Al bajar, Coral vio a Vicencio apoyado contra su auto, vigilante y alerta como siempre. Él apenas giró el rostro al verla, reconociéndola con un leve gesto de respeto. Sin emitir palabra alguna, ella ocupó el asiento del conductor, y él rápidamente se ubicó en el auto que solía seguirla como una sombra. Esa rutina, aunque tranquilizadora, también la asfixiaba.
Cuando llegó a su casa, estacionó en el garaje y aguardó pacientemente. Sabía que Vicencio no tardaría en aparecer tras ella. Minutos después, él finalmente bajó del auto y se acercó con su andar solemne. Antes de que pudiera decir algo, Coral exhaló con fuerza, dejando escapar las emociones retenidas. —No quiero que te vuelvas a arrodillar delante de mi padre nunca más, Vicencio. Eres un segundo padre para mí, ¿entiendes? —dijo con sLucía la miró desconcertada, entrecerrando los ojos como si la información no terminara de encajar del todo en su mente—¿Qué quiere decir eso, hija? —interrumpió —. ¿No dijiste que duermes con él? —Sí, mamá, y es verdad —respondió Coral con naturalidad, sorprendentemente tranquila, como si el asunto no tuviera mayor relevancia—. Pero jamás él me ha visto diferente de como se ve a una hija. Él me crió como si yo fuera su hija. —¡Oh, gracias al cielo! —exclamó Lucía soltando un suspiro de alivio que parecía arrancar un gran peso de su pecho.No esperó ni un segundo más; se giró hacia Vicencio, lo abrazó como si llevara años esperando el momento y luego lo llenó de besos en el rostro. Su emoción no tenía l&i
Pasan varios días envueltos en su fascinante burbuja de amor, sin volver a tocar el tema de la familia de Cristal, pero a Gerónimo le parece haber escuchado antes ese apellido que ella mencionó. Papadopulos. Trata de recordar, pero nada viene a su memoria. Le preguntó a su hermano, pero él tampoco los conoce, por lo que mandó a investigarlos para saber a qué atenerse cuando regrese.Están acostados uno al lado del otro en una mecedora en la terraza, contemplando el atardecer. No han vuelto a recibir noticias de Jarret; solo saben que está en la ciudad investigando algo. Lo mantienen vigilado, siguiendo cada uno de sus movimientos como lobos al acecho de su presa.—Cielo, llevamos una semana aquí. Debo regresar a mi trabajo —dijo Gerónimo con calma, mientras acariciaba el cabello de Cristal.—¿Quieres que nos vayamos ahora? —preguntó Cristal enseguida—. Así estarías temprano en tu trabajo mañana y me dejarías en mi apartamento, digo, nuestro apartamento.—¿No prefieres mi casa? —pregun
Cristal mira a las dos jóvenes y suelta todo su aire, aliviada de ver que son, en verdad, amigas de su esposo y no ex. —Mucho gusto —responde—. Quiero comprar medias para el trabajo y alguna que otra lencería. —Pues ven con nosotras y te enseñaremos todo lo que tenemos —dicen las chicas con una gran sonrisa y amabilidad. La cálida bienvenida hace que se sienta como si la conocieran de toda la vida. El ambiente, a pesar de ser una tienda, se siente íntimo y acogedor. —¿Cielo, quieres algo de tomar? Tengo sed —le pregunta Gerónimo. —Sí, un agua, por favor —responde Cristal, mientras observa cómo Mara comienza a sacar conjuntos de encaje de diferentes colores, cada uno más exquisito que el anterior. La suavidad de las telas parece susurrar promesas de placeres ocultos. Gerónimo asiente y se dirige hacia la pequeña área de bebidas de la tienda, no sin antes lanzar una mirada de advertencia a un grupo de hombres que acaba de entrar al local. Cristal nota la tensión en sus hombr
