130. INTERCAMBIO DE INFORMACIONES

Coral había ido a ver a Maximiliano. Quería saber qué era eso que él había averiguado tan importante. Llegó y entró sin llamar; sabía la clave, y lo encontró en su estudio de pintura.

—Hola, Gatito —lo saludó con una sonrisa cálida que iluminó el lugar.

—Hola, Thea mu —Maximiliano levantó la mirada de la pintura—. ¿Estás bien?

—Sí, estoy bien —respondió Coral sinceramente—. Gracias por lo que hiciste por mí.

—No es nada, Thea mu —sonrió Maximiliano—. ¿Qué haces aquí?

—Recordé que me dijiste que averiguaste algo —dijo Coral mientras se acomodaba en una silla.

—Sí, espera un momento —Maximiliano se puso de pie, dejando que el aroma del óleo y el lienzo impregnara el aire. Acomodó los pinceles con precisión—. Deja que lave mis manos.

Coral se levantó, atraída por la obra en progreso. Se quedó contemplando la pintura, que aún estaba en proceso; era una mujer.

—¿Quién es? ¿A quién pintas? —preguntó mientras observaba la pintura en detalle—. ¿No es Fiorella?

—A ti, Thea mu, a
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