Adrián se mantuvo callado por un instante, aceptando su destino. —Quizás lo que te hice fue indignante para ti, pero morir en las garras de un licántropo, aunque sea la muerte más cruel que pudiese imaginar, será un gran honor para mí. Sin embargo… —dirigió la mirada hacia Emilse—. Mi hija no tiene
—¿Inocente? —la miró ceñudo—. ¿Inocente llamas a estos criminales? ¡Tú misma has visto lo que me han hecho! —Alfa —articuló Magnus—. Es probable que Kallen haya dado información acerca de nosotros a estas personas. Quizás fue ella quien reveló nuestra existencia y conspiró contra usted. Por esa raz
Un rato después, Magnus regresó sosteniendo una soga con el hocico. Tomó su forma humana y se aproximó a la veterinaria para realizar un nudo entre sus muñecas. Emilse quedó estupefacta al ver tal escena y, aunque Adrián ya había visto al albino transformarse, no pudo ocultar su asombro al contempl
Una carretera separaba un parque de un bosque y era un día nevado cuando un pequeño de siete años se hallaba jugando con la nieve en dicho parque. Se esforzaba por construir un muñeco, pero como no era lo suficientemente sólido, caía una y otra vez. No estaba solo. Su madre se encontraba sentada en
—¡Espere, señor! —le preguntó—. Me llamo Adrián, ¿cuál es su nombre? —Izan —alegó. —¿Nos volveremos a ver? —Eh —se rascó la nuca— lo dudo mucho. Sin embargo… —se puso en cuclillas delante del niño y extrajo del bolsillo de su saco un reducido lobo de peluche—. Te obsequiaré esto. Cada vez que lo
—Sí, Alfa —contestó. —Y, en cuanto a Emilse —hizo una pausa—. Ya decidiré qué hacer con ella. Magnus agachó la cabeza, para después salir del estudio. Tras unos segundos, ingresó el Beta junto con Kallen, quien arrastraba los pies debido a los pesados grilletes. —Déjanos solos, Izan —impuso, a lo
Kallen se estremeció ante las palabras del albino. Éste se hallaba tan cerca que su aliento le rozaba el rostro. Los ojos del Alfa estaban clavados en los suyos y le penetraban el alma. Dannon tenía poder sobre Kallen, y la híbrida tenía una gran influencia en él. Sin embargo, ninguno se percataba d
—Como ordene, Alfa. Dannon siguió su camino y salió de la mansión, dirigiéndose al jardín. Segundos después, fue alcanzado por Izan. —¡Alfa! —exclamó—. ¿Qué ocurrió con Kallen? ¿No me dirá porqué la hizo su prisionera? —No sé si te lo he dicho alguna vez, pero eres tan entrometido —resopló. —Ese