Cristal está muy asustada; mira constantemente con disimulo hacia donde Gerónimo todavía no se ha dado cuenta de nada y se dedica a comprar las bebidas. Su madre, Stavri, no la suelta y le explica feliz de haberse encontrado con ella. —Convencí a tu padre de que te hacen falta muchas cosas; no trajiste nada cuando viniste —mientras habla, mira a su esposo, que asiente, mirando a su hija con amor—. Y vinimos a comprarlas, hija; es bueno que te encontremos, así tú las elegirás. ¿Dónde estabas? —Paseando con mi esposo, mamá —responde Cristal con la verdad, decidida a que su padre se convenza de que está casada y no puede casarla con nadie más. Ambos padres se quedan observándola por un momento en silencio. Luego buscan por toda la tienda con una mirada hacia su esposo que ella acaba de mencionar, aún sin saber cómo es y deseosos de conocerlo. —¿Dónde está? ¿Está aquí? ¿Nos lo vas a presentar, hija? —pregunta su padre de inmediato—. Tenemos que hablar para organizar tu boda por to
La voz de un hombre interrumpe su conversación, y ellas se giran para ver llegar a un hombre algo grueso, que se acerca con los brazos abiertos, con la intención de abrazar a Cristal. Esta se esconde detrás de su madre. —¡Buenos días, Luciano! —lo saluda Stavri, alargando su mano y protegiendo a Cristal. —Mi suegra, ¡qué gusto me da verlas aquí! No podía creer a mis ojos. Agapy, soy yo, Luciano —dice sonriendo un robusto joven que no deja de sonreír. —Hola, Luciano —saluda Cristal, sin salir de detrás de su madre. —Tremenda suerte he tenido de encontrarte aquí —habla sin dejar de intentar alcanzar a Cristal, que hace girar a su madre para no dejar que él la alcance. —¿Suerte o nos estabas siguiendo? —pregunta Stavri, molesta y decidida a proteger a su hija. &
Gerónimo miró fijamente a su esposa en medio de una pareja muy conocida y odiada para él. Ella no sabía qué hacer: le dijo "perdón" con los labios y tiró de sus padres, dejándolo helado en el centro del pasillo mientras la veía alejarse con ellos, sin poder creerlo. Ahora entendía por qué ella no le había dicho nada. Aún no podía asimilarlo; su linda esposa realmente era hija de unos enemigos de su familia. Y no de cualquier enemigo.—¡Gerónimo, Gerónimo!— El llamado de las chicas vendedoras lo sacó de su ensimismamiento. Avanzó todavía sin saber cómo reaccionar.—Díganme, chicas —preguntó, sin dejar de mirar por donde se habían ido.—Tu esposa dejó sus compras aquí. Dijo que tú las pagarías y llevarías a casa. Que se van a encontrar all&aa
Cristal lo miró admirada ante la exclamación y, aunque estaba asustada al ver la furia en sus ojos, sabía que tenía que decirle todo. —Pero no solo fue Luciano, amor. Jarret me vio en el mercado y me llamó —le confesó, realmente asustada. —¿Jarret? ¿Tu ex prometido te encontró? —preguntó ahora con más atención; Luciano era una cosa, pero Jarret le parecía muy peligroso. —Sí, me encontró —confesó Cristal, y se apresuró a añadir—. Pero los hombres de papá no lo dejaron acercarse. Mamá y yo nos escapamos y fuimos a hacer eso. Ella le pagó al hombre de allí para que me los hiciera hoy. Por favor, cariño, dijiste que tu abogado podía casarnos en un día. Llámalo. —No tienes que tener miedo, Cielo mío —d
Coral había ido a ver a Maximiliano. Quería saber qué era eso que él había averiguado tan importante. Llegó y entró sin llamar; sabía la clave, y lo encontró en su estudio de pintura.—Hola, Gatito —lo saludó con una sonrisa cálida que iluminó el lugar. —Hola, Thea mu —Maximiliano levantó la mirada de la pintura—. ¿Estás bien? —Sí, estoy bien —respondió Coral sinceramente—. Gracias por lo que hiciste por mí. —No es nada, Thea mu —sonrió Maximiliano—. ¿Qué haces aquí? —Recordé que me dijiste que averiguaste algo —dijo Coral mientras se acomodaba en una silla. —Sí, espera un momento —Maximiliano se puso de pie, dejando que el aroma del óleo y el lienzo impregnara el aire. Acomodó los pinceles con precisión—. Deja que lave mis manos.Coral se levantó, atraída por la obra en progreso. Se quedó contemplando la pintura, que aún estaba en proceso; era una mujer. —¿Quién es? ¿A quién pintas? —preguntó mientras observaba la pintura en detalle—. ¿No es Fiorella? —A ti, Thea mu, a