Rosario, se observaba al espejo, se colocaba una pañoleta sobre su cuello, arregló su espesa cabellera negra, cuando fue interrumpida por los golpes en la puerta de su departamento.
—¿Quién? —averiguó.
—Jacinto, el conserje —respondió. Rosario abrió, sus ojos se abrieron con sorpresa al ver el enorme arreglo de rosas rojas—. Lo dejaron para usted. ¿En dónde las colocó?
En la mesa —pronunció, nerviosa e intrigada—. Muchas gracias — le sonrió al joven dándole una propina. Con las manos temblorosas se acercó, abrió la tarjeta.
«Para que sus hermosos ojos vuelvan a sonreír... Espero le gusten las rosas. Fabián»
Rosario derramó varias lágrimas, era la primera vez en su vida que un hombre le envi
La noche caía sobre la ciudad, miles de estrellas en el firmamento alumbraban el cielo de la capital antioqueña. Angélica, terminaba de arreglarse para salir al encuentro con Edison Romero, el asesor del banco.Mientras aquel hombre llamaba a su esposa para avisarle que iba a llegar tarde, en el baño de un restaurante se cepillaba los dientes, se arreglaba el traje, se colocaba loción y perfume en su mente, imaginaba a Angélica, desnuda para él.En el departamento en donde vivía la joven, a doña Julia, se le hizo muy curioso ver a Angie, bien arreglada, un extraño presentimiento se alojó en el corazón de la dama.—No quiero ser imprudente, pero ¿a dónde vas tan bonita? —averiguó doña Julia, con preocupación.Angélica empezó a balbucear sin saber que responde
Días después.El Fiscal Gaviria, trató de hacer todo lo posible por retrasar el juicio de Carlos, pero fue inútil. Además, él se mantenía firme con sus declaraciones, y la única que podía ayudar a esclarecer los hechos era María Paz Vidal, quién había despertado, pero lo único que recordaba del secuestro, era al par de niños que la sacaron de la casa.El día de la audiencia llegó. Daniela arribó al juzgado, no podía abandonar a Carlos, solicitó entrevistarse con él antes de que se diera inicio al juicio.—Quítele las esposas —solicitó Daniela.—No podemos hacer eso —indicó el guardia.—Se lo ordeno como Senadora de la República —pronunció ella. El oficial resop
Casi dos meses y medio habían pasado desde el día que Carlos, fue recluido en prisión. Había aprendido a convivir con los presos, a condolerse con las historias de muchos acusados injustamente, se dio cuenta de que el sistema penal no era el mejor, sintió impotencia creyendo que ya no era senador y que ya no podía hacer nada por esas personas. Mientras se debatía entre sus pensamientos, le avisaron que había llegado su abogado, de inmediato fue a la sala de visitas y el doctor Manrique le informó que ya era un hombre libre. Carlos se quedó en shock, después de más de dos meses por fin iba a volver a ver la luz del sol; sin embargo, no estaba listo para encontrarse con su familia, necesitaba reencontrarse con él mismo primero, volver a replantear su vida, empezar desde cero. —Vaya por sus cosas doctor, afuera lo está esperando su familia. Carlos no perdió tiempo, fue hasta la fría celda
Cartagena de Indias- Colombia. Esa mágica noche de luna llena, las aguas del Mar Caribe, golpeaban con fuerza la playa. Carlos caminaba por la arena, divagando en sus pensamientos. No sabía aún como enfrentar a Elizabeth, pensaba acorralarla hasta hacerla confesar; sin embargo, rememoraba como había estado pendiente de él, y su deseo de venganza se disipaba. De repente su corazón se sacudió, su mirada se clavó en la imagen de la mujer que caminaba hacia él, parpadeó creyendo que era una alucinación: La brisa agitaba su falda blanca que parecía mezclarse con la espuma del mar, su larga cabellera castaña volaba con el viento. Ely suspiró hondo aproximándose a su encuentro. —¿Qué hace aquí? ¿Cómo supo que yo me encontraba en este lugar? — cuestionó él, con sus profundos y oscuros ojos negros—. Esto no es correcto, ni conveniente para ambos. Le re
