Cristal mira a su hermano alarmada y poco a poco se da cuenta de lo que significa pertenecer a una familia de mafiosos, por lo que comienza a sentirse orgullosa de que le teman a su esposo en esa organización. Se siente protegida, y eso la hace aferrarse más a él. Aunque el peligro parece acechar en cada esquina, tal vez sea eso lo que intensifica y hace más real su amor.
Gerónimo la observa, percibiendo la mezcla de miedo y fascinación en sus ojos. Quiere protegerla de todo mal, pero también sabe que no puede prometerle una vida tranquila. Sus días juntos serán como una danza peligrosa, donde cada paso debe ser calculado y cada mirada, un entendimiento tácito de la intensa realidad que los rodea.—No tienes que preocuparte, mi amor —susurra Gerónimo, abrazándola con firmeza—. Estoy aquí y prometo ser la barrera entre tú y cualquier cosa que intente dañStavri detiene un momento sus manos, observándolo con ternura. Aquellos años juntos le han mostrado que, por muy dura que sea la situación, su mayor fortaleza siempre ha sido estar unidos. Se acerca a él, dejando la cocina por un instante, y le acaricia el rostro con suavidad.—Agapi mu, sabes que ella está confundida y asustada —le dice, decidida a convencer a su esposo para que acepte al Garibaldi como yerno—. La pobrecita cree que tú no la quieres a tu lado. Ahora, no se siente segura aquí en esta casa y se fue con su hermano, que es en quien confía más. Ni siquiera cree que yo la pueda proteger, siendo su madre.Yiorgo suspira, tomando las manos de su esposa y buscando consuelo en ese contacto. En su mente, comienza a reflexionar sobre todos sus errores.—Le he hecho un terrible daño a mi niña. La quiero proteger tanto que no he sido un buen padre —dice
Cristal observa la dinámica entre los dos con una sonrisa, captando el tira y afloja que quizás sea la chispa de algo más profundo. Maximiliano, siempre reservado, parece bajar sus barreras ante la presencia de Coral.—No, pero eres mi Gatito, te guste o no —respondió Coral con firmeza. —¡Oye, dejen eso para cuando estén solos! —los interrumpe Cristal—. ¿Qué haces aquí, Coral? Cristal siente una conexión instantánea con Coral; de alguna manera, ambas están unidas por los lazos de amor que trascienden el complicado mundo en el que viven. Mientras Maximiliano protesta por el apodo de "Gatito", ella comienza a imaginar un futuro donde las enemistades se disipen y surjan nuevas amistades. —¡Ah sí, se me olvidó para qué vine, Gatito! —dice ella y se gira hacia Maximiliano—. ¿Sabes de q
Cristal sentía como si cada palabra de Coral despejara un poco más la niebla que había cubierto su vida durante tanto tiempo. A su alrededor, la mafia italiana estaba llena de intrigas y rivalidades que ella no entendía. Su única preocupación era seguir con su verdadero amor.—¿Quieres decir que todavía estoy legalmente casada con mi Gerónimo? —preguntó, con el semblante realmente feliz, como si lo que acababa de decir la prima de su esposo fuera la información que le salvaba la vida. Maximiliano la miró, alborotada, y movió la cabeza negativamente. No podía negar que su pequeña hermana estaba realmente enamorada de Gerónimo, aunque le dolía admitirlo, y temía que él la hiciera sufrir. —Bueno, tendrían que inscribir el matrimonio aquí —aclaró Coral al ver su alegría.  
