6

"Una vida sin ti, es una vida incompleta"

Paige Gilmore.

Al llegar a la sala de emergencias, vi a un grupo de médicos y enfermeras en una esquina, sus rostros serios y tensos. La súbita calma en el aire me hizo detenerme, y mi corazón se hundió en mi pecho.

La familia de Chris estaba en una esquina. Eleanor sollozaba en el pecho de su esposo mientras lo abrazaba. Mi madre y hermanos ya estaban reunidos, pálidos y con mal aspecto.

Me uní a ellos con pasos cuidadosos.

—¿Qué pasó?— pregunte, mientras miraba al horizonte, sin ver nada en específico.

—Tuvo un accidente. Estamos esperando que nos digan cómo se encuentra —respondió mamá. Mi madre pasó los brazos por mi cuerpo, abrazándome, sin embargo, no pude hacer lo mismo. Solo estaba mi cuerpo, mi mente parecía haber viajado a otro lugar.

¿Un accidente? Él me prometió que tendría cuidado. Esto no es posible.

¿Por qué todo está tan callado? Las luces brillaban intensamente, pero no podían iluminar la penumbra que se había apoderado de mí. Uno de ellos se acercó a nosotros intranquilo.

—Necesito que respiren antes de escuchar lo que tengo que decirles —dijo el médico. Su tono me empezó a preocupar.

Los rostros a mi alrededor reflejan una mezcla de esperanza y ansiedad; todos esperan escuchar lo que el doctor tiene que decir. Mi mente empieza a dar vueltas, intentando anticipar lo que podía suceder.

Pude sentir que había algo en el aire, una gravedad que iba más allá de las palabras.

—¿Está bien mi hijo?—Eleanor se abrazó a sí misma, tratando de respirar.

—Lo que voy a decir puede ser difícil de escuchar, y es fundamental que mantengan la calma.

Asentí, intentando controlar el latido acelerado de mi corazón. Él se tomó un momento, buscando las palabras adecuadas mientras miraba mis ojos.

—Por favor, díganos—inquirió, Jacob, casi al borde del desespero.

—Es posible que la noticia requiera un tiempo para procesarla —continuó —. Estoy aquí para explicarles cada paso que podemos dar a continuación.

En ese momento, supe que debía reunir todas mis fuerzas. La incertidumbre estaba presente, pero también la esperanza de que, pase lo que pase, habría un camino que seguir.

—No me diga que él está...—empecé a murmurar. Él me interrumpió antes de poder formular bien las palabras.

—Lamento su perdida. No pudimos hacer nada —soltó el médico sin anestesia. Directo, conciso y con toda la culpa en su rostro.

—Mamá, tú dijiste que él estaría bien —solté bajo. Como un susurro, como un reclamo persistente.

Eleanor pegó un grito que dejó mis oídos sin sonido.

Siempre he creído que la vida es como una jodida agonía, donde solo siento mi dolor y mis ganas de desvanecer el mundo con mis manos, donde pueda alterar todo orden. Tan lejano, tan distante, como un destino al que nunca podre llegar, el camino está cubierto de rosas venenosas y un aroma que parece consumirme, no puedo respirar, me falta aire, siento que me quemo por dentro, estoy sin aliento queriendo escapar de la realidad. Quiero, quiero poder respirar y ser como un pequeño pájaro que puede volar y alzarse a lo largo del cielo.

La noticia resonó en toda la habitación, sin embargo, solo se escucharon los latidos de nuestros corazones como uno solo. Observe a mi alrededor escuchando el latido en mi cabeza, el hospital me pareció tan frío y denso, la gente moría en este lugar todos los días. Los doctores tenían que ver y repetir esa escena cada maldito día, y los familiares dejaban una huella profunda en cada lágrima.

Los hospitales son los lugares más tristes de todo el mundo.

Fue como si mi corazón hubiera dejado de latir.

Me quedo completamente vacía. No existía, solo flotaba en una realidad desconocida.

—Eso no es cierto —sacudí la cabeza, negándolo. Pegue mis labios, abrazándome a mí misma.

—Paige —papá se acercó, tratando de abrazarme. Sus brazos están fríos, no me calman en absoluto, parece que cada movimiento me deja peor.

Trate de sonreír; sin embargo, la sonrisa no llegaba hasta mis ojos.

—¿Saben qué? Yo no lloraré, porque él está vivo, yo sé que está vivo —mi voz sonó desesperada, quizás porque era mi única esperanza de sobrevivir. Todos parecían mirarme como una tonta e incrédula, pero debía ser un error.

