Abrí el libro que había sacado el día anterior de la biblioteca, titulado “La verdad sobre los elfos oscuros” y me tumbé en la cama, escuchando la lluvia que caía fuera de la casa, aquel sábado por la mañana.
“A diferencia de lo que dicen la mayoría de los escritos que aún se conservan sobre los elfos oscuros de las leyendas escandinavas, no eran de piel oscura, eran tan normales como nosotros. No tenían las orejas puntiagudas ni los dientes afilados. Tenían un aspecto tan normal como cualquier humano. Lo único que los hacía diferentes al resto eran sus ojos, de un negro intenso, que te hacían palidecer con tan sólo encontrarte en su punto de mira”
Sus ojos eran negros – repetí, pensando en ese tal Arr. Para luego volver la vista hacia la lectura, leyendo aquí y allá, sin prestar mucha atenci&
Salí de la cabaña, percatándome de que había escampado, y corrí, mientras Ivar me seguía, acelerándose, molesto con la situación.Espera – me pidió, deteniéndome junto a un árbol, se parecía a aquel en que nos detuvimos una vez – no te vayas así – insistió, mirando hacia mí, mientras sus ojos comenzaban a volverse oscuros – no volveré a mencionarlo – sus ojos eran oscuros, y él se marchó durante un momento, él no era el que me devolvía la mirada en aquel momento.¿Ivar? – le llamé, pero yo ya sabía que no era él, pues no podía verle, ni siquiera me reconoció.Feiya – llamó hacia mí, mientras yo le miraba sin comprender, pues ese no era mi nombre. Sus ojos,
No tenía miedo de estar a su lado, no le temía como el resto del pueblo, no había nada malo dentro de él, solo era diferente al resto. La gente siempre ha temido lo diferente, desde la antigüedad.Sus ojos se volvía negros, y se convertía en la persona que vivía dentro de él, se convertía en ese ser oscuro que no había tenido opción cuando murió. Era Arr, en cierta forma se sentía como si fuese familia, pues mi madre y él lo fueron, en otra vida. Tan sólo quedaba un interrogante, ¿cómo había muerto ese ser? En los libros que había leído solían decir que los seres oscuros como él eran realmente difíciles de matar.¿En qué piensas? – quiso saber él. Levanté la cabeza, despacio, observándole un momento, sonriendo después, volviendo a recostar
El resto de los días fueron raros. Puse una pared de distancia entre él y yo, me asustaba que pudiese volver a besarme de esa manera, yo sólo quería ser su amiga, nada más, aún era demasiado joven para pensar en él de esa forma. Tan sólo quería cuidarle, pero no estaba preparada para ver nada más, no quería ver visiones sobre mi madre y Arr de esa manera romántica, y me aterraba ver la muerte de mi tío. Si había sido asesinado, o si había muerto por alguna equivocación… no quería saberlo.Quería ayudarle, pero no de esa manera.Sabía que esto iba a pasar – se quejaba uno de los chicos, mirando de reojo a Ivar – el bicho raro te ha asustado ¿no?No – contesté, porque odiaba que lo llamasen de esa forma – pero no quiero dejar de lado a mis ami
Estaba allí, en el bosque, casi había oscurecido, pensando en qué quizás había hecho mal en ir. Justo iba a arrepentirme y a marcharme a casa, cuando le vi, llevaba una camiseta blanca y unos pantalones negros, y sus ojos eran oscuros. No era Ivar, era Arr, lo reconocí en seguida.¿Qué has hecho con él? – recriminé, molesta. Sonrió, divertido, estallando en carcajadas justo después.¿Qué le has hecho, sobrina? – preguntó, con malicia – Ese chico ni siquiera quiere venir a despedirse de ti.¿Despedirse? – pregunté, con el alma en vilo.Nos marchamos del pueblo esta noche, ¿no te lo ha dicho? – negué con la cabeza, horrorizada – Hay cosas que necesitamos hacer – añadió, al
PARTE II - EL DUENDE OSCURO.En un oscuro valle, tan sólo iluminado por la luz de la luna y las estrellas, un hombre caminaba, con una sonrisa maliciosa en su rostro, llevaba un abrigo negro, zapatos oscuros, e iba dejando el rastro de su aliento cálido en aquella fría noche.Nuestro trato ha terminado – dijo hacia la nada, señalando hacia el corte reciente que tenía en la cara – en tal sólo dos lunas, volverás al lugar del que procedes – añadía, mientras una extraña sombra se levantaba del suelo, formando una figura humana, totalmente de humo, no había nada más bajo ella, no tenía ojos, ni piel – nuestros caminos se separaran ahora.Recuerda – dijo una voz que provenía de la sombra, era oscura y ronca, le pondrían los pelos de punta a cualquiera que la
Cuando terminé la terapia era tarde, incluso habíamos almorzado allí, ya casi había oscurecido, cuando salí, seguida del padre Helge, que se unió diez minutos antes de terminar.Están evolucionando bastante rápido – aseguré, con una gran sonrisa en el rostro – en poco tiempo ya no necesitarán venir – añadí. El padre Ulrick asintió, agradecido, mirando hacia el frente, donde ese joven de antes, arreglaba la caldera del padre Helge. Giré la cabeza, en su dirección, observándole allí, con sus flequillos mojados a causa del sudor, del esfuerzo. Ladeó la cabeza, haciendo que me diese cuenta de que tenía una cicatriz en ese lado del rostro, una que parecía reciente. ¿Cómo se la habría hecho?¿Quién es? – pregunté, sin apenas d
La semana estaba siendo un verdadero incordio, así que aquel viernes, tan sólo quería asistir a mi última sesión grupal e irme a casa, necesitaba escapar a mis pesadillas en mis propios sueños. Entré en la sacristía, más temprano que de lo habitual, descubriendo a ese tipo allí. ¿Por qué no dejaba de encontrármelo en todas partes? Era como si me estuviese siguiendo. Era todo un incordio, sobre todo porque la forma en la que me observaba me ponía de los nervios, me incomodaba. Agarró la sudadera y se levantó del banco, para luego dirigirse hacia mí, sabía que sólo quería salir por la puerta y perderse de vista, pero yo ya estaba harta de ese tipo. Así que tan pronto como lo tuve cerca le agarré de la camiseta y le traje hasta mí, sorprendiéndolo. ¿Por qué estás siguiéndome? ¿eh? – él sonrió, sin poder creer la situación, pero perdió la sonrisa tan pronto como escuchamos pasos dirigiéndose hacia nuestra dirección. Él parecía aterrado con
Salí de la sala de las velas y corrí, dejé atrás la iglesia, el pueblo, hasta llegar a casa de Olaff, donde este cargaba unas cuantas motos en la parte de atrás de su camioneta. Me miró, sin comprender, y se sorprendió aún más cuando le abracé y rompí a llorar, pues yo no solía ser así, nunca le buscaba para eso, siempre era una sola cosa lo que quería de él. Shhh – me calmaba, mientras me daba leves golpecitos en la espalda y conseguía traerme paz – ven, vamos a dar una vuelta – me rodeó con sus brazos, a mi lado, y tiró de mí hacia el parque, dejando atrás su casa, las motos, y a su empleado de medio tiempo. Yo no dije nada, sólo me dejé llevar por él, en aquella oscura tarde, apoyada en su pecho – puedes contar conmigo cuando necesites, ya te dije que podemos ser amigos si lo necesitas, Agatha. Quería hacerlo, abrir todas las puertas de mi mente y contar mis secretos, dejar de callar aquello que me traía oscuridad, desahogarme por un