Días después.
Angélica llegó a Bogotá, decidida a hablar con Carlos, y exigirle que le diera el divorcio, pero cuando estuvo frente a él, su esposo, le enseñó el contrato que había firmado, la joven leyó con atención todas las cláusulas, incluyendo las letras pequeñas.
Angie volvió a revisar aquel acuerdo, su semblante se descompuso, fue como si un balde de agua helada le cayera encima.
«Maldito Mondragón, todo fue una trampa» se dijo en su mente la joven, sintiendo profunda tristeza, tuvo que contener las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos, se armó de valor en ese momento.
—Acepto tu propuesta —afirmó—. Redacta un nuevo contrato, pero mi única condición es que quiero lejos de mi vida a tu amigo, nadie absolutamente nadie tiene que saber lo que tú y yo acordamos.
—Esto será un secreto entre vos y yo solamente —afirmó Carlos
No olviden las reseñas.
Mientras tanto Rosario, conversaba con el fiscal Gaviria, quien comentaba que la hacienda era muy hermosa. A él le gustaba bailar y desde que había fallecido su esposa no lo volvió a hacer, entonces extendió su mano hacia Rosario, para hacerlo, ella con vergüenza, porque nunca aprendió a bailar se puso de pie. Juan Manuel Duque, observaba en medio de la oscuridad los cafetales alrededor de la vía. Viejos recuerdos se le venían a la memoria, unos buenos otros malos, casi treinta años fuera de su tierra natal, sentía emoción cada vez que el taxi lo acercaba a la Momposina. Una vez que llegó bajó del vehículo con nerviosismo, caminó a paso lento con su equipaje, mientras su corazón se aceleraba cada vez que se acercaba a la fiesta, quería pasar desapercibido para poder estar presentable, a medida que se iba aproximando observaba a los invitados bailar. No reconocía a sus sobrinos bien, pues los conocía por fotos, de r
Francisco, observaba el rostro de Angélica, su mirada ya no era la de antes, estaba distante con él.—Ahora sí me vas a decir ¿qué te pasa? —preguntó acercándose a ella.Angie retrocedió, su espalda chocó con un muro, entonces Francisco, aprovechó para acorralarla con sus brazos, la joven se estremeció al sentir la cercanía de él.—Aléjate de mí —murmuró Angie.—¿Por qué? —indagó—, vos estabas decidida a divorciarte de Carlos, vos afirmabas que me amabas —cuestionó, confundido por el cambio de ella.Angélica observó a Francisco, con sus profundos ojos negros.—Me agobié: la soledad y el abandono de Carlos, hicieron que cayera en tus man
Carlos bajó del auto, rodeó el vehículo para ayudar a bajar a la doctora Robledo, tomados de la mano, caminaron hasta la entrada de la cabaña, él giró la cerradura, abrió la puerta para que ella, siguiera, él encendió las luces, ella exhaló un suspiro, ese lugar evocaba la historia de su romance.Carlos acarició con su mano el rostro de Daniela.—Parece un sueño —susurró—. Esto ya lo viví hace años con otra mujer, y ahora que usted está aquí conmigo es como si ella hubiera regresado.—No me gusta que me compare con otras personas, pero si eso le hace sentir bien lo acepto.Daniela pasó sus manos por el cabello de él. Carlos deslizó las yemas de sus dedos por los labios de la mujer, ella cerró sus ojos, después sintió sus besos. 
Rosario, no paraba de llorar en el auto de Fabián, parecía una niña temerosa, temblaba dentro del vehículo, mientras el fiscal conducía hasta la casa de la señora. —Yo no quería, a mí me obligaron... ese maldito... asqueroso —repetía una y otra vez. Fabián estacionó el vehículo frente a la antigua casa en la cual Rosario, residía. La ayudó a descender, ella no levantaba la cabeza, sentía que sus piernas no la sostenían, entonces el fiscal, la sostuvo con sus brazos. —Disculpe Rosario —pronunció al momento que la rodeó, sujetándola—. Deme las llaves de su casa para ayudarla. Rosario, con las manos temblorosas sacó de su bolso las llaves, se las entregó a Fabián, él abrió la antigua puerta de madera, el sensor encendió las luces de un callejón, mientras la mujer lo guiaba por las gradas de madera hasta el pequeño departamento donde vivía, el fiscal abrió la puerta Rosario, con vergüenza envuelt
Angélica se sorprendió ante la actitud de Carlos, mientras él se quitaba el saco y con lentitud se acercaba a ella.Una vez que estuvieron frente a frente, él también dudó. Su esposa no se movía del lugar paralizada. Carlos, no muy seguro de lo que pensaba hacer, se acercó a Angélica, para besarla, ella lo rechazó:—Esto es un error —le dijo la chica, mirando a los ojos de Carlos—. Lo siento, si quieres demandarme y hacer efectivo el contrato hazlo — pronunció la joven con miedo—, pero yo no puedo hacer esto. —Negó con la cabeza—, si es que algún día yo llego a tener un hijo, será por amor —suspiró.Carlos, contrariado, confundido y muy dolido por las mentiras de Elizabeth, se retiró del lado de su mujer, dejó caer su cuerpo en el sofá de la s
Al día siguiente Carlos, viajó de Bogotá a Manizales, para ver a su madre, quién aún reposaba en la enfermería de la Fiscalía, con cierta resistencia ingresó al sitio.Luz Aída, permanecía acostada con los ojos cerrados, cuando percibió la presencia de alguien despertó, observó a Carlos:—Mijito... ¿Por qué no has venido a verme? Vos te has olvidado de esta pobre vieja —pronunció con lágrimas en los ojos.—No es eso mamá, solo que he tenido mucho trabajo en el senado...—¡No mientas! —exclamó—. Escucha las voces... ellas me dicen que te quieren alejar de mi lado...no les creas —pronunció con desesperación Carlos, era consciente que su madre jamás estuvo bien de la cabeza, pero nunca la habí
Daniela, aún algo mareada, lo seguía, ambos angustiados, temblando de nervios, se dividieron para buscar a los niños, pues no debían estar lejos si es que ellos mismos por su cuenta se habían alejado, y para ahondar más la situación, Carlos apareció en el parque, él se había puesto de acuerdo con Francisco, para ver a su hijo de lejos, pues Samantha, le había comentado que se iban a encontrar en aquel lugar con su amiguito. —¡Carlos! —exclamó Daniela, con el rostro lleno de lágrimas. —¿Qué está pasando? —averiguó con seriedad. —El hijo de la doctora Robledo y Samantha no aparecen —comentó Francisco, abatido. Carlos, también palideció asustado. —¿Cómo que se perdieron? ¿Acaso ustedes no los estaban cuidando? — recriminó—. Hay que buscarlos —ordenó—, usted venga conmigo —solicitó a Daniela. —Francisco, si vos los encuentras nos llamas —s
Francisco llegó a casa de su madre con su pequeña hija, con quién estaba muy molesto por el incidente del parque, abrió la puerta, y su corazón se alegró al ver a Angélica, en su casa; sin embargo, la joven venezolana ni siquiera lo miró.La señora Julia, se acercó a saludar a su nieta, se dio cuenta de que Samantha había llorado y estaba triste, el semblante de su hijo, por el contrario, era de contrariedad.—¿Qué pasó mi niña? ¿Por qué tienes esa carita?La chiquilla inclinó la cabeza, abrazó a su abuela y se puso a llorar, la madre de Francisco, con la mirada y en un suave murmullo preguntó.—¿Qué sucede?—Samantha, volvió a escaparse está vez con el hijo de Carlos, estuvimos como locos busc&aa