacía diferentes al resto eran sus ojos, de un negro intenso, que te hacían palidecer con tan sólo encontrarte en su punto de mira”Sus ojos eran negros – repetí, pensando en ese tal Arr. Para luego volver la vista hacia la lectura, leyendo aquí y allá, sin prestar mucha atenci&
Salí de la cabaña, percatándome de que había escampado, y corrí, mientras Ivar me seguía, acelerándose, molesto con la situación.Espera – me pidió, deteniéndome junto a un árbol, se parecía a aquel en que nos detuvimos una vez – no te vayas así – insistió, mirando hacia mí, mientras sus ojos comenzaban a volverse oscuros – no volveré a mencionarlo – sus ojos eran oscuros, y él se marchó durante un momento, él no era el que me devolvía la mirada en aquel momento.¿Ivar? – le llamé, pero yo ya sabía que no era él, pues no podía verle, ni siquiera me reconoció.Feiya – llamó hacia mí, mientras yo le miraba sin comprender, pues ese no era mi nombre. Sus ojos,
No tenía miedo de estar a su lado, no le temía como el resto del pueblo, no había nada malo dentro de él, solo era diferente al resto. La gente siempre ha temido lo diferente, desde la antigüedad.Sus ojos se volvía negros, y se convertía en la persona que vivía dentro de él, se convertía en ese ser oscuro que no había tenido opción cuando murió. Era Arr, en cierta forma se sentía como si fuese familia, pues mi madre y él lo fueron, en otra vida. Tan sólo quedaba un interrogante, ¿cómo había muerto ese ser? En los libros que había leído solían decir que los seres oscuros como él eran realmente difíciles de matar.¿En qué piensas? – quiso saber él. Levanté la cabeza, despacio, observándole un momento, sonriendo después, volviendo a recostar
El resto de los días fueron raros. Puse una pared de distancia entre él y yo, me asustaba que pudiese volver a besarme de esa manera, yo sólo quería ser su amiga, nada más, aún era demasiado joven para pensar en él de esa forma. Tan sólo quería cuidarle, pero no estaba preparada para ver nada más, no quería ver visiones sobre mi madre y Arr de esa manera romántica, y me aterraba ver la muerte de mi tío. Si había sido asesinado, o si había muerto por alguna equivocación… no quería saberlo.Quería ayudarle, pero no de esa manera.Sabía que esto iba a pasar – se quejaba uno de los chicos, mirando de reojo a Ivar – el bicho raro te ha asustado ¿no?No – contesté, porque odiaba que lo llamasen de esa forma – pero no quiero dejar de lado a mis ami