Quizás no era él.

—Paige —esta vez Adrián trato de acercarse con ojos amables —, por favor.

Negué rotundamente con los labios apretados, alejándome sin permitir que me tocara.

—No. Chris no me dejaría sola, nosotros hicimos una promesa, él no se atrevería a romperla.

Todos me miran con lástima, como si fuese la única que no comprendía lo que estaba pasando. Pero yo si estaba segura, al menos, me aferraba a ello desesperadamente.

Eleanor se dejó caer en el suelo, su esposo la tomo en sus brazos, abrazándola.

Corrí, arrodillándome frente a ella, —Eleanor, él no nos dejaría. Él está vivo —agarre sus manos entre las mías. Eleanor temblaba. El señor Jacob sacudió la cabeza, con los ojos rojos.

Quizás una parte de mí, lo quería creer por un momento. Solo quizás estamos en un programa absurdo de bromas pesadas y Chris era parte de ello.

—Hija —Eleanor susurro sollozando, su rostro está consumido por el dolor, puso su palma sobre mi rostro, mis ojos brillaban, en el instante que lo hizo, rompió a llorar. Me alejé de ella de un salto.

Todos en la habitación lloran, incluso el insensible de Adrián. Negué con la cabeza. Me negaba rotundamente a llorar. No me moví por un segundo, mirando a mi alrededor.

El médico se acercó a mí, tocando mi hombro. Me di la vuelta sorprendida, —Señorita.

Me giré en seco hacia el doctor, agarrándolo del cuello de su uniforme, antes de poder pensar.

—¡Paige!—exclamo papá al verme.

Lo sacudí con todas mis fuerzas, —¿Está seguro de que es él? ¿Es mi novio? No puede ser mi novio, porque él estaba bien anoche. Nosotros nos dijimos te amo por primera vez y no puede irse sin despedirse. Él me prometió que nunca me dejaría sola —el médico me miro preocupado. Papá me agarro por la cintura, alejándome del doctor.

Puso ambas manos en mis hombros, sacudiéndome.

—Mírame, hija —inquirió papá, al ver que no lo miraba—. Chris está muerto, Paige —dijo papá, tomando mi rostro entre sus manos.

Se sintió real.

Chris me había dejado.

Me ardía el pecho.

¿Era una m*****a broma?

Todos nuestros recuerdos juntos desde que tengo memoria pasan rápidamente por mi mente, lo te quiero, los abrazos, las palabras, su aroma, su cabello, su extraña forma de buscar las cosas buenas en las cosas rotas, su rostro, su sonrisa y sus encantadores ojos verdes que me atraían como la gravedad ejerce sobre la tierra.

No tenía fuerza en mis piernas. Me desplomé sobre el suelo, completamente destrozada. Papá me soltó, viéndome con preocupación.

Mi mundo se desmoronó en un segundo, el enorme castillo que había construido toda mi vida fue derrumbado por una tormenta. Las promesas, el viento se las llevo sin piedad alguna.

Una lágrima escapó por mis mejillas y antes de que pudiera saber lo que estaba pasando, un torrente de lágrimas se deslizó por mis mejillas.

El dolor me consume y me hace parte de él y no tengo la menor idea de como detenerlo. Es más fuerte que yo. Parece que quiere destruirme, me dice que no puedo, me dice que él es más fuerte que yo.

Mi corazón latía como un huracán, pero me sentía muerta por dentro.

Chris había roto su promesa. Él me dejó sola.

En mi corazón solo hay una tormenta, a punto de consumirme por completo. Cada rincón de este frío lugar me susurra su nombre, cada sombra evoca su risa, y en cada suspiro siento su ausencia como un golpe helado. Me asfixia y parece querer devorarme por completo. No puedo evitarlo; el mundo sigue girando, pero yo me encuentro atrapada en el tiempo donde solo estamos los dos, un instante en el que la luz de su vida se apagó y todo se tornó gris.

En un solo instante tus ojos dejaron de ver los míos.

¿En qué momento me dejaste?, ¿hice algo mal en mi vida para tener este dolor ahora mismo?

Recuerdo la última vez que hablamos, las dos palabras que susurramos en nuestros oídos al mismo tiempo. Aquellas que susurramos hasta cansarnos, aquellas que guardamos hasta estar sentirlas con todo el corazón, alma y cuerpo. Tus ojos, aquellos faros que iluminaban mis días, estaban llenos de vida, de sueños. Pero ahora, en su lugar, hay un vacío, quizás todo esto ha sido un mal sueño, del que deseo desesperadamente despertarme, pero no puedo despertar, la realidad se cierne sobre mí como una sombra; el eco de tu voz ya no resuena en mi pecho, y el silencio me grita tu nombre con una punzada de desesperación.

