La híbrida lo miró perpleja, tratando de encontrar el trasfondo en su demanda. —Pero, Alfa…—Empieza ya —exigió él.Sin más remedio, Kallen se dispuso a ejecutar su lira. La música acarició el alma de Dannon y envolvió a su corazón con una serenidad que hacía tiempo no experimentaba. Como estaba s
—¿Solo?—Así es —mintió, pero no por tener la necesidad de ocultárselo, sino porque no tenía ganas de dar explicaciones.Sin embargo, el hecho de haber mentido complicó la situación.—No es verdad. Han visto a la híbrida salir de su estudio al amanecer —expuso—. ¿Acaso… pasó la noche con ella?Danno
—Me temo que no servirá —aseveró él—. Solo funciona con Kallen. —No puede asegurar tal cosa. Yo soy su pareja destinada, ¿no cree que el efecto será aún más intenso si soy yo quien lo hace? Dannon se tornó pensativo por un momento, encontrando lógica en sus palabras. —De acuerdo. Lo intentaremos
Izan acostumbraba despertar con el alba pues le gustaba deleitarse con el rocío que dejaba la frialdad de la noche. Se levantaba de la cama y se paseaba por el jardín para disfrutar de la tranquilidad antes de que empezara el caos de mucamas y sirvientes moviéndose de un lado a otro dentro de la man
—¿Lo dice en serio? —frunció el ceño y lo miró con extrañeza—. ¿No será simplemente una coincidencia? —Lo consideraría si no lo hubiese comprobado por mí mismo. Dannon explicó lo ocurrido con Kallen, que al escucharla ejecutar la lira su jaqueca se disipó y que, tras pasar la noche con ella en el
«¿Porqué está aquí? ¿Le habrá sucedido algo al Alfa?» se preguntó, inquieta. Pero, al mismo tiempo, le alegraba verla, ya que aprovecharía que estaba allí para hablar con ella y comentarle acerca de los dolores en el vientre que había estado experimentando últimamente. En cuanto Cloe llegó al despa
—¿Sacerdotisa? ¿Crees que necesitaré un exorcismo? —cuestionó Dannon en tono mordaz. —Esperemos que no —replicó Cloe—. Por favor, piense en lo que le dije sobre los prisioneros. Mientras tanto, le recetaré unas plantas medicinales para su herida y para aliviar las jaquecas. —Te aconsejo que te olv
—¿Eso es malo? —agregó. —Esperemos que no —replicó—. Solo hubo dos híbridos en el Clan Mordou. El primero fue un macho y tú eres la primera hembra. No tenemos registros sobre las híbridas, así que con tu existencia hemos estado aprendiendo. El híbrido macho había preñado a una de nuestras lobas y e