Gerónimo miró a su tío, aún sorprendido de que no lo hubiera regañado por todo lo que había pasado y, mucho menos, de que no se hubiera molestado porque se casó con la hija de uno de los enemigos de la familia. —Sí, tío —contestó con una sonrisa—. Mi Agapy es la hija del Greco, a quien dieron por muerta cuando era niña. —¿La dieron por muerta? —Fabrizio lo miró sin entender y se sentó detrás de su buró—. Empieza desde el principio. Yo recuerdo que habían asesinado a la hija de ellos, hasta un funeral hicieron. —¿Se acuerda de Domenico Vitale, el tipo que quería que la tía Bianca fuera su mujer? —preguntó Gerónimo, tratando de traer ese recuerdo a la memoria de su tío. —¡Claro que me acuerdo de ese degenerado! —exclamó Fabrizio de inmediato—. ¿Qué tiene que ver con tu esposa? Fabrizio frunció el ceño, intrigado por el sorpresivo giro de los acontecimientos. La historia que comenzaba a esbozarse ante él era más compleja de lo que había imaginado. Gerónimo se levantó con determ
Gerónimo, sabiendo que había ganado más que la aprobación de su tío, se sintió renovado y listo para enfrentar cualquier desafío que viniera en su camino. Por eso tomó aire y le contestó: —Como le conté, ella tenía un nombre falso en América, con el que nos casamos, y sus padres la volvieron a inscribir con su nombre real. Debemos casarnos con ese ahora —explicó, con la esperanza de que lo ayudara a hacerlo. —Entiendo —dijo Fabrizio, sentándose frente a su sobrino—. ¿Qué pinta Luciano en todo esto? —Él es el hijo del mejor amigo del Greco; los habían comprometido desde niños y ahora quiere obligarla a casarse con él —explicó, cambiando de inmediato a una expresión furiosa—. ¡Pero primero lo mato, tío! ¡Cielo es mía, mi esposa! El gesto decidido de Gerónimo no pasó desapercibido para Fabrizio, quien observó la pasión ardiente en los ojos de su sobrino. La situación en el mundo mafioso era compleja, y los corazones no siempre seguían el camino más fácil. Sin embargo, entendía qu
El bullicio frente al lujoso hotel se dividía entre murmullos, risas y exclamaciones, pero nada, absolutamente nada, podía competir con la imagen de una mujer vestida de novia corriendo descalza, con las faldas de su vestido arremolinadas en sus manos. Su largo velo vuela al aire, mientras ella gira la cabeza hacia atrás, para ver si la persiguen, en lo que su mente le repite una y otra vez que debe escapar, ¡debe huir ahora o no podrá! —¡Detente, amor! ¡Detente…! ¡Me iré contigo, amor, me iré contigo…! —gritó con todas sus fuerzas. Sus palabras cortaron el aire como un impacto directo al pecho de cualquiera que la escuchara. Era un grito de auxilio, un llamado que parecía contener toda la fuerza de quien quiere salvar su vida o… recuperar algo que no quiere perder. —¡No me dejes…! ¡No me dejes…! ¡No me casaré con otro que no seas tú…! —gritó de nuevo. Cortando la monotonía del lugar—. ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Espera por mí! La multitud, que al principio apenas prestó atención, no p
La claridad de la ventana hace que abra sus ojos. Está solo en el hotel que reservaron el día anterior para la celebración de su graduación, sin saber cómo regresaron ni a qué hora.—¡Diantres! ¿Por qué tuve que beber tanto ayer? Me mata la cabeza —dice mientras rebusca en la maleta un calmante. La resaca es muy grande, no recuerda apenas nada. Se dirige, después de tomar la pastilla, al baño y se mete en la ducha dejando que el agua bien fría lo ayude a despertar. Tras un rato se siente un poco mejor. Sale y empieza a prepararse para afeitarse cuando algo en su dedo llama su atención. Sí, es un anillo de matrimonio. Y las imágenes de la mujer más bella que ha visto en su vida diciéndole, ¡sí acepto!, en una ceremonia de boda, llegan a su mente.—¡¿Con quién diablos me casé?! —pregunta desesperado, gritando a todo pulmón mientras abandona el baño. Busca respuestas mientras revisa su cama, por si acaso, pero no, no hay nadie en ella. Sale corriendo por la habitación, incapaz de calmar
El peso del vestido es lo primero que siente antes de abrir los ojos. La seda roza su piel y el corsé aprieta su cintura. No necesita mirar para saber que todavía lo lleva puesto. Su cuerpo está rígido, como si la tela fuera una prisión que le niega el aliento. Su cabeza le estalla de un dolor tan intenso que parece imposible soportarlo. Abre los ojos y la claridad hace que los cierre de golpe, dejando escapar un leve quejido. Vuelve a intentarlo, esta vez despacio, hasta que su vista se aclara. Mira alrededor y reconoce el lugar de inmediato: su pequeño apartamento número dos. Ese refugio secreto que su hermano le compró tiempo atrás, para esos momentos en los que todo se desmoronara y tuviera que desaparecer. ¿Cómo vino a parar ahí? La pregunta retumba en su mente confusa mientras intenta desenredar sus últimos recuerdos. Se sienta en el borde de la cama, con la cabeza entre las manos, buscando alivio.—¡Dios, cómo me duele la cabeza! —exclama, mientras su respiración intenta ac