Tu aroma aún está en mí, soy parte de ti. Recuerdo cada vívido momento que pasamos los dos. Pongo una mano sobre mi corazón, lo arrugo, lo consuelo, le doy palmadas fuertes para que se calme, pero no lo hace. Él está sufriendo y tú no estás aquí para abrazarlo.

Se apaga, se marchita y se seca.

Mis pensamientos se arremolinan y cada recuerdo se convierte en una daga que atraviesa mi pecho. Las conversaciones que solíamos tener, las promesas de un futuro juntos, todo se vuelve un caos en mi corazón.

Cada recuerdo llega como un torrente de emociones, uno que no podía detener. El primer beso, nuestras conversaciones interminables, las miradas cómplices que significaban más que mil palabras. Todo se convertía en un eco dulce y amargo, un contraste devastador con la realidad de ahora. Me sentía perdida, como si hubiera caminado a través de una tormenta, donde las memorias me seguían, pero él ya no estaba.

Levante la cabeza a mi alrededor. Los padres de Chris estaban completamente destrozados. Mama abrazaba a Eleanor y mi padre a su mejor amigo, los dos lloraban como uno solo. Papá consideraba a Chris como un hijo más, y al final, mi padre y Jacob eran como hermanos.

Adrián y Brandon se agarraban la cabeza, recostados contra la pared.

Nathaniel nos veía a todos e intentaba abrazar a mamá. Nate no sabía lo que estaba pasando.

Él amaba a Chris y cada vez que lo veía no podía evitar abrazarlo con fuerza. Nate le aterra los desconocidos, pero Chris estuvo desde su nacimiento, él lo quería como un verdadero hermano pequeño.

¿Cómo reaccionará cuando se entere de que no verá nuevamente a Chris?

Sin embargo, la realidad me golpeó nuevamente y me recuerda que no era quien debía preocuparse.

El mundo era cruel.

Chris no era una mala persona, era bondadoso y siempre hacía lo que creía correcto. No merecía morir. ¿Entonces porque se fue?

¿Por qué Dios se lo llevo?, ¿por qué me quito a mi Chris?, ¿no es Dios bondadoso? Entonces, ¿por qué...?

Una carta se vino a mi mente, teníamos solo diez años cuando Chris me la regalo. Me la aprendí de inmediato y nunca olvidarla.

"Paige. Un te quiero no basta para describir el amor que siento por ti. Vivo por ti y muero por ti, mi mundo no está completo si tú no estás en él. Cada milisegundo, pienso en nosotros y en el hombre que me quiero convertir para ti, quiero amarte, apoyarte, ser el sol para ti, aquel que brille e ilumine tu día al despertar, tú serás mi hermosa luna, aquella que al iluminarme me guie hasta ti. El amor es un misterio, pero lo quiero descubrir contigo a mi lado, prometo amarte hasta que mi corazón deje de latir"

Nunca me puse a pensar que Chris pudiera escribir esas palabras. Probablemente, alguien lo ayudo, desde ese día, sabía que le dedicaría mi mundo a él.

Pero ahora, todo ha cambiado.

El mundo era inmenso, pero en ese momento era una hormiga insignificante.

En ese momento alguien empujó las dos puertas del hospital de un golpe. Mis ojos se iluminaron al verlo y una sonrisa se escapó desde el fondo de mi pecho.

—¡Hermano!—su grito desesperado lleno la gran sala del hospital, algunas personas se giraron observándolo.

Al detenerse en la escena donde estamos todos, corrí hasta él desesperadamente, pasando mis manos sobre su cintura, temiendo que se fuera nuevamente, él se quedó paralizado sin tocarme, mi rostro húmedo hizo que su camisa se mojara de inmediato.

—Sabía que no me dejarías sola, Chris —sonreí en su pecho. Lo abracé con más fuerza, aferrándome como un animal.

—Paige —murmuro, bajito.

—Chris, no hagas esto otra vez, sabes que no puedo vivir sin ti.

—Paige —llamo nuevamente.

—Te prometo que seré la mejor novia, te haré muy feliz. Yo te amo, Chris. Debí habértelo dicho desde el día que te conocí. Te amo con mi vida, eres el amor de mi vida.

