El Greco se encuentra atrapado en una mezcla de furia y determinación. Las palabras de Anastasío golpean su conciencia, pero la imagen de Luciano amenazando a Agapy domina sus pensamientos y atenúa cualquier rayo de duda. No hay vuelta atrás. La decisión está tomada y es irrevocable.
Mientras Fabrizio Garibaldi llega al negocio, espera a que su hijo Filipo entre. Lo ve llegar y cerrar la puerta.—¿Puedes explicarme ahora, Filipo, qué está pasando? ¿Por qué movilizaste a todos los hombres? —pregunta de inmediato.—Era necesario, papá. Gerónimo estaba en peligro —responde Filipo, sentándose frente a él.—¿En peligro? ¿Por qué? —Fabrizio mira a su hijo, esperando que le aclare todo lo sucedido—. Filipo, ¿te diste cuenta de lo que se inició hoy?—Sí, papá, lo s&eaFilipo miró a su padre, levantando los hombros. No le gustaba hablar de lo que no sabía, pero estaba seguro de que no se quedaría tranquilo.—De acuerdo, papá, ya lo mandé a investigar —dice Filipo, inclinándose—. Por lo poco que entendí, parece que él era el ex prometido de Cristal, porque gritaba que ella era de él.—Vaya, la esposa de Gerónimo es una situación complicada —observa Fabrizio—. ¿Estás seguro de que es una buena mujer? ¿No se está burlando de Gerónimo?—No lo sé, papá —contesta su hijo con sinceridad—. Pero Guido dice que es una buena e inocente chica.—Llama a tu primo y dile que venga a verme —le ordena de inmediato. Necesita saber en qué se han metido y por qué van a la guerra antes de tomar alguna acción.Filipo asiente, con
Cristal mira a su hermano alarmada y poco a poco se da cuenta de lo que significa pertenecer a una familia de mafiosos, por lo que comienza a sentirse orgullosa de que le teman a su esposo en esa organización. Se siente protegida, y eso la hace aferrarse más a él. Aunque el peligro parece acechar en cada esquina, tal vez sea eso lo que intensifica y hace más real su amor.Gerónimo la observa, percibiendo la mezcla de miedo y fascinación en sus ojos. Quiere protegerla de todo mal, pero también sabe que no puede prometerle una vida tranquila. Sus días juntos serán como una danza peligrosa, donde cada paso debe ser calculado y cada mirada, un entendimiento tácito de la intensa realidad que los rodea.—No tienes que preocuparte, mi amor —susurra Gerónimo, abrazándola con firmeza—. Estoy aquí y prometo ser la barrera entre tú y cualquier cosa que intente dañ
Stavri detiene un momento sus manos, observándolo con ternura. Aquellos años juntos le han mostrado que, por muy dura que sea la situación, su mayor fortaleza siempre ha sido estar unidos. Se acerca a él, dejando la cocina por un instante, y le acaricia el rostro con suavidad.—Agapi mu, sabes que ella está confundida y asustada —le dice, decidida a convencer a su esposo para que acepte al Garibaldi como yerno—. La pobrecita cree que tú no la quieres a tu lado. Ahora, no se siente segura aquí en esta casa y se fue con su hermano, que es en quien confía más. Ni siquiera cree que yo la pueda proteger, siendo su madre.Yiorgo suspira, tomando las manos de su esposa y buscando consuelo en ese contacto. En su mente, comienza a reflexionar sobre todos sus errores.—Le he hecho un terrible daño a mi niña. La quiero proteger tanto que no he sido un buen padre —dice
Cristal observa la dinámica entre los dos con una sonrisa, captando el tira y afloja que quizás sea la chispa de algo más profundo. Maximiliano, siempre reservado, parece bajar sus barreras ante la presencia de Coral.—No, pero eres mi Gatito, te guste o no —respondió Coral con firmeza. —¡Oye, dejen eso para cuando estén solos! —los interrumpe Cristal—. ¿Qué haces aquí, Coral? Cristal siente una conexión instantánea con Coral; de alguna manera, ambas están unidas por los lazos de amor que trascienden el complicado mundo en el que viven. Mientras Maximiliano protesta por el apodo de "Gatito", ella comienza a imaginar un futuro donde las enemistades se disipen y surjan nuevas amistades. —¡Ah sí, se me olvidó para qué vine, Gatito! —dice ella y se gira hacia Maximiliano—. ¿Sabes de q
Cristal sentía como si cada palabra de Coral despejara un poco más la niebla que había cubierto su vida durante tanto tiempo. A su alrededor, la mafia italiana estaba llena de intrigas y rivalidades que ella no entendía. Su única preocupación era seguir con su verdadero amor.—¿Quieres decir que todavía estoy legalmente casada con mi Gerónimo? —preguntó, con el semblante realmente feliz, como si lo que acababa de decir la prima de su esposo fuera la información que le salvaba la vida. Maximiliano la miró, alborotada, y movió la cabeza negativamente. No podía negar que su pequeña hermana estaba realmente enamorada de Gerónimo, aunque le dolía admitirlo, y temía que él la hiciera sufrir. —Bueno, tendrían que inscribir el matrimonio aquí —aclaró Coral al ver su alegría.  
Gerónimo miró a su tío, aún sorprendido de que no lo hubiera regañado por todo lo que había pasado y, mucho menos, de que no se hubiera molestado porque se casó con la hija de uno de los enemigos de la familia. —Sí, tío —contestó con una sonrisa—. Mi Agapy es la hija del Greco, a quien dieron por muerta cuando era niña. —¿La dieron por muerta? —Fabrizio lo miró sin entender y se sentó detrás de su buró—. Empieza desde el principio. Yo recuerdo que habían asesinado a la hija de ellos, hasta un funeral hicieron. —¿Se acuerda de Domenico Vitale, el tipo que quería que la tía Bianca fuera su mujer? —preguntó Gerónimo, tratando de traer ese recuerdo a la memoria de su tío. —¡Claro que me acuerdo de ese degenerado! —exclamó Fabrizio de inmediato—. ¿Qué tiene que ver con tu esposa? Fabrizio frunció el ceño, intrigado por el sorpresivo giro de los acontecimientos. La historia que comenzaba a esbozarse ante él era más compleja de lo que había imaginado. Gerónimo se levantó con determ
Gerónimo, sabiendo que había ganado más que la aprobación de su tío, se sintió renovado y listo para enfrentar cualquier desafío que viniera en su camino. Por eso tomó aire y le contestó: —Como le conté, ella tenía un nombre falso en América, con el que nos casamos, y sus padres la volvieron a inscribir con su nombre real. Debemos casarnos con ese ahora —explicó, con la esperanza de que lo ayudara a hacerlo. —Entiendo —dijo Fabrizio, sentándose frente a su sobrino—. ¿Qué pinta Luciano en todo esto? —Él es el hijo del mejor amigo del Greco; los habían comprometido desde niños y ahora quiere obligarla a casarse con él —explicó, cambiando de inmediato a una expresión furiosa—. ¡Pero primero lo mato, tío! ¡Cielo es mía, mi esposa! El gesto decidido de Gerónimo no pasó desapercibido para Fabrizio, quien observó la pasión ardiente en los ojos de su sobrino. La situación en el mundo mafioso era compleja, y los corazones no siempre seguían el camino más fácil. Sin embargo, entendía qu
El bullicio frente al lujoso hotel se dividía entre murmullos, risas y exclamaciones, pero nada, absolutamente nada, podía competir con la imagen de una mujer vestida de novia corriendo descalza, con las faldas de su vestido arremolinadas en sus manos. Su largo velo vuela al aire, mientras ella gira la cabeza hacia atrás, para ver si la persiguen, en lo que su mente le repite una y otra vez que debe escapar, ¡debe huir ahora o no podrá! —¡Detente, amor! ¡Detente…! ¡Me iré contigo, amor, me iré contigo…! —gritó con todas sus fuerzas. Sus palabras cortaron el aire como un impacto directo al pecho de cualquiera que la escuchara. Era un grito de auxilio, un llamado que parecía contener toda la fuerza de quien quiere salvar su vida o… recuperar algo que no quiere perder. —¡No me dejes…! ¡No me dejes…! ¡No me casaré con otro que no seas tú…! —gritó de nuevo. Cortando la monotonía del lugar—. ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Espera por mí! La multitud, que al principio apenas prestó atención, no p