Ellie miraba a Cecil con rabia y seguía negando la verdad con vehemencia; estaba furiosa porque ella conociera toda esa información. —¡Seguro que se inventó esa esposa porque estaba molesto con sus padres! —dice, tratando de explicar lo que hizo Gerónimo. —¿Por qué dices eso? —pregunta Cecil, quien se crió con ambos chicos y les cree. — Guido me dijo que su hermano había encontrado a su alma gemela, y que era muy linda; él no tiene por qué mentirme. —¡No es cierto, te lo digo, Cecil! —vocifera frustrada Ellie—. Será como todas las demás, ya verás. —No sé qué decirte —responde Cecil, volviendo a recostarse en su silla—. Es la primera vez que escucho que Gerónimo presenta a una chica, y no solo eso, la presentó como su esposa. Las palabras de Cecil flotaban en el aire, llenas de una tensión palpable que ninguna de las dos estaba dispuesta a romper. Ellie cruzó los brazos, queriendo fulminar con la mirada a la joven, y luego miró al suelo, buscando entender lo que, a su parecer, era
La vieron alejarse sin mirar una sola vez hacia atrás. Luego Asiri se gira para mirar a Ellie, que está roja de la molestia, y la escucha decir:—¿Quién se cree que es ella? —resopla, irritada porque nada salió como había planeado—. Piensa que porque los Garibaldi le pagan buenas escuelas, es igual a nosotros.—Ellie, los Garibaldi no le pagan nada —dice Asiri, también poniéndose de pie—. Sus padres, que son muy buenos trabajadores, lo hacen.—Ja, ja, ja —ríe a carcajadas Ellie—. No seas tonta, Asiri. ¿De verdad piensas que ella estaría en la mejor universidad si ellos no le pagaran la matrícula?Asiri la mira, realmente molesta. Saca el dinero para pagar lo que consumió y le dice con seriedad a Ellie que está muy equivocada. Cecil estudió mucho y se ganó una beca. Aún está estudiando y es la mejor de su clase. Los Garibaldi no le pagan nada, ella se lo ha ganado con su esfuerzo.—Pero dejemos de hablar de ella y concentremos en lo que me trajo aquí. ¿Así que me hiciste escarbar en la
El Greco observa cómo Maximiliano se lleva a su hermana Cristal, que tiembla. Mira en silencio a Fabricio Garibaldi, quien apenas lo saluda antes de darle la espalda y caminar hacia su hijo Filipo para luego marcharse. Busca con la mirada a los hombres de Luciano. ¿Cómo se atrevió a apuntarle con un arma a su preciosa hija? ¿Quién en su sano juicio haría algo así? Piensa mientras observa a su alrededor.—Tú —señala a uno de los hombres, que se acerca de inmediato—, cuéntame qué ocurrió aquí con lujo de detalles.—Pues, señor —comienza a hablar el hombre—, nosotros llegamos justo cuando Gerónimo Garibaldi le disparaba a ese tipo que estaba amenazando a su hija.—¿No era Luciano? —pregunta, tratando de entender.—No, señor. Había un tal Jarret, creo que así le llam&oac
El Greco se encuentra atrapado en una mezcla de furia y determinación. Las palabras de Anastasío golpean su conciencia, pero la imagen de Luciano amenazando a Agapy domina sus pensamientos y atenúa cualquier rayo de duda. No hay vuelta atrás. La decisión está tomada y es irrevocable.Mientras Fabrizio Garibaldi llega al negocio, espera a que su hijo Filipo entre. Lo ve llegar y cerrar la puerta.—¿Puedes explicarme ahora, Filipo, qué está pasando? ¿Por qué movilizaste a todos los hombres? —pregunta de inmediato.—Era necesario, papá. Gerónimo estaba en peligro —responde Filipo, sentándose frente a él.—¿En peligro? ¿Por qué? —Fabrizio mira a su hijo, esperando que le aclare todo lo sucedido—. Filipo, ¿te diste cuenta de lo que se inició hoy?—Sí, papá, lo s&ea
Filipo miró a su padre, levantando los hombros. No le gustaba hablar de lo que no sabía, pero estaba seguro de que no se quedaría tranquilo.—De acuerdo, papá, ya lo mandé a investigar —dice Filipo, inclinándose—. Por lo poco que entendí, parece que él era el ex prometido de Cristal, porque gritaba que ella era de él.—Vaya, la esposa de Gerónimo es una situación complicada —observa Fabrizio—. ¿Estás seguro de que es una buena mujer? ¿No se está burlando de Gerónimo?—No lo sé, papá —contesta su hijo con sinceridad—. Pero Guido dice que es una buena e inocente chica.—Llama a tu primo y dile que venga a verme —le ordena de inmediato. Necesita saber en qué se han metido y por qué van a la guerra antes de tomar alguna acción.Filipo asiente, con
Cristal mira a su hermano alarmada y poco a poco se da cuenta de lo que significa pertenecer a una familia de mafiosos, por lo que comienza a sentirse orgullosa de que le teman a su esposo en esa organización. Se siente protegida, y eso la hace aferrarse más a él. Aunque el peligro parece acechar en cada esquina, tal vez sea eso lo que intensifica y hace más real su amor.Gerónimo la observa, percibiendo la mezcla de miedo y fascinación en sus ojos. Quiere protegerla de todo mal, pero también sabe que no puede prometerle una vida tranquila. Sus días juntos serán como una danza peligrosa, donde cada paso debe ser calculado y cada mirada, un entendimiento tácito de la intensa realidad que los rodea.—No tienes que preocuparte, mi amor —susurra Gerónimo, abrazándola con firmeza—. Estoy aquí y prometo ser la barrera entre tú y cualquier cosa que intente dañ
Stavri detiene un momento sus manos, observándolo con ternura. Aquellos años juntos le han mostrado que, por muy dura que sea la situación, su mayor fortaleza siempre ha sido estar unidos. Se acerca a él, dejando la cocina por un instante, y le acaricia el rostro con suavidad.—Agapi mu, sabes que ella está confundida y asustada —le dice, decidida a convencer a su esposo para que acepte al Garibaldi como yerno—. La pobrecita cree que tú no la quieres a tu lado. Ahora, no se siente segura aquí en esta casa y se fue con su hermano, que es en quien confía más. Ni siquiera cree que yo la pueda proteger, siendo su madre.Yiorgo suspira, tomando las manos de su esposa y buscando consuelo en ese contacto. En su mente, comienza a reflexionar sobre todos sus errores.—Le he hecho un terrible daño a mi niña. La quiero proteger tanto que no he sido un buen padre —dice
Cristal observa la dinámica entre los dos con una sonrisa, captando el tira y afloja que quizás sea la chispa de algo más profundo. Maximiliano, siempre reservado, parece bajar sus barreras ante la presencia de Coral.—No, pero eres mi Gatito, te guste o no —respondió Coral con firmeza. —¡Oye, dejen eso para cuando estén solos! —los interrumpe Cristal—. ¿Qué haces aquí, Coral? Cristal siente una conexión instantánea con Coral; de alguna manera, ambas están unidas por los lazos de amor que trascienden el complicado mundo en el que viven. Mientras Maximiliano protesta por el apodo de "Gatito", ella comienza a imaginar un futuro donde las enemistades se disipen y surjan nuevas amistades. —¡Ah sí, se me olvidó para qué vine, Gatito! —dice ella y se gira hacia Maximiliano—. ¿Sabes de q