—Escucha Paige —trato de decir Eleanor, con la voz ronca. Me giré hacia ella; sin embargo, ella no terminó al ver mi rostro.

Él trató de alejarse con suavidad, pero me aferré más fuerte, no lo soltaría nunca. Después de unos segundos, agarro mis hombros separándome con fuerza.

—Paige, soy Kaiden —retrocedí dando un paso atrás.

Él parecía intranquilo y agitado. Como si hubiera estado corriendo.

—No —negué rotunda sintiendo mis lágrimas descender nuevamente.

—Sí.

—Tú eres Chris. Mi Chris.

—No Paige. Soy Kaiden —afirmó nuevamente.

Él.

—¿En serio?— pregunté, mientras mis últimas esperanzas se iban al demonio.

Asintió.

Trato de acercarse a mí, pero yo me alejé como si me quemara.

¿Cómo puedo haberlos confundido? Mi mente no estaba cuerda. Nunca los habia confundido.

Era Kaiden, no mi Chris.

Ver su rostro, su cuerpo, sus ojos. Era verlo nuevamente, solo que no era él. Chris se habia ido y nada ni nadie iba a ser él. No era una pesadilla. Era la vida haciendo de las suyas.

—Kaiden —repetí. Retrocediendo hasta dejarme caer en un rincón. Él se iba a acercar, pero al ver a Eleanor corrió hasta ella.

—Mama — escuché que decía con la voz entrecortada.

—Hijo, nos dejó. Nuestro Chris nos dejó — Kaiden abrazó a su madre con fuerza, inhalando el olor de su cabello.

—¿Qué sucedió?, ¿qué le pasó a mi hermano?

—Tuvo un accidente en el auto, al parecer algún carro chocó contra él. El conductor huyó—Eleanor rompió en llanto.

—¡¿Qué?!—ante lo que dijo Eleanor, Kaiden golpeo la pared con su puño. Eleanor pegó un grito del susto.

Todos se giraron preocupados. Kaiden parecía haber quedado débil y se dejó caer en la pared, quedando frente a frente, completamente devastado.

Ni siquiera podía verlo a través de mis ojos llorosos.

Chris.

Mi mundo no puede ser pintado sin ti. Déjame acariciarte solo una vez más y que sea solo una pesadilla.

Me limpié los ojos con mi camisa, Kaiden me mira vacío, quizás yo también estoy así o peor que él. Solo mirarlo, una punzada se instala en mi pecho, recorriendo un dolor insoportable.

Voltee la mirada en otra dirección.

Mi cabeza era un torbellino, ¿por qué nuestros seres queridos se van? Ellos solo están viviendo su primera vida.

Una camilla abrió las puertas, al ver nos levantamos quedándonos quietos.

Eleanor fue la primera que se acercó con miedo, sus manos temblaban, Jacob la abrazaba por la espalda dando un consuelo que no parece estar haciendo efecto.

No puedo imaginar como se sienten, perder a un hijo debe ser aterrador.

Eleanor dejo al descubierto su rostro con una ligereza, de inmediato, se refugió en los brazos de su esposo. Quería ir, pero mis pies parecían estar pegados al piso.

Esto era muy duro para mí.

Kaiden fue el siguiente, su mano sangraba, pero su dolor no es nada comparado al que tiene en sus ojos. Kaiden se dejó caer a su lado, poniendo sus frentes juntas. Eso solo profundiza el dolor de sus padres.

Mis padres y mis hermanos se acercaron completamente destrozados. Adrián salió de la habitación, él era muy cercano a mi hermano, eran como mejores amigos que compartían un mismo sueño.

Nathaniel agarra la mano de Chris moviéndola y sacudiéndola al ver que no se movía, apreté los labios.

—¿Por qué no se mueve, papi?

—Brandon, llévate a tu hermano a otra parte —dijo papá, mientras cerraba los ojos, devastado.

—¡No!—gritó Nate con toda su fuerza, sus ojos se ponían borrosos. —, ¿él está muerto?

Nadie respondía. Brandon lo trato de agarrar, pero él se soltó y corrió hacia mí, aferrándose con toda su fuerza a mis piernas.

—Tú sabes qué le paso, nana. Dímelo —me suplicó, no tenía la fuerza para mirarlo —. Él te quiere mucho, si lo llamas, él regresará.

Una enorme lágrima cayó por mi mejilla.

—Él se fue, Nate. No puedo llamarlo —dije por lo bajo. Pero no me escucho.

No me moví, parecía una pesadilla de la que deseaba despertar desesperada.

Nate me sacudió con más fuerza, al ver que no reaccionaba, se tiró al piso pataleando, llorando y gritando. Eso solo nos lastima más, Brandon corrió hasta él, llevándolo por el pasillo, Nate lloraba como nunca lo habíamos visto.

—Por favor, hermanito, vamos —le dijo Brandon, casi llorando. Desaparecieron por el pasillo dejando un silencio.

Era mi turno.

Tengo miedo.

Tengo miedo de no soportar verlo en esa camilla sin poder mantenerme cuerda.

Mis pasos resonaban en el frío suelo mientras avanzaba, guiada por una mezcla de ansiedad y desesperación. Cada latido de mi corazón parece amplificarse en mis oídos, como un tambor que anuncia una tragedia inminente.

Entonces, lo vi. Mi mundo se detuvo en ese instante. Allí estaba él, tumbado en una camilla, su cuerpo yacía inmóvil. Su piel, normalmente brillante y llena de vida, ahora era de un pálido cenizo, como si toda la luz que alguna vez llevaron sus mejillas se hubiera apagado de repente.

Mi corazón se rompió en mil pedazos al ver lo que había sucedido. Su rostro, que solía ser un refugio de alegría y amor, ahora estaba marcado por la huella de la muerte. No podía entenderlo. No podía aceptar que el chico que me había hecho reír hasta que me dolieran las mejillas, el que había compartido mis sueños y que siempre encontraba la manera de hacer que mis días fueran brillantes, ahora yacía así, frío y callado.

El chico que amaba mis defectos y virtudes y me hizo sentir la mujer más hermosa del mundo, estaba sin vida frente a mis ojos.

Lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, corriendo por mis mejillas, como ríos desbordados. Luché por contenerme; quería gritar, quería correr y sacudirlo, despertarlo de este terrible sueño. "Despierta, por favor", le decía en mi mente, pero las palabras se perdieron en el aire helado del hospital.

La realidad era cruel y despiadada, puse mi puño cerrado en mi pecho.

Kaiden se levantó, dándome espacio. Nuestras miradas parecían sin vidas, toda la vida desapareció en un segundo.

Me incliné hacia él, aferrando su mano entre las mías, buscando ese calor familiar que siempre había estado allí. Su mano estaba fría y sin vida, y el vacío que sentía se hacía cada vez más profundo. Sus ojos, esos ojos que siempre brillaban con amor y chispa de vida, estaban cerrados en un eterno silencio. Parecía tan irreal, como una cruel broma del destino, como si fuera una pintura marchita que se desvanecía con el tiempo.

Este no podía ser el final de nuestra historia. No podía, no así.

La enfermera se acercó, me giré para verla y una sombra de compasión se asomó en su rostro. Su voz suave me habló con dulzura, tratando de calmarme mientras el terror se apodera de mí. Las palabras resuenan en mi mente, pero no lograba captar el significado. Habían hecho todo lo posible, y el resultado era inevitable. La verdad se cernía sobre mí, aplastando cada esperanza que quedaba.

Desesperada, alcé la vista hacia él una vez más, incapaz de aceptar la realidad. Todo lo que había imaginado, todo lo que habíamos planeado, se desmoronaba frente a mis ojos. Era incomprensible pensar que ya no estaría a mi lado, que no podría volver a escuchar su risa, que no habría más aventuras juntos. Un grito ahogado salió de mis labios, el dolor se convirtió en un eco que retumbaba en la sala, llenando cada rincón con una tristeza intermitente.

Era un momento que no debería haber existido, una pesadilla de la que no podía despertar. Allá afuera, el mundo seguiría girando, pero para mí, el tiempo se había detenido. Sin él, todo carecía de sentido. Lo único que deseaba era desvanecerme con él, perderme en la eternidad, para que nunca más tuviera que sentir la agonía de su ausencia. La vida, en ese instante, se convirtió en una carga insoportable. La camilla, el frío y la pálida luz del hospital sería el último recuerdo de la historia que habíamos soñado juntos.

En mi corazón se instaló un dolor.

Mi pecho se agitó con un dolor insoportable.

Me acerqué a sus labios fríos, dejando un beso largo y profundo. No quería soltarlo nunca, sin embargo, lo hice.

—Te amo, Christopher Warren. Eres el único chico que he amado y al único que amaré. Gracias por enseñarme a amar y ser el hombre más importante en mi vida. Espérame el tiempo que sea necesario, iré corriendo en tus brazos el día que nos volvamos a encontrar —mi voz se rompió —. Un día me dijiste que era tu lugar seguro. Pero tú eras mi refugio, eras la primera persona que pensaba en las mañanas y la primera en acostarme. El amor que siento por ti, es inhumano, porque cada latido piensa en tu voz, tu rostro y tu corazón. No sé cómo voy a seguir sin ti, probablemente querré morirme, pero algún día podrá ser soportable, solo que ahora no lo veo.

Todos los presentes guardaron silencio.

—Eres muy fuerte, hija —dijo, mamá.

No, mamá. No creo poder ser capaz de soportar este dolor.

—Esto no es un adiós, Chris. Es un hasta pronto, hasta que nuestras almas se encuentren nuevamente. Te amo más allá de lo que significan esas dos palabras.

Chris tiene un collar en su pecho. Uno que lleva desde que era niño, mire a Eleanor y ella asintió. Lo saqué de su cuello con cuidado. Él estaba muerto para todos, para mí seguía estando vivo, pero en un lugar distinto. El collar era una luna, pero parecía una C, refiriéndose a su nombre. Él lo apreciaba mucho.

Esto me iba a lastimar mucho, pero era un recordatorio de que viviría en mí hasta el día que dejara de respirar.

—Señorita, es hora —dijeron los médicos luego de un tiempo.

Lo abracé con fuerza, inhalando por última vez su aroma.

—Solo diez minutos — susurré en el pecho de Chris. La bata del hospital lo cubría, era increíble como su cuerpo había perdido todo color en un segundo.

—No tenemos ese tiempo, señorita —insistió, ella.

—¡No!— grité, aferrándome a él.

—Paige —susurro mi padre, despacio.

—No me importa. Quiero estar con él, no voy a soltarlo.

—Hija, por favor —rogó mamá.

Me aferré con fuerza, llorando en su pecho. Era la última vez que iba a ver a mi amado, era la última vez que sentiría su aroma.

¿Cómo puedo despedirme de lo que amo?

¿Cómo puedo despedirme de alguien que no pensé que me dejaría?

¿Como decir adiós a la persona que más me hizo feliz?

—Quiero verlo más tiempo, no lo volveré a ver nunca más y esta señora quiere llevárselo.

Papá intentó tocarme, pero me sacudí con todas mis fuerzas. Él se alejó de inmediato.

—Es la última vez, necesito tiempo —mi voz se rompió.

Eleanor parecía que se iba a desmayar del dolor.

—Hija, por favor. Suéltalo.

—Él me lo prometió —mi pecho empezó a doler. Ignore las punzadas en mi corazón.

El cuerpo inmóvil y sin vida de Chris me destrozaba.

—Por favor —dijo alguien a mis espaldas. Sentí los brazos de alguien tomando mi cintura, alejándome de Chris. Lo dejé hacerlo. —Está bien, Paige. Suéltalo —la voz de Kaiden susurraba en mis oídos.

Lo solté.

Al hacerlo, pegue un grito con todo mi corazón. Mi garganta quedó seca del dolor.

Quede vacía.

—Estaremos bien —dijo Kaiden, pasando sus manos por mi cabello.

—Él nos dejó, Kaiden —me gire hacia Kaiden metiendo mi cabeza en su pecho, él me abrazó con una fuerza que no espere, se aferró a mí, hice lo mismo.

En ese momento de profundo dolor, nuestros cuerpos se encontraron en un abrazo que trasmitía una mezcla de necesidad. Nos aferramos con una fuerza casi desesperada, como si del otro dependiera nuestro aliento. Cada uno de nosotros se convirtió en un refugio instantáneo frente a la tormenta emocional que nos envolvía.

Nuestros brazos rodearon las espaldas y los hombros, con una presión que buscaba consuelo y comprensión. Era un abrazo que hablaba sin palabras, un lenguaje de empatía y tristeza compartida. Las lágrimas podían brotar de nuestros ojos, quizás confundidas entre el calor del cuerpo ajeno y la lucha interna de lo que estábamos viviendo.

Éramos dos almas encontradas en el lecho del sufrimiento, buscando fuerza en la calidez del otro. Ese contacto, estaba cargado de tristeza y una tormenta emocional.

Me alejé de él, recordando quién era. Los médicos se alejaron dejándolo fuera de nuestra vista.

Se ha ido para siempre.

Y el dolor apenas iniciaba.

"La vida es incontrolable, en un instante podemos tener todo lo que deseamos, pero en un segundo la vida se encarga de arrebatarnos lo que más nos hace feliz"

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