Cartagena de Indias- Colombia. Después de una intensa noche de pasión, y cuando los rayos de sol, acariciaban el rostro de Carlos, él parpadeó, y abrió sus ojos con lentitud. Intentó moverse, pero la cabeza de Elizabeth, sobre su pecho y sus brazos rodeándolo, no se lo permitieron, entonces se dio cuenta de que no había sido un sueño y que todo era real. De nuevo la tenía entre sus brazos, a su lado; pero las dudas golpeaban el cerebro como las olas del Mar Caribe a la playa. Poco a poco Elizabeth se removió, también abrió sus ojos, aspiró el perfume de Carlos, levantó su cabeza y lo observó con la mirada iluminada. —Buenos días —saludó. —Hola —respondió él, y se reflejó en esos ojos marrones que le fascinaban. —¿Cómo amaneció? —averiguó Elizabeth. —Bien, claro que sus ronquidos no me dejaron dormir con tranquilidad
Bogotá- Colombia. Carlos, elegante con un traje Armani, llegó al imponente edificio del Congreso de la República de Colombia. Se identificó en la entrada principal, saludó con su amigo Francisco, quién lo estaba esperando para indicarle su oficina y entregarle sus credenciales como senador. Las oficinas de los congresistas eran contiguas unas con otras. —Mondragón, ¿Cuál es el despacho de la doctora Robledo? —preguntó mientras observaba la decoración del lugar. Francisco sonrió. — La oficina de la senadora, queda junto a la tuya —comunicó. —¿Ella ya llegó? —volvió a preguntar. —No lo sé, creo que vos deberías estar más al tanto —comentó Francisco. Carlos se instaló en su elegante oficina, que tenía una vista privilegiada hacia los exteriores. —Hay cosas que tenemos que hablar —expresó Franci
Días después. Angélica llegó a Bogotá, decidida a hablar con Carlos, y exigirle que le diera el divorcio, pero cuando estuvo frente a él, su esposo, le enseñó el contrato que había firmado, la joven leyó con atención todas las cláusulas, incluyendo las letras pequeñas. Angie volvió a revisar aquel acuerdo, su semblante se descompuso, fue como si un balde de agua helada le cayera encima. «Maldito Mondragón, todo fue una trampa» se dijo en su mente la joven, sintiendo profunda tristeza, tuvo que contener las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos, se armó de valor en ese momento. —Acepto tu propuesta —afirmó—. Redacta un nuevo contrato, pero mi única condición es que quiero lejos de mi vida a tu amigo, nadie absolutamente nadie tiene que saber lo que tú y yo acordamos. —Esto será un secreto entre vos y yo solamente —afirmó Carlos
Mientras tanto Rosario, conversaba con el fiscal Gaviria, quien comentaba que la hacienda era muy hermosa. A él le gustaba bailar y desde que había fallecido su esposa no lo volvió a hacer, entonces extendió su mano hacia Rosario, para hacerlo, ella con vergüenza, porque nunca aprendió a bailar se puso de pie. Juan Manuel Duque, observaba en medio de la oscuridad los cafetales alrededor de la vía. Viejos recuerdos se le venían a la memoria, unos buenos otros malos, casi treinta años fuera de su tierra natal, sentía emoción cada vez que el taxi lo acercaba a la Momposina. Una vez que llegó bajó del vehículo con nerviosismo, caminó a paso lento con su equipaje, mientras su corazón se aceleraba cada vez que se acercaba a la fiesta, quería pasar desapercibido para poder estar presentable, a medida que se iba aproximando observaba a los invitados bailar. No reconocía a sus sobrinos bien, pues los conocía por